Editorial
¡No seas bioidiota!
Aunque ni siquiera se cuestiona que enjuiciar al vicepresidente
estadounidense Dick Cheney y evitar la guerra contra Irán son lo
principal que el Congreso entrante de Estados Unidos tiene que atender en las
próximas semanas, es imprescindible hacerle frente a la locura de los
biocombustibles con armas tales como la propuesta de crear una
“economía de isótopos” con tecnologías del
futuro tales como la “antorcha de fusión”. ¿Por
qué? Como lo plantea LaRouche en un memorando reciente, “las
características de la intersección actual del programa del
Congreso con la realidad económica estratégica mundial y de otra
índole, exigen que se ponga en tela de duda el engaño de los
biocombustibles, a nivel de las masas, con tanta amplitud y profundidad como sea
posible”.
En otras palabras, si el Congreso estadounidense y los gobiernos del mundo,
así como la gente, se dejan distraer por la locura de los
biocombustibles, arruinarán su propia capacidad para bregar con los
problemas políticos más acuciantes y, lo que es igual de
importante, con la causa fundamental de la crisis actual: la destrucción
del sistema financiero mundial.
La cuestión de la bioimbecilidad “es la prueba de fuego”
para los políticos, comentó LaRouche. Demuestra la falta misma de
claridad de parte de hasta los dirigentes más avisados sobre cómo
la desintegración económica mundial está llevando a la
oligarquía financiera internacional a pugnar por la guerra y la
destrucción del Estado nacional, y sobre la clase de medidas necesarias
para resolver la crisis económica.
En gran medida el “problema” de los biocombustibles es
generacional. La susceptibilidad de los legisladores a la ofensiva de lo que
obviamente es una forma antieconómica de combustible (se usa mucha
más energía para producirlo que la que rinde), es una excrecencia
directa de la sicosis de la sociedad posindustrial que se le embutió a la
generación del 68. Aquellos a los que se les lavó el cerebro y se
les puso en contra de la energía nuclear, se comerán cualquier
cuento que les vendan como un “producto natural”. El hecho de que
procurar dichos productos literalmente le quitará el alimento de la boca
a la gente quizá detenga a algunos de esta generación a pensar,
pero honestamente no entienden la alternativa.
Lo que el fuego fue para el hombre primitivo y los combustibles
fósiles para la revolución industrial, la energía nuclear
lo es hoy para la sociedad moderna. Sólo al aprovechar el poder de la
fisión y la fusión nuclear a gran escala, nuestro planeta
podrá generar la fuerza suficiente para alimentar y mejorar el nivel de
vida de sus miles de millones de habitantes, y de los de las generaciones
futuras. La energía nuclear es la clave para producir agua limpia e
hidrógeno como fuente de energía, y para remplazar las materias
primas que cada vez escasean más en nuestro ambiente. En suma, la
energía nuclear es clave para nuestro futuro.
Pero muchos dirigentes, en particular en EU, han decidido que aun si
aceptaran la energía nuclear, la población no lo haría, y
que, por tanto, mejor se suben al tren de los bioidiotas. No se dan cuenta de
que adoptar esta política destruirá al mundo.
Cabe señalar que algunos ambientistas notables en cierta medida
están regresando a sus cabales. Ahí está Lester Brown, por
ejemplo, un viejo dirigente del maltusiano Instituto WorldWatch.
El Insitituto de Política Terrestre dio a conocer un documento de
Lester Brown el 4 de enero, en el que afirma que la gente que fomenta la burbuja
del etanol usa hechos y cifras muy alejados del volumen real de maíz.
Brown informa que la proyección del Departamento de Agricultura de EU es
que las destilerías sólo necesitarán 60 millones de
toneladas de la cosecha de 2008, pero su instituto afirma que necesitarán
139 millones, la mitad de toda la cosecha. Brown dice que esto disparará
los precios y le dificultará a la gente comprar alimentos. Por tanto,
pide parar los permisos para establecer nuevas destilerías de
biocombustibles.
El llamado de Brown es importante, pero está muy lejos de ser
suficiente. La idea misma de resolver la crisis energética con
biocombustibles es demente, ¡es el equivalente de regresar a la raza humana
a la Edad de las Cavernas! Es tan primitiva, que hasta George Bush y Dick Cheney
la apoyan, y eso debiera decirnos algo. . . ¡No seas bioidiota!
¡Mejor sé un ser humano dotado con la capacidad de dominar la
economía de isótopos y la antorcha de fusión!
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