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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 11
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Sólo cuatro potencias pueden evitar una guerra mundial

por Jeffrey Steinberg

Hay que decir, por justicia, que cuando la dirigencia del Partido Demócrata en el Congreso de Estados Unidos capituló de manera desvergonzada ante el vicepresidente Dick Cheney, y abandonó su cometido de imponerle a la ley de financiamiento complementario de la guerra en Iraq un plazo para el retiro de las tropas, nadie ahí fue consciente de que su acto de cobardía acercaría mucho más al planeta a la Tercera Guerra Mundial. Aunque no entendieron las consecuencias de lo que hacían, la triste verdad es que el mundo está ahora mucho más cerca de una “guerra permanente, revolución permanente” de lo que lo ha estado desde la muerte del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt.

En un punzante comentario sobre el malogro de la dirigencia demócrata en el Congreso, Lyndon LaRouche advirtió en una declaración el 23 de mayo, que “la dirigencia demócrata ha perdido la confianza de su propia base política dura” al negarse a enjuiciar a Cheney. “Y no están dispuestos a dar los únicos pasos con los que la recuperarían. No puedes movilizar la opinión pública —continuó LaRouche—, sin movilizar a la base del Partido Demócrata”. El juicio para destituir a Cheney, concluyó, “es el tema nacional fundamental. Toda la política estadounidense en este momento se centra en botar a Cheney”. LaRouche explicó que al vigorizar a la base demócrata exigiendo el enjuiciamiento de Cheney, se crearían las condiciones políticas en las que un gran número de republicanos se sumaría a la ofensiva y la destitución del Vicepresidente sería un hecho antes de que terminara el 2007.

El marco estratégico más amplio

Para ubicar como es debido la batalla por el enjuiciamiento de Cheney y la menaza de la Tercera Guerra Mundial, es necesario explicar algunas características clave de la actual situación mundial.

Primero que nada, el sistema financiero entero que siguió al de Bretton Woods agoniza. Ninguna reforma del sistema actual de tipos de cambio flotantes funcionará. Aunque el antiguo presidente de la Reserva Federal estadounidense Alan Greenspan “pospuso lo inevitable”, de octubre de 1987 en adelante, con la política hiperinflacionaria de erigir un “muro de dinero”, que aún podría alargar unas semanas o meses más el día en que reviente la liga, la perspectiva de que el sistema financiero actual permanezca incólume en los próximos 12 meses es, en el mejor de los casos, remota. Más aun, el monopolio creciente que los fondos especulativos y de inversión privados de ultramar ejercen sobre las economías físicas de Europa y las Américas, ha dañado tanto la producción física mundial, que cualquier otra demora en aplicar un cambio sistémico fundamental tendrá consecuencias inimaginables. Con los fraudes anticientíficos como el “calentamiento global” de Al Gore y el etanol erosionando aun más las menguantes capacidades productivas del planeta, el mundo enfrenta la hambruna, enfermedades y otras crisis obra del hombre a una escala sin precedentes.

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La falta de agallas de los demócratas para enjuiciar al belicista vicepresidente estadounidense Dick Cheney empuja al mundo más cerca de una “guerra permanente” de lo que jamás haya estado desde la muerte de Franklin Delano Roosevelt. Cheney gruñe el 21 de febrero de 2007 a bordo del USS Kitty Hawk en Yokosuka, Japón. (Foto: Todd P. Cichonowicz/Armada de EU).

Segundo, la política de guerra preventiva de Cheney, incluso de guerra nuclear, que ha sido la orientación que Londres le ha impuesto a la “facción belicista de Washington desde que Cheney era secretario de Defensa del Gobierno de George H.W. Bush padre, no sólo va dirigida contra el dizque “eje del mal” (Iraq, Irán y Corea del Norte). Los verdaderos blancos son Rusia, China y, a un grado apenas un poco menor, India, las tres grandes potencias eurasiáticas. Medidas unilaterales recientes de EU y la OTAN, como los planes de desplegar sistemas de proyectiles antibalísticos en Europa Central y los países Bálticos, las “revoluciones arcoiris” que patrocinan la Unión Europea y Washington en todas las fronteras inmediatas de Rusia, y las amenazas de emprender ataques preventivos contra el vecino sur de este país, Irán, constituyen un “enfrentamiento mundial forzado”, en el que tanto Moscú como Pekín se consideran como el objetivo último de una nueva Guerra Fría o algo peor.

Tercero, de resultas del ataque combinado de las operaciones financieras privadas de ultramar que dirige Londres y el “choque de civilizaciones” que fomenta el doctor Bernard Lewis de la oficina de asuntos árabes británica contra el sistema del Estado nacional, la mayoría de las naciones pasan hoy por una crisis de ingobernabilidad. En muchas partes del mundo esto cobra la forma de una guerra asimétrica sectaria y comunal. Buena parte de África, el Sudoeste de Asia e Iberoamérica enfrenta esta crisis en este momento.

Incluso en EU, el intento de arreglar la elección presidencial del 2008 con el financiamiento de candidatos preseleccionados por parte de los fondos especulativos, y el truco de definir a los candidatos de ambos partidos para los primeros dos meses del año entrante mediante una cargada desde el comienzo de las primarias, podría desencadenar la furia popular y el caos social. El desplome en marcha de la burbuja hipotecaria amenaza a sectores enteros de EU con embargos y desalojos en masa, lo cual refuerza el potencial de que se extienda la intranquilidad social por el país.

El enfrentamiento contra Irán

En este ambiente general, merece atención especial la pretensión de Dick Cheney y sus patrocinadores londinenses de montar un enfrentamiento militar contra Irán antes de que termine su período de gobierno. Las inspecciones recientes que ha hecho el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) confirman que Irán ha desarrollado la capacidad de enriquecer combustible nuclear. El doctor Mohammed ElBaradei, director del OIEA, ha exigido que Occidente negocie directamente con Irán para establecer un régimen de inspecciones que garantice que su programa nuclear no se “armamentice”.

Con las mismas técnicas propagandísticas con las que le vendió al Congreso el cuento de que era necesario invadir Iraq, la facción belicista de Cheney pretende ahora convertir el programa nuclear iraní en un casus belli que justifique un bombardeo preventivo que, en última instancia, podría involucrar el uso de miniarmas nucleares. Como señaló una fuente en Washington, “tiene varios meses que viene llegándose la hora” de un enfrentamiento con Irán.

Fue en este marco que LaRouche advirtió el 24 de mayo que ningún arreglo “convencional” sobre las capacidades nucleares de Irán, en el ámbito tradicional de las inspecciones del OIEA, el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), y las diligencias diplomáticas europeas, rusas y chinas, podrá evitar un conflicto, mismo que pronto podría desembocar en una guerra mundial.

Nada menos que una revolución en la situación mundial, con centro en una nueva colaboración entre las grandes potencias —EU, Rusia, China e India—, podrá evitar un enfrentamiento asimétrico mundial desastroso, insistió LaRouche.

La buena nueva es que el presidente ruso Vladimir Putin ha dejado claro, en una serie de gestos recientes, que entiende esta situación y que está buscando una contraparte estadounidense que lo ayude a evitar la guerra. A últimas fechas, Putin habló (durante el funeral de Boris Yeltsin) con el ex presidente estadounidense Bill Clinton sobre su deseo de colaborar con un EU dedicado a revivir los principios del presidente Franklin Delano Roosevelt, según indicaron algunas fuentes. Le ha dado su apoyo a la propuesta de construir un túnel bajo el estrecho de Bering, que una el lejano oriente ruso con Alaska, e integre por primera vez las economías de Eurasia y las Américas.

La pregunta sobre el tapete en Washington es: ¿Encontrará Putin un socio en este esfuerzo por evitar la guerra? Sólo una alianza estratégica, con Washington y Moscú como ancla, puede contrarrestar el poder de la oligarquía financiera privada de ultramar, que es más visible en los fondos especulativos que están saqueando la riqueza agrícola e industrial de Europa y las Américas. Con el apoyo adicional de China e India, junto con el de la gran mayoría de los Estados nacionales más pequeños del sector en vías de desarrollo, el mundo pronto podría cambiar de dirección, de una marcha segura hacia la guerra, a la de un mundo de Estados nacionales soberanos comprometidos, en lo colectivo, con el progreso físico–económico, para beneficio de todos.

Mientras Cheney siga en el poder, semejante colaboración es imposible. Destituyamos a Cheney y remplacémoslo con una personalidad competente y bienintencionada que procure crear esta alianza de las cuatro potencias, y la visión de Roosevelt de crear un mundo próspero, libre de la plaga del colonialismo y el imperialismo, puede hacerse realidad.

Tal es la importancia estratégica del problema que Cheney representa hoy.