Editorial
The Economist suelta la sopa
En su edición del 3–9 de febrero, la institución
imperial británica con 164 años de antigüedad a la que llaman The Economist, mostró sus mañas de costumbre. En un
suplemento especial, y en un breve artículo que repasaba la importancia
del mismo, los apologistas del imperio afirman que, “por su pasado
imperial y comercial, Gran Bretaña se siente extraordinariamente
cómoda con la globalización”, y luego pasan a documentar el
por qué. El mensaje es claro: la globalización es el
imperialismo británico, y deben aprender a aceptarlo.
Quienes no son muy duchos en historia no captarán el cuadro
completo. Para eso, uno tiene que entender que la revista The Economist nació en la cima del Imperio Británico de las Indias Orientales en
1843; que de ordinario metió su cuchara en la política
estadounidense, aun contra las gestiones del presidente Abraham Lincoln para
salvar a la Unión; y que hoy representa todo lo que sea la
antítesis de la Revolución Americana.
Esta nueva declaración de intención de revivir al Imperio
Británico y destruir el Estado nacional —muy en particular a la
república por excelencia, Estados Unidos— es hoy la realidad
estratégica primordial del mundo, como LaRouche ha señalado. La
ofensiva empezó en 1963, con el caso Profumo, que fue el que echó
abajo al Gobierno de McMillan y le abrió paso al primer Gobierno de
Harold Wilson. Con Wilson, se desmanteló la capacidad productiva de las
Islas Británicas, y este país fue el que pavimentó el
camino hacia la pesadilla posindustrial que se ha posado ahora sobre el
mundo.
Con los instrumentos británicos Bush y Cheney en el Gobierno de EU,
la oligarquía angloholandesa se siente más próxima a lograr
su objetivo. En colaboración con las facciones traicioneras
estadounidenses en Wall Street, los partidos políticos y otras partes,
literalmente están desmantelando el poderío productivo de EU.
Están empeñados en crear una versión moderna del gobierno
medieval de los banqueros venecianos, que usaban a mercenarios privados, como
las viejas órdenes de la caballería normanda, para efectuar el
saqueo y las masacres.
¿Suena exagerado? De hecho han avanzado mucho en su objetivo al
arrebatarle de manera sistemática el control de la banca y el
crédito a los gobiernos soberanos, y ponerlo en manos del cartel bancario
global. Ese mismo cartel financiero trabaja con otros monopolios internacionales
para dominar el abasto mundial de alimentos, minerales y productos vitales como
el acero. En la fase actual, los gobiernos nacionales ni siquiera controlan sus
propios ejércitos, a los cuales se les está remplazando con
ejércitos mercenarios con el poder y la deshinibición necesarias
para hacer lo que los intereses privados les pidan.
Por más de 200 años la Revolución Americana ha
frustrado a la turba angloholandesa, que en particular se enfureció
cuando el Sistema Americano de economía política se
extendió por Eurasia, aun después de que sus paniaguados
asesinaron a Lincoln. Luego, en los 1930, mientras propagaban el nazismo y el
fascismo, tuvieron que vérselas con un EU que, al mando de Franklin
Roosevelt, se convirtió en la principal potencia industrial del mundo, y
estaba decidida a eliminar el asqueroso sistema imperial
angloholandés.
La orientación de EU dio un giro de 180 grados tras la muerte de
Roosevelt, y desde entonces los británicos se han lanzado con todo para
eliminar cualquier cosa que remotamente rememore a Roosevelt y su legado.
Sólo porque han tenido un éxito peligroso en hacerlo, la
facción de la traición que encubre el Gobierno de Cheney y Bush
logró apoderarse de la Presidencia de EU y emprender la farra de
agresión bélica que amenaza con desestabilizar al orbe entero. Su
siguiente paso es eliminar toda soberanía nacional e imponer la
tiranía mundial.
Hemos regresado a una situación como la que imperaba antes de la
Revolución Americana, cuando patriotas de todo el mundo libraron una
guerra total por los valores republicanos, que le atizó un golpe
histórico mundial al imperio y le dio esperanzas de libertad a toda la
humanidad. Una vez más las fuerzas del Estado nacional republicano tienen
que derrotar a la globalización, al imperio. Empecemos por hacer que EU
recupere su tradición antiimperial, y las demás naciones se
sumarán a la causa.
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