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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 11
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El perro Cerberus arrastra a Chrysler al infierno

por Nancy Spannaus


El Cerbero, el perro de tres cabezas que resguarda las puertas del infierno, está destruyendo el sector automotriz de EU. (Foto: acuarela de William Blake).

La empresa Cerberus Capital Management —cuyo nombre le viene como de molde— redobló su ofensiva para enviar a la industria automotriz estadounidense al infierno, al anunciar el 14 de mayo la toma de Chrys-ler Corporation, la tercera empresa automotriz de Estados Unidos, con 7 mil millones de dólares. El fondo de capital privado Cerberus, que toma su nombre del legendario perro de tres cabezas de la mitología griega que cuidaba las puertas del Hades (el infierno), ya se había apropiado de la división financiera de General Motors, GMAC, y de las manufactureras de autopartes Delphi Corporation, Tower Automotive y Collins and Aikman. sindicalistas y analistas de la industria automotriz predicen que lo que se viene es un “baño de san-gre”, con despidos y remates, si no es que cierres permanentes.

En febrero de 2005 Lyndon LaRouche advirtió que la pandilla financiera que controla al vicepresidente Dick Cheney pretende desmantelar el sector automotriz estadounidense. Al multiplicarse los indicios de la quiebra y el saqueo que amenazaban a General Motors, LaRouche instó al Senado y a la Cámara de Repre-sentantes a tomar medidas de emergencia, al estilo de las de Franklin Delano Roosevelt, para salvar la ca-pacidad vital de máquinas–herramienta y la fuerza laboral calificada de EU, dedicándola a reconstruir la dila-pidada infraestructura de transporte, energía y agua del país. El financiero fascista y mecenas del Partido Demócrata Félix Rohatyn intervino para contrarrestar el plan de LaRouche, que inicialmente recibió un apoyo significativo. La línea que lanzaron es que “ellos” no dejarán que desaparezca la industria automotriz.

De modo trágico, tanto como estúpido, los congresistas demócratas, muchos de ellos comprometidos con Rohatyn o con los fondos especulativos por el financiamiento que reciben, mordieron el anzuelo.

Más de dos años después, una montaña de pruebas confirma que LaRouche tuvo razón. Los poderes fi-nancieros internacionales que controlan a tipos como Cheney y Rohatyn han decidido sistemáticamente sa-quear y clausurar la industria automotriz estadounidense, empezando por General Motors, Ford, Delphi y otros proveedores de autopartes. Decenas de miles de obreros han perdido sus trabajos en estas “tomas”, que han devastado a comunidades enteras y sus familias, y cerrado centros de producción invaluables. En donde las plantas aún funcionan, se remplazó a los trabajadores sindicalizados por otros a los que les pagan la mitad del salario. A muchas fábricas literalmente se las desmanteló, para luego reventarlas o venderlas por una bicoca.

Las medidas de emergencia de LaRouche para salvar el sector automotriz aún siguen disponibles, si el Congreso tiene el valor de actuar, no sólo para promulgar legislación como su ley de Recuperación de Emergencia, sino para deshacerse de los saboteadores políticos tanto del Partido Republicano como del Demócrata; de Cheney y Rohatyn, para ser precisos.

El asalto

Según analistas financieros y fuentes sindicales y de la industria automotriz, es probable que la toma de Chrysler por parte de Cerberus, que se anunció el 15 de mayo, termine con la fragmentación y reventa de partes de ésta en el futuro inmediato, junto con el cierre de plantas y despidos acelerados, además de los 13.000 que Chrysler ya había anunciado.

El analista automotriz David Cole le dijo al Wall Street Journal que compradores extranjeros, entre ellos Chery de China, pretenden comprar partes de Chrysler, “a la espera de que empresas de capital privado [o sea, Cerberus] se encarguen de parte de la limpieza para que Chrysler sea un negocio atractivo”.

Para consumo público, Chrysler ha dicho que no tiene planes de rematar ninguna de sus tres marcas —Dodge, Chrysler y Jeep—, y que, al menos en Canadá, “no habrá despidos como consecuencia de este cambio de propietario”.

La fuerza laboral al matadero

De hecho, la única pregunta es si Cerberus desmantelará primero la compañía, o si empezará con los contratos del sindicato automotriz UAW.

El repentino apoyo de Ron Gettelfinger, presidente del UAW, a la toma que efectuó Cerberus y que ape-nas un mes antes combatía públicamente, ha desmoralizado a muchos sindicalistas. Gettelfinger dijo en una rueda de prensa el 14 de mayo que Daimler–Chrysler le había asegurado que Cerberus no desmantelaría la compañía. Sin embargo, él no habló con los administradores de Cerberus cuando apoyó la toma. Y Cerbe-rus, o mejor dicho Chrysler Holdings, que es la entidad que se está formando para asumir la dirección de Chrysler para fines del tercer trimestre de este año, aventajará a General Motors y Ford en enfrentar al UAW en las negociaciones contractuales en el 2007, al exigir recortes salariales para los 55.000 obreros de Chrys-ler, y a los beneficios de salud y las pensiones para sus jubilados.

La gerencia de Cerberus ya había presionado por un recorte drástico del personal sindicalizado de Delphi Corporation desde diciembre de 2006, cuando parece que empezó la toma de esta empresa. Éste ha sido su modus operandi en muchas tomas y “reestructuraciones” anteriores. Cerberus, al igual que otros fondos de inversión privados, espera que su inversión le dé un 20% de ganancia, ¡en una empresa que ha venido per-diendo dinero!

Se sabe que Chrysler debe 18 mil millones de dólares en servicios de salud y pensiones para sus jubila-dos (19 mil millones, según el Informe de Kaiser Deily Policy del 15 de mayo); aquí es donde el cuchillo rees-tructurador de Cerberus exigirá los cortes más grandes. “Habrá un baño de sangre” en cuanto a los benefi-cios de salud y las pensiones, le dijo el 14 de mayo Gerald Meyer, ex director ejecutivo de American Motors y actualmente profesor universitario, al Detroit Free Press. “Se va a poner feo en el sudeste de Michigan y en Indiana”, dijo, al referirse también a las demandas de recortes salariales y el posible cierre de plantas.

Los 13.000 obreros que la Chrysler ya había anunciado que iba a despedir en EU y Canadá (16% de la fuerza laboral de la empresa), se justificaron como una forma de hacer “atractiva” la empresa para Cerberus o Blackstone, cuando llevaron a Chrysler al matadero en febrero. Y el recontratado Wolfgang Bernhard fue el ejecutivo de Daimler–Chrysler que, entre 1999 y 2002, eliminó 26.000 plazas de Chrysler y cerró seis de sus plantas en EU.

Irónicamente, fue precisamente el drástico plan de recorte de Bernhard, que volvió “rentable” a Chrysler por tres años, el que creó los enormes pasivos pensionales y de salud, ya que los recortes dispararon la pro-porción entre trabajadores jubilados y activos a 4 a 1.

La enfermedad del capital privado vs. Roosevelt

La destrucción de la industria automotriz, que es fundamental para que la economía de EU vuelva a tener una base manufacturera productiva, es un crimen particularmente grave. Los estadounidenses más viejos recordarán que la reconversión de la industria automotriz para la producción de guerra constituyó el motor económico indispensable para derrotar el fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Ahora se arroja esa ca-pacidad, que tiene el potencial único de reorganizarse para construir la infraestructura y la industria del futu-ro, al basurero de chatarra. GM, Ford y Chrysler están en manos de piratas, que lo único que les interesa es el dinero.

En esencia, lo que viene estableciéndose es un nuevo feudalismo, en el que los fondi privados rigen un imperio financiero mundial al servicio de los oligarcas de Londres y usan el mundo entero como su planta-ción. Hubo una revolución exitosa contra ese sistema: la Revolución Americana. Como LaRouche ha subra-yado, habrá que reafirmar esos mismos principios de la Revolución Americana, del modo que Roosevelt los revivió, para impedir que esta nueva ola de saqueo se convierta en una nueva Era de Tinieblas. Pero, como muestra el caso de la ola de tomas forzadas de Cerberus, el tiempo sin duda se acaba.