Editorial

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 11

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Un momento de esperanza. . . sin regreso

El éxito sorprendente de Lyndon LaRouche en su lucha por la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), que quedó de manifiesto en la reunión de Putin y Bush en Kennebunkport, con todo lo provisional que es, debe infundirle a toda persona pensante una pizca de esperanza. A la proverbial última hora, se ha despejado el camino para la cooperación, en vez de la guerra, entre las dos principales potencias nucleares del mundo, e incluso para que ambas se comprometan a compartir con el Tercer Mundo su tecnología nuclear para salvar vidas.

Igual de drástica fue la demostración en Kennebunkport el 1 y 2 de julio, de que el presidente George W. Bush, cuando se le despega de su titiritero Dick Cheney para someterlo a lo que muchos analistas han descrito como “supervisión adulta”, puede discurrir de manera razonable.

¡Ya no hay tiempo que perder! Junto con la oferta del Gobierno ruso a Estados Unidos en cuanto al gran proyecto del túnel del estrecho de Bering, que uniría los dos hemisferios del mundo a través de las aguas que dividen a Siberia de Alaska, las pláticas de Kennebunkport le dan esperanza a toda la humanidad; se avizora un futuro por el cual luchar.

Pero hay un obstáculo gigantesco, el “viciopresidente” estadounidense Dick Cheney.

Sus crímenes son demasiado conocidos como para listarlos aquí. Son tan conocidos, que más de 54% de la población estadounidense, según una encuesta reciente, apoya su enjuiciamiento y destitución. Entre los demócratas, esta cifra asciende a 76%. Los republicanos y los demócratas por igual saben muy bien que él usa su poder y el terror contra todo el que se atraviesa en su camino, y que su dominio en el Gobierno de Bush destruye casi todo lo que toca, incluso al Partido Republicano.

No obstante, ¡hasta ahora ni los demócratas ni los republicanos se han decidido a botar a Cheney! Sólo 12 congresistas se han sumado a la propuesta del senador Dennis Kucinich para enjuiciarlo. Muchos otros admiten que sus bases claman por el juicio político, pero parece importarles un comino la voz de quienes los eligieron.

Parte de esta cobardía es consecuencia de la presión que ejercen sobre la dirigencia demócrata los amigos y mecenas —de la ralea de Rohatyn— de la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi, quien insiste que hay que olvidarse del enjuiciamiento. Se ha amenazado con un corte a los fondos de campaña, así que los congresistas se han alineado.

Aun más cínicos son aquellos demócratas que alegan que sacar a Cheney “dañaría al partido”, porque Bush podría nombrar a un vicepresidente cuerdo que ganaría cierta ventaja para conseguir la presidencia en 2008. Semejante razonamiento sencillamente desatiende el bienestar de la población, tanto de Estados Unidos como del mundo, al condenarla a las consecuencias de las nuevas guerras y el poder dictatorial de Cheney. Como ya hemos preguntado antes, ¿qué te hace pensar que habrá una elección en 2008 con Cheney aún en el poder?

Del lado republicano, la raíz del problema también es la cobardía. Como indican sus declaraciones contra la guerra en Iraq, muchos republicanos reconocen que Cheney está llevando al mundo al desastre. Sin embargo, como en el caso del combate a la política de tortura del gobierno y cosas parecidas, al topar con la intransigencia y las amenazas de Cheney, estos honorables senadores y congresistas se echan para atrás.

Ahora estamos llegando a un momento que no tiene regreso. Los demócratas y republicanos cuerdos no tienen tiempo que perder; ¡deben botar a Cheney de inmediato!

Estamos en un momento único de la historia en el que, ante la desintegración del sistema y la propagación de la guerra, tenemos las ideas que pueden evitar el desastre. Aunque esas ideas vengan de un “entrometido” como LaRouche, las están acogiendo ciertos individuos en la Presidencia de Estados Unidos y en el ámbito internacional, al grado que es posible que prosperen. Ahora le toca al Congreso —bajo la presión acuciante del pueblo estadounidense— hacer su trabajo. ¡Cheney se tiene que ir!