La Cooperación de China y EU con México es la clave para resolver la crisis de migrantes

por Dennis Small

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ANEXO 1

La defunción de un importador de último recurso

El 29 de enero de 2001, EIR publicó un informe especial comisionado por Lyndon LaRouche, con el título de “La defunción de un importador de último recurso”. Aquí reproducimos unos apartes de ese informe.

Lyndon LaRouche

En su artículo introductorio, LaRouche especifica la naturaleza del derrumbe de desintegración financiera.

Lo que se viene abajo ahora no es una economía, sino una vasta burbuja financiera cuya expresión económica principal es el papel del sistema financiero estadounidense como “importador de último recurso” para el mundo en general.

Miren lo que se llama producción estadounidense. ¿Cuánto del contenido de la presunta producción estadounidense no es sino la reventa de componentes, ensamblajes y hasta productos enteros de importación? Comparen el país de origen de la ropa y casi todo lo demás, por tipo, que usaron hace unos veinte años y el país de origen del mismo producto o su equivalente actual. Vean cómo se recurre a operaciones prácticamente de esclavización de la mano de obra en el extranjero para exportar empleo productivo de Estados Unidos (así como de Europa occidental) a regiones donde el precio de la mano de obra es el más bajo y las destrezas relativas las más marginales. Miren esas dizque empresas industriales estadounidenses. ¿Qué porción de los ingresos totales de esas entidades ha sido reflejo de la pura especulación financiera, como la de las fusiones y adquisiciones con eje en el distrito financiero de Londres?

De hecho, el mundo viene sosteniendo hasta ahora una enorme burbuja financiera denominada en dólares estadounidenses, en gran medida para apuntalar el papel de “importador de último recurso” que desempeña para buena parte del mundo la inflada e intrínsecamente quebrada economía estadounidense.

¿Qué pasa cuando esa burbuja financiera entre a su fase inevitable de desintegración en cadena? Eso es lo que ya está pasando.

Richard Freeman

En su artículo, “Revienta la burbuja de las importaciones estadounidenses”, Freeman destaca la destrucción interna de la economía estadounidense.

En los últimos decenios, sobre todo el último lustro, con al de disfrazar y soslayar el hecho de que economía física se contrae a un ritmo de 1 a 2 por ciento anual y produce un descenso en las condiciones de vida, Estados Unidos ha recurrido a su sobrevaluado dólar par importar bienes de otros países. Lo que Estados Unidos no produce, y en muchos casos importantes carece ya de la capacidad de producir, lo importa. Como resultado, las importaciones han superado con mucho a las exportaciones, lo que arroja un déficit comercial sin precedentes, que cada año hace palidecer al del año anterior. A su vez, el creciente déficit es el elemento principal que abulta el déficit de cuenta corriente.

Para encubrir el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos, Wall Street y la City de Londres han manipulado el sistema financiero mundial para inducir grandes flujos de dólares del exterior de vuelta a Estados Unidos. Lo que Estados Unidos para en dólares por la importación de bienes físicos y otros artículos, que producen el déficit de la cuenta corriente, regresa a Estados Unidos en forma de inversión.

El sistema que mantiene el flujo de bienes extranjeros a Estados Unidos se mantiene gracias a la burbuja financiera estadounidense. Los extranjeros enviarán sus dólares a través del Pacífico y del Atlántico APRA invertirlos en Estados Unidos, solo mientras el dólar dé la apariencia de ser una moneda fuerte, y mientras los instrumentos de inversión denominados en dólares –bonos del Tesoro de Estados Unidos, bonos de las compañías, acciones, derivados, etc.-- paguen rendimientos relativamente mayores que los instrumentos equivalentes de otras naciones. Así que la burbuja del mercado de inversiones de Estados Unidos tiene que mantenerse a fin de que la oligarquía financiera angloamericana mantenga las riendas del poder.

Dennis Small

Extractos del artículo de Dennis Small, “México se desangra exportando”, del mismo informe de EIR.

El crecimiento del comercio exterior de México en los últimos 20 años ha sido, en efecto, fenomenalmente dominado por las exportaciones a Estados Unidos y las exportaciones de las maquiladoras en particular (las cuales van casi exclusivamente a Estados Unidos). El comercio representa hoy en día más de una tercera parte del Producto Interno Bruto (PIB) de México… Lo que demuestra el caso de México es precisamente que hay una relación inversa entre este auge del comercio globalizado y la economía física real. En el caso de México, en tanto que el crecimiento del comercio exterior del sector maquilador se disparaba por más del 19 por ciento anual durante las últimas dos décadas, y el comercio total creció en más del 12 por ciento al año, la economía física del país (según los cálculos de los estudios de Executive Intelligence Review de la canasta básica) se derrumbó en más del 2 por ciento anual en el mismo lapso de tiempo.

Por ejemplo, en una economía sana de un país en desarrollo, más o menos la mitad de las importaciones deben ser de bienes de capital y otros productos que transfieren tecnología de modo que impulse el proceso de industrialización. En el caso de México, por el contrario, solo el 14 por ciento del total de las importaciones son bienes de capital y cerca de una tercera parte de éstos van al sector de maquiladoras, que de ninguna forma redunda en el beneficio del desarrollo nacional. De este modo, menos del 10 por ciento de las importaciones mexicanas son bienes de capital aprovechables. Por otro lado, un escandaloso 35 por ciento de las importaciones son productos semielaborados destinados a las maquiladoras, los cuales simplemente son reexportados como productos de consumo ensamblados…

Se debe subrayar aquí que las maquiladoras no son, estrictamente hablando, parte de la economía mexicana; éstas son un enclave extranjero en territorio mexicano, que devora mano de obra esclava mexicana y propaga condiciones de vida tipo Auschwitz, especialmente en el norte del país… El empleo en las maquiladoras ha aumentado en un orden de magnitud, de solo 120,000 empleados hace veinte años, a 1.4 millones hoy en día; es decir, a una tasa de aumento del 13 por ciento anual como promedio. Al mismo tiempo, el empleo real en el sector manufacturero en México como tal, ha disminuido casi un tercio de unos 2.2 millones de trabajadores en 1980 a más o menos 1.5 millones hoy en día, una caída anual de 2 por ciento, en promedio. En otras palabras, más o menos el mismo número de trabajadores está empleado en esas plantas maquiladoras de trabajo esclavo que los que están empleados en todo el sector manufacturero de México como tal.

Consideren por un momento la locura de esta situación:

Todo lo anterior resulta en que: la industria y el empleo productivo en Estados Unidos se están derrumbando; la economía física y la fuerza laboral de México están terminando como carne molida; el comercio internacional está floreciente; la deuda externa se paga puntualmente; y los banqueros de Wall Street, incluyendo al señor doctor Don Drácula, contentos a más no poder, brindan con “Bloody Marys”.

¡Ah, las maravillas del libre comercio y la globalización!

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