Editorial
La debacle de los fondos especulativos
El 27 de febrero los fondos especulativos del mundo, con su
manipulación y acarreo mal calculado de yenes, llevaron a una violenta
desarticulación de este proceso, misma que desencadenó la
desintegración de la estructura financiera internacional. Las bolsas de
valores cayeron, desde el índice Dow Jones de Estados Unidos, hasta el de
Shanghái en China y el Bovespa de Brasil, lo que arrojó más
de 1,5 billones de dólares en pérdidas. Ciertos incidentes
secundarios contribuyeron a disparar la caída; pero los fondos
especulativos ya habían desangrado a los principales bancos y empresas
comerciales del mundo hasta la quiebra definitiva, y apalancado fondos prestados
y derivados financieros hasta convertirlos en el tumor financiero más
grande de la historia. Eso, combinado con su participación en el acarreo
de yenes, amplificó el efecto de los incidentes secundarios, y ahora nos
está llevando a la desintegración sistémica.
Y, ¿dónde están esos fondos especulativos? Aunque puedan
tener oficinas en lugares como Greenwich, Connecticut o la Ciudad de Nueva York,
8.282 de los 9.800 fondos en funcionamiento en todo el mundo hasta el tercer
trimestre de 2006 tenían su domicilio fiscal en las islas Caimán,
un territorio británico de ultramar de sólo 57.000 habitantes,
regido como una dictadura por el gobernador real que nombra la reina
Elizabeth II.
Hay una buena razón para esto. Se supone que la
Administración Monetaria de las Islas Caimán (CIMA)
“regula” los fondos especulativos, pero, en cambio, protege su
tráfico de derivados y les da amparo fiscal. Al establecerse ahí,
les concede 100 años de exención fiscal, ampara sus actividades
con un muro de “confidencialidad”, les permite
“autorregularse”, y evita que otras naciones los regulen al insistir
que su autoridad es preeminente y definitiva.
Y, ¿qué hay de los demás fondos especulativos que no
están asentados en las islas Caimán? La mayoría
están registrados en otros territorios y satrapías
británicos, tales como las Bahamas, Bermudas, las islas Vírgenes
británicas y la isla de Man.
Desde mediados de enero, fuerzas internacionales —desde el Gobierno
danés hasta el vicecanciller alemán Franz Müntefering (quien
ha tildado a los fondos especulativos de “langostas”) y el senador
estadounidense Carl Levin— han propuesto medidas encaminadas a regular y,
en potencia, meter en cintura las actividades depredadoras de los fondos
internacionales. Por ello, el 14 de febrero la edición alemana del Financial Times, un vocero de la oligarquía financiera londinense,
acusó a Müntefering de “antisemita”.
Las iniciativas de Müntefering, Levin y otros, aunque reflejan un
impulso bienintencionado, no reconocen la verdadera naturaleza de la bestia y,
por consiguiente, no resolverán el problema. Para la oligarquía
angloholandesa, el estrecho entrecruce de sus bancos y fondos especulativos es
su principal instrumento de poder para regir al sistema financiero, y saquear y
devastar a empresas y naciones. En su reconocimiento de que el sistema se
desmorona, la oligarquía optará por una guerra nuclear general
contra Irán, Rusia y China, antes que perder su poder. Por tanto, es
imposible pensar en reformar los fondos especulativos en EU o Alemania, porque
su verdadera fuente de poder reside en las islas Caimán, resguardada en
una concha blindada. Los dirigentes como Müntefering o Levin tienen que
prepararse para romper el poder de las islas Caimán, que es lo mismo que
el mortal control de la oligarquía angloholandesa, si es que quieren
lograr algo que valga la pena.
En ese espíritu, Resumen ejecutivo publica “El arte
perdido de hacer presupuestos de capital” de Lyndon LaRouche, para dar la
tónica de lo que es imprescindible hacer, pues va al meollo de la
cuestión económica que el Congreso estadounidense y los propios
gobiernos del mundo encaran hoy.
Confiamos en que este documento estimulará precisamente la clase de
debate necesario para sacar adelante a la humanidad en este período. Resumen ejecutivo siempre ha sido emblemático de la propuesta de soluciones a las crisis económica y estratégica, y su
influencia internacional ha crecido de manera impresionante por ello. El
pensamiento de Lyndon LaRouche será decisivo en los tiempos aun
más turbulentos que se avecinan.
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