Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 2

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Internacional

Cheney mismo crea la ‘tormenta perfecta’ para botarlo

por Michele Steinberg

Con la combinación de la convocatoria a las audiencias más serias y solemnes desde lo del Watergate, y el inicio del juicio contra el ex oficial mayor y ex asesor de seguridad nacional del vicepresidente estadounidense Dick Cheney, I. Lewis “Scooter” Libby, por perjurio y obstrucción de la justicia, se abre la oportunidad de enjuiciar al Vicepresidente, y Cheney está ansioso porque se aproveche.

El 24 de enero, un día después de que el fiscal especial Patrick Fitzgerald descubriera a Cheney como quien encabezó la campaña para desacreditar a un testigo creíble decisivo, el ex embajador Joe Wilson, al revelar la identidad de su esposa Valerie Plame como agente encubierta de la CIA, el Vicepresidente anunció en televisión nacional que la Casa Blanca desatenderá cualquier resolución del Congreso que critique el aumento de fuerzas en Iraq.

En una entrevista con Wolf Blitzer de CNN, al preguntársele sobre la resolución del Senado contra el aumento de tropas que acababa de aprobar la Comisión de Relaciones Exteriores, Cheney se jactó de que, “eso no nos detendrá. . . estamos avanzando. . . el Presidente ya tomó su decisión”.

En pocas palabras, el propio boquiflojo de Cheney, al alardear que la Casa Blanca desatenderá la resolución del Senado contra el aumento de tropas de Bush, sólo horas después de que una comisión del Senado aprobara la medida bipartidista de Biden, Hagel y Levin, está creando la “tormenta perfecta” que podría por fin sacarlo.

La revelación del papel que tuvo Cheney en el escándalo de Libby y su desprecio atroz por la función del Congreso, le presenta a la familia Bush —que fue la que lo reclutó para diseñar la campaña presidencial de George W. Bush en el 2000— la oportunidad de actuar para botarlo.

Esto no es cuestión de partidismo ni de venganza política, sino de interés nacional. Conforme un segundo portaaviones se dirige al golfo Pérsico y la Casa Blanca repite a diario sus amenazas contra Irán, el mundo entero reconoce que la única forma de parar un ataque contra Irán es enjuiciando a Cheney, quien ahora dirige, como en el caso de la guerra de Iraq, al “equipo” y la política del “cambio de régimen” en Irán.

Éste es el momento

Los corifeos —en especial los que favorecen las directrices “gallinazis” de Cheney— dicen que un juicio político es improbable, porque el Vicepresidente es un “funcionario constitucionalmente elegido” al que sólo puede destituirse con un proceso penal o con su renuncia voluntaria. Pero la cosa cambió con la exposición inicial del fiscal especial en el juicio contra Libby el 23 de enero, en el que reveló que Cheney le escribió de su puño y letra un memorando a Libby para desacreditar a Wilson. Fitzgerald no sólo dio a conocer el memorando, sino que acusó a Libby de haber “destruido” la prueba incriminatoria.

Sin embargo, con una combinación de métodos para recuperar información electrónica y el testimonio de testigos que también sabían del memorando, Fitzgerald pudo plantear el asunto en su exposición.

Ahora bien, para todos aquellos que dicen que “un juicio está fuera de debate”, uno debe preguntarse: ¿cómo hubiera procedido el juicio contra la gente de Richard Nixon, Haldeman, Ehrlichman y demás, de haberse dado a conocer una nota del Presidente escrita por su propia mano, en la que les ordenara irrumpir en las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el hotel Watergate?

Los enterados en Washington dicen que la familia Bush podría ser el factor decisivo para deshacerse de Cheney, posibilidad que se debate en los medios.

El 25 de enero Keith Olbermann, presentador del programa de televisión de MSNBC, “Countdown”, presentó un segmento de cinco minutos titulado, “¿Debe irse Cheney?” Ahí señaló al viejo agente de la familia Bush, James Baker III, como la persona que trató —pero falló— de salvar a G.W. Bush del desastre de Cheney. Olbermann empezó diciendo: “Parte por parte, los testimonios en el juicio de Scooter Libby están desmantelando la ya destartalada reputación del Vicepresidente de la nación, que lo presentan consumido por la venganza contra un serio crítico creíble de sus intentos por vender la guerra”.

Más adelante, Olbermann dijo: “Otro amigo de este programa, Craig Crawford, informó hoy que Jim Baker no sólo dirigió el Grupo de Estudio sobre Iraq, también encabezó una suerte de intentona privada por zafar al Presidente de la influencia e ideología del señor Cheney, a juzgar por lo que el Presidente pretende hacer ahora en Iraq, a la luz de lo de la Comisión Baker”.

La frase que cada vez más se escucha en los pasillos del Congreso y en Washington es: “Éste es el momento”. La usan los republicanos en sus llamados a la familia Bush para salvar al partido y el legado de Bush sacando a Cheney. Y se ha escuchado en las audiencias públicas del Congreso, como en la votación del 24 de enero en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado sobre la resolución propuesta por Biden, Hagel y Levin, que repudió el aumento de tropas de Bush en Iraq. Los senadores dijeron que “éste es el momento” de que el Congreso actúe con decisión, por ejemplo, para limitar el número de tropas en Iraq o recortar los fondos para la guerra, con el uso del “poder del bolsillo”.

Enjuicien a Cheney, pero ya

Según una fuente de inteligencia de Washington, la pregunta principal desde el primer día en el juicio de Libby era: “¿Por qué no se encausó al Vicepresidente junto con Libby?” Al parecer Fitzgerald no quería influenciar el resultado de las elecciones intermedias del 2006 al presentar una acusación antes de la votación, pero ya no hay ningún obstáculo. Y, de hecho, el propio electorado podría desencadenar esto.

De izq. a der.: los senadores y veteranos de Vietnam James Webb (demócrata, por Virginia), Chuck Hagel (republicano, por Nebraska) y John Kerry (demócrata, por Massachusetts) se alzaron en las audiencias de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense para condenar el aumento de tropas de Bush en Iraq, así como la amenaza de una guerra contra Irán, al reconocer, en palabras de Kerry, que “éste es nuestro momento”. (Fotos: Stuart Lewis/EIRNS; usembassy.state.gov; kerry.senate.gov).

En tres días de juicio se presentaron pruebas de que Cheney era quien estaba obsesionado con desacreditar a Wilson, y que fue él en persona quien dirigió la campaña en su contra, que incluyó “descubrir” a Plame (quien, irónicamente, ¡buscaba armas de gran poder destructivo en Irán!).

Hasta Voice of America, un servicio noticioso del gobierno, señaló a Cheney. El 26 de enero un artículo inusitado, firmado “por VOA News”, decía: “Una ex vocera del vicepresidente Dick Cheney dijo que ella le informó a él y a su ex oficial mayor, Lewis ‘Scooter’ Libby, de la identidad de una agente de la CIA que estaba casada con un crítico del Gobierno de Bush.

“[Cathie] Martin testificó que ella le informó a Cheney y a Libby de la identidad de Plame, luego de que se enteró por un funcionario de la CIA. También dijo que Cheney personalmente dirigió la tarea de desacreditar los argumentos de Wilson”.

Tras la revelación de Fitzgerald del memorando de Cheney, que escribió durante un viaje a Norfolk, Virginia, en el que lo acompañaron Cathie Martin y Libby, crece la presión para enjuiciarlo.

El Congreso actúa

El estallido político del proceso contra Libby viene acompañado de medidas que miembros del Congreso estadounidense están tomando para parar la demencia porfiada de Bush en el golfo Pérsico, tanto en su aumento de tropas en Iraq, como en su negativa a usar la diplomacia con Irán y Siria para buscarle un salida al conflicto en Iraq.

El 24 de enero la votación de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado a favor de la Resolución Concurrente contra el aumento de tropas, fue una prueba de lo que Lyndon LaRouche ha denominado como la “nueva política” que surgió tras las elecciones intermedias del 7 de noviembre de 2006.

Con una votación de 12 contra 9, la comisión aprobó la propuesta de Biden, Hagel y Levin, que establece: “No está en el interés nacional de EU profundizar su involucramiento militar en Iraq”. Algo muy revelador fue el hecho de que, de los diez republicanos de la comisión, sólo uno, el senador David Vitter, apoyará de manera explícita el aumento de tropas de Bush.

Pero más imperiosas que las palabras frías de una resolución por consenso, fueron las tres horas de debate que sostuvieron los 21 miembros de la comisión. Ahí, la cuestión medular fue la adopción del informe de Baker y Hamilton, y del Grupo de Estudio sobre Iraq, como política nacional.

Otra propuesta bipartidista del Senado de gran importancia en contra del aumento de tropas, es la que sometió el senador republicano John Warner, quien encabeza la Comisión de Servicios Armados del Senado, y es ex secretario de Marina y uno de los republicanos de mayor peso en el Congreso. La propuesta también cuenta con el patrocinio de los senadores republicanos Susan Collins y Norm Coleman, y del demócrata Ben Nelson.

El 22 de enero, al anunciar la propuesta, Warner dijo que no la sometería a votación hasta que el Senado debatiera la de Biden, Hagel y Levin. El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, el demócrata Joe Biden, dijo que, en ciertos aspectos, la propuesta de Warner es más dura que la suya, y que estaría dispuesto a elaborar una propuesta común con él.

Pero estas dos propuestas no son más que la punta del témpano. Se han presentado cuatro propuestas más para impedir una guerra contra Irán:

• la Resolución Concurrente 43 de la Cámara de Representantes que sometieron Ron Paul y otros diez representantes, la cual pide adoptar la recomendación de la Comisión de Baker y Hamilton de usar la diplomacia con Irán y Siria;

• la Resolución 39 del Senado que sometió el senador demócrata Robert Byrd, la cual aborda la nececidad de que el Congreso dé su aprobación antes de que la Casa Blanca pueda emprender una ofensiva militar contra cualquier otra nación;

• la Resolución Concurrente 33 de la Cámara de Representantes que sometieron Peter DeFazio y diez representantes más, la cual dice que el Presidente no debe tomar medidas militares contra Irán sin la autorización del Congreso; y

• la Resolución Conjunta 13 de la Cámara de Representantes que sometieron Walter Jones y otros 18 representantes, la cual pretende impedir que se emprenda una ofensiva militar contra Irán.

Sin embargo, impera la seria preocupación de que estas medidas no basten y no sean lo suficientemente oportunas. Muchos observadores creen que sólo si se actúa de inmediato para destituir al Vicepresidente mediante un juicio políticos, podría protegerse a la nación del desastre de una guerra contra Irán.

Con ese ánimo en el país, no es de sorprender que el 25 de enero el Congreso haya intensificado la resistencia:

• La Comisión Judicial del Senado programó una audiencia para el 30 de enero, titulada “El poder del Congreso para ponerle fin a una guerra”. Su presidente, el demócrata Russ Feingold, dijo: “El Congreso tiene el poder del bolsillo , y si el Presidente se empeña en proseguir con su política fracasada en Iraq, tenemos la responsabilidad de usar ese poder para redesplegar de forma segura nuestras tropas de Iraq. Esta audiencia ayudará a informar a mis colegas y al público sobre el poder del Congreso para ponerle fin a una guerra, y cómo ese poder se ha usado en el pasado”. Entre los testigos que hablarían, estaba el profesor Walter Dellinger de la Facultad de Derecho de la Universidad de Duke, un ex procurador general de EU y experto en juicios políticos.

• El presidente de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes, el demócrata John Conyers, anunció que su comisión convocaría a audiencias a partir del 31 de enero, sobre el abuso desaforado del presidente Bush de las “declaraciones de salvedad”, y su argumento de que estos documentos le confieren el poder de pasar por encima de las leyes aprobadas por el Congreso.

Los comentaristas de inmediato señalaron que, con estas audiencias, el enjuiciamiento está de nuevo “sobre el tapete”.

Entonces, el 26 de enero, el demócrata Jay Rockefeller, presidente de la Comisión Selecta de Inteligencia del Senado, acusó a Dick Cheney de haber obstruido y demorado la “fase II” de la investigación de esta comisión del Senado, del uso indebido de la inteligencia de guerra sobre Iraq. Los observadores dicen que esta acusación, de probarse, bordea en los “delitos e infracciones penales graves”, que es el requisito constitucional para emprender un juicio político.

Un debate encarnizado

Cuando el senador Richard Lugar de Indiana, el principal republicano en la Comisión de Relaciones Exteriores, presentó una tibia oposición a la resolución de Biden, Hagel y Levin, porque “profundizaría la división” entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo en cuanto a Iraq, su opositor más fuerte fue su colega republicano Chuck Hagel de Nebraska. Hagel, un héroe de la guerra de Vietnam, aventuró la idea de que cualquier senador puede seguir guardando silencio en cuanto a Iraq. La nación ha pasado el momento de una división, dijo Hagel, y la pregunta es: ¿participará en algún momento el Congreso? Citó la afirmación del senador Warner de que, “somos un poder igual. . . [según] el Artículo I de la Constitución”.

Hagel continuó, aun con más pasión, para exigir que los 100 senadores subieran a la palestra a tomar esta difícil decisión: “¿Quieren un trabajo seguro? Pónganse a vender zapatos”. Tildó el cuestionamiento de los motivos y del patriotismo de los patrocinadores de la resolución de “ofensivo y repugnante”, y dijo que el pueblo estadounidense aventajaba con mucho al Congreso en reconocer el fracaso del Gobierno en Iraq. Advirtió que el Congreso no enviará más soldados estadounidenses a “esa trituradora”.

Hagel dijo querer que “todos los senadores vean hacia la cámara” y le digan a la gente en casa lo que piensan. “¡Ya no se escondan!” El plan del Presidente haría el mundo mucho más peligroso, y más para EU, afirmó Hagel. “Lean el informe de Baker y Hamilton”, añadió, un comentario que casi fue la norma de todos los que apoyaron la resolución, y aun de algunos de sus oponentes.

Desde veteranos de Vietnam como los demócratas John Kerry y James Webb, y el republicano Hagel, hasta la senadora demócrata Barbara Boxer, quien dejó callada a la oposición cuando reveló que su estado es el que ha sufrido más bajas de soldados en Iraq, el debate representó una hora de orgullo para los ciudadanos estadounidenses.

El senador Russell Feingold quiere que el Congreso corte el financiamiento luego de cierto momento, y Kerry cautivó los sentimientos de todos cuando dijo: “Éste es nuestro momento y nuestra hora”.