Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, nums. 4-5

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Editorial

¿Sabes qué hora es?

En respuesta a la última pregunta que le hicieron durante la videoconferencia que dio el 7 de marzo (ver pág. 36), que en esencia era sobre qué hacer ante la crisis, Lyndon LaRouche definió la cuestión que debe informar todo pensamiento político en los próximos días y semanas decisivos.

“Lo primero en lo que hay que concentrarse es en siempre preguntar: ¿qué hora es? ¿En qué hora te ubica el calendario? ¿En qué momento de la historia te encuentras? ¿En qué territorio te mueves?

“Ahora estamos en un momento en el que la realidad es que nada importa, a menos que atiendas el hecho de que todo el sistema económico, monetario y financiero internacional está ahora en un estado de desplome, de desplome de reacción en cadena. ¿Qué vas a hacer al respecto? Porque, si no vas a hacer algo para resolver eso, cualquier otra cosa que pienses es inútil; es irrelevante. La crecida se avecina; la plaga de langostas se ha llevado todo. ¿Cómo paras a la plaga de langostas?

“La cosa es que la gente tiene que despertar, y la gente pequeña tiene que convertirse en gente grande”.

Uno de los públicos que escucharon a LaRouche fue, por supuesto, el Congreso estadounidense, que en muchos sentidos ha estado rascándose el ombligo, aun desde su victoria del 7 de noviembre de 2006. Demócratas connotados se han sentado a ver el desmantelamiento del sector automotriz en los últimos dos años, a pesar de las advertencias y soluciones que planteó LaRouche desde 2005. Se han rehusado a enfrentar a las autoridades establecidas de su propio partido, y a encarar las consecuencias, para EU y para el mundo, de no salvar la capacidad de máquinas–herramienta estadounidense.

Una parálisis parecida ha sentado sus reales en cuanto al quebrado sistema financiero. ¿Puede algún congresista decir con honestidad que no se dio cuenta de que el mercado de los bienes raíces era otra burbuja enorme que sufriría el mismo sino que la de la informática? ¿Puede alguno negar que sabía del carácter depredador de los fondos especulativos, que desangran empresa tras empresa hasta secarla, sin dejar otra cosa que la cáscara y un nuevo cúmulo de deuda impagable?

Ahora, ya tarde, algunos quieren hablar de los atropellos de estos fondos, e incluso de regularlos. Pero, dada la hora, estas medidas son demasiado pequeñas, demasiado tardías como para lograr nada significativo. La única forma de “controlar” a estos fondos es aboliéndolos, y enfrentar los huecos que esto dejará en el sistema monetario–financiero mundial con el establecimiento de uno nuevo, fundado en los principios que Franklin Delano Roosevelt demostró que funcionan.

La fase actual de desintegración de la economía también fija un plazo muy inmediato en cuanto a la política bélica de Cheney y Bush. Hay toda razón para creer que los amos financieros de dicho Gobierno quieren crear una nueva guerra que “asegure las escotillas” y establezca un imperio dictatorial. Así, un plan de meses, si no es que años, de retiro gradual y cambios en el Sudoeste de Asia, no sirve de nada, pues deja intactos elementos que podrían detonar una nueva conflagración u ola de terrorismo.

Esto nos lleva al aspecto cronométrico más decisivo: la destitución del vicepresidente Dick Cheney.

Cada instante que sigue al mando, desde donde puede someter con su matonería al Presidente y al Congreso, es un desastre para el mundo. No hay modo que un Congreso sin las agallas para enjuiciar a un Vicepresidente que una y otra vez ha violado de manera flagrante la confianza y las leyes de EU y su Constitución, pueda aplicar las medidas económicas y políticas de emergencia que se necesitan.

Y, por supuesto, hay quienes siguen diciendo que podemos aguantar a Cheney y a Bush hasta la elección de 2008, que no falta mucho. ¿Acaso quieren mancharse las manos de sangre con la guerra? ¿Quieren cargar con la culpa de crear millones de desempleados, de quitarle a niños y ancianos el apoyo del gobierno, de quitarle la comida de la boca al hambriento? No habrá ningún cambio positivo mientras Cheney siga en el poder.

Es momento de ver la hora, y de preparase para un nuevo sistema económico más justo.