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Lo siguiente es una traducción del artículo en inglés en el sítio del Instituto Schiller

¡ACABEMOS CON LA PANDEMIA DEL HAMBRE!
SALVEMOS AL PRODUCTOR AGROPECUARIO
PARA DISTRIBUIR LOS ALIMENTOS

Mayo de 2020

La tasa de mortalidad por hambruna este año podría alcanzar las 300,000 personas por día, a menos de que implementemos de inmediato una movilización alimenticia para detener esto. Esta amenaza excede por mucho a las 315,000 muertes que van hasta ahora por COVID-19. Estamos enfrentando una pandemia de hambre “de proporciones bíblicas”, como lo advirtió David Beasley, director general del Programa Mundial de Alimentos (PMA), el 21 de abril, al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Al mismo tiempo, los granjeros estadounidenses se han visto forzados a destruir su ganado de carne y ganado lechero y otros alimentos. Es posible que para septiembre se hayan sacrificado unos 10 millones de cerdos. Ya se han destruido millones de huevos y pollos y se han tirado millones de galones de leche. Se sabe por qué los granjeros se ven forzados a hacer esto, pero no se hace nada para evitarlo. Los productores agropecuarios están enfrentando la ruina absoluta. Esto se tiene que detener.

Tenemos que llevar a cabo un programa de emergencia para salvar a los productores agropecuarios y a la capacidad de producción agropecuaria a fin de hacer llegar los alimentos a todo el que los necesite. En esta movilización de emergencia, tenemos que acabar con el sistema de cartelización globalista que es, para empezar, lo que ocasionó la escasez y la vulnerabilidad que tenemos ante las enfermedades. No se trata de ningún desastre “natural”, sino de una política fracasada.

En África y en el Sur de Asia hay una segunda ola devastadora de la plaga de langostas del desierto que está arrasando los cultivos, cuando esto se sabía de antemano que sucedería y se pudo haber evitado.

Permitir que esta destrucción continúe es un crimen contra la humanidad. Los productores agropecuarios quieren producir alimentos. Lo que está en juego son millones de vidas humanas.

¡Salvemos al productor agropecuario y detengamos la destrucción de alimentos!

En Estados Unidos, la capacidad de carnicería, que está monopolizada en un cartel de cinco compañías multinacionales, se concentró en menos de 300 gigantescas plantas de procesamiento que representan el 80% de la carne que está en el mercado, mientras que el 20% restante se distribuye en otras 2,000 plantas. Hace 30 años operaban más de 9,000 plantas procesadoras de carne de todos los tamaños. Los trabajadores en estas plantas gigantescas de hoy, están muy mal pagados y trabajan en condiciones de mano de obra esclava, y generalmente son inmigrantes indocumentados que viven permanentemente en el temor de ser deportados.

La situación es la misma en Alemania, en España, en Brasil, y muchas otras regiones productoras de alimentos. En Alemania cerraron en mayo grandes plantas de procesamiento de carne en las regiones de Schleswig Holstein y del Rin-Westfalia Norte, luego de que cientos de trabajadores resultaron enfermos, y otros en cuarentena en sus escuálidas barracas. Hay trabajadores de mano de obra barata que vienen de Hungría, Bulgaria, y Polonia. La situación en su caso es la norma para todos los trabajadores empleados en el cartel mundial de la carne.

Cuando el COVID-19 arrasó las grandes plantas empacadoras de carne de Estados Unidos, resultaron afectados miles de trabajadores; docenas han muerto. Muchas plantas cerraron. El 27 de abril se emitió una orden federal para que esas plantas abrieran de nuevo, siguiendo protocolos de seguridad, pero no hubo ninguna intervención federal. No se han tomado medidas adecuadas en las empresas. Docenas de mataderos siguen cerrados o solo están abiertos en parte. La acumulación de animales “varados” (listos para el mercado) se cuenta por millones. Los productores agrícolas no tienen la capacidad para mantener el ganado en sus granjas, y no han recibido pago alguno por sus pérdidas. El mayor número de suicidios en el país ocurre en la región rural. Estados Unidos se enfrenta a perder una cuarta parte de sus productores agropecuarios en los meses venideros.

Hay trastornos graves también para la leche y otros productos perecederos, para los cuales el procesamiento y la venta al por menor también están controladas por los carteles, y están concentradas de la misma manera vulnerable. La capacidad lechera está en crisis. Se necesita ampliar todas las formas de procesar la leche, para que se pueda almacenar por más tiempo y distribuirla: como queso, como leche en polvo, como productos pasteurizados a muy altas temperaturas, y al mismo tiempo maximizar el flujo de leche fresca. Hay que pagar a los productores agropecuarios como corresponde; proteger los rebaños. No existe tal cosa como un “exceso” de leche, ni de cerdos, ni de granos, ni de ningún otro alimento, como quieren hacernos creer con la cháchara de la oferta y la demanda de los “mercados”.

Tomar medidas de emergencia ya en Estados Unidos, significa asistencia financiera directa del gobierno federal para los productores agropecuarios, y se necesita la intervención de agencias federales como el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA en sus siglas en inglés), y de otras agencias relacionadas con la operación de desinfectar y reconfigurar todas las plantas de procesamiento de alimentos para garantizar una producción segura y eficiente. Se tienen que crear condiciones de trabajo apropiadas y niveles salariales adecuados; y organizar equipos de trabajo adicionales. Establecer una capacidad de procesamiento para una contingencia; proporcionar crédito y ayuda para la expansión. Instalar una capacidad extra de frigoríficos y depósitos cerca de instituciones como escuelas para ampliar el almacenamiento.

Aquí de lo que se trata es de salvar de su destrucción todo el alimento que sea posible, y de defender a los productores del campo en todas partes del mundo, para garantizar que la comida llegue a donde se necesita.

A distribuir ayuda alimentaria y a duplicar la producción de alimentos

Antes de que atacara la pandemia de COVID-19, ya en el mundo habían 821 millones de personas que de manera habitual no tienen una fuente fiable de alimentación diaria, lo cual hoy se conoce como “inseguridad alimentaria”. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU viene dando ayuda alimentaria directamente a 100 millones de personas que tienen una necesidad aguda de alimentos, y que habrían perecido sin esa ayuda. Pero ahora el PMA prevé que este número de personas que tienen una necesidad aguda de alimentos va a aumentar en 265 millones de personas este año, y muy posiblemente a muchos más. Ellos se encuentran en: 194 millones de personas en 37 naciones de África; 62 millones de personas en 10 naciones de Asia; 33 millones de personas en 6 naciones de Suramérica y el Caribe.

Es necesario iniciar ya una movilización para aumentar la producción. El tonelaje de ayuda para esta cantidad de personas, solo tomando en consideración los cereales, es de 50 millones de toneladas este año. Esto es con todo el 20% de todos los granos que se comercializan anualmente en el mercado mundial en los años recientes. La superficie de terreno que se necesita para producir esta cantidad de granos, es del tamaño de Bélgica. Es necesario producir más alimentos. El PMA ha pedido donaciones por $12 mil millones de dólares para la ayuda alimentaria de este año, mucho más que los $8 mil millones de dólares que pidió el año pasado. Pero incluso si lo prometido llega milagrosamente, ¿habrán los alimentos suficientes para ese fin?

Es necesario iniciar ya la movilización para alcanzar la meta de duplicar la producción de alimentos tan pronto como podamos. En vez de la cosecha anual actual de granos, de entre 2,500 y 2,700 millones de toneladas, se necesita una cosecha mundial de 5 mil millones de toneladas para asegurar una dieta de calidad para todos, ayudará al crecimiento de la población, y garantizará que tengamos reservas de alimentos para la seguridad alimentaria.

Hace 12 años el Instituto Schiller hizo un llamado para alcanzar esa meta, y si para este momento se hubiera logrado, no existiría hoy la amenaza de una pandemia de hambre. El 3 de mayo de 2008, la fundadora y presidente del Instituto Schiller, Helga Zepp-LaRouche, emitió un llamado que entre otras cosas dice que:

“Sería fatal para el mundo entero, si no conseguimos de inmediato, en los próximos días y semanas, declarar que la globalización ha sido un fracaso, ¡y arreglar todo para comenzar a duplicar la capacidad de producción agrícola en el menor tiempo posible!”.

Pero el sistema monopólico de los carteles todo lo que ha hecho es consolidar su control desde la crisis financiera del 2007 y 2008. El argumento falaz de los carteles es que, según ellos, producir en abundancia significa precios bajos y por ende la quiebra de los productores agropecuarios, y que el suministro global de los carteles le sirve mejor a las poblaciones que la autosuficiencia alimentaria nacional. La crisis de hoy expone a la luz esas mentiras.

Tenemos que utilizar todos los medios para apoyar la producción de los volúmenes necesarios de alimentos para hacer frente a la pandemia y a la emergencia alimentaria, haciendo un uso calculado de la cosecha del Hemisferio Sur, y de la temporada de siembra de primavera en el Norte que se lleva a cabo ahora, y sus ciclos de cosechas alternas más adelante.

Detengamos la plaga de las langosta en África

Se tienen que desplegar todos los recursos para detener la segunda ola de langostas del desierto que ahora se extiende desde del este de África hasta India. Las pérdidas en las cosechas son terribles. En un solo día, un enjambre pequeño puede consumir el alimento que hay en un kilómetro cuadrado de cultivos, el alimento que podrían haber comido 35,000 personas en un día. En época de recolección en junio y julio es justo cuando el segundo enjambre de langostas, en su etapa de saltamontes, crece para ser adultos jóvenes, con una capacidad de destrucción enorme; en la zona afectada se encuentran 42 millones de personas en diez naciones, desde el sur de Yemen hasta Tanzania. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO en sus siglas en inglés) pudo ayudar, con éxito, a salvar 720,000 toneladas de alimentos en la región, que se tienen colocadas para 5 millones de personas este año.

Se tiene que poner a disposición rápidamente las aeronaves, los químicos y el personal para las fumigaciones aéreas, apoyo fundamental para combatir los insectos. La FAO pidió $150 millones de dólares, pero los promesas que tiene hasta ahora no llegan a ese monto. Si no detenemos los enjambres de langostas, van a seguir hacia el oeste, al Sahel, este verano. Se puede eliminar esta plaga por medio de los fumigadores comerciales, junto con el empleo de drones y la pericia militar. Permitir que siga avanzando es genocidio.

Hay que declarar una moratoria a la deuda y condonarla en todo el continente de África. Los escasos recursos nacionales no se pueden dedicar al pago de la deuda en este momento en que se necesita una movilización para hacer frente a la pandemia y a la hambruna.

El paso siguiente es la extensión de crédito para echar a andar proyectos de desarrollo a fin de materializar el potencial agrícola del continente. En África están la mitad de las tierras de labranza del mundo, que todavía esperan ser cultivadas y pastoreadas. Podría ser la franja agropecuaria del mundo entero.

Pero el sistema monetarista de la City de Londres y Wall Street ha mantenido en el atraso deliberadamente la economía agroindustrial africana. El continente pasó de tener una dependencia de 25% de la importación de granos básicos de fuera del continente, hace 30 años, a tener una dependencia hoy de 40%. Los carteles dominan el comercio, en tanto especulan con los alimentos que se producen en África a bajos precios y se envían a Europa frutas, vegetales, flores, pescado. El mismo patrón de carteles comerciales que existe en las Américas, envían alimentos a Estados Unidos desde las economías que han mantenido en la pobreza, y que necesitan ayuda alimentaria desesperadamente, como Guatemala y Haití. Para el 2019, llegó por primera vez a Europa carne de res de África, y este año llegó a Estados Unidos. Namibia que depende en un 60% de las importaciones para su consumo básico, está ahora exportando carne de res, una producción que debería utilizarse en África.

Hay que echar a andar los grandes proyectos. El proyecto Transaqua, que es una prioridad continental, va a reabastecer la cuenca del Lago Chad, beneficiando a toda la región del África subsahariana, al desviar un caudal de agua de la cuenca del río Congo, que con esto se va a beneficiar de nuevos sistemas de transporte, producción eléctrica, agricultura y gestión de aguas. La generación de energía nuclear y la desalación en el Mediterráneo y en otras zonas litorales creará enorme cantidad de nuevo suministro de agua. Estos programas van a poner fin a las condiciones en las que se generan los conflictos nacionales en torno a la utilización de los escasos recursos.

Medidas soberanas del gobierno

La alimentación es un derecho humano. Si los gobiernos reivindican la soberanía alimentaria y de producción agropecuaria, vamos a derrotar a la catástrofe del hambre, y daremos inicio a una nueva era de suficiencia alimentaria para todos. Es necesario tomar medidas en tres áreas:

Eliminación de los monopolios. Primero, hay que desintegrar los monopolios y carteles de alimentos y agropecuarios (productos químicos, fertilizantes, semillas, etc.). Invocar la seguridad nacional a corto plazo, para eliminar las prácticas de los carteles con las que bloquean las medidas de emergencia alimentaria. Es necesario aplicar a fondo todas las leyes contra los monopolios y las órdenes ejecutivas relacionadas. Todas las naciones tienen esta autoridad, y en muchas hay precedentes al respecto. Algunos gobiernos quizás tengan que nacionalizar las empresas de alimentos. Restablecer las políticas nacionales de servicios de reservas de alimentos, y ubicar regionalmente el procesamiento de alimentos, así como las instalaciones de conservación de alimentos (incluso por medio de la irradiación) y diversificar la actividad agropecuaria. Abandonar la Organización Mundial de Comercio, cuyas premisas orgánicas son opuestas a la soberanía nacional sobre la alimentación.

El comercio mundial de granos está hoy dominado por el cartel ABCD, el cartel que tiene en sus manos el 90% de todos los granos que se comercializan a nivel mundial, formado por Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill y Louis Dreyfus. Durante el proceso en el que consolidaron su dominio estas firmas, se eliminaron las instituciones nacionales soberanas de supervisión de la producción y comercialización de los cereales; se eliminaron las reservas de alimentos bajo control nacional soberano; y se generalizó la siembra de monocultivos. Asimismo, un cartel global de la carne formado por enormes compañías multinacionales domina en la mayoría de las naciones. En Estados Unidos, las cinco compañías principales que controlan el procesamiento de carne y su mercadeo son: JBS S.A. (con sede en Brasil); Cargill (Estados Unidos); Tyson Foods (Estados Unidos); National Beef (con sede en Brasil con el nombre de Marfrig); Smithfield (WH Holdings, China). La manera como operan estas compañías creó todo el desastre.

Hay que tomar medidas para acabar con todos los demás tipos de bursatilización de los alimentos y de la producción agropecuaria. Es necesario eliminar por completo toda especulación de los productos alimenticios en las mayores bolsas y lonjas del mundo. Establecer que los acreedores y los carteles comerciales no pueden exigir a las naciones golpeadas por la pobreza que exporten alimentos para conseguir divisas extranjeras.

Apoyar a las granjas familiaresSegundo, hay que proporcionar de inmediato un ingreso de emergencia a la productores agropecuarios. Nada de embargos. Declarar una moratoria de la deuda y reorganizar la deuda durante esta emergencia; indemnizar a los granjeros y a los rancheros por las pérdidas en el ganado y todo lo relacionado. Establecer un sistema de pecios de garantía los productores agropecuarios. Se puede utilizar incluso leyes que están vigentes pero que bajo el dominio de los carteles se han ignorado; por ejemplo, en Europa, la Política Agrícola Común de la Unión Europea (CAP); en Estados Unidos, la Corporación de Créditos para Productos Básicos (CCC en sus siglas en inglés; de la década de 1930), así como otros modelos e iniciativas.

Hay que acabar con las reglas "verdes" y el hostigamiento en contra de los productores agropecuarios, que se hace erróneamente a nombre de proteger el medio ambiente del cambio climático. Hay que echar a andar los proyectos de infraestructura que ya tienen mucho retraso en todos los continentes, para proporcionar enormes cantidades adicionales de agua, energía y transporte, que es esencial para la producción agrícola.

Generar el crédito necesario, ya sea aumentando la escala de uno o varios de los bancos multilaterales ya existentes orientados hacia el desarrollo, con una membresía de diversas naciones, como el Nuevo Banco de Desarrollo (del BRICS), o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), o crear una institución nueva  en la tradición de Franklin Delano Roosevelt de las agencias que nacieron en la conferencia del Bretton Woods de 1944. La crisis épica que vivimos hoy exige un realismo de este tipo.

Crear un millón de nuevos productores agropecuarios en cada continente. Organizar los medios especiales para poder ampliar el sistema de granjas familiares, en especial para los granjeros y rancheros jóvenes que comienzan, a través de subsidios directos, beneficios fiscales, crédito amplio, y disponibilidad de tierras. Hay que recordar el espíritu de las iniciativas del Presidente Abraham Lincoln, por ejemplo, la Ley Homestead (Ley de Asentamientos Rurales), que dio titularidad de tierras para crear granjas familiares en el enorme Medio Oeste. El ingenio y la misión de los miembros de las granjas familiares, con los niveles de vida, la educación y la ciencia necesarias para avanzar, son la mejor garantía para la seguridad alimentaria para cada nación y el mundo.

Difundir el modelo del “granjero astronauta”, que está equipado con dispositivos de posicionamiento global, registro de datos, mecanización, y prácticas científicas. Los granjeros están dispuestos a ir como embajadores a difundir la agricultura de la era espacial y la hermandad de la era del espacio.

Colaboración internacional: Echemos a andar la colaboración internacional para alcanzar todo esto, para suministrar la tan necesaria ayuda alimentaria en las semanas siguientes y salvar así millones de vidas; y comenzar el cambio hacia un nuevo paradigma en el que la economía funcione y de relaciones entre las naciones. Ya China está actuando en África con proyectos hidráulicos, ferroviarios y de generación eléctrica con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en alianza con el programa de la Agenda de la Unión Africana del 2016Rusia está participando en los proyectos de energía nuclear, de desalación y otros en Egipto. Si sumamos lo que Estados Unidos podría aportar, siendo el mayor donante de alimentos en el mundo, se iniciará así una nueva era de cooperación estratégica.

Hacemos un llamado a los jefes de Estado de las naciones de mayor peso para que den inicio a esta colaboración para derrotar la pandemia del hambre. Incorporen esto en los temas de una posible cumbre lo más pronto posible, entre los Presidentes, Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin, el Primer ministro Narendra Modi, y todos los jefes de Estado y mandatarios que tengan a bien participar en esto.

“Danos hoy nuestro pan de cada día” es una plegaria universal. Respondamos a ella.

Para mayor información escribir a preguntas@larouchepub.com

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