Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, nums. 13-14
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Reportaje especial

Esta crisis financiera mundial actual: crédito vs. usura monetarista

por Lyndon H. LaRouche

Lyndon LaRouche fue el orador principal de la conferencia del Instituto Schiller, “¡El Puente Terrestre Eurasiático se hace realidad!”, que tuvo lugar los días 15 y 16 de septiembre en Kiedrich, Alemania. A continuación reproducimos una versión editada del discurso que pronunció el primer día de la conferencia.

La tarea que tengo que cumplir hoy aquí no es una ordinaria, y no necesariamente la escogí yo. Alguien la escogió por nosotros: hemos llegado al momento en que la civilización entera corre el peligro de venirse abajo. No enfrentamos una mera depresión; estamos mucho más allá de eso. Estamos en el momento en que una reacción en cadena, una devaluación del dólar, que ya se ha depreciado bastante en los últimos meses, pero una devaluación súbita aun mayor del dólar, arruinaría a China, perjudicaría a la India de un modo inconcebible, y reventaría a Europa; tal que Europa, China, India y otros países no podrían sobrevivir un derrumbe repentino del dólar, de la clase que está por darse. Y ya está por suceder.

Por tanto, éstos son tiempos extraordinarios. Lo que vemos no es la amenaza de una depresión; vemos el presagio de una larga nueva Era de Tinieblas planetaria de la humanidad.

Y la pregunta que se nos presenta es si podemos superar esta amenaza a estas alturas. Debió haberse hecho antes, pero a veces, en el transcurso de la historia, las decisiones necesarias se toman muy tarde. Sólo cuando las condiciones sean absolutamente imposibles, la gente dejará la necedad con la que ha contribuido a que la crisis ocurra.

En semejantes condiciones, no te regresas y dices: “Vamos a reafirmar nuestras tradiciones”. Porque, como pongo de relieve hoy, la tradición que tenemos hoy en el mundo la entiende mejor gente de mi edad o mayor, como Amelia [Boynton Robinson]. Estábamos ahí cuando sucedió el cambio. Y el cambio, como yo lo viví, empezó cuando hacía mi servicio militar en el extranjero. Estuve en la India por un tiempo, al término de mi servicio ahí, cuando el presidente [Franklin Delano] Roosevelt murió. Y en esa ocasión algunos soldados se me acercaron y me dijeron: “¿Podemos vernos más tarde esta noche?” No me dijeron para qué, pero tenía una leve sospecha de qué se trataba. Y me preguntaron: “En tu opinión, ¿qué suerte correremos ahora que Franklin Roosevelt murió? ¿Qué va a ser de nosotros ahora que Roosevelt está muerto?” Y les dije de improviso: “Bueno, puedo decirles que hemos vivido y librado una guerra bajo la dirección de un gran Presidente de Estados Unidos. Ahora quedamos en manos de un hombre muy pequeño, y temo por nosotros”.

Entonces regresé de Birmania —estuve emplazado en el norte de Birmania al final de la guerra—, y en ese momento lo que me había temido que pasaría con la muerte de Roosevelt ya estaba sucediendo. EU, con Franklin Roosevelt, tenía una alianza muy inestable con el Imperio Británico. El Imperio Británico fue la entidad que puso a Hitler en el poder en Alemania. No sólo el Reino [Unido], sino el Imperio Británico, del que es típico el Banco de Inglaterra y la correlación de elementos, de elementos financieros que constituyen el Imperio Británico. El Imperio Británico tiene como modelo la Venecia antigua, la Venecia medieval, en la que un grupo de banqueros, como una bola de parásitos, forma un imperio y encuentra instrumentos de gobierno para hacer su voluntad.

Roosevelt vs. el Imperio Británico

Lo que pasó es que Roosevelt estaba decidido a eliminar eso, pero, para derrotar a Hitler, tuvo que aliarse con Gran Bretaña. Y tuvo que obligarlos a pactar esa alianza, ¡porque no querían! ¡Les gustaba Hitler! ¡Ellos lo inventaron! ¡Ellos lo crearon! Ellos lo pusieron en el poder, con la ayuda de algunos en EU; el banco Harriman por ejemplo, al que se conoce por sus políticas racistas de antaño. El abuelo del actual Presidente de EU, Prescott Bush, quien era secretario general de la firma Brown Brothers Harriman, fue quien escribió de hecho el cheque, el mensaje para un banco alemán, en un momento en que el partido nazi estaba en bancarrota, ¡y salvó al partido nazi! Fueron la monarquía británica y su representante, Hjalmar Schacht, quienes pusieron a Hitler en el poder.

La pregunta es, dijo LaRouche el 15 de septiembre en Kiedrich, Alemania, es si podemos vencer la amenaza de una larga nueva Era de Tinieblas. Sólo hay una salida: recurrir a los principios republicanos que ejemplificaron las directrices del presidente Franklin Delano Roosevelt contra la depresión. Aún puede hacerse, pero no hay tiempo que perder. (Foto: Helene Möller/EIRNS).

Teníamos que deshacernos de Hitler; no podíamos hacerlo solos. Forjamos una alianza con la Unión Soviética a este respecto. Teníamos que conseguir la alianza británica. Y durante la guerra nos debilitó el hecho de que teníamos un aliado que no era de fiar: Gran Bretaña. Una vez conocí a un general alemán que había sido coronel en el norte de África; un tipo distinguido, un gran hombre del Derecho internacional. Y en mi primer encuentro con él, le dije: “Entonces, General, ¿estaría usted de acuerdo conmigo en que Montgomery fue el peor comandante de la Segunda Guerra Mundial?” Y me respondió y me dijo: “Bueno, no puedes decir nada malo de Montgomery. Me salvó la vida”. Dijo: “Yo estaba al mando de la retaguardia de Rommel en la retirada de Egipto y, si me hubiera flanqueado, ¡estaría muerto!”

Si sabes lo que fue Montgomery, sabes que estuvo en la “[operación] Market Garden”; ¡prolongó la guerra en Europa por más de un año al movilizar a un Primer Ejército en una operación por un campo en el que los caminos no podían transportar a las tropas de apoyo para rescatar a los paracaidistas que habían saltado ahí! ¡Continuó la guerra por un año más! La guerra hubiera terminado para fines de 1944, de no ser por Montgomery. Y se quedó atascado ahí, no sólo porque era un general malísimo, muy incompetente, sino porque brindó precisamente ese margen de incompetencia que [el primer ministro británico Winston] Churchill quería; porque Churchill sacó a los generales competentes del bando británico, por temor de que ayudarían a ganar la guerra demasiado pronto. Así que ésta es la clase de problema que enfrentamos.

Entonces, cuando Roosevelt murió, ¿qué es lo que se echó andar? El programa de Roosevelt para la posguerra era algo que los británicos estaban empeñados en que no se materializara, pues implicaba eliminar el colonialismo en todas sus manifestaciones. Y el discurso que dio Roosevelt en Casablanca, en el que enfrentó a Churchill sobre esto, fue explícito; dijo: “¡Tomemos esta parte de África! ¿Qué podemos hacer después de la guerra? ¿Qué podemos hacer para reconstruir esta región?” Y lo planteó: la política de Roosevelt consistía en eliminar al Imperio Británico, eliminar el colonialismo.

Y cuando regresé a Calcuta del norte de Birmania, con [Harry] Truman como presidente, en lugar de Roosevelt, lo vi en acción. Lo vi en todo el Sudoeste de Asia: las tropas japonesas se habían rendido a las tropas de Ho Chi Minh, quien fue un aliado de EU con Roosevelt; y los británicos ordenaron liberar a las tropas japonesas de los campos de internamiento, que se les regresaran sus armas y reocuparan Indochina. Y, ¿recuerdan esa historia? ¿A qué llevó? ¿Y las guerras de Francia en Indochina, las otras guerras?

¿Qué hay de los holandeses, de lo que los malditos holandeses hicieron en Indonesia, del mismo modo? Fue una guerra prolongada de supresión, donde debió haber habido desarrollo; fomentó la división, la guerra civil en India, ¡y por toda África! ¡África es el peor de los casos! Lo que los británicos han hecho en África es uno de los peores crímenes contra la humanidad que jamás se hayan imaginado. Y eso empezó con Kitchener, no con alguien más después; fue Kitchener, en 1898.

Así que eso es lo que tenemos.

La misión de la ONU era liberar a las naciones coloniales

El concepto y la alianza de Roosevelt se fundaba, para el período de la posguerra, en varias cosas. Lo primero era integrar a Rusia y a China —aunque China era una nación en parte destrozada en ese tiempo— a un bloque para crear las Naciones Unidas. Se supone que las Naciones Unidas serían un foro para liberar a las regiones que habían sido víctimas del colonialismo o cosas parecidas; para erigir naciones nuevas y ayudarlas en su desarrollo en tanto tales; y para edificar una comunidad de Estados nacionales soberanos en este planeta, de una soberanía perfecta de cada Estado nacional, pero unidos por una comprensión de las enseñanzas de la última guerra, de lo que teníamos que hacer para vivir unos con otros y para cumplir las metas comunes de la humanidad; son culturas diferentes, pero el resultado deseado es el mismo: los objetivos comunes de la humanidad, desde arriba; crear una comunidad de naciones que, en tanto fuerza, evite que nada contrario a eso suceda jamás.

Tres generaciones de traición: Prescott Bush y George H.W. Bush (izq.), y H.W. con el pequeño George W. Bush. Fue el abuelo del Bush más reciente, Prescott, quien, al servicio de la firma Brown Brothers Harriman de Wall Street, organizó el rescate financiero del partido nazi en favor de los británicos. ¡Él salvo al partido nazi!

Con una política británica que le dictaron a EU elementos traidores de Nueva York y otras partes, adoptamos la orientación contraria.

Lo primero que hicimos, a instigación de Churchill, fue prácticamente declararle la guerra a la Unión Soviética. Y Bertrand Russell, un gran liberal, propuso —de hecho antes de publicarlo, pero lo propuso antes— un ataque nuclear preventivo contra la Unión Soviética, a pesar de que EU ya no tenía las armas para hacerlo, porque habíamos usado nuestras dos últimas armas nucleares como prototipos en Hiroshima y Nagasaki; un ataque del todo innecesario. Japón ya estaba derrotado, y los términos de la rendición se habían negociado con Hiroito por mediación del Vaticano. Pero, por presión de Churchill y los británicos, el Gobierno de Truman no aceptó la rendición de Japón. Todo lo que tenían que hacer era lo que se había negociado con la oficina de asuntos especiales del Vaticano —el hombre que luego devino en el papa Paulo VI [el cardenal Giovanni Montini—; todo lo que tenían que hacer, la única condición del acuerdo, era negociar la rendición con la oficina del Emperador de Japón, el Mikado. Eso era todo lo que tenían que hacer, porque, de otro modo, el Mikado no tendría la autoridad de decirle a sus propias tropas que dejaran de pelear.

¡Japón estaba derrotado sin remedio! La isla principal de Japón estaba sitiada por completo. Las fuerzas aéreas y navales estadounidenses los tenían atrapados; ¡no iban a ir a ninguna parte! Ni ahí ni fuera de ahí. No entraban provisiones, no había recursos; era una nación derrotada y aplastada, con una sola isla con un control frágil. Y prolongamos la guerra sin necesidad, ¡porque los británicos quisieron que lo hiciéramos!

Y entonces, en el proceso, seguimos adelante con este ataque contra la Unión Soviética, porque se creía que carecía de la capacidad de construir armas nucleares a tiempo para contraatacar a los británicos. Una vez que se enteraron, por 1948, que la Unión Soviética estaba desarrollando armas que podían hacer eso, cambiaron un poco de parecer. Y ése fue el fin de Truman.

EU se convierte en una gran potencia

¡Pero el resto de la política era un regreso al Imperio Británico! Y el Imperio Británico se fundó, de hecho, a la firma del tratado de París, la Paz de París de 1763; el mismo tratado de París que hizo que los patriotas de EU se dieran cuenta de que tendrían que pelear para liberarse del nuevo Imperio Británico, lo cual llevó a la Revolución Americana. Y sólo los traidores y sinvergüenzas en nuestro país aún se sentían leales a los británicos. ¡El mundo ha estado viviendo con un Imperio Británico! Como nación, como EU, amenazamos a ese Imperio Británico con una derrota de sus agentes dentro de nuestro propio país: ¡la Confederación! La Confederación la creó el Imperio Británico, la creó lord Palmerston.

Con la brillante política económica del presidente Abraham Lincoln durante la guerra, EU se convirtió en una nación continental: construyó un ferrocarril transcontinental, y trajo inmigrantes de Alemania y otras partes para poblar el interior. El 6 de enero de 1839 se completa la construcción del Gran Ferrocarril del Norte en Scenic, en el estado de Washington. (Foto: Sociedad de Historia Forestal de EU).

Los derrotamos, y desarrollamos una nación continental, lo cual siempre ha sido nuestra política: aceptar la frontera canadiense, aceptar la frontera mexicana y tener nuestros linderos en los océanos Atlántico y Pacífico. Habríamos de desarrollarnos como un Estado nacional soberano continental.

Y lo hicimos; lo hicimos con los ferrocarriles transcontinentales y otras cosas; lo hicimos con la migración desde Europa y otras partes. Tomamos regiones completas de tierra, trajimos a alemanes de varias partes en Alemania a EU, a las Dakotas y a otros lugares, a Nebraska. Eran agricultores. Les dimos extensiones de tierra, les dimos ayuda. Construimos un sistema de apoyo. Nos convertimos en la nación más poderosa de todos los Estados nacionales individuales de este planeta. . . ¡en condiciones de guerra civil!

Lo que desencadenó esto en Europa fue un deseo de liberarse del Imperio Británico. Sucedió tras la caída de Napoleón III en Francia, con lo que aconteció allí. Sucedió en Alemania de un modo muy significativo: Bismarck respondió al éxito americano y desafió al Imperio Británico; no procurando la guerra, sino desafiándolo en materia de desarrollo económico. El gran científico [Dimitri Ivánovich] Mendeléiev asistió a la convención de Filadelfia de 1876, y regresó y convenció al Zar de construir el ferrocarril transcontinental. Alemania decidió construir ferrovías desde Berlín hasta Bagdad. Hubo una gran construcción ferroviaria. Hubo grandes cambios en las leyes de Alemania; las reformas de Bismarck de 1877–1879 se efectuaron directamente en consulta con EU, por parte de redes estadounidenses importantes, de la tradición de[l presidente Abraham] Lincoln.

Al Imperio Británico no le gustó, ya que si las naciones de Europa, las naciones de Eurasia desarrollaban su propio territorio con ferrocarriles, en especial de la clase que construimos como ferrocarriles transcontinentales en EU, entonces, mediante ferrovías, ¡podrían desarrollar métodos económicamente más eficientes para transportar bienes a distancias más largas de lo que puede hacerse por agua, por mar! Ése era el asunto. Si tienes el control interno de tu propio territorio, un control interno eficiente, y tecnología y ciencia modernas, no usas métodos ineficaces para transportar bienes, o sea marítimos, porque puedes hacerlo por tierra. Y cada pulgada de movimiento por tierra, en transporte a gran escala bien organizado, ¡aumenta las facultades productivas de la economía nacional! El transporte marítimo, en tanto tal, no contribuye con nada a la economía. Es el fraude geopolítico.

Y ahora hemos llegado a un momento, con la levitación magnética y la clase de proyectos de los que Helga [Zepp–LaRouche] informaba antes, en que podemos crear sistemas para tomar regiones del mundo que antes se consideraban indeseables o que no podían desarrollarse, en donde el progreso es potencial. Ahora tenemos los medios, en todo el planeta, para transformarlo, para aumentar los poderes productivos del trabajo, la capacidad de sobrevivir, para llevar una vida decente ¡como nunca antes en la historia de la humanidad! Con nuevas formas de transporte colectivo por tierra; con acento en la fuerza nuclear, en formas de fisión nuclear superiores, en cuanto a desarrollar isótopos y cosas por el estilo; con la gran necesidad que las grandes poblaciones de China, India y otras partes tienen de esta clase de tecnologías, de este tipo de recursos, para abrir las regiones inaccesibles en las que se encuentran las materias primas de este planeta, ahora podemos pasar a asegurar el abasto de esas materias para el desarrollo de la gente, incluso en las regiones más pobres del mundo. Tenemos ese potencial ahora, lo tenemos frente a nosotros.

¿Qué representa esto? Esto representa una amenaza al Imperio. EU, que en 1945 era la nación más poderosa que jamás había existido, ahora es sólo ruinas. Y, excepto por el armamento nuclear, no tiene mucho poder en el mundo. Está en ruinas. Todo este tiempo, en especial desde 1648, desde el tratado de Westfalia, el asunto ha sido el desarrollo de los Estados nacionales soberanos, de conformidad con la Paz de Westfalia, en todo el mundo. Hemos demostrado en Europa, en EU y en otras partes que puede hacerse. La cosa es continuar con el trabajo.

¡Pero!, lo que esto representa, el objetivo mismo de hacer realidad ese mundo, es una amenaza a la existencia del imperio en cualquiera de sus formas. Y, por consiguiente, lo que EU representaba el día en que Roosevelt murió, era la amenaza más grande que el Imperio Británico jamás había enfrentado. Y todo lo malo de importancia que le ha pasado al mundo desde la muerte de Roosevelt, ha sido obra de fuerzas con centro en los liberales angloholandeses de Europa, pero con elementos traidores de mi propio país; elementos traidores, como algunos de nuestros presidentes anteriores, e idiotas, como uno de los actuales.

Luego de la muerte de Franklin Delano Roosevelt, EU progresó a estirones y jalones. El presidente John F. Kennedy trató de revivir la tradición de Roosevelt, pero, con su asesinato en Dallas el 22 de noviembre de 1963, hubo un cambio de fase. La crisis por la que hoy pasamos empezó con ese asesinato. El Presidente y la primera dama Jaqueline Kennedy, momento antes de que le dispararan. (Foto: Victor Hugo King/Biblioteca del Congreso de EU).

Por tanto, la cuestión geopolítica sigue siendo la misma. No es la geopolítica de la tierra firme contra el mar; es el hecho de que ha llegado la hora en que, en lo tecnológico, el largo período en que el poder descansó en la fuerza marítima, a diferencia de la terrestre, se acabó. Hemos llegado al momento en que podemos aportar, por tierra, en el desarrollo del territorio, un poder mucho mayor, una eficiencia mucho más grande en la economía que por mar. ¡Oh, sí usaremos el océano! El océano tiene muchos minerales; tenemos que administrarlos. Los usaremos de muchas otras formas. Pero el poder básico de la fuerza productiva yace en eso. Y la fuerza productiva no sólo descansa en la población; yace en el desarrollo de la gente, en el desarrollo de sus tecnologías, de su libertad para inventar, del poder de descubrir, de regocijarse en el mejoramiento.

Así que ésa es la pelea.

¡Y ése siempre ha sido el problema de las guerras, desde el Renacimiento del siglo 15! ¡El meollo de toda gran guerra europea ha sido ese problema! Detengamos este sistema imperialista; ya sea el antiguo imperialismo persa, el del Imperio Romano o el Imperio Bizantino, o el sistema medieval veneciano cruzado, o el Imperio Británico. El reto para la humanidad es volverse humana; tenemos que deshacernos de este factor del imperio.

Tenemos que crear un sistema de Estados nacionales soberanos que se funde en el uso de la cultura de un pueblo, y en el desarrollo de esa cultura, para permitirle a la gente participar con igualdad en la labor de una comunidad de naciones, de naciones soberanas, y desarrollar al hombre del modo que puede desarrollarse.

Y de eso se trata esta crisis.

Largas guerras inútiles

No empezó hace poco. No comenzó con la muerte de Roosevelt. Ya estaba ahí; era la gran crisis de largo alcance de la humanidad, desde lo más remoto que conocemos de los intríngulis de la historia de cualquier parte del mundo, hasta cerca del 700 a.C., para el caso de Europa.

Lo que sucedió es que la crisis que hoy enfrentamos comenzó como la Guerra Fría. EU siguió prosperando, con algunas altas y bajas, hasta que asesinaron a John F. Kennedy; seguimos progresando, pero todas las pruebas están ahí. No necesitamos debatir eso. Pero al comienzo de la llamada “Guerra Fría”, la guerra de recolonización y para buscarse una guerra con la Unión Soviética sin motivo alguno —no por parte de Stalin; sólo del lado británico—, ahí comenzó la crisis, porque la cuestión geopolítica era lo que motivaba tanto a Londres como a esas fuerzas con centro en la Ciudad de Nueva York que relacionamos con la oligarquía financiera, la gente que impulsó a Hitler y la que impulsó esto. En ese tiempo era imposible suprimir a EU, como lo que se había convertido con Roosevelt, porque teníamos un gran potencial productivo. La guerra había despedazado al mundo; Europa nos necesitaba para la reconstrucción, la Unión Soviética nos necesitaba para reconstruir, China nos necesitaba para construir, y así sucesivamente.

Así que seguimos adelante a estirones y jalones, hasta que asesinaron a John F. Kennedy. Ése no fue un error de [su supuesto asesino, Harry Lee] Oswald ni de ningún bando; fue a propósito. La intención era destruir a EU. John Kennedy, a diferencia de su padre, llegó a la presidencia en asociación con la tradición de Franklin Roosevelt. Hizo campaña a favor de revivir la iniciativa de Roosevelt.

De modo que tenemos una fase que va de 1945 a 1964, al asesinato de Kennedy y demás —el 63 y lo que pasó después—, tenemos un período en el que la economía de EU aún era poderosa y seguía en crecimiento, la calidad de vida de la gente seguía en aumento. Entonces algo empezó, y aquí es donde comienza la crisis. La crisis en que vivimos hoy empezó de hecho con el asesinato del presidente John F. Kennedy. La raíz de la crisis ya existía, y era el conflicto entre EU y el Imperio Británico, en esencia desde la victoria de Lincoln contra la marioneta británica a la que se llamó la Confederación. Pero la capacidad de arruinar la economía estadounidense, el sistema estadounidense, surgió con el asesinato de Kennedy.

Lo que pasó, por supuesto, como saben, es que nos metimos en la guerra en Indochina. Nunca hubo una maldita buena razón para meternos en esa guerra en Indochina, ¡ninguna! Teníamos la política equivocada, y tratamos de embutirle la política equivocada a Ho Chi Minh. Ho Chi Minh era un hombre con una disposición muy favorable hacia EU. ¡Fue aliado de EU cuando Roosevelt era presidente! Se hubiera respetado cualquier trato decente que EU le hubiera dado [a Ho Chi Minh]. Podría haber sido difícil, pero se supone que la diplomacia es para sortear dificultades. El hecho de que sea difícil no es razón para evitarla.

Con esta guerra hicimos lo mismo que el Imperio Persa le hizo a Atenas cuando ésta cometió un crimen de guerra contra la población de Melos. Lo habían derrotado por mar —lo flanquearon y, por ende, fue derrotado por tierra—, pero esto llevó al Imperio Persa, con su introducción de la sofistería, a conquistar mediante la secta de Delfos, ¡mediante la corrupción de la sofistería que destruyó la moralidad de Atenas y la indujo a cometer crímenes contra sus vecinos y aliados!, cosa que continuó como la guerra del Peloponeso. ¡Y Atenas no se ha recuperado desde entonces!

En el transcurso de la historia de la humanidad desde el ascenso de la civilización europea con centro en Grecia y Cirenaica, como aliada de Egipto, y de los jonios y etruscos, más o menos desde el 700 a.C., desde ese período del nacimiento de lo que es una civilización claramente europea, que es única —hubo indicios de ella antes, pero es única—, a esta civilización se le ha destruido constantemente, en sí misma, con esta clase de métodos.

El método más frecuente son las guerras prolongadas, como la del Peloponeso; una guerra sin propósito, es decir, sin propósito moral, sin objetivo, sin un objetivo estratégico. Uno se mete a una guerra muy a fuerzas y con presteza, cuando no te queda de otra; entras y te sales lo antes posible. No alargas una guerra. No quieres que tu nación libre una guerra por dos o tres años; ¡quieres que sea breve, al grano y salirte! Y el arma bélica principal hoy es la buena diplomacia. No hay condición ni conflicto en este planeta que, en general, no pueda manejarse con diplomacia o con la ayuda de la buena diplomacia, incluso todo el desastre del Sudoeste de Asia.

Así que tuvimos esa guerra.

La destrucción de EU

Entonces tuvimos a los sesentiocheros; y éste es un tema muy delicado en Europa, así como en EU. ¿Qué fueron los sesentiocheros? Remontémonos a principios y mediados de los 1950; hay dos libros que fueron más bien populares en ese período: uno se llamaba La clase media en Norteamérica —el primero—; el segundo, El hombre organización. La población estadounidense de mi generación tuvo hijos —tuvieron hijos a los que les inculcaron cierta ideología, que fueron condicionados a enseñar—, a los que vino a conocerse como la generación del 68. No era una generación biológica, sino cultural, o yo solía llamarla degeneración cultural.

Así que esta generación tiene una peculiaridad estratégica que, por otra parte, no encontrarán en la historia; no que yo sepa, no en la de EU desde que mi primer ancestro desembarcó ahí a principios del siglo 17. Toda tradición cultural de EU, como de Europa en general, la han impuesto individuos que se consideran adultos, como una generación adulta que engendrará una generación de hijos, que a su vez engendrará una generación de nietos. De modo que el sentido normal del interés propio de una persona saludable en una cultura sana es que sabe que va a morir y, por tanto —obviamente el propósito de la vida no es morir; es una contingencia de la vida, no es un propósito de la vida—, el propósito de la vida es usar lo que tienes, en tanto vida, en tu desarrollo, en tu propio desarrollo, en lo que crees bueno, en tu contribución para al menos tus hijos y tus nietos. Ésa es la moralidad elemental prácticamente en cualquier parte del mundo en la que la hay.

La generación del 68 carecía de moral. Y ésta no es una generación biológica, es la llamada “generación de corbata” de un grupo de personas que fueron educadas del mismo modo en que se produjo la sofistería en la Atenas de Pericles: mediante una corrupción, una corrupción cultural que se introdujo, una corrupción existencial de la que fueron típicos Hannah Arendt, Theodor Adorno y demás en Alemania, y también Bertholt Brecht. Esta corrupción, esta corrupción dionisíaca nietzscheana de la cultura, se indujo como un método de educación y de cultura familiar en EU. Esto se asoció con el período de un reino de terror que alguna gente relaciona con el nombre de “macartismo”, en el que si querías tener un puesto seguro y sacar ventaja, bueno, tenías que pasar por la universidad, trabajar en un lugar que pudiera acreditarte; de otra manera, no podrías tener la clase de hogar que querías. Pero, a condición de conservar tu acreditación, a varios niveles, tanto el formal como en otros sentidos, tenías que comportarte de cierta manera. Y lo principal era que le enseñaras a los niños a no hacer nada que pusiera en riesgo a sus padres y su ingreso, ¡porque todo ese jugoso ingreso de clase media se desvanecería!

El desdén de la generación del 68 por todo lo que tuviera que ver con el trabajo se extendía a cualquier cosa productiva: la tecnología, la energía nuclear, etc. A lose sentiocheros se les manipuló fácilmente con fraudes tales como el del accidente en Three Mile Island, que se usó para frenar la energía nuclear en EU.

Entonces, esta generación vivió el efecto de choque, cuando niños; en su mayoría nacieron entre 1945 y 1958, porque fue en el viejo período en el que a los miembros adultos de la familia en la llamada clase de corbata se les metió esta idea de que “la habían hecho”. No eran como la clase obrera, a la que trataban como inferior —los granjeros, los obreros, etc.—: “Oh, son inferiores. Nosotros somos la generación dorada. Trabajamos en los emporios, de corbata. ¡Somos ingenieros, somos esto, somos lo otro! ¡La hicimos! ¡Somos la ‘generación dorada’!” Y saturaron a la generación de sus hijos con esta idea, como si fuera un modelo dinámico ideal.

Y así, esto llegó a su fin, porque la depresión del 57–58 le aguó la fiesta a los papás de la generación del 68. Tuvimos el estallido en Europa, como en EU, por las mismas razones en general: el llamado estallido sesentiochero, que se tramó de antemano, que se tramó a partir del período de la posguerra como una operación para destruir la cultura. Como en el caso del Paris Review, por ejemplo, que es una de las abominaciones típicas de esta destrucción sistémica de la cultura a manos de gente que sigue siendo enemiga mía hoy día, como John Train y su turba ahí. Nos destruyeron. Ahora bien, ¡esta generación odiaba a los trabajadores! ¡Los jóvenes, los sesentiocheros, odiaban a los obreros! Odiaban la industria, odiaban la tecnología, odiaban la cultura clásica, y, de 1968 en adelante, hicieron dos cosas: destruyeron al Partido Demócrata en EU, por la división entre los de corbata y los de clase obrera en su seno en cuanto al asunto de la guerra de Vietnam y demás; ¡eso destruyó al Partido Demócrata! Eso nos trajo a Nixon y su Gobierno, que fue un vehículo para ejecutar la destrucción de la economía estadounidense. Prácticamente desde el día que Nixon asumió la presidencia y se dijo seguidor de Adam Smith, ése fue el comienzo, ésa fue la señal. Y de ahí en adelante pasamos por esto.

Pasamos por varios períodos, y los repasaré para identificar esto. Acuérdense que esto tuvo como telón de fondo la larga guerra en Indochina de 1964 a 1975, aproximadamente, este período del 72 al 75. La guerra de Indochina fue el hito que engendró a la “generación del odio”, llamada la “generación del 68”. Y esa generación le dijo “no” a la energía nuclear, “no” a la tecnología, “no” a más inversión en infraestructura. “Queremos fumar nuestra mota y meternos nuestro LSD. Queremos nuestra loca vida sexual; inventamos nuevos sexos, y los vamos a probar todos”.

De manera que por lo que pasamos, con la flotación del dólar, es que disolvimos el sistema de Bretton Woods e iniciamos un proceso de liberalización, que es la raíz de la destrucción de la economía y del sistema financiero mundial hoy, en especial de EU y Europa. Pasamos por una segunda fase: la destrucción de la economía, lo que hizo la Comisión Trilateral, esa turba. Entonces, lo que hicimos fue destruir la estructura económica. Lo primero que hicieron fue montar lo de Three Mile Island, que fue una operación montada para deshacerse de la energía nuclear. Así fue que lo hicieron. También destruyeron todo método de estabilización que Roosevelt estableció para la economía nacional. Desencadenaron un reino de la usura: borraron de la contabilidad toda ley contra la usura en EU, destruyeron el sistema hipotecario con el que se impulsó la vivienda en el período de la posguerra, y siguió saqueándose al sistema bancario, a la clase de banca, de bancos inmobiliarios que se asociaban con el fomento de la industria de la vivienda.

En 1981 ya habíamos pasado por dos fases: habíamos destruido el sistema monetario internacional del que dependían nuestras vidas y el integumento de la cultura político–económica de EU.

Vino Reagan y, por razones particulares, tuvimos a muchos demócratas que dejaron el Partido Demócrata y se sumaron a Reagan, por lo mucho que odiaban al Partido Demócrata por lo que hizo para destruir la economía y la vida social del país.

Esto llevó a un período de derrumbe continuo de la economía estadounidense en el lapso de 1981 a 1987. En octubre de 1987, en las dos primeras semanas de octubre, tuvimos una depresión como la de 1929, en cuanto a los mercados. Así de hondo fue el derrumbe, tanto como con Hoover. Pero, ¿qué pasó? Se tomó una decisión. En ese tiempo Paul Volcker era presidente de la junta de la Reserva Federal, y no estaba seguro de qué hacer. Pero Alan Greenspan, a quien habían nombrado para el cargo, dijo: “Paren todo, que yo voy a arreglarlo. Aquí vengo”. Así que de 1988 al 2007, y a la fecha, pasamos por un período de demencia monetaria en el que hemos destruido buena parte de la economía mundial.

Por ejemplo, ¿de qué depende la economía física de EU, la economía industrial de EU? De la producción relacionada con lo militar. Halliburton, por ejemplo; la guerra en Iraq es una forma de hacer dinero para las firmas que fabrican productos y desempeñan labores militares disfrazadas de civiles, para la guerra. Lo que hemos hecho con esto es cambiar el carácter de la sociedad.

La ‘revolución en los asuntos militares’

Y hay algo más importante en todo este proceso: acuérdense del libro de Samuel P. Huntington que se llama El soldado y el Estado, que de hecho es un eco, no sólo del sistema nazi, del sistema nazi de la SS nazi, sino también de antes, de las legiones romanas. A esto en EU hoy se le llama la “revolución en los asuntos militares”. Esto es lo que está llevándose a cabo con la creación de ejércitos privados, o sea, con la eliminación de todo ejército; por eso no se acongojan mucho cuando el Ejército estadounidense se hunde en Iraq, porque están eliminando todos los sectores castrenses, excepto la Fuerza Aérea y sistemas relacionados. Porque el objetivo con este gobierno, de continuar, era tener sistemas de armas espaciales, de modo que, en algún lugar de la Tierra, con un monopolio de armas espaciales, puedas oprimir un botón y aniquilar a cualquier segmento de la raza humana que decidas eliminar. Así que quieren un sistema espacial, un sistema espacial internacional con el cual tiranizar al mundo, del modo que las legiones romanas lo intentaron cuando hacían esa clase de cosas.

Desde que se puso a Dick Cheney como secretario de Defensa en el Gobierno de Bush padre, la política de EU ha sido la revolución en los asuntos militares. Gente como George Shultz es parte de esto; Félix Rohatyn, un verdadero dictadorcillo fascista de las finanzas, es parte de lo mismo: la revolución de los asuntos militares.

La otra cara de esto es la globalización. Una característica de la globalización es el fraude del dizque calentamiento global, pues no hay ningún científico competente que crea en él, a menos que sea un mentiroso. No puede creer en él; contradice toda ciencia y no hay pruebas que los sustenten. Pero la filosofía verde, tal como se usó para destruir la energía nuclear y otras cosas en Alemania, esta ideología, es una de las armas, junto con la revolución en los asuntos militares, que caracteriza un cambio en las características culturales de la población de EU y otros países.

Esto es otra versión de la tradición de la secta del Apolo dionisíaco, que es lo que vimos con el Paris Review, por ejemplo, allá en los 1950 y demás.

Ahora bien, esto es lo que Eisenhower definió, en sus últimos días como presidente, como un “complejo militar industrial”. Ése es el significado de “complejo militar industrial”. Pero, lo que quiso decir al referirse a lo que había pasado bajo la dirección británica con la muerte de Franklin Roosevelt y la llegada de Truman, es: Hemos seguido ese camino hacia esta “reforma en los asuntos militares” ¡para eliminar al ejército cívico!, para eliminar a las fuerzas armadas nacionales, en tanto fuerzas nacionales, y cederle cada vez más el control militar a manos privadas, a las manos de agencias supranacionales. ¡Éste es un verdadero imperio! Éste es el “nuevo imperio”, la nueva forma de lo que Gibbon le propuso al jefe de la operación británica, lord Shelburne, en la [Historia de la] decadencia y la caída del Imperio Romano.

De nuevo, el meollo de esto es el sistema liberal angloholandés que el Imperio Británico representa. Ahí es donde está el problema.

Ésta no es una guerra entre naciones, no son guerras entre naciones, no son conflictos estratégicos entre naciones; eso no es lo que lo mueve. Lo que mueve la cosa es una pugna del legado imperial y de la forma del imperio, desde antes del gran concilio de Florencia del siglo 15, hasta el presente. Es la decisión de eliminar del planeta al Estado nacional soberano en tanto institución, para establecer la llamada “globalización”.

Maastricht vs. el Estado nacional

Por ejemplo —y llegaré a esto en el siguiente pasaje aquí—, el problema que enfrentamos hoy es que Europa, en particular, Europa Occidental y Central, no funciona. ¿Por qué no funciona? Porque Maastricht, como se aplica al presente, ha destruido la soberanía real de los Estados nacionales de Europa Occidental y Central. Las decisiones soberanas que se fundan en el interés nacional ya no son un derecho del pueblo ni del gobierno de estas naciones, mientras este orden siga en pie. El tratado de Maastricht lo hizo. Por ende, la gran reforma que tenemos que hacer —que es a lo que voy ahora— no puede emprenderla ni iniciarla nadie en Europa Occidental ni Central, ni gobierno alguno; no se puede. ¡Han perdido su independencia! ¡Han perdido su soberanía! Maastricht les robó la soberanía. Maastricht lo planteó como una propuesta británica, pero ellos no se sumaron; era para consumo de los demás, no el suyo, ¿mmh?

Por consiguiente, dependemos de esas naciones que aún tienen un sentido de soberanía y poder, en tanto combinación, para efectuar esas reformas que eliminen todo lo que salió mal, en general, desde la muerte de Roosevelt. Ésa es la cuestión; ésa es la cuestión en toda lucha de alguna importancia en este planeta.

De ahí que dependamos de hacer que EU reconozca su propio interés. Y esta legislación que propuse, que gente en el Congreso viene impulsando, sobre esta protección de la vivienda y de los bancos, sencillamente es la clase de medida que movilizará al pueblo estadounidense para que recupere su soberanía, su sentido de soberanía. En estas condiciones, condiciones en las que el Presidente de Rusia ha procurado asiduamente algo de cooperación con EU, como es debido —desde la primera vez que Putin se reunió con Bush se apegó a esa política de manera reiterada, y la continúa ahora—, sectores importantes de las instituciones estadounidenses continúan ese diálogo con el Gobierno de Putin. Les sorprendería saber algunos de los personajes involucrados en esto, pero ahí está.

Sólo si EU se percata de ese potencial y llega a un acuerdo con Rusia, que también tiene que acordarse con China e India, tendremos la posibilidad de una iniciativa que cambie el estado actual de las cosas, lejos de la destrucción, a un viraje inmediato hacia un nuevo sistema. Eso no quiere decir que hablemos de cuatro potencias que rijan al mundo; significa que necesitamos una fuerza preliminar en torno a la cual puedan aglutinarse las naciones del mundo. La necesitan; necesitan una fuerza preliminar de autoridad en torno a la cual puedan unirse para decir: “Yo también”. Entonces, podemos usar a las Naciones Unidas y lo que eso implica como un vehículo para realizar la intención de Roosevelt de crear un sistema de Estados nacionales soberanos, y de nada más que Estados nacionales soberanos en este planeta. Ahí es donde está el problema. Remontémonos a la muerte de Roosevelt; ¡ése es el problema! Y todo lo demás son distracciones, a menudo de personas que pretenden desviar nuestra atención de los problemas reales.

La creación de un sistema de crédito público

Esto implica un problema especial, y aquí es donde me pongo un poco técnico, pero es necesario: no hay modo, ningún modo concebible de rescatar los sistemas monetario–financieros que existen entre las naciones ni el de nación alguna. El grado al que están quebrados los sistemas financieros actuales es tan avanzado, que no hay modo de refinanciar nada de esto en el ámbito del sistema. Sólo se puede hacer una cosa, y de ahí viene el único método que puede funcionar: lo que se puede hacer es poner a todo el sistema monetario–financiero internacional en bancarrota.

Ahora bien, eso puede hacerse fácilmente, en lo técnico, porque estos sistemas están tan entrelazados que no hay tal cosa como un sistema monetario–financiero nacional. Los bancos de EU, los de Europa, ¡no son dueños de nada! Los fondos especulativos los controlan. Los fondos especulativos han usado a los bancos como escusados; ¡los visitan de vez en cuando para buscar alivio! Los bancos carecen de recursos. No se trata de determinar cuantos centavos por dólar les corresponden; es imposible. ¡No hay reforma que pueda funcionar en el marco del sistema! No sólo porque no puede funcionar nacionalmente ni para un sistema entero. Todos los monetaristas pueden quedarse sin trabajo; ya no necesitamos monetaristas. De hecho, ¡quisiéramos deshacernos de ellos!

Con la ley de Protección a los Bancos y Propietarios de Vivienda de LaRouche, no se desalojará a nadie de su caso por la ejecución de su hipoteca. Aviso de embargo en Leesburg, Virginia, que es el "epicentro" del estallido de la burbuja hipotecaria estadounidense. (Foto: Stuart Lewis/EIRNS). Sólo el gobierno federal tiene la facultad de emitir moneda. El nuestro es un sistema de crédito, no uno monetario, que en lo primordial emitirá crédito para la construcción de infraestructura a gran escala, a fin de reconstruir la economía física de EU, dice LaRouche.

Porque tendremos que pasar a un sistema mundial completamente nuevo, y tendrá que pasar dando cierto paso. Éste es el remedio: lo que hay que hacer es adoptar mi pequeña propuesta para esta legislación nueva, para poner bajo protección federal a los hogares, a los hogares hipotecados, pero a los hogares en general, y a los bancos; es decir, a los bancos legítimos, a los que en realidad reciben depósitos y hacen préstamos, y hacen esa clase de negocios. Los necesitamos, y todo el mundo lo sabe. Necesitamos estos bancos, porque son de los que depende la comunidad para manejar sus asuntos. Sin estos bancos, las comunidades no funcionan, así que, aunque estén quebrados, esta ley los protegerá.

En segundo lugar, no se desalojará a nadie de su casa por un embargo ¿Vamos a ejecutar las hipotecas? ¡No! ¡No vamos a ejecutar nada! Nada más vamos a tomar todo este paquete de papeles hipotecarios, lo vamos a tomar en un solo paquetote y a decir que lo congelamos todo. Lo interviene todo el gobierno federal. Y se va a quedar ahí, y arreglaremos, a ese respecto, que la gente que vive en esas casas le pague algo cada mes al banco pertinente, ¡pero permanecerá en su vivienda! No trataremos de cobrar las cuentas, porque sabemos que el valor de estas hipotecas caerá a una pequeñísima fracción de su valor nominal actual. Así que, cualquier intento de hacer una quita a algunas de las hipotecas o de comprar parte de ellas no va a funcionar, porque desconocemos a cuanto “desciende” el valor intrínseco de estas hipotecas, ¡pero desciende por ahí, “muy abajo”!

Por tanto, nuestro problema es cómo evitar una desintegración de la economía estadounidense, en particular. ¿Cómo evitas una desintegración? Bueno, ¡la congelas! Es como declarar a una empresa en bancarrota, como intervenirla para protegerla; la congelas.

Ahora le corresponde al gobierno federal, es su responsabilidad en algún momento en el futuro, limpiar este cochinero. Entre tanto, se congela. La gente permanecerá en su casa; pagará una cantidad razonable, el equivalente de una renta, a cuenta de esa hipoteca, ¡pero la hipoteca la conservará el banco! No intentaremos renegociarla ahora.

En otras palabras, estamos creando un muro de contención para parar una reacción en cadena que ya está en marcha. Tendremos que hacer lo mismo en otras categorías. ¿Qué significa eso? Que el gobierno federal —y le recomendamos de todo corazón a los europeos y a otros gobiernos que hagan lo mismo—, ante esta situación, tiene que reconocer que debe eliminar el factor del sistema actual de la vida económica y relacionada de la población de la nación. Y sólo al neutralizar esto, al encerrarlo en una jaula. . . Es como una ardillita en su jaula: déjala que corra tan rápido como quiera, pero ahí se va a quedar.

Porque vamos por un sistema de nuevo cuño. Nos saldremos de un sistema monetario que sirve de fundamento para los imperios de los que hemos venido hablando, y vamos por un sistema de crédito público, que es lo que prescribe la Constitución de EU. La Constitución estadounidense dice: “No somos propiedad de los bancos; no somos propiedad de los banqueros. Nosotros poseemos a los banqueros”. Porque, en nuestra Constitución, la impresión o emisión de moneda, o prometer la puesta en circulación del dinero que se creó, es facultad del gobierno federal. Los estados no tienen la facultad de emitir moneda; sólo el gobierno federal tiene la facultad de hacerlo, y sólo lo hace con el consentimiento de la Cámara de Representantes.

Ahora bien, la emisión de moneda con este modelo es un sistema de crédito, no uno monetario. El gobierno emite moneda o crédito hasta una cantidad de dinero que puede emitirse, del modo que Congreso se lo permite: el Congreso somete a votación un proyecto de ley, y el gobierno puede emitir una cantidad dada de moneda a cuenta de la deuda de EU. Ése es el equivalente de dinero.

Diagrama para organizar la recuperación económica de EU. Un Banco Nacional de Infraestructura emitirá crédito para el desarrollo físico–económico a gran escala; esto se conjugará con legislación federal para crear millones de empleos productivos nuevos en los sectores tanto público como privado.

¿Qué haces con él? Bueno, puedes hacer cosas que son necesarias, pero también algo mucho más fundamental: usas primordialmente este dinero que creaste, este crédito, para la construcción de infraestructura a gran escala. Porque la construcción de infraestructura a gran escala —y escasea mucho en EU y en Europa en estos momentos— implica que todo lo del sector público —plantas de electricidad, sistemas de transporte colectivo, de salud, etc.— es esencial para todos los sectores de la población. No tienen control sobre la necesidad que tienen de ellas, ¿mmh? Son servicios de los que dependemos, así que emitimos crédito, lo emitimos para reparar la infraestructura, para darle mantenimiento.

Ahora bien, cuando empiezas a reparar la infraestructura, entonces en realidad pones al resto de la economía a funcionar, al contribuir a esta labor de fortalecer la infraestructura. De modo que ahora le otorgas crédito a la gente encargada de esto. Ahora estás en el sector privado e invitando a participar a las empresas que suministran este o aquel servicio, tal o cual trabajo. Y ahora estimulas los negocios de la comunidad con la infraestructura para el futuro, y lo haces de modo que se mantiene un equilibrio proporcional entre el sector público y el privado.

Pero, ¿cómo va a funcionar esto? Tomemos otro problema aquí. Tenemos ahora una situación de flotación de las monedas. En condiciones de flotación de las monedas, el costo de los préstamos no puede controlarse; porque, si la moneda que mercas se devalúa en relación con la tuya, ¿cuánto cobrarás como tasa de interés? Así, la tendencia en una economía en decadencia con tipos de cambio flotantes es, por un lado, a demandar crédito barato, y, por el otro, a negar la posibilidad de generarlo a través del sector privado o de la banca central.

De ahí que tengamos el problema de que, para el desarrollo mundial, debemos tener un sistema internacional de tipos de cambio fijos. ¿Qué significa esto? En esencia, que de hecho tratas, tanto como sea posible, de congelar las monedas a su valor relativo actual; congélalas.

Y luego recurres a un sistema de crédito público estatal. ¿Cómo creas el sistema de crédito público del Estado? Bueno, tenemos a China, a India, a Rusia, tenemos a EU y a otras naciones, que necesitan muchas cosas, y estas cosas implican una gran dependencia del comercio, de comerciar bienes; por tanto, si vamos a emitir préstamos y crédito a través de las fronteras nacionales, debemos tener un sistema de tipos de cambio fijos. De otro modo, ¿cómo determinaremos las tasas de interés para préstamos de mediano a largo plazo?

¿Qué tenemos que hacer ahora? Uno se pregunta: “¿Cuál es el fundamento de un sistema crediticio internacional? ¿Un sistema monetario?” No. El sistema monetario fue una mala idea, no funcionó muy bien; nos deshacemos de eso. Vamos a tener acuerdos a largo plazo. ¿Qué quiero decir con “a largo plazo”? A 25 o 50 años, mínimo; que los gobiernos del mundo harán acuerdos, acuerdos de largo plazo, en la forma de acuerdos comerciales y otros relacionados, en un sistema de paridades fijas; y en vez de tratar de equilibrar el sistema dejando que las monedas floten, lo haces dejando que los precios de los productos en el dominio de las monedas floten dentro de un margen regulado.

Además del "muro de contención" que se necesita para proteger a la población del caos económico, necesitamos otro, dice LaRouche, en la forma de acuerdos entre un grupo poderoso de naciones, que saldrán en apoyo y defensa unas de otras, para erigir un nuevo sistema que combata la globalización. El modelo histórico para este muro de contención es el tratado de Westfalia de 1648, que le puso fin a la guerra de los Treinta Años en Europa, al poner el "provecho del prójimo" por encima del propio. Gerard ter Borch plasmó la firma del Tratado en esta pintura.

El problema aquí es que, por un lado, tenemos que actuar de inmediato, tenemos que reunir a un grupo de naciones. . . Y estamos hablando de semanas ahora, ¡porque esto está reventando! Se acabó, la crisis no tiene fondo; ¡no lo tiene! O la paras con los métodos que he señalado, ¡o no la paras en lo absoluto! Y muy pronto tendremos algo peor que la Alemania de 1923.

No tienen alternativa, es decir, ninguna que sea racional. Háganlo, o si no, sufrirán lo peor. Los gobiernos tenderán a aceptar esto, sólo cuando perciban que no les queda de otra. Algunos gobiernos están clínicamente dementes, y no lo aceptarán, de modo que necesitamos un sistema estable, que se cree por el acuerdo de un número creciente de naciones que se sume a la lista de los que ya se incorporaron. Y, en esencia, trataremos de reformar la Organización de las Naciones Unidas para que cumpla una función acorde con esta clase de acuerdo.

La creación de un muro de contención

Para eso, estamos haciendo una transición de un sistema monetario a uno crediticio. Tenemos que darle un giro de 180 grados, porque una o dos semanas de caos pueden destruir tu país; no puedes dejar que pase. Por consiguiente, tienes que erigir un muro de contención. La ley de Protección a los Bancos y Propietarios de Vivienda es un muro de contención. El mercado de la vivienda representa una amenaza, una amenaza para el sistema bancario; es una amenaza para todo el sistema, Por ende, tenemos que proteger esos dos elementos fundamentales del sistema económico o, de otro modo, ¡no tenemos ninguna oportunidad de sobrevivir!

¿Estamos dispuestos a tapar el hoyo en el fondo del barco? Si no, no somos aptos para sobrevivir y nuestra eliminación probablemente ayude a la raza humana futura.

De ahí que necesitemos un sistema de muros de contención. Acabo de mencionar dos clases de muros de contención: mencioné esta ley, que es un muro de contención, es un muro de contención factible conforme al Derecho estadounidense; sólo necesitamos esta legislación —no más complicada que lo que he escrito—, que creará un muro de contención. Ahora bien, necesitamos otro muro de contención, necesitamos otro para hacer la transición, del sistema financiero estadounidense ahora vigente, al que vamos a instalar; para esto, también necesitamos un muro de contención en la forma de acuerdos entre un conjunto poderoso de naciones. En otras palabras, si la mayoría de las naciones poderosas del mundo acuerdan proteger algo, puede protegerse. Sin semejante acuerdo, no puede hacerse. Eso es un muro de contención. Si estas naciones acuerdan salir en apoyo y defensa unas de otras en cuanto a esto, a sabiendas de que lo que se juegan es su interés, crean un muro de contención, una transición del sistema fallido, el de la Guerra Fría, el actual, el de la globalización; estos sistemas fracasaron. ¡Tenemos que deshacernos de ellos de un solo tajo! Bueno, no puedes reformarlos pedazo por pedazo; tienes que crear un muro de contención para contener la enfermedad.

Tenemos que contar con el respaldo y el apoyo de un grupo lo bastante poderoso de bomberos para zanjar este cortafuegos. Esos bomberos son gobiernos poderosos que están de acuerdo en cooperar unos con otros para defender su interés mutuo; igual que el tratado de Westfalia, la Paz de Westfalia, se trata del interés del prójimo. Las naciones saben que se las lleva el infierno si no se protegen unas a otras; por consiguiente, el interés de las naciones es el que reconoció la gente de la Paz de Westfalia luego de la guerra de los Treinta Años, ¡que tuvo que recurrir a esto para protegerse! ¡Tuvo que anteponer el interés del prójimo primero! Y eso hizo que un muro de contención, y toda civilización europea decente desde entonces, dependiera de ese tratado de Westfalia de 1648. Necesitamos el equivalente de eso hoy: ¡muros de contención!

Y, sobre todo, necesitamos educar a la población para que entienda que no hay otra alternativa. ¡Porque no la hay! ¡El barco se hunde! ¡Repara la fuga o abandona el barco! No busques un camarote mejor.

Aquí hay un principio en juego, al que hay que apegarse; la mayoría de los sistemas de pronóstico económico que se emplean, los formales, los matemáticos, son basura. Un buen economista no depende del todo de las cifras. Un buen economista siempre mira lo que está detrás de los números, cuál es la realidad; no se guía por las cifras financieras. Nunca le crean a un contador. Usen al contador, empléenlo, pero nunca crean lo que escribe. Necesitas sus cifras, su cabeza, pero tú tendrás que decidir lo que significan en realidad, no él.

El problema es que en estos momentos funcionamos con economías posindustriales, no del todo en lo físico, sino en lo ideológico. Todas estas economías —miren al gobierno, al Gobierno de Alemania, al de otros países— representan sociedades posindustriales en lo ideológico. No comprenden la realidad. ¡No les gusta la realidad! Los saca de quicio, les estorba; la desatenderán siempre que les sea posible. “Si la realidad toca a la puerta, ¡no la dejaremos entrar!” Ésa es nuestra población actual.

Las fórmulas matemáticas no pueden describir una economía

El problema es que —hablando como economista, viendo la realidad como la conozco— vivimos en una sociedad demente en cuanto a este asunto. Tomemos el caso de Myron Scholes; es un buen blanco a atacar. Él fue el famoso pronosticador al que emplearon como matemático en el caso del [fondo especulativo] LTCM. Hizo un desastre, ¡y sigue haciéndolo! El negocio de los fondos de especulación, todos estos tipos funcionan con fórmulas matemáticas. ¡Todas estas fórmulas matemáticas son absolutamente ineptas! Son descabelladas. Saben a John von Neumann; y él era un idiota, un matemático, no un científico; era un matemático.

Por eso creen que, de algún modo, hay una ley, en alguna parte, que dicta los precios mediante alguna fórmula matemática. No hay tal ley; ningún economista cree eso. Todo economista competente ve la realidad física y piensa en las consecuencias, en las consecuencias físicas de determinada política o determinada tendencia; no en el movimiento de los precios como tal, no en el sistema loco de John von Neumann, que es lo que la gente usa.

"Tenemos que desechar la idea de que hay leyes matemáticas en el universo que determinan el valor del dinero", dice LaRouche. Si quieres entender de economía, lo que tienes que hacer en realidad es estudiar a Riemann y Vernadsky, "que tienen una buena comprensión de ciertas cosas nuevas muy importantes, y empezar a aplicar esa manera de pensar al modo en que funcionan o no funcionan nuestras economías". Leandra Bernstein (izq.) y otros miembros del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) estudian geometría en una escuela de cuadros que tuvo lugar en febrero pasado en Seattle, Washington. (Foto: Will Mederski/EIRNS).

El otro aspecto de esto, que le falla a la gente, son las tendencias. Creen en tendencias estadísticas, en función de sistemas cartesianos de sistemas matemáticos de un universo mecánico–estadístico. Piensan en cuerpos que flotan en el espacio vacío, y el espacio vacío es su cabeza. Tienen estos objetos, estas pelotas que flotan ahí, y ven su trayectoria en el espacio vacío de su cabeza. Y suponen que uno puede predecir un estado futuro en este vacío cartesiano, fundado en una tendencia estadística actual que extrapolan. Y lo que mete en aprietos a gente como Myron Scholes y compañía —¡y no se han rendido, ni siquiera después de la enseñanza de 1998!— es que creen que van a competir para aplicar la fórmula matemática correcta. Pero si usas la fórmula matemática correcta como ellos lo hacen, es como un montón de gente que le apuesta al mismo caballo en una carrera; y si se equivocan —que probablemente será el caso— van a perderlo todo.

Eso es lo que pasó con los fondos especulativos. Todos están usando esta clase de fórmula, la misma, las matemáticas que usa Myron Scholes; y todos están creando un sistema que se derrumba. Todos van a perder, ¡y toda la runfla de fondos especulativos está ahora irremediablemente en quiebra. No existen activos netos en el dominio de los fondos especulativos. Exigen que les den dinero, que los rescaten, como mendigos callejeros. Todos se fundan en la proyección de algo, como la de una pelota en el espacio vacío; es un sistema mecánico–estadísitico.

Las economías reales no funcionan así; funcionan en razón de leyes físicas, como sabemos —si es que sabemos de producción—; de una ganancia, mediante una tecnología, o de una mejora en la manera de emplear una tecnología; de la interrelación entre la infraestructura y la productividad en las manufacturas, esa clase de cosas. Son los factores físicos. Y tenemos una manera de tratar esto en la ciencia: en el griego antiguo, con la “dinámica” o dúnamis. En la sociedad moderna lo llamamos, desde Leibniz, “dinámica”.

La clase de dinámica que necesitas para entender una economía es la riemanniana. Es decir, vivimos en un universo en el que cualquier axioma y postulado o definición que se supone a priori es demente; está mal, es arbitrario. No obstante, vivimos en un universo que sí tiene ciertas leyes; tiene el equivalente de leyes universales. Un ejemplo de esto es la gravitación. Estas leyes definen un universo, no como uno cartesiano, no como algo abierto que se extiende ilimitadamente a infinito en todas direcciones. No, más bien ¡es un universo en el que hay ciertas cosas que lo confinan! Como las envolturas que encierran al universo y que afectan cada parte de él, como una envoltura, como la gravitación. La gravitación, como la definió Kepler, como la definió Einstein después, como la define Riemann, es un principio de la dinámica. Hablamos de principios universales.

Por ejemplo, la diferencia entre el hombre y el simio es un principio; es un principio universal. La humanidad es creativa, es decir, ¡tiene la capacidad misma de aumentar la densidad relativa potencial de población de su especie! Ningún animal tiene eso. Por tanto, ¡hay un principio que aparta a la humanidad de todos los animales! Esto confina al universo.

Cuando introducimos una red eléctrica o cualquier otra cosa en la forma de infraestructura en la economía, estamos creando una condición límite que contiene al espacio en el que nos movemos. Por ende, no determinas el valor en la economía con métodos cartesianos, con métodos estadísticos cartesianos. Lo determinas, si quieres hacerlo bien, de conformidad con los principios que confinan a la economía a la que te refieres. La manera en que diseñas la economía, en que diseñas su funcionamiento, la clase de tecnologías que desarrollas, el modo en que las aplicas, es obra de los principios físicos universales del universo, como has venido a conocerlos; o como cosas que has hecho, que has entendido que hiciste, y que hora confinan cómo te comportas. Y puedes ver para donde vas, porque piensas de esta manera.

Por eso he tenido el éxito como pronosticador que nadie más ha tenido, precisamente en cuanto a esta cuestión. Porque el ámbito económico lo dominan personas que creen en la contabilidad como fundamento para pronosticar; creen en los métodos mecanicistas cartesianos de pronóstico como una forma de determinar tendencias, y te dirán: “Vemos que los fundamentos son sólidos”. Alguien te dice: “Los fundamentos son sólidos”. ¡La economía se desploma! ¿Qué tiene de sólida? Éste es el Titanic, mi amigo; ¡se está hundiendo!

Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar

El otro problema que tenemos aquí es precisamente ése, que tenemos que cambiar nuestra forma de pensar, lejos de lo que hoy impera, y hacia lo que muchos entendían, como economistas, pero casi como por instinto. Estás bregando con una economía física, piensas en el efecto de los cambios a la estructura física de la economía, en el modo en que la gente vive físicamente, esa clase de cosas. Piensas en cómo esto afecta el futuro de la humanidad, no en lo estadístico. Y entonces, en razón de este conocimiento, inspeccionas algo, piensas en ello, y sales con algunas respuestas que son buenas aproximaciones; pero luego te das cuenta de que, bueno, una buena aproximación no basta, así que tendremos que investigar más y tratar de descubrir cuál es el principio que entra en juego aquí.

Y aquí es donde nos encontramos cuando tratamos de funcionar en la economía hoy día. En ninguna universidad se enseña una economía competente, en tanto teoría. Tenemos muchas cosas que sabemos de economía desde un punto de vista físico, de como afectan a la economía. Podemos hacer algunos supuestos muy buenos de mediano a largo plazo sobre qué hacer. Y si sabemos lo que hicimos y cómo pensamos en ello, y no funciona como pensamos que lo haría, podemos ir y ver cómo corregir nuestro error.

De modo que buscamos un enfoque de ciencia física, con mucho intento y error, y la perspicacia que exige. Y como nos tomamos la molestia de saber lo que hicimos, tomamos buenas decisiones. Si vamos como peritos en estadística y tratamos de pronosticarlo todo sólo con el método de Von Neumann, y con el suyo y de Morgenstern, entonces obtendrás incompetencia. Lo que tenemos ahora es una incompetencia radical.

Tenemos que desechar la idea de que hay leyes matemáticas en el universo que determinan el valor del dinero. No hay ninguna. Podemos armar sistemas de diseño de prioridades, de prioridades de inversión a largo plazo, de administración de monedas, de regulación de precios, de regulaciones de comercio justo que nos den una buena aproximación. Y si mantenemos a alguien a cargo de esto, para que se asegure que funciona como pensamos que lo haría, podemos hacer un buen trabajo. Y ésa es buena economía.

Pero, si quieres entender de economía, lo que tienes que hacer en realidad es estudiar a Bernhard Riemann y leer a algunos autores como Vernadsky, que tienen una buena comprensión de ciertas cosas nuevas muy importantes, y empezar a aplicar esa manera de pensar al modo en que funciona o no funciona nuestra economía. Y eso es lo que yo hago.

Hemos llegado a este momento en el que tenemos que efectuar un cambio. Olvidémonos de todos los hábitos acostumbrados que se han considerado aceptables, expertos. Reconozcamos que los expertos han creado este gran lío, este derrumbe, y no les pidamos su opinión sobre nada, sobre cómo creen que la regaron, porque todo lo que hicieron obviamente es un error. Todo gobierno del mundo ha cometido errores importantes. China parece exitosa, pero conozco algunos errores muy grandes que han cometido. India parece exitosa, pero sé que la pobreza ahí es más grande que antes. Han cometido algunos errores; el sistema de castas tuvo algo que ver con eso. Europa cometió errores; EU cometió equivocaciones.

De modo que lo que tenemos son buenas aproximaciones científicas. La ciencia nunca tuvo la última palabra; nos acercó más y más a la región imaginable de los principios. Y mientras recordemos cómo llegamos a ciertas conclusiones y estemos listos para reexaminarlas cuando las pruebas sugieran que es hora de refrescar un poco nuestra visión, eso funciona. Pero tenemos que alejarnos de todos los supuestos que hoy se enseñan y se creen en esta sociedad, en especial en la posindustrial, y emprender este cambio.

Se necesitan agallas, la misma clase de agallas que se necesitan para mandar en la guerra: tienes que tomar una decisión, tienes que pensar en las consecuencias si te equivocas, pero de todos modos tienes que tomar una decisión. Vamos a tener que empezar a pensar de ese modo, ya. Si no erigimos muros de contención, en vez de tratar de hacernos locos con esto, si no congelamos el sistema y nos aseguramos de mantener en marcha las cosas esenciales sin cambiar el paso, ¡no la vamos a hacer! Y será el fin de la civilización como la conocemos.

Oh, alguien regresará en algunas generaciones y empezará a reconstruir, pero la civilización, como nuestra generación la conoce, como la generación actual la conoce, cesará de existir muy, pero muy pronto, a menos que cambiemos nuestra conducta. Y, cuando más, puedo darles cierta idea de algunas de las cosas en las que tenemos que pensar.