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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 11
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¿Avance en las relaciones ruso-estadounidenses?

¡La IDE de LaRouche está de nuevo sobre el tapete!

por Helga Zepp-LaRouche

Un acontecimiento potencialmente muy positivo tuvo lugar en la llamada “Reunión Cumbre de la Langosta”, que se celebró en el centro vacacional de la familia Bush en Kennebunkport, Maine. En presencia del ex presidente George H.W. Bush padre, el presidente ruso Vladimir Putin le presentó al actual presidente Bush una propuesta que podría cambiar las relaciones entre Estados Unidos de América y Rusia, para apartarlas de los roces actuales y que vuelvan a fundarse en la cooperación estratégica. En su conferencia de prensa conjunta, Putin planteó la misma propuesta que presentó en junio en la reunión cumbre del G–8 en Heiligendamm, Alemania: usar la actual estación de radar “Gabala” en Azerbaiyán como un sistema mutuo ruso–estadounidense de defensa contra proyectiles, en vez del que EU pretende instalar en Polonia y la República Checa. Como un elemento nuevo, Putin también propuso modernizar las instalaciones de radar Azerí, una instalación de radar adicional en el sur de Rusia, y la creación de centros de intercambio de información en Bruselas y Moscú, y dejarle todo el proceso de cooperación al Consejo OTAN–Rusia.

Lyndon LaRouche ha hecho hincapié en el potencial enorme de esta propuesta. Aunque no hay ninguna garantía, el resultado podría ser muy esperanzador, siempre que la combinación correcta de demócratas y republicanos prestantes decida reaccionar a esta propuesta como es debido. El propio Putin subrayó en la conferencia de prensa qué tanto alcance tiene este potencial:

“En cuanto al futuro, como ya mencioné, estamos hablando ahora de una posibilidad de elevar nuestras relaciones a un nivel totalmente nuevo, que implicaría un diálogo muy privado y muy, digamos, sensible, sobre todas las cuestiones que atañen a la seguridad internacional, entre ellas, por supuesto, el tema de la defensa contra proyectiles. . . De manera gradual, nuestras relaciones evolucionarían hacia las de una verdadera asociación estratégica. Significaría elevar y mejorar el nivel de nuestra interacción en materia de seguridad internacional, lo cual llevaría a una mejor interacción y cooperación política, en la que el efecto final sería, por supuesto, evidente en nuestras relaciones económicas y en la situación en general. Bueno, básicamente podríamos decir que las cartas están sobre la mesa, y venimos a jugar. Y tengo la gran esperanza de que estemos jugando el mismo juego”.

Las propuestas que el presidente Putin le presentó a George W. Bush en Kennebunkport, en el estado de Maine, son un reflejo consciente de la alianza histórica que ha existido entre Rusia y EUA con los presidentes Lincoln y Franklin Roosevelt. Putin (der.) y Bush (izq.) pasean en yate, en compañía de Bush padre. (Foto: Oficina de Prensa e Información de la Presidencia rusa).

Es típico que los órganos de difusión occidentales no hayan mencionado ni una sola vez en sus informes la propuesta de Putin, que potencialmente podría hacer época, sino distorsionado la respuesta que el viceprimer ministro Serguéi Ivanov le dio a los reporteros en Tashkent, sobre el estado de las relaciones ruso–estadounidenses en relación con el sistema de defensa contra proyectiles a instalarse en Polonia y la República Checa, y sólo comentaron que Ivanov amenazó a Occidente. Con esto se referían a su afirmación de que Rusia reaccionaría con medidas asimétricas, de no aceptarse su oferta. En cualquier caso, el resultado sería la garantía de la seguridad de Rusia al 100%.

Pero lo que estos medios no han informado hasta ahora, es la declaración mucho más importante de Ivanov, de que las propuestas rusas significan un cambio fundamental en las relaciones internacionales, y podrían acabar con los chismes sobre una nueva Guerra Fría. “Si se aceptan nuestras propuestas”, dijo Ivanov, “Rusia ya no necesitará colocar armas nuevas, entre ellas proyectiles, en la parte europea del país, incluyendo a Kaliningrado”. Otros políticos rusos importantes subrayaron la oportunidad histórica que implica esta propuesta, pero que exige una respuesta inequívoca.

Un cambio radical y positivo

De hecho, si el Gobierno de EU aceptara la propuesta de Putin, representaría un cambio drástico y positivo en la situación estratégica. LaRouche ha hecho hincapié una y otra vez en que la salida a las diferentes crisis existenciales que el mundo encara ahora, depende de una nueva calidad de cooperación entre las naciones clave EUA, Rusia, China e India. Dicha cooperación es tan necesaria para superar la crisis financiera mundial que ahora estalla, como para acabar con los conflictos militares que se propagan por su propia cuenta. Putin definitivamente ha dado ahora el primer paso hacia semejante cooperación de una cualidad distinta, y a un nivel absolutamente fundamental. Ahora es esencial una respuesta positiva del presidente Bush a esta propuesta; es una oportunidad estratégica que no debe desperdiciarse, si es que el mundo ha de tener una oportunidad.

Aunque Bush aún no ha aceptado directamente la propuesta de Putin, el hecho de que la reunión cumbre de la Langosta pudiera celebrarse en una atmósfera constructiva se debe a la circunstancia de que el vicepresidente Cheney, quien desde la ciberconferencia histórica de LaRouche del 21 de junio ha enfrentado una andanada de artículos que exigen su renuncia, no estuvo presente. En cambio, según fuentes que estuvieron la reunión, se dio un intercambio muy constructivo entre Bush padre y Putin sobre el considerable desarrollo económico que Rusia ha tenido en el período reciente, y sobre la evolución de una Mittelstand (pequeña y mediana industria) ahí. Dirigentes republicanos comentaron después que esto dejó aun más claro por qué Cheney tuvo que ausentarse, pues su presencia hubiera imposibilitado semejante diálogo.

Un indicador importante que apuntaba a un cambio estratégico, fue el discurso que dio el ex presidente Clinton unos días antes del encuentro de Kennebunkport, en la reunión del cuarto aniversario de la Organización de Estrategia Europea de Yalta, en la que participaron otros políticos de alto nivel de Europa Occidental, Ucrania y Rusia, e incluso el ex canciller alemán Gerhard Schröder. Clinton destacó que en repetidas ocasiones ha tomado partido por la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) que propuso el presidente Ronald Reagan el 23 de marzo de 1983. Le dejó claro entonces al presidente Boris Yeltsin, así como también al presidente Putin hoy, que EU compartiría con Rusia y todas las demás naciones estas tecnologías en cuanto se desarrollaran, para tener una defensa real, por ejemplo, contra el terrorismo nuclear. Clinton habló con vehemencia en contra de la instalación en Polonia y la República Checa de los sistemas tradicionales de defensa contra proyectiles, cuya eficacia es muy cuestionable y que sólo crea una crisis innecesaria con Rusia.

Clinton aludió a la IDE y, con ella, a un cambio estratégico de largo alcance en las relaciones este–oeste. Como es bien sabido, Reagan no sólo ofreció repetidamente desarrollar de manera conjunta armas de rayos defensivas fundadas en nuevos principios físicos, que hubieran vuelto obsoletas las armas atómicas, sino que EU le ayudaría a la Unión Soviética a aplicar estas nuevas tecnologías en la esfera civil. Todos saben que Lyndon LaRouche fue el autor de la IDE, y que él encabezó las llamadas discusiones extraoficiales con representantes del Gobierno soviético a nombre del de Reagan por más de un año, antes de que Reagan anunciara la IDE como la política oficial estadounidense. Por tanto, hubo, y hay, una facción del Partido Republicano que tiene una actitud positiva hacia dicha cooperación estratégica con Rusia.

Como le han informado fuentes rusas a EIR, el presidente Putin ya había recibido el 25 de abril la invitación para reunirse en Kennebunkport, cuando los ex presidentes estadounidenses Bush padre y Clinton asistieron al funeral de Boris Yeltsin en Moscú y, en ese marco, tuvieron intensos intercambios con Putin. Exactamente en este período, también tuvo lugar el diálogo de LaRouche con connotados científicos rusos sobre la realización del túnel por el estrecho de Bering, como una estrategia consciente para evitar las guerras. La conferencia sobre este gran proyecto, que prevé la construcción de un túnel de casi 100 km por debajo del mar, así como una conexión ferroviaria de 6.000 km entre Siberia y Alaska, ocurrió el 24 de abril, y, al mismo tiempo, Putin tenía intensas discusiones al respecto en su gabinete. Varios días después, el 27 de abril, Putin pidió la creación de un nuevo “grupo de trabajo estratégico”, con el nombre de “EUA–Rusia, un Vistazo al Futuro”, entre cuyos miembros estaban, entre otros, el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger y el ex primer ministro ruso Yevgueni Primakov.

Una batalla política enorme

Por ende, puede concluirse que en estos días se libra una batalla política enorme tanto en el Partido Demócrata como el Republicano, sobre cómo reaccionar a la propuesta de Putin. Luego de que Reagan presentó su iniciativa en 1983, los oponentes de la IDE, después de varios meses, por fin triunfaron en enterrarla. Y, como es natural, el lado soviético también la rechazó. Oficialmente, los soviéticos le respondieron a LaRouche que la IDE sería más ventajosa para Occidente que para la Unión Soviética. En realidad, a la dirigencia de Yuri Andrópov y Mijaíl Gorbachov no le interesaba la destrucción de los bloques —la OTAN y el Pacto de Varsovia— que hubiera acarreado la IDE; estaban casados con la idea geopolítica de los “dos imperios” de la Guerra Fría. También tenían el plan Ogarkov (llamado así en honor del jefe del estado mayor de las Fuerzas Armadas) de superioridad estratégica, que incluía planes de agresión contra Europa y cuya existencia se descubrió tras el desplome de la RDA (Alemania Oriental). En ese entonces LaRouche pronosticó que la Unión Soviética se derrumbaría en lo económico en cinco años, si se aferraba al concepto del rearmamento estratégico. No fueron cinco, sino seis años los que pasaron antes de que se desintegrara la Unión Soviética, pero en esencia LaRouche tuvo razón.

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Ronald Reagan, Presidente de Estados Unidos, el 23 de marzo de 1983, cuando anunciaba la Iniciativa de Defensa Estratégica.

Si el presidente Putin le ofrece hoy a EUA una cooperación estratégica en el espíritu de la IDE, ésa es una oportunidad enorme para el mundo entero. Porque Putin, en los últimos años, y éste mismo, también ha dejado claro en repetidas ocasiones que quiere establecer unas relaciones ruso–estadounidenses fundadas en la tradición de Franklin Delano Roosevelt, que no sólo quiere una política como la del Nuevo Trato para Rusia, sino que es el mundo entero el que necesita un Nuevo Trato. Hablar de este asunto cobra mayor urgencia en vista de las señales de la tormenta que se avecina para el sistema financiero mundial. La prensa financiera, ella misma preocupada por la “psicología de los mercados”, está cambiando a saltos agigantados con sus advertencias sobre la crisis sistémica, la cual podría desatarla el desplome de unos cuantos fondos especulativos.

El concepto estratégico de LaRouche, de que sólo la combinación de EUA, Rusia, China e India, unidos para decidir la creación de un nuevo sistema financiero mundial, un nuevo Bretton Woods en la tradición de Roosevelt, puede encontrarle salida a la crisis, ha encontrado gran resonancia, no sólo en Rusia, sino también en EUA, entre varios grupos políticos importantes. Pero también en altas esferas de otras naciones del mundo hay interés por este proceso de diálogo ruso–estadounidense.

En oposición total a quienes se suscriben a la tesis de que no hay alternativa a la globalización o, en su defecto, de que uno tiene que esperar hasta que la “crisis financiera” acabe con el poder de EU, es muy posible que el orden mundial se reagrupe en torno al concepto de las cuatro naciones del que habla LaRouche. Si estos cuatro países acuerdan crear un nuevo sistema financiero y un Nuevo Trato, difícilmente habría un rincón del mundo que no se integrara gustoso a esta nueva dinámica.

Esto es así, porque en la tradición de Roosevelt yace su promesa para el orden de la posguerra, después de la Segunda Guerra Mundial, y que por desgracia no pudo realizar debido a su muerte prematura; a saber, que debía acabar la era del colonialismo. Y esta promesa de Roosevelt se fundó a su vez en la política del presidente John Quincy Adams y su idea de que el orden mundial debe fundarse en una comunidad de principio entre Estados nacionales perfectamente soberanos, a los que unan los fines comunes de la humanidad.

Si esta visión se realiza —y el presidente Putin ya dio un paso gigantesco en esa dirección—, entonces, por ejemplo, Alemania también tendría la oportunidad de liberarse de la garra asfixiante del tratado de Maastricht y del control supranacional de la Unión Europea, y, junto con las otras “patrias europeas” de las que hablaba DeGaulle, de participar en un nuevo orden mundial justo.

La oferta de Putin abre la posibilidad de un cambio estratégico en esta dirección. Pero tiene que aprovecharse pronto la oportunidad, antes de que desaparezca.