Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, nums 4-5

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Estudios estratégicos

Sólo la energía nuclear podrá salvar tus tortillas

El Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) emitió la siguiente declaración a fines de enero desde la Ciudad de México.

La situación sobre el aumento del precio de nuestras preciadas tortillas es un tema que ha puesto a discutir a muchos sectores políticos y sociales en nuestro país. Y aunque los análisis son muy diversos, ninguno toca la problemática real: la crisis financiera internacional, la cual sólo ha sido mencionada por Lyndon LaRouche, el estadista y economista estadounidense, y líder de la campaña para llevar a juicio político a Dick Cheney y George W. Bush en los propios Estados Unidos.

El aumento del precio del maíz —principal causa del incremento directo del precio, no sólo de las tortillas, sino del puerco, el pollo, entre otros— es causado por la demanda de este producto en el mercado internacional, demanda inflada de forma ficticia por la necesidad de maíz para la creación del biocombustible llamado etanol. El Gobierno de Calderón alega que el auge maniático internacional del etanol es el causante del aumento en los precios del maíz (y la tortilla), y argumenta que los mexicanos, muriéndose de hambre, tienen que ser competitivos y ponerse a cultivar maíz como biocombustible. El gobierno anunció que va a “proteger” a los consumidores mexicanos, abriendo las compuertas a la importación de maíz barato; esto va a arrasar con la producción de maíz independiente y no afectará a los carteles. Así que, de hecho, el fraude del etanol se usa como pretexto para aplicar la siguiente fase del TLCAN, prematuramente.

El LYM también está circulando este cartel en Argentina contra el fraude del “pedanol” y sus patrocinadores, como el ex vicepresidente estadounidense Al Gore.

El fraude del etanol

En los últimos años se ha difundido entre gobiernos de todo el mundo la tonta idea de los biocombustibles, esencialmente del etanol, como una supuesta “alternativa” para remplazar nuestra dependencia del petróleo; esto en lugar de invertir en las altas tecnologías requeridas. Lo más alarmante del caso es que gobernantes, legisladores, académicos, así como la población en general, llegan a creer en esta idea absurda.

Ahora bien, repasemos un poco lo que hay detrás de esta dizque “tecnología energética”. La mayoría de los “expertos” que defienden la idea trabajan o son patrocinados por empresas que tienen que ver con la producción alimenticia y de cereales, las cuales, por cierto, tienen inversiones en cultivos diseñados para la producción de biocombustibles (como el etanol y el biodiésel). Estas transnacionales “preocupadas” por el medio ambiente han llevado a cabo intensas campañas para presentar los biocombustibles como alternativas “ambientalmente amigables”, que ayudarían a combatir el cambio climático y a sustituir parte del consumo de petróleo dedicado a combustibles para transporte.

El fraude de la supuesta “alternativa energética” se refuta fácilmente; aquí un simple ejemplo: “La producción de alcohol consume más unidades de energía fósil que las que genera al quemarse como combustible. El etanol de maíz, de pasto switchgrass y de madera, consume, respectivamente, 29, 45 y 57% más unidades de energía de combustible fósil que las que rinde”.

De hecho, lo único que mantiene al etanol son los subsidios que le dan los gobiernos que caen en la trampa. No es de sorprender que los grandes beneficiados con los subsidios del Gobierno estadounidense, quien ha impulsado en gran medida esta tonta idea, sean los carteles cerealeros —Archer, Daniels, Midland y Cargill— y los fondos especulativos, los cuales recientemente han pasado sus apuestas al fútil etanol.

Este fraude se legalizó en nuestro país el año pasado, cuando el Congreso aprobó la “ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos”, que respalda el uso de biocombustibles para la generación energética.

La idea de pensar en tecnologías alternas ineficientes, en lugar de desarrollos tecnológicos, no es nueva ni tampoco original. En esencia es el mismo principio de carácter imperial, al mero estilo angloholandés, de saquear a las colonias sus materias primas, venderles el producto terminado, y no permitir el desarrollo industrial que representaría su independencia. No desarrollar altas tecnologías es simplemente la imposición del atraso, no diferente al de una colonia, para olvidarnos del verdadero potencial que podemos desarrollar con otro tipo de combustibles. Nos siguen dando “espejitos por oro”.

Esto es lo que está pasando en la realidad, así que hablemos claro. Si queremos resolver el problema del alza de la tortilla y a la vez el energético, ¿estarías dispuesto a respaldar una energía que, además de ser limpia, sea de bajo impacto ambiental; potente y de una densidad cada vez mayor; segura, barata y, por qué no, que además de obtener energía nos ayude a resolver el problema de las emisiones de gases y, si no es mucho pedir, el del abasto de agua, así como de la obtención de nuevos combustibles sintéticos a base de hidrógeno, cuya combustión sólo produce agua? ¿Te gusta la idea?

Pues, ¡bienvenido a la propuesta nuclear!

Las nuevas aplicaciones de la industria nuclear son realmente espectaculares. Prueba de ello son los reactores sudafricanos PBMR. Estos reactores, además de producir energía barata, limpia y segura, aprovechan el calor del reactor para desalar cantidades importantes de agua de mar y sintetizar hidrógeno como fuente de combustible. Y esto es sólo el comienzo, porque lo anterior es tecnología de fisión. Hoy en día estamos entrando a la era de la fusión; el 21 de noviembre del año pasado 20 naciones firmaron en París el acuerdo para la construcción del ITER, el primer reactor de fusión nuclear controlada, la tecnología energética más natural que existe, pues es el proceso con el cual el Sol y las estrellas pueden existir.

Tenemos que dejar de invertir en tecnologías atrasadas —que sólo nos mantienen en la dependencia y el saqueo del bienestar de la población—, y hacerlo en lo más avanzado de la ciencia en nuestro planeta, para desarrollar el más alto nivel industrial y científico de nuestro país.

Pero, si dejáramos esto hasta aquí, sería una solución ingenua, ya que llegaría el FMI, el Banco Mundial o cualquier organismo supranacional a hacer su trabajo, o sea, parar este desarrollo. Así que el asunto central es cambiar lo que realmente permite esta y cualquier otra corrupción, es decir, el sistema financiero internacional.

Tenemos que reorganizar el sistema financiero en su totalidad a lo que Lyndon LaRouche llama un nuevo orden económico de alta tecnología. Por eso decimos: deja de pensar, como la llamada generación del 68, en “el aquí y el ahora”; la energía nuclear podrá salvar, no sólo tus tortillas, sino que además le dará un verdadero futuro a lo que en realidad está en juego. . . las próximas dos generaciones.