Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, nums 4-5

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Estudios estratégicos

Los bioconservadores te embaucan con el etanol

Etanol es sólo otro nombre para decir ‘guerra’

por Creighton C. Jones, miembro del LYM

“La equivalencia de mano derecha y mano izquierda puede considerarse como una propiedad geométrica del espacio euclidiano tridimensional”, escribió el famoso académico ruso Vladimir Vernadsky, al ponderar el carácter de un espacio sin conocimiento y sin vida, quizás como en una presciencia de quienes quisieran inducir a nuestra población a tirarse de cabeza en toneles de alcohol de maíz. Así como el edificio de una “Tierra plana” del sofista Euclides carece de vida y cognición, y donde la izquierda y la derecha están en equilibrio, lo mismo pasa en el mundo de los que Lyndon LaRouche ha hecho bien en llamar “ibiotas”. Una suerte de mundo laputense donde poner comida en el tanque de gasolina y desencadenar una guerra mundial adornada con armas atómicas son estrategias para salvar el medio ambiente: tal es el mundo de los “ibiotas”.

Y hablando de idiotas, a los que saben de veras quién y qué impulsa el timo de los biocombustibles no les sorprende que George Bush, en su último discurso a la nación, apoyara el etanol y otros aspectos de lo que se malinterpreta como el “programa ambientista de izquierda”.

Una tragicomedia de ‘izquierda y derecha’

La mayoría de los actores de esta tragicomedia en la que la izquierda es la derecha y la derecha es la izquierda, de uno u otro modo orbitan alrededor de la Coalición Liberen a América (SAFC) en la promoción de los biocombustibles. En palabras de uno de sus dirigentes, el ex director de la CIA James Woolsey, de infame memoria por su participación en el Comité sobre el Peligro Actual, la SAFC es “una coalición de amantes de los árboles, buenazos, cazadores de agricultores, belicistas menores y evangélicos”. Pero eso es pura sofistería.

Como es obvio por el reparto, el verdadero plan de la SAFC es crear las condiciones, ya sea reales o en la simple percepción popular, en las que el plan de Cheney (o sea, una carnicería total por todo el Sudoeste de Asia que incluya el uso de armas nucleares tácticas contra Irán) no golpee la economía estadounidense. Pero el fin superior o, considerando dónde piensa Cheney pasar la eternidad, el inferior, es negarle a los Estados nacionales soberanos (cosa que no excluye a EU) el derecho a exisitir y desarrollar tecnologías avanzadas, en particular la nuclear.

Entre los que contribuyen con la SAFC están personas que, junto con Dick Cheney, también integran el centro ideológico Política para un Nuevo Siglo Americano (PNAC) que dirige William Kristol; a saber, Gary Bauer, también presidente de la organización fundamentalista cristiana de derecha Valores Estadounidenses, y Frank Gaffney. Fue el PNAC el que le escribió una carta abierta al presidente Bill Clinton en 1998, en la que instaba a una guerra preventiva y un “cambio de régimen” en Iraq. Son los mismos que siguen pidiendo una guerra contra Irán hoy.

En la ambidiestra SAFC también participan los neconservadores radicales Daniel Pipes, del Foro sobre el Oriente Medio, que promueve la guerra contra Irán, y ex agente del Proyecto de Investigación e Información sobre el Oriente Medio del coronel Yigal Carmon, un oficial sharonista de la inteligencia militar israelí; y Meyrav Wurmser, cuyo marido, David Wurmser, en la actualidad trabaja para la oficina del vicepresidente Dick Cheney, y fue director del proyecto del American Enterprise Institute para el Oriente Medio, y coautor de la estrategia de “rompimiento limpio” de 1996 que planteó el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticos Avanzados de Jerusalén.

Entre los patrocinadores institucionales que aparecen en la página electrónica de la SAFC están: la patentemente ambientalista Alianza Apolo y el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales. Ambas reciben fuerte financiamiento y son dirigidas de manera directa por la Fundación Ford y la Rockefeller Financial Services. Luego están todos los nidos de víboras: la Fundación Consejo para la Defensa Nacional, la Fundación para la Defensa de las Democracias, el Centro de Política de Seguridad, el Instituto de Análisis de la Seguridad Mundial, el Foro sobre el Oriente Medio, el Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional (JINSA) y el Instituto Hudson, el cual alberga a gallinazis belicistas tales como Laurent Murawiec, Lewis Libby, Norman Podhoretz y la ya mencionada Meyrav Wurmser. Llama la atención el apoyo del Comité Judío Americano, que alguna vez estuviera al abrigo del banco de inversiones Kuhn Loeb, precisamente cuando dicho banco tenía tratos muy lucrativos con el partido nazi de Alemania.

Alguien típico de la SAFC y de lo que algunos considerarían la izquierda ambientista más tradicional, es el notable Félix Kramer, fundador de CalCars, una organización no lucrativa que promueve las tecnologías “verdes” y que publicó en su página electrónica un documento del Comité sobre el Peligro Actual: “Petróleo y seguridad”, escrito por George Shultz y James Woolsey. Kramer también fue asesor de Hypercar, una excrescencia de lucro del Instituto de las Montañas Rocosas, ambos fundados por Amory Lovins, el “ambientista” empresarial vinculado al Pentágono cuyo libro, Winning the Oil Endgame (Cómo ganar la partida del petróleo), tiene un prólogo de nada menos que George Shultz.

El ex director de la CIA James Woolsey es uno de los dirigentes de la Coalición Liberen a América (o SAFC), que es uno de los auspiciadores de los biocombustibles. (Foto: www.ct.orni.gov).

Para saborear a plenitud esta operación bioconservadora, hay que subrayar la participación crucial que tienen Clifford May y James Woolsey en la SAFC. Estos dos hombres son mecenas internacionales de la Sociedad Henry Jackson, un centro ideológico de reciente creación con sede en Londres, que toma su nombre del finado senador gallinazi Henry “Scoop” Jackson. Ésta aglutina a la crema y nata de los financieros y seudointelectuales británicos que fomentan una política de intervencionismo militar mundial al servicio de la “democracia”. La Sociedad Henry Jackson, a su vez, se entremezcla con la gente del Manifiesto de Euston, que es un grupo de profesores e intelectuales “liberales” con sede en Londres que defiende la guerra en el Oriente Medio, a menudo en el nombre de parar a los “regímenes islámicos totalitarios antisemitas”.

Ahora bien, uno podría pensar que éste es sólo un grupo ideológico marginal cuya influencia real en la política, en particular en la ambiental, no trasciende más allá de las paredes de su búnker. Ojalá así fuera, pero es precisamente de estos avisperos que han salido todas las leyes y medidas importantes relacionadas con los biocombustibles, y la promoción de las tecnologías “verdes” aprobadas por la Cámara de Representantes y el Senado.

Alto a la energía nuclear y la soberanía nacional

Mucho de lo que uno encuentra en las leyes ambientistas y en la SAFC entró a la ley de Política Energética de 2005 del Departamento de Energía de EU y la Casa Blanca. Esta ley también incluyó la política nuclear de contrapandilla de los neoconservadores de la Sociedad Global de la Energía Nuclear (SGEN). El quid de la ley es que canaliza el grueso de los fondos a la SGEN, es decir, que es una iniciativa política para globalizar la energía nuclear, en la que a unas naciones se les designa como “consumidoras” o “procesadoras”, y a otras como “almacenadoras” de materiales nucleares. La ley pide la exportación confidencial de tecnologías y materiales, sin que ninguna nación tenga el control soberano de su propia minería, procesamiento, combustión y almacenamiento de materiales fisionables. También abandona la tercera generación de reactores de alta temperatura refrigerados por gas, que tienen una base más amplia de combustibles aprovechables (como el torio) para el proceso de fisión, y en su lugar se inclina por los reactores de uranio, que en gran medida están en manos de intereses financieros con sede en Gran Bretaña.

En general, la política de la SGEN es la que plantearon George Shultz y otros en un artículo del Wall Street Journal del 4 de enero, títulado “Un mundo sin armas nucleares”, en el que veladamente atacan la Inciativa de Defensa Estratégica de Lyndon LaRouche y piden “hacerse del control del proceso de enriquecimiento de uranio, en combinación con la garantía de que el uranio para los reactores nucleares pueda conseguirse a un precio razonable, primero, con el Grupo de Proveedores Nucleares, y luego con el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) u otras reservas internacionales controladas. También habrá que lidiar con los problemas de proliferación que plantea el combustible que consumen los reactores que generan electricidad”. Ésta es la clásica política imperial de poner el control y uso de recursos y tecnologías vitales en manos de un solo cartel supranacional.

También cabe señalar al colaborador de Félix Rohatyn y embajador de EU ante la Unión Europea, C. Boyden Gray, quien en un seminario del Consejo de Estados Unidos en Alemania le pidió a los alemanes que abrieran su mercado a la importación de etanol brasileño. Brasil es un país en el que George Shultz ha invertido mucho en la producción de etanol, pero donde está librándose una batalla por el derecho soberano a enriquecer uranio.

En cualquier caso, la ignorancia nunca es excusa para ser “ibiota”.