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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 10

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El escándalo del siglo estremece a la Corona británica

Oficinas de la empresa armamentista BAE Systems en el norte de Virginia, EU. (Foto: Steve Carr/EIRNS).

El 6 de junio la British Broadcasting Corporation (BBC) informó de una noticia sensacional, al revelar que la fabricante de armas británica BAE Systems le había pagado más de dos mil millones de dólares en sobornos al jefe de seguridad nacional y viejo embajador de Arabia Saudita en Washington, el príncipe Bandar bin Sultán, a lo largo de 22 años. Un documental de Panorama TV, que llevaba el título provocador de “Príncipes, aviones y coimas”, ahondó aun más en las revelaciones de la BBC el 11 de junio, al abordar la más de una década de investigaciones del diario The Guardian, la BBC y la Dirección de Fraudes Graves (SFO) británica sobre el contrato de armas al–Yamamah, un trato de casi 80 mil millones de dólares, por 22 años, entre BAE Systems y el Gobierno saudita, por el cual se abasteció a Arabia Saudita de aviones caza de manufactura británica desde 1985.

Todos los gobiernos británicos, desde el de Margaret That-cher, pasando por el de John Major, hasta el de Tony Blair, han estado metidos hasta el cuello en el escándalo de BAE con los sauditas. En diciembre de 2006 el procurador general británico lord Goldsmith ordenó darle carpetazo a la investigación de la SFO, al declarar que continuar las investigaciones pondría en grave peligro la seguridad nacional de Gran Bretaña. El primer ministro Blair le dio todo su apoyo al procurador general, y se tiró de lleno a completar la cuarta fase del acuerdo al–Yamamah antes de dejar su cargo.

El revuelo que causó el anuncio de Goldsmith desató una serie de investigaciones internacionales sobre el escándalo de BAE, entre ellas las del Gobierno suizo y la de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE o el llamado club de las “naciones ricas”). Luego se informó que el Departamento de Justicia de EU inició una investigación de los británicos y los sauditas por lavado de dinero y posibles violaciones a la ley sobre Prácticas Corruptas Extranjeras. Los dos mil millones de dólares que se calcula se le pagaron en total al príncipe Bandar por arreglar el trato al–Yamamah, pasaron por las cuentas que el Gobierno saudita tiene en el Banco Riggs en Washington, por lo que también le compete a EU.

Aunque las diversas investigaciones británicas sobre el negocio aramamentista de al–Yamamah (“la paloma”, en árabe) sí desentrañaron una amplia red de empresas de fachada, compañías ficticias de ultramar y políticos corruptos que se enriquecieron a manos llenas con el acuerdo, la propia investigación preliminar de EIR sobre el escándalo ha descubierto una historia mucho más significativa, que sacudirá a las redes financieras de la City de Londres, así como a personajes encumbrados de la monarquía británica, todos implicados en una trama mucho más grande que llega al alma misma del sistema liberal angloholandés de corte veneciano de las finanzas globales, el cual ahora está en las últimas.

Al-Yamamah

En 1985 el reino de Arabia Saudita, en parte asustado por la guerra entre sus vecinos Irán e Iraq, que había alcanzado una fase muy destructiva conocida como la “guerra de las ciudades”, procuró comprar una gran cantidad de aviones caza avanzados para reforzar su Real Fuerza Aérea. En un principio los sauditas trataron de que el Gobierno de Reagan aprobara la compra de cazas F–15 estadounidenses. La venta de los F–15 a los sauditas exigía la aprobación del Congreso, y el Comité Americano–Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC) emprendió una gran campaña para impedir la venta. Según varias fuentes bien informadas de Washington, Howard Teicher, un alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional de Reagan (director para el Cercano Oriente y el Sur de Asia de 1982 a 1985, y director de Asuntos Político–Militares de 1986 a 1987) también tuvo un papel central en la campaña del AIPAC que terminó por arruinar el trato. Teicher, según las fuentes, le ocultó información a Reagan, con lo que demoró la votación en el Congreso hasta que el AIPAC logró movilizarse a toda marcha, y luego convenció al Presidente de retirar la solicitud, para que no enfrentara una derrota vergonzosa en el Congreso.

En su biografía oficial del príncipe Bandar, William Simpson escribe: “En Londres, Bandar entraba jovialmente al número 10 [de la calle Downing] como ‘Pedro por su casa’. Desde Margaret Thatcher hasta John Major y Tony Blair, el acceso que Bandar tenía era extraordinario”

Otras fuentes han dado una versión un poco diferente, en la que las evaluaciones de la comunidad de inteligencia, desde mediados de los 1970, habían advertido de la inestabilidad en el golfo Pérsico, y que, por lo tanto, había otros motivos para poner en tela de duda qué tan aconsejable era venderle tecnología militar avanzada estadounidense a Arabia Saudita, en especial después de la revolución de Jomeini en Irán.

Cualesquiera que hayan sido las razones, el acuerdo no se cerró. Justo al día siguiente de que el Gobierno de Reagan tiró la toalla, el príncipe Bandar, el jefe diplomático de facto de Arabia Saudita para Gran Bretaña, la Unión Soviética y China, así como EU, voló a Londres para reunirse con la primera ministra Margaret Thatcher. La venta de armas británicas no necesita aprobación parlamentaria, y el Gobierno británico había creado una agencia en 1966, la Organización de Servicios de Exportación de Defensa (DESO), para ofertar las armas británicas alrededor del mundo. BAE se creó en 1981, cuando Thatcher privatizó la industria armamenticia británica que el Gobierno laborista había nacionalizado apenas cuatro años antes. Y BAE, la fabricante de armas más grande de Europa, domina el sector de defensa británico,

El viaje de Bandar a Londres para conferenciar con Thatcher llevaba meses cocinándose. Un memorando informativo del Ministerio de Defensa que se preparó para las reuniones de Thatcher y Bandar, rezaba: “Desde principios de 1984 se han hecho gestiones intensas para venderle [aviones] Tornado y Hawk a los sauditas. Cuando a fines de 1984 parecían inclinarse por los cazas franceses Mirage, el señor Haseltine viajó de urgencia a Arabia Saudita portando una carta de la Primera Ministra dirigida al rey Fahd. En diciembre de 1984 la Primera Ministra emprendió una serie de negociaciones importantes al reunirse con el príncipe Bandar, el hijo del príncipe Sultán. . . La Primera Ministra se reunió con el Rey en Riad en abril de este año, y en agosto el Rey le escribió anunciando su decisión de comprar 48 [aviones] Tornado IDS y 30 Hawk”.

Thatcher también tenía razón sobrada para confiar en que Bandar sería el interlocutor ideal entre Arabia Saudita y Gran Bretaña en el negocio del siglo. A los 16 años de edad, varios años después de que a su padre, el príncipe Sultán, lo nombraran ministro de Defensa, Bandar fue enviado a Inglaterra a estudiar en el Colegio Cranwell de la Real Fuerza Aérea (RAF), la escuela de adiestramiento de oficiales de la crema y nata de los pilotos de la RAF. Por lo menos un funcionario de inteligencia estadounidense ha comentado sobre los rumores que corren de que Bandar fue reclutado por el MI6, el servicio secreto de inteligencia británico, antes de que terminara su adiestramiento en la RAF. Otras fuentes que conocen muy de cerca los tejemanejes de BAE, informan que el equipo de ventas del gigante aeroespacial “privado” lo integran casi exlusivamente muchachos “imberbes” reclutados al MI6 antes de ser contratados.

Ya sea que estos informes sean precisos o no, sin duda Bandar es un verdadero anglófilo. La mejor narración de sus andanzas en Inglaterra aparece en el libro de 2006, The Prince—The Secret Story of the World’s most intriguing Royal (El Príncipe: La historia secreta del miembro de la familia real más intrigante del mundo. HarperCollins, Nueva York), de William Simpson, un condiscípulo de Cranwell y aún amigo íntimo del Príncipe. Simpson, quien escribió el libro con toda la cooperación de Bandar, describe los estrechos lazos de su amigo con todos los ocupantes del número 10 de la calle Dow-ning, que es el despacho del Primer Ministro británico.

“En Londres —cuenta Simpson—, Bandar entraba jovialmente al número 10 como ‘Pedro por su casa’. Desde Margaret Thatcher hasta John Major y Tony Blair, el acceso que Bandar tenía era extraordinario”. Según lo que el propio príncipe Bandar le cuenta a Simpson sobre al–Yamamah, “cuando cerramos el trato por primera vez, no teníamos contrato. Fue un apretón de manos que tuvimos la señora Thatcher y yo en el 10 de la calle Downing”. Eso fue meses antes de afinarse los últimos detalles del trato y de la firma de los contratos. Pero aun antes de que secara la tinta, Gran Bretaña ya había hecho la primera entrega de cazas Tornado, del inventario de la RAF.

Para cuando los ministros de Defensa saudita y británico firmaron el memorándum de entendimiento formal el 25 de septiembre de 1985, la orden original se había ampliado a 72 cazas Tornado y 30 aeronaves de adiestramiento Hawk, junto con otros servicios y equipo. Hubo dos tratos posteriores, al–Yamamah II y III, y al–Yamamah IV, con un valor de alrededor de 40 mil millones de dólares en abasto adicional de armas, que están en su etapa final.

Petróleo por aeronaves

El acuerdo al–Yamamah se estructuró como un trueque. En tanto que los sauditas sí acordaron pagar en efectivo ciertos servicios y construcción de infraestructura en subcontratos por separado —y esos pagos en efectivo fueron, en parte, para “honoraríos por consultoría” o sobornos, como los 2 mil millones de dólares que pararon en las cuentas de Bandar en el Banco Riggs y los pagos parecidos que se informa reci-bieron el dictador chileno Augusto Pinochet y el príncipe consorte Bernardo de Holanda—, el contrato en esencia implicaba la entrega de petróleo saudita a Gran Bretaña, a cambio de los aviones caza.

Y aquí es donde la historia se pone de verdad interesante.

Arabia Saudita acordó darle a Gran Bretaña un buque cisterna de petróleo diario por todo el tiempo que duraran los contratos al–Yamamah. Un buque petrolero tiene una capacidad de aproximadamente 600.000 barriles de petróleo. BAE empezó la entrega “oficial” de los aviones Tornado y Hawk a Arabia Saudita en 1989, donde actualmente tiene unos 5.000 empleados para cumplir con el contrato.

¿Es posible asignarle un valor en efectivo a las entregas de petróleo a BAE? Según fuentes que conocen los intríngulis de al–Yamamah, buena parte del petróleo saudita se vendió en el mercado internacional de entrega inmediata al valor de mercado, a través de British Petroleum (BP) y Royal Dutch Shell.

GRÁFICA 1
Valor anual de lo que los sauditas le pagaron (en petróleo) a BAE
(miles de millones de dólares estadounidenses)

Fuente: BP.

El economista de EIR John Hoefle hizo un mapa concienzudo de los aspectos financieros de las transacciones petro-leras, fundado en los propios registros diarios de BP de los precios mundiales del petróleo en el mercado abierto. En base al costo anual promedio de un barril de crudo saudita según BP, Hoefle concluyó que el valor total de las ventas de petróleo, al valor del dólar al momento de la entrega, fue de 125 mil millones de dólares. En términos del valor actual del dólar, ese total asciende a 160 mil millones (ver gráficas).

Según los mejores registros públicos disponibles, el precio total del equipo militar y los servicios que BAE le vendió a Arabia Saudita, en un período de 22 años a la fecha, es de cerca de 80 mil millones de dólares. Y esas cifras están infladas por miles de millones de dólares en fondos para sobornos. Sin duda, el último escándalo de daño limitado en torno a al–Yamamah estalló en noviembre de 2006, cuando se filtró un documento del Ministerio de Defensa que mostraba el verdadero precio de los cazas de combate. La cifra confirmaba la vieja sospecha de que el precio de los cazas se había inflado al menos en 40%.

GRÁFICA 2
Valor acumulado de los pagos sauditas a BAE
(miles de millones de dólares estadounidenses)

Fuente: BP.

BAE, una de las joya de la Corona en la estructura financiero–industrial de la City de Londres, sacó algo así como unos 80 mil millones de ganancia neta en este negocio, ¡en colusión con BP y Royal Dutch Shell! ¿Dónde está ese dinero, y qué clase de actividades financió? La respuesta, destacan las fuentes, es la clave del poder de las finanzas angloholandesas en el mundo hoy.

El biógrafo y amigo del príncipe Bandar, William Simpson, sí que arroja luz al tejemaneje del proyecto al–Yamamah: “Aunque al–Yamamah constituye una manera muy poco convencional de hacer negocios, sus lucrativas ramificaciones son subproducto de un objetivo completamente político: un objetivo político saudita y un objetivo político británico. Al–Yamamah es, primero que nada, un contrato político. Negociado en lo álgido de la Guerra Fría, su estructura única le ha permitido a los sauditas comprar armas en todo el mundo para financiar la lucha contra el comunismo. El dinero de al–Yamamah puede verse en la compra clandestina de los pertrechos militares rusos que se usaron para expulsar de Chad a las tropas de Gadafi. También puede seguírsele la pista hasta las armas que se le enviaron desde Egipto y otros países a los muyahidines que combaten a las fuerzas de ocupación soviéticas en Afganistán”.

En efecto, el biógrafo de Bandar confirma que al–Yamamah es el fondo clandestino de efectivo más grande de la historia, que cuenta con la protección de la ley de Secretos Oficiales de Su Majestad, y las finanzas hasta más impenetrables de la City de Londres y los paraísos financieros desregulados de dominio británico en ultramar.

El lado saudita de la calle

GRÁFICA 3
Precio mundial del petróleo de 1985 a 2007
(dólares estadounidenses)

Fuente: BP.

Por su parte, la familia real saudita no fue estafada precisamente que digamos con lo de al–Yamamah. Cuando se firmó el contrado en 1985, según fuentes que conocen el acuerdo, Arabia Saudita obtuvo una exención de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). El trueque con BAE no entró a su cuota de producción con la OPEP. En otras palabras, Arabia Saudita consiguió que la OPEP le permitiera producir 600.000 barriles diarios por encima de su propio tope, para comprar armas.

Según la Administración de Información Energética, una rama del Departamento de Energía de EU, durante la vigencia del programa al–Yamamah, el costo promedio del barril de petróleo saudita a los buques cisterna fue de menos de 5 dólares. A ese precio, el costo anual para los sauditas por los 600.000 barriles diarios fue de 1.100 millones. Durante la vigencia del contrato, hasta la fecha, el costo del envío diario de petróleo para los sauditas fue de unos 24.600 millones de dólares. El valor comercial, en dólares corrientes, como se indica antes, fue de 160.000 millones.

Lo sauditas han forjado una asociación decisiva con la oligarquía financiera angloholandesa asentada en la City de Londres y protegida por la Corona británica. En colusión con BAE, Royal Dutch Shell, British Petroleum y otros gigantes de la City, han establecido una concentración financiera privada, oculta en ultramar, que habría hecho babear de envidia a los administradores de la Compañía de las Indias Orientales británica de los mejores tiempos del Imperio Británico.

Al momento no hay modo de calcular cuánto de ese fondo de sobornos políticos fue canalizado a las guerras clandestinas y operaciones angloamericanas encubiertas de los últimos veinte años. Ni tampoco puede medirse el efecto multiplicador de parte de esos fondos encubiertos desregulados luego de pasar por los fondos especulativos de las islas Caymán, la isla de Man, Gibraltar, Panamá y Suiza.

Lo que sí está claro es que el escándalo de BAE Systems va mucho más allá de los 2 mil millones de dólares que dizque fueron a parar a los bolsillos del príncipe Bandar. Es un escándalo que va al corazón del poder de las finanzas angloholandesas.

Aún hay mucho, mucho más por descubrir, ahora que la puerta se abrió un poquito en lo que ya parece ser la estafa del siglo.