Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 11
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Estudios estratégicos

Zepp-LaRouche es la ‘Dama de la Ruta de la Seda’

El avance impresionante que representó la conferencia del 24 de abril en Moscú sobre el corredor del estrecho de Bering, es inconcebible sin el esfuerzo incansable del movimiento político de Lyndon LaRouche, y en particular el de la fundadora del Instituto Schiller, la señora Helga Zepp–LaRouche. Éste es un repaso de lo más destacado de la campaña de la señora LaRouche a favor del Puente Terrestre Eurasiático o, como ella suele llamarlo, la Nueva Ruta de la Seda.

A la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, cuando Lyndon LaRouche era un preso político del presidente George Bush padre, Zepp–LaRouche emprendió una agresiva campaña internacional por la creación del Triángulo Productivo europeo, un concepto de desarrollo europeo este–oeste que el economista Lyndon LaRouche había planteado desde su celda en la cárcel. El concepto inicial implicaba la construcción de corredores ferroviarios y de desarrollo entre París, Berlín y Viena, con brazos espirales que se extenderían desde el corazón industrial de Europa hacia el este y el sur, concretamente hacia Moscú y África.

La propia señora LaRouche describió en muchas ocasiones la ampliación de esta campaña, conforme organizaba a representantes gubernamentales y a otros en diversas conferencias por todo el orbe. Ella lo planteó como sigue en junio de 2001, cuando habló ante la Comisión de Economía de la Duma —el Parlamento ruso— en Moscú (ver Resumen ejecutivo de la 2ª quincena de junio de 2001):

“En 1991, cuando la desintegración de la Unión Soviética hizo necesaria una nueva perspectiva política y económica, LaRouche propuso la ampliación del ‘Triángulo Productivo’ al ‘Puente Terrestre Eurasiático’, que debería cubrir tres corredores principales: ‘Corredor A’, el Ferrocarril Transiberiano y la línea de la antigua Ruta de la Seda; ‘Corredor B’, desde China, vía el Asia central y Europa Oriental; y ‘Corredor C’, de Indonesia, a través de la India, Irán y Turquía, a Europa Occidental.


Helga Zepp–LaRouche habla en Pekín en mayo de 1996, ante un público universitario. A la señora Zepp–LaRouche se le conoce como la “Dama de la Ruta de la Seda”, por sus esfuerzos incansables por concretar la construcción de corredores de infraestructura de tecnología de punta a lo largo de la antigua Ruta de la Seda: el llamado Puente Terrestre Eurasiático. (Foto: Instituto Schiller)

“Mediante todo un sistema de corredores auxiliares, se conectaría todo el continente eurasiático. Esos corredores no serían simplemente enlaces de transporte, sino arterias de infraestructura en torno a las cuales se podrían introducir tecnologías avanzadas, ya no sólo para extraer materias primas, sino para procesarlas sobre el terreno y de ese modo desarrollar industrias modernas. De tal modo que por primera vez esas zonas del interior del enorme continente eurasiático podrían gozar de las mismas ventajas geográficas que antes eran privilegio de los territorios con salida a los océanos.

“Para satisfacer las necesidades de las poblaciones existentes y del crecimiento esperado de la población, en especial en las zonas densamente pobladas de Asia, se construirían unas mil ciudades a lo largo de los corredores. Se construirían modelos de reactores nucleares inherentemente seguros, como el reactor de alta temperatura, para abastecer de energía abundante a la industria, la agricultura y las ciudades. De 1992 a la fecha, ante literalmente miles de personas en conferencias y seminarios en los cinco continentes, el Instituto Schiller presentó el concepto del Puente Terrestre Eurasiático —incluidas sus extensiones a América, por el estrecho de Bering, y a África, por el Oriente Medio— como programa de reconstrucción mundial para un nuevo orden económico justo”.

La campeona del Puente Terrestre

El momento cumbre de estos 15 años de labor organizativa tuvo lugar en 1996, cuando la señora LaRouche y el doctor Jonathan Tennenbaum, científico del Instituto Schiller, fueron invitados a participar en el gran “Simposio Internacional de Progreso Económico de las Regiones del Nuevo Puente Continental Eurasiático” en Pekín. El simposio, que fue patrocinado por varias agencias de gobierno, reunió a cientos de expertos y diplomáticos de 36 países.

Para entonces, el Gobierno chino ya había firmado acuerdos con la Conferencia de Estados Independientes (el grupo de los antiguos Estados soviéticos, que incluye a Rusia) para ampliar los enlaces ferroviarios por el vasto territorio de Asia central. Pero aún faltaba darle cuerpo al esqueleto de la idea con los conceptos de los corredores de desarrollo y una nueva arquitectura financiera internacional que el movimiento de LaRouche puso sobre el tapete. El discurso de la señora Zepp–LaRouche, “Construcción del puente continental de la Ruta de la Seda: imperativo para la seguridad mutua de Asia y Europa”, abordó la importancia estratégica del proyecto. El doctor Tennenbaum habló del concepto de corredor de desarrollo como modelo para un desarrollo industrial a fondo.

A raíz de la conferencia de Pekín, Zepp–LaRouche arreció su ofensiva organizativa, tanto en Estados Unidos como en Europa Occidental. En una gira que hizo por la Ciudad de Nueva York en 1997, le dijeron que, por su dedicación a este enorme proyecto de desarrollo, había cobrado reputación como la “Dama de la Ruta de la Seda”. Ella regresó a China a fines de 1997 y en 1998, y dejó una gran huella durante su antedicha visita a Moscú, en la que su esposo habló ante la Duma sobre cómo lidiar con la crisis financiera mundial. El Instituto Schiller también hizo varios llamados por la puesta en marcha de la propuesta del Nuevo Bretton Woods de LaRouche, que aboga por la compleción del Puente Terrestre Eurasiático, como el proyecto capital que acicateará el progreso económico mundial. Cientos de legisladores de todo el mundo han suscrito la idea.

El puente terrestre mundial de Henry Carey


Henry Carey.

“Para la comunidad altamente organizada”, escribió el economista Henry Carey en Principios de la ciencia social en 1859, “cada nuevo camino trae consigo un aumento del poder sobre la naturaleza, junto con un aumento de la vida”. Las gestiones de Carey para fomentar la cooperación de las naciones soberanas en proyectos de infraestructura que mejoraran la vida de sus pueblos, reverberan a lo largo de un siglo y medio, y ahora cobran impulso gracias al proyecto del estrecho de Bering.

Carey vio este enfoque del Sistema Americano, con financiamiento público, como el medio para derrotar los horrores del libre cambio maltusiano británico. Hoy, de nuevo, los métodos del Sistema Americano pueden contrarrestar con éxito a los globalizadores y luditas maltusianos.

Carey (1793–1879) fue el economista en jefe de Abraham Lincoln, y mucho más. Creó un equipo que ayudó a administrar el Gobierno de Lincoln. William Gilpin, un nacionalista al estilo de Carey al que Lincoln nombró como primer gobernador del territorio de Colorado, fue uno de los primeros en proponer la conexión del mundo con ferrocarriles, construyendo un puente por el estrecho de Bering con “ganchos de acero”, como Carey los llamaba.

En 1869 Carey ofreció una cena de despedida en honor de Andrew Curtin, el ex gobernador de Pensilvania al que acababa de nombrarse embajador ante Rusia. A esta cena en Filadelfia asistió la delegación rusa ante Estados Unidos, y los principales constructores de ferrocarriles y de máquinas–herramienta del país.

Ahí, el general Joshua T. Owen propuso que el Zar ruso construyera un ferrocarril hasta el océano Pacífico, con el mismo ancho de trocha del nuevo ferrocarril del Pacífico en EU. El general Owen instó a “circundar el mundo con rieles de hierro” para fortalecer a Rusia y “flanquear la jugada de Francia e Inglaterra en busca de la supremacía en Oriente mediante el canal de Suez, y EU y Rusia pueden dictar la paz al mundo”.

Como detalló el historiador Anton Chaitkin en la revista EIR (2 de mayo de 1997), Carey y su facción encabezaron la labor, después de la Guerra Civil, de convertir a Rusia, Alemania, China, Japón, México, América Central y del Sur, y a otros países, en Estados nacionales modernos.