Iberoamérica
Correa: ¡Remplacemos la globalización
‘inhumana’ con una economía nacional!
En su toma de posesión como Presidente de Ecuador el 15 de enero,
Rafael Correa abordó con formidable mordacidad el problema fundamental
que encara la humanidad hoy: la urgencia de restaurar el principio del bien
común como la premisa de la política
económica.
Los principios que Correa identifica en su discurso de toma de
posesión son congruentes con el Sistema Americano de economía
política, y, no obstante, en el ámbito internacional se le pinta
como una especie de nueva “amenaza comunista”, y órganos de
los financieros como el Financial Times proclaman su intención de
asegurarse de que no termine su mandato.
Para que nuestros lectores juzguen por sí mismos qué les
molesta tanto a los intereses de Londres, publicamos extractos de su
discurso.
Queridos compatriotas: hace ya más de 50 años, cuando
nuestro país estaba devastado por la guerra y el caos, el gran
Benjamín Carrión expresaba la necesidad de volver a tener patria.
Esta frase fue la inspiración de un puñado de ciudadanos [en mi
planilla de Alianza País] que decidimos liberarnos de los grupos que han
mantenido secuestrada a la patria, y así emprender la lucha por una revolución ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y
rápido del sistema político, económico y social vigente,
sistema perverso que ha destruido nuestra democracia, nuestra economía y
nuestra sociedad.. . . [C]on una esperanza: la Patria vuelve, y, con
ella, vuelve el trabajo, vuelve la justicia, vuelven los millones de hermanos y
hermanas expulsados de su propia tierra en esa tragedia nacional llamada
migración.
Eje I. Revolucion constitucional
El primer eje de esa revolución ciudadana es la revolución
constitucional. . . América Latina y el Ecuador no están
viviendo una época de cambios, están viviendo un verdadero cambio
de época. El momento histórico de la patria y de toda el
continente, exige una nueva Constitución que prepare al país para
el siglo 21, una vez superado el dogma neoliberal y las democracias de
plastilina que sometieron personas, vidas y sociedades a las entelequias del
mercado.
El instrumento fundamental para este cambio es la Asamblea Nacional
Constituyente.
Eje II. Lucha contra la corrupción
El segundo eje de la revolución ciudadana es la lucha contra la
corrupción, mal enraizado en nuestra sociedad, pero también
exacerbado por modelos, políticas y doctrinas que ensalzaron el
egoísmo, la competencia y la avaricia como el motor del desarrollo
social.
Estas aberraciones también tuvieron fuertes efectos en la seguridad
ciudadana y en los niveles de violencia, no sólo por la inequidad y
pauperización que las políticas aplicadas en los últimos
años han generado, sino también porque si la competencia es buena
en lo económico, ¿por qué no también competir en las
calles?
Hay varias formas de corrupción, desde lucrar con dineros del
Estado, hasta la evasión de impuestos, pasando por comportamientos,
estructuras y, paradójicamente, leyes corruptas.
¿Acaso no fue corrupción los 18 jubilados muertos que tuvimos
en el 2003 cuando pidieron por cerca de 2 meses un incremento de sus
míseras pensiones?. . . ¿Acaso no fue corrupción el
canje de deuda del año 2000, que explícitamente buscó
mejorar el precio de los bonos en beneficio de los acreedores, mientras que el
país estaba destruido? ¿Acaso no es corrupción la existencia
de bancos centrales completamente autónomos, cuya opulencia es un insulto
a la pobreza de nuestra gente y que, además, no responden a controles
democráticos, pero sí a burocracias internacionales?
¿Acaso no fue corrupción la ley de Garantía de
Depósitos, impuesta por el poder político de los banqueros, que
obligó al Estado a garantizar el 100% de los depósitos bancarios,
sin límites de monto, días antes de la quiebra generalizada de los
bancos? Todo esto nos llevó a la dolarización de la
economía, cuando en 1999 el Banco Central triplicó la
emisión monetaria para el salvataje bancario. Hoy ya no tenemos moneda
nacional.
¿Acaso no es corrupción la existencia de leyes absurdas como la
ley de Transparencia Fiscal, que limita cualquier gasto, menos el servicio de la
deuda?
¿Acaso no fue corrupción esa barbaridad llamada Fondo de
Estabilización, Inversión y Reducción del Endeudamiento
Público —el tristemente célebre FEIREP—, que con los
recursos de la nueva extracción petrolera garantizaba el pago de deuda y
recompraba ésta en forma anticipada y preanunciada? De esta forma, nos
han robado nuestro dinero, nuestros recursos naturales, nuestra
soberanía.
Eje III. Revolución económica
La política económica seguida por Ecuador desde finales de
los ochenta se enmarcó fielmente en el paradigma de desarrollo dominante
en América Latina, llamado “neoliberalismo”, con las
inconsistencias propias de la corrupción, necesidad de mantener la
subordinación económica y exigencia de servir la deuda
externa. Todo este recetario de políticas obedeció al llamado
“consenso de Washington”, supuesto consenso en el que, para
vergüenza de América Latina, ni siquiera participamos los
latinoamericanos. Sin embargo, , dichas “politicas” no fueron solo
impuestas, sino también agenciosamente aplaudidas, sin reflexión
alguna, por nuestras élites y tecnocracias.
![](images/ser702_Page_32_Image_0001.jpg) |
El nuevo Presidente de Ecuador, Rafael Correa. (Foto:
www.rafaelcorrea.com). |
Los resultados de estas políticas están a la vista, y
después de quince años de aplicación, las consecuencias han
sido desastrosas. El Ecuador apenas ha crecido en términos per
cápita en los últimos tres lustros, la inequidad ha aumentado, y
el desempleo se ha duplicado con relación a las cifras de inicios de los
noventa, pese a la masiva emigración de compatriotas ocurrida en los
últimos años.
Se llegó al absurdo de defender como “prudentes”
políticas que destruyeron empleo, como aquellas aplicadas en los
años 2003–2004. El dogmatismo fue tan grande, que se llamó o
“populismo” a cualquier cosa que no entendiera el dogmatismo
neoliberal. Por el contrario, cualquier cantinflada en función del
mercado y del capital se la asumió como “técnica”, en
una verdadero “populismo del capital”. Recordemos, a manera de
ejemplos, los bancos centrales autónomos y sin control
democrático, el simplismo del libre comercio, las privatizaciones, la
dolarización y tantas otras barbaridades.
Estas políticas han podido mantenerse sobre la base de
engaños y actitudes antidemocráticas por parte de los
beneficiarios de las mismas, con total respaldo de organismos multilaterales,
los cuales disfrazaron de ciencia a una simple ideología, y cuyas
supuestas investigaciones científicas se acercaron más a
multimillonarias campañas de marketing ideológico que a
trabajos académicos. Estos organismos también se convirtieron en
representantes de los acreedores y en brazos ejecutores de la política
exterior de determinados países, por lo que, además del fracaso
económico, también se ha mermado la soberanía y
representatividad del sistema democrático, siendo ésta una de las
principales fuentes de ingobernabilidad en el país.
Ecuador y Latinoamérica deben buscar no sólo una nueva
estrategia, sino también una nueva concepción de desarrollo, que
no refleje únicamente percepciones, experiencias e intereses de grupos y
países dominantes; que no someta a sociedades, vidas y personas a la
entelequia del mercado; donde el Estado, la planificación y la
acción colectiva recuperen su papel esencial para el progreso; donde se
preserven activos intangibles pero fundamentales como el capital social; y donde
las aparentes exigencias de la economía, no sean excluyentes y, peor
aún, antagónicas del desarrollo social.
Política soberana de endeudamiento y manejo de la deuda
pública
Con la nueva política de endeudamiento el país deberá
utilizar tanto ahorro interno cuanto sea posible, y sólo endeudarse
cuando sea estrictamente indispensable. . . [L]os préstamos
externos se usarán fundamentalmente para inversiones productivas que
generen flujo de divisas para pagar los préstamos, mientras que los
proyectos sociales se financiarían con recursos propios.
Sin embargo, no habrá solución integral al problema de la
deuda mientras no haya reformas a la arquitectura financiera internacional, por
lo que es necesaria una acción concertada de los países deudores
para redefinir el criterio de sustentabilidad del servicio de la deuda,
determinar la deuda externa ilegítima, así como promover la
creación de un Tribunal Internacional de Arbitraje de Deuda
Soberana. . . Un criterio de sustentabilidad adecuadamente definido
debe considerar implicaciones de bienestar.
Por otro lado, existe deuda externa ilegítima, adquirida en
situaciones dudosas, que no se utilizó para los fines para los que fue
contratada o que ya ha sido pagada varias veces. Luego de definir adecuadamente
el criterio de sustentabilidad y lo que es deuda ilegítima, un tribunal
internacional, imparcial y transparente, debería decidir la deuda a
pagar, la capacidad de pago y modo de pago de los países
endeudados.
Disminuir dependencia y vulnerabilidad a través de la
integración regional: el Banco del Sur
Con la nueva política económica, Ecuador comenzará a
independizarse de los organismos internacionales representantes de paradigmas e
intereses extranjeros, más aun cuando los créditos multilaterales
y el financiamiento en general son las nuevas formas de subordinar a nuestros
países.
Por otro lado, al mismo tiempo que los países latinoamericanos
buscan financiamiento, la región tiene centenas de miles de millones de
dólares en reservas invertidos en el Primer Mundo, lo cual constituye un
verdadero absurdo. Por ello, el traer esas reservas a la región,
juntarlas y administrarlas adecuadamente en un Banco del Sur, es decir, el
inicio de una gran integración financiera, más que un imperativo
económico, constituye un imperativo del sentido común y de
soberanía. Para ello, por supuesto, deberá acabar ese sinsentido
técnico de la autonomía de los bancos centrales, que, a espaldas
de nuestros países, envían nuestras reservas fuera de la
región.
El trabajo humano
Como dice la encíclica Laboren Exercem de Juan Pablo II, el
trabajo humano no es un factor más de producción, sino el fin
mismo de la producción. Sin embargo, el neoliberalismo redujo al trabajo
humano a un simple instrumento más que hay que utilizar o desechar en
función de las necesidades de acumulación del capital. Para esto,
se generalizaron en América Latina formas de explotación laboral
bastante bien disfrazadas con eufemismos como “flexibilización
laboral”, “tercerización”, “contratos por
horas”, etc.
Cabe indicar que, de acuerdo a múltiples estudios, esta
“flexibilización laboral” ha sido una de las reformas que
menos resultados ha dado en la región, sin que exista con ella mayor
crecimiento, pero sí una mayor precarización de la fuerza laboral,
y con ello, mayor desigualdad y pobreza.
Pero incluso si la flexibilización hubiere dado resultado, no
podemos rebajar la dignidad del trabajo humano a una simple mercancía. Ya
es hora de entender que el principal bien que exigen nuestras sociedades es el
bien moral, y que la explotación laboral, en aras de supuestas
competitividades, es sencillamente inmoral.
Uno de las principales razones para la explotación laboral ha sido
la falacia de la competencia. Éste es un principio ya bastante
cuestionado entre agentes económicos al interior de un país, pero
es un verdadero absurdo entre países, donde debe primar la lógica
de la cooperación, de la complementariedad, de la coordinación,
del desarrollo mutuo. Esta globalización neoliberal, inhumana y cruel,
que nos quiere convertir en mercados y no en naciones, que nos quiere hacer tan
sólo consumidores y no ciudadanos del mundo, es muy similar en
términos conceptuales al capitalismo salvaje de la Revolución
Industrial, donde antes de que, por medio de la acción colectiva, las
naciones lograsen en su interior leyes de protección laboral, la
explotación no tuvo límites.
Ya es hora de que, en la búsqueda de una nueva forma de
integración. . . nuestros países adopten una
legislación laboral regional, que recupere la centralidad del trabajo
humano en el proceso productivo y en la vida de nuestras sociedades, y que evite
este absurdo de competir deteriorando las condiciones laborales de nuestra
gente.
Eje IV. La revolución en educación y
salud
Ecuador es uno de los cinco países latinoamericanos con menor
inversión social por habitante, siendo su gasto social per cápita
aproximadamente la cuarta parte del promedio de la región. Es necesario,
entonces, revertir esta situación, para lo cual se requiere liberar
recursos de otras áreas, y básicamente del insoportable peso de la
deuda externa. Por ello, iremos a una renegociación soberana y firme de
la deuda externa ecuatoriana y, sobretodo, de las inadmisibles condiciones que
nos impusieron en el canje del año 2000.
Otro costo desgarrador de la crisis: la emigración
ecuatoriana. Sin duda, el mayor costo del fracaso del modelo neoliberal y la
consiguiente destrucción de empleo, ha sido la migración. En la
historia política de América, una de las práticas
más aberrantes fue la del destierro, que se inició con los
mitimaes, en transplantes forzosos de comunidades que fueron disgregadas de su
entorno original. La migración supone precisamente este tipo de ofensas a
la humanidad, de desarraigos y desgarramientos familiares. Los exiliados de la
pobreza, en nuestro país, suman millones, y, paradójicamente, son
quienes, con el sudor de su frente, han mantenido viva la economía a
través del envío de remesas mientras los privilegiados despachan
el dinero hacia el exterior. . . Que a todos les quede claro: a este
país lo mantienen los pobres.
Eje V. Rescate de la dignidad, soberanía y
búsqueda de la integración latinoamericana
Ecuador se integra desde hoy y de manera decidida a la construcción
de la “Gran Nación Sudamericana”, aquella utopía de
Bolívar y San Martín que, gracias a la voluntad de nuestros
pueblos, verá la luz, y, con sus centellas históricas, será
capaz de ofrecer otros horizontes de hermandad y fraternidad a los pueblos
sudamericanos, pueblos justos, altivos, soberanos.
Despedida
Queridos ecuatorianos y ecuatorianas: llegó la hora. No hay que
tener miedo. Aquel que caminó sobre la mar y calmó tempestades,
también nos ayudará a superar estos difíciles pero
esperanzadores momentos. No nos olvidemos que el reino de Dios debe ser
construido aquí, en la tierra. Pidan por mí para que el
Señor me dé un corazón grande para amar, pero
también fuerte para luchar. Martin Luther King decía que su
sueño era ver una Norteamérica donde blancos y negros puedan
compartir la escuela, la mesa, la nación. Mi sueño, desde la
humildad de mi patria morena, es ver un país sin miseria, sin
niños en la calle, una patria sin opulencia, pero digna y
feliz. |
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