'O navegamos, o nos hundiremos juntos'

El siguiente discurso fue pronunciado por Lyndon LaRouche, en la sesión del ayuntamiento de São Paulo, Brasil, en que se le invistió como ciudadano honorario de esa ciudad, el 12 de junio de 2002.

Dadas las circunstancias y el estado de los asuntos del mundo, el mundo se encuentra en uno de los períodos más peligrosos de la historia moderna, en el cual, en la mayoría de las naciones, tendremos que mirar a fondo dentro de nosotros mismos, para encontrar los recursos emocionales, intelectuales y otros, para resolver los graves problemas que ahora nos encaran.

Por tanto, bajo estas circunstancias, dado lo que significan tanto los Estados Unidos como Brasil, en tanto influencias de peso en el Hemisferio Occidental, en las Américas, es importante reflexionar sobre las posibilidades de colaboración entre las dos naciones en este momento. Por tanto, voy a decirles a ustedes algo sobre mi persona, como figura política en los Estados Unidos, y lo que puede aprenderse respecto a las relaciones futuras entre los dos países, y otros, del examen de ese aspecto de la historia de los Estados Unidos.

La historia de los Estados Unidos empieza, en tanto Estado nacional, en 1763. A la sazón, las colonias inglesas en Norteamérica estaban aliadas con la monarquía británica para combatir al imperio francés en las Américas. No sorprendió a los patriotas de dichas colonias, que una vez derrotados los franceses, que el Imperio Británico se volteara en contra de ellos e intentara destruir las libertades de las colonias.

En ese momento, la historia y la población de lo que vino a ser Estados Unidos, se dividía entre dos facciones, dos facciones que han pugnado en una batalla de sube y baja por el control de los Estados Unidos, desde entonces a nuestros días. Una, encabezada por Benjamín Franklin, es la que define mi tradición en los Estados Unidos, la tradición de patriotas tales como Franklin, tales como Hamilton, Washington, tales como el presidente Monroe, el secretario de Estado John Quincy Adams, Abraham Lincoln y otros; y Franklin Roosevelt. El otro lado, organizado también como facción en 1763, se denominaba, entonces y ahora, "los torys americanos". Su lealtad, entonces y ahora, es a la monarquía británica.

Los torys americanos tomaron el poder en el siglo 20, en 1901, en torno a Teodoro Roosevelt, con el asesinato del presidente McKinley. El poder regresó a manos de los patriotas, al menos de manera significativa, con la Gran Depresión y la elección de un patriota, Franklin Roosevelt, a la Presidencia. Con la muerte de Franklin Roosevelt, los Estados Unidos cayeron de nuevo en manos de los torys americanos, no del todo, pero como una fuerza dominante.

Ahora bien, resultaba difícil para los torys imponer sus políticas en ese período. Muchos de nosotros habíamos participado en una gran guerra. Muchos, como yo, prestamos servicio en el exterior durante la guerra, como simple soldado, pero, en todo caso, en el exterior, y no estábamos dispuestos a rendir todo lo que habíamos ganado bajo Roosevelt. Aun bajo el presidente Eisenhower, no estábamos dispuestos a abandonar la tradición militar estadounidense, misma que experimentamos durante la Segunda Guerra Mundial, en particular.

En 1961 caímos en un infierno, más o menos cuando se retiró Eisenhower. El presidente Kennedy, que pretendía revivir la tradición de Roosevelt, fue asesinado. El Presidente de Francia, Charles de Gaulle, aliado de Kennedy, por poco fue asesinado en 1962, en el primero de una serie de ataques. En 1964–65 los Estados Unidos se enfrascaron en una guerra insana en Indochina. La tradición militar estadounidense en su mayor parte no sobreviviría esa guerra.

En el período que se inicia en 1966, empezamos a degenerar. Nos transformamos de una nación que se había basado en la producción, en una nación orientada al consumo. Como el Reino Unido británico, empezamos a asumir cada vez más, una imitación, o parodia, del antiguo Imperio Romano. Como ustedes saben, para el término de la segunda guerra Púnica, Roma había degenerado hasta convertirse, décadas más tarde, en un imperio. Dejó de ser una nación productiva, conforme progresaba la esclavitud. Vivía de saquear las naciones que la rodeaban. Regía a través de un régimen de terror llamado las legiones romanas. Gobernó con un régimen de terror, y después sucumbió de la podredumbre que había generado dentro de sí.

En los Estados Unidos hemos empezado a morir de manera parecida, a partir del período de 1967 a 1971, y en adelante. Con los sucesos de agosto de 1971, y posteriormente, nos convertimos en una nación depredadora, una nación consumista, viviendo más y más a expensas de los pueblos del mundo, y menos de nuestros propios recursos productivos.

El sistema que ha dominado al mundo de manera creciente en los últimos treinta y cinco años ha llegado a su fin. Nos encontramos ahora en un derrumbe internacional inevitable y total del sistema monetario–financiero existente, y por tanto, es importante para muchos de ustedes, que quisieren creer que no es cierto, hacerles la advertencia, cosa que estén preparados para actuar de manera adecuada, en el momento en que la crisis se ponga de manifiesto.

Como ustedes saben por su propia experiencia en Brasil, durante el período de la posguerra pasamos por una serie de mejoras sucesivas en las condiciones de vida a nivel internacional. Esto casi se acabó con los acontecimientos de 1971. Cuando se aplastó a México en 1982, toda nación de Centro y Sudamérica fue condenada implícitamente a ser aplastada, tarde o temprano. Hoy, Brasil es una de las únicas naciones de Sudamérica que puede hacer algo al respecto.

Podemos invocar el legado del patriotismo

Remontémosno ahora a Roosevelt en 1932–33. La gente estadounidense era decadente en extremo en los 1920. Yo viví eso; lo conozco. Podría darles muchos ejemplos clínicos de la degeneración de mis vecinos y otros conocidos. Pero nos azotó una gran crisis, y contábamos con una gran tradición; una gran tradicición patriótica. Teníamos conducción en la persona de Franklin Roosevelt, que apeló a los Estados Unidos a volver a su verdadero ser. Con el transcurso del tiempo, ya para el fin de la guerra en 1945, Estados Unidos no sólo era la potencia más grande de este planeta, sino la única potencia del planeta. Hubo muchas injusticias perpetradas por los Estados Unidos, y otros, durante el período de 1945 a 1965. Pero en lo escencial, el legado de Roosevelt continuó.

La recuperación económica organizada por Roosevelt, la gran movilización de la Segunda Guerra Mundial, organizada y dirigida por Roosevelt, este legado continuó hasta mediados de los 1960. Las Américas se beneficiaron de esto; otras partes del mundo como Europa Occidental, con el plan Monet, se beneficiaron de esto. De modo que, a pesar de las injusticias, el mundo estaba mejor a resultas de la vida y obra de Roosevelt.

Ahora hemos arribado a otra gran crisis, una crisis tan aterradora, o más aterradora, que la que golpeó al mundo en 1929–33. Estados Unidos es un desastre comparado con lo que era en 1929. Pero aun así, en nuestra gente, en Estados Unidos, sigue arraigado ese legado de patriotismo que se echó a andar en 1763, que fue la premisa de nuestra independencia. Y podemos apelar a eso.

Hay otro aspecto de esa tradición que es importante. Los Estados Unidos estaban aislados en el período posterior a su guerra con la Gran Bretaña de 1812–15. Virtualmente, todo el mundo estaba en contra nuestra. Teníamos, por un lado, a nuestro enemigo, el Imperio Británico, empecinado en aniquilarnos. Por el otro lado, estaba la Santa Alianza del imperio Habsburgo, dirigida por Metternich. En aquel entonces los británicos se dirigieron a los estadounidenses y dijeron: "¡Vengan, únanse a nosotros para luchar contra los Habsburgo en Centro y Sudamérica!" El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Quincy Adams, quien posteriormente subió a la Presidencia, le dijo al presidente Monroe: "No. Rechace el tratado británico".

Adams dijo dos cosas que son relevantes ahora, en las circunstancias presentes: "Los Estados Unidos no deben ser una barquilla en la estela del acorazado británico, contra las naciones que luchan por independizarse en las Américas". Además, Adams consiguió el apoyo del presidente Monroe y de otros dos ex presidentes, para promulgar la llamada "Doctrina Monroe". Quincy Adams la definió: los Estados Unidos no tenían entonces el poder para defender los Estados soberanos que emergían en las Américas. Pero en cuanto lo tuviéramos, sacaríamos a patadas tanto los británicos como a los Habsburgo de las Américas, en defensa de las libertades de esas naciones emergentes.

La verdadera Doctrina Monroe

Esa promesa fue cumplida por Abraham Lincoln, al término de la Guerra Civil en los Estados Unidos. Los Estados Unidos expulsaron a los españoles, a los franceses, a Maximiliano y las influencias británicas de México y otras partes, al menos temporalmente, lo que le permitió a los patriotas mexicanos y a su presidente retomar las riendas de su propio país. Esta promesa fue traicionada bajo Teddy Roosevelt y Wilson. Franklin Roosevelt la restauró con su política del Buen Vecino. Kennedy propuso revivir la política de Roosevelt con La Alianza para el Progreso.

Ahora, esto sigue vigente para hoy. Mientras que los Estados Unidos tienen la obligación, como todos la tenemos, de lograr la cooperación con Eurasia y África para salvar al mundo de esta terrible situación que ahora nos amenaza, la seguridad primordial de los Estados Unidos ha estado fincada, desde la época del secretario de Estado John Quincy Adams, en la seguridad de todos los Estados soberanos de las Américas. Y Adams definió esto como una comunidad de principio entre Estados nacionales perfectamente soberanos.

Y así debe ser hoy. Nosotros en los Estados Unidos estamos en un embrollo, un terrible embrollo. Todavía tenemos gran poder, pero es una farsa. Sin revivir las economías de Centro y Sudamérica, los Estados Unidos no podrán encontrar por sí mismos una salida de su propia depresión que arremete. O navegaremos juntos, o nos hundiremos juntos.

Y lo que yo espero contribuir, sobre todo, aparte de lo que hago al interior de los Estados Unidos y en otras partes, es tratar de provocar un diálogo entre nosotros, en tanto naciones, sobre estos grandes asuntos.

No debemos tener un sistema hegemónico. Un esclavo es un trabajador pobre. Si no se puede despertar la voluntad y mentalidad creadora del pueblo de una nación, uno no puede esperar mucho de éste. Pueda que algunos sean más poderosos, otros más pequeños y débiles. Pero todos deben ser tratados como entes, con derechos iguales. Debemos exigir de todos lo mismo: que ejerzan su poder creativo para ayudar a resolver los problemas. Necesitamos, por encima de todo, una comunidad de ideas, una comunidad de principio. Queremos eliminar todo tipo de control supranacional sobre cualquiera de nuestras naciones.

Finalmente, vease a Brasil: esta maravillosamente grande naturaleza, virtualmente intocada, con algunas concentraciones de desarrollo, pero con vastas zonas no desarrolladas, de la que es emblemático el puro poder del río Amazonas. Si se contempla al Amazonas desde la óptica del gran científico ruso Vernadsky, que definió los conceptos de "biosfera" y "noosfera", uno obtiene una idea del gran poder para el futuro, implícito el desarrollo de eso de una manera científica y racional.

Este es uno de los más grandes proyectos de desarrollo para el planeta como un todo. Y debe ser fuente de inspiración para todo Brasil, de lo que esta nación puede hacer. Y los Estados Unidos deberían estar muy felices de tener semejante socio.