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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 1
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¿Está el diablo en tu laptop?

Exactamente, ¿qué es un ser humano?

Analógico, digital y trascendental

por Sky Shields, miembro del LYM

Repasar la evolución de la especie humana —en particular los pasos radicales que se dieron durante el período de las políticas de recuperación económica de Franklin Delano Roosevelt— nos proporciona un ángulo único desde el cual abordar la enfermedad que representan los hoy extendidos fraudes “posthumanos” modernos. En vez de dar vueltas y vueltas tratando de refutar cada sofistería de los argumentos subyacentes del fraude de la cibernética, deberíamos hacernos la pregunta obvia: exactamente, ¿qué es un ser humano?

El argumento del reduccionista a este respecto pende de una sola sofistería, que es la misma que esgrime cuando le preguntan: “¿Qué es la vida?” Se pone a analizar todo lo del ser humano que no es característicamente humano, y a partir de eso concluye que el ser humano no es más que un animal un poco sofisticado. La reducción ridícula de lo singular de la especie humana a diferencias fisiológicas, tales como el tamaño del cráneo, la postura, la fisiología de la garganta o el pulgar oponible, es evadir adrede el asunto. No es menos ridículo que tratar de definir la vida desde la perspectiva de la química orgánica o la biología molecular; el reduccionista reduce el organismo a sus partes no vivas, antes que preguntarse qué lo hace vivo. Es como tratar de entender la idea que subyace en un gran poema analizando las letras del alfabeto que contiene y su interaccción. En esta etapa de la disección, la idea en consideración cesa de existir.

Como veremos a continuación, el lenguaje tiene un infinitesimal —una unidad básica—, pero no son las letras, como tampoco los átomos son los elementos fundamentales de un proceso vivo, al menos no los que se entienden como tales al presente. De modo parecido, una vez que reduces el análisis de la actividad humana a sus funciones animales, ya no puede debatirse en lo absoluto qué es un ser humano en realidad.

Nosotros adoptaremos el enfoque contrario y veremos al ser humano del modo que debiera considerarse propiamente cualquier gran composición, como un todo congruente. Con la guía de Platón en La república, analizaremos al ser humano individual como aquél que forma parte de la organización de la economía humana.

La economía humana —el progreso de la evolución de la especie humana en el planeta— se caracteriza por aceleraciones rápidas y repentinas del ritmo al que crece la población humana. Estas aceleraciones súbitas corresponden a períodos de reorganización social que se fundan en el progreso científico y tecnológico, en clara relación con el Renacimiento italiano del siglo 15, por ejemplo. Si reconocemos los períodos entre estos momentos singulares como “unidades” de la evolución humana, puede verse que esta suerte de desarrollo constante antientrópico de la especie humana depende por completo del descubrimiento y aplicación de nuevas ideas científicas y culturales. Es decir, esta clase de crecimiento característico, que no vemos en otras especies fuera de los cambios objetivos en su ambiente o de la evolución fisiológica, depende absolutamente de los poderes creativos del ser humano individual, los cuales se expresan en las esferas tanto de la ciencia física como de la cultura artística clásica. Así, la pregunta es si algún proceso no cognoscitivo (abiótico o incluso sólo biótico) puede reproducir esta clase característica de capacidad creativa. La respuesta es que la mente humana trasciende tales nociones bióticas y abióticas, del mismo modo que un círculo trasciende a un polígono infinito, y que sus partes vivas y no vivas no integran la mente humana más de lo que una infinidad de líneas rectas conforman un círculo. Saltos como los que normalmente se le atribuirían a cambios genéticos en una especie animal, mismos que ocurren en una escala de tiempo tan grande que a la fecha nunca se han observado de manera directa —cambios en la esperanza de vida, el uso de los recursos, la organización social y cosas por el estilo—, en el caso de la humanidad, los comprime la duración de la vida de un ser humano creativo. El ser humano individual, al igual que el círculo, es una sola idea que guía y dirige desde afuera a las partes que le dan expresión.

Lo que ejemplifica esta característica de la mente humana es su capacidad de descubrir y usar nuevos conceptos trascendentales, conceptos que de manera única definen el hecho de que trascienden por completo —infinitamente— los sistemas lógicos que los precedieron. El modelo de esta relación trascendental se encuentra en la cuadratura del círculo de Nicolás de Cusa.

Una relación trascendental posterior, descubierta por Godofredo Leibniz, nos abre una ventana única para ver los métodos que se emplearon cuando Franklin Roosevelt retomó los principios de la Revolución Americana, y captar aquéllos mediante los cuales tales nociones trascendentales se incorporan al progreso de la economía —en particular la obra del científico estadounidense Vannevar Bush— para ampliar la capacidad cognoscitiva de toda la humanidad. La curva exponencial o su contraparte, la logarítmica, es la que se construye en función de un crecimiento autosimilar continuo constante. Su expresión común cobra la forma de la spiral mirábilis o curva logarítmica del colaborador de Leibniz, Johann Bernoulli (ver figura 1).

Figura 1
spiral mirábilis

Así, en la espiral logarítmica, divisiones aritméticas angulares iguales corresponden a longitudes radiales que aumentan en una progresión geométrica. Lo mismo puede expresarse sobre una línea horizontal, con sólo generar una serie de líneas en progresión geométrica a intervalos de espacio iguales. En este caso la progresión es:

1:2 :: 2:4 :: 4:8 :: 8:16 . . . (ver figura 2).

Es obvio que en ambos casos ninguna de las progresiones es en realidad una curva continua. La pregunta que surge es: ¿qué curva continua tiene esta propiedad de crecer de modo autosimilar a cada intervalo y no sólo en etapas discretas? Empecemos por observar cualquier línea que conecte dos puntos discretos sobre la curva, tales como los que acabamos de trazar (ver figura 3). Aquí, el triángulo aAs es similar al triángulo AwT, pues tienen los mismos ángulos. Es decir, tenemos la proporción:

as : As :: AT : wT.

O, si wT = k; OT = x; AT = y; As = Tt = dx; y as = dy:dy:

dx :: y:k

Si los puntos A y a sobre la curva son adyacentes, o sea, si no hay distancia entre ellos, la línea Aw será tangente a la curva exponencial en el punto A. Además, como esta curva se construyó usando la 2ª potencia, si OT = x, AT = y será 2x. Y también, si Tt = dx, at será 2x+dx. Por tanto, nuestra proporción ahora es

(2x+dx– 2x) : dx :: 2x: k

o lo que es lo mismo,

2x(2dx – 1) : dx :: 2x: k o y (2dx– 1) : dx :: y : k

o

(2dx– 1) : dx :: 1 : k

O sea que si dx se toma como constante a todo lo largo de la curva, la distancia k será una constante igual a

dx
______

2dx– 1

Figura 2
serie de líneas en progresión geométrica
Figura 3
crecer de modo autosimilar
Figura 4
triangulo grande

Figura 5
triangulo pequeno

Figura 6

triangulo reversado

Figura 7

triangulo desaparecido
Figura 8
cuadratriz del círculo
La cuadratriz del círculo. ab, es la trayectoria que describe la intersección móvil de una varilla que gira, Oa, y una barra que se desliza, Mm, cuando ambas se mueven a un ritmo constante.

 

Pero —quizás protestes—, si los puntos son adyacentes, las proporciones dy/dx y dx/2dx– 1 equivalen a 0/0”. ¡Pero recuerda!, esto es sólo una fijación del empirista con el objeto. Para el empirista, tan pronto como desaparecen todos los objetos, lo que queda debe ser igual a 0. Pero, para el ser humano, que “no vive según la carne, sino el espíritu”, y para quien los objetos no son sino las sombras de un principio, es sólo hasta después de que desaparecen todos los objetos que podemos ver realmente la verdad que ocultaron todo ese tiempo. El ejemplo que usó Leibniz en una carta a su amigo Pierre Varignon, en defensa de esta idea, fue imaginar el triángulo MmO de las figuras 4–7.

Existe una proporción constante entre los lados del triángulo, incluso conforme se vuelve cada vez más pequeño e independientemente de qué lado de 0 se encuentra. Pero, ¿qué pasa en el momento en que el triángulo pasa de un lado al otro? En ese instante los lados se hacen más pequeños que cualquier cosa imaginable, pero nada ha cambiado acerca de los ángulos que destruya la proporción. Por tanto, los lados desaparecieron, ¡pero la proporción no deja de existir!”

Pongámoslo en términos un poco más sencillos: si tienes un perro durmiendo, y desaparece, ya no tendrás un perro durmiendo. Si tienes un perro corriendo, y desaparece, ya no tienes un perro corriendo. En ninguno de los dos casos te quedarás con “un durmiendo” o con “un corriendo” como mascota. Sin embargo, esto no significa que no haya una diferencia entre un perro durmiendo, uno corriendo y un perro a secas. Pero entonces, ¿dónde radica la diferencia? ¿Qué tienen en común un perro corriendo, una gacela corriendo y un ñu corriendo? Si el sustantivo desaparece, ¿dónde queda el verbo? Con respecto al sustantivo, el verbo es = 0. Sin embargo, nadie cuerdo alegaría que los verbos no existen.

Si tienes esto en mente, verás con facilidad que la proporción para k es exactamente igual a la de la base y la altura del triángulo cuando x es igual a cero.

Hablando de verbos

Cuando Descartes proscribió las relaciones geométricas trascendentales de su matemática como algo incomprensible, lo que dijo en realidad fue que no se incluirían las curvas “mecánicas”. Por “mecánicas” se refería a las diferentes clases de relaciones trascendentales investigadas por los griegos, mismas que las construcciones físicas mecánicas incorporaban y que trascendían a la simple expresión algebraica a la que él, cual computadora digital, se limitaba. Entre éstas estaban las cuadratrices de varias secciones cónicas, la cicloide y la catenaria (ver figuras 8–9).

Figura 9
cicloide
La cicloide es la curva que se genera al trazar el movimiento de un punto sobre la supercicie de un disco que gira.

Llamar “mecánicas” a estas curvas trascendentales indica algo importante cuyo significado se perdió con el propio Descartes: la construcción de estas curvas constituyó la primera manifestación de lo que luego vino a conocerse como una “computadora analógica”, reflejo de uno de los principios fundamentales del progreso económico.

El principio del que hablamos aquí es uno al que el economista Lyndon LaRouche con frecuencia se refiere como el “principio de las máquinas–herramienta”. Es decir, hemos tomado una propiedad esencial, que se define mediante experimento, de este tipo de crecimiento geométrico autosimilar constante, y la hemos incorporado, íntegra, a un proceso físico producido por el hombre. El principio ya exisitía como parte de la “configuración” del espacio–tiempo físico. Sin embargo, es necesario reorganizar la configuración de la zona de contacto entre el hombre y ese espacio–tiempo físico —la economía física—, para que refleje esa forma descubierta. El punto de intersección de estas dos geometrías físicas —la del espacio–tiempo físico y la de la economía física— es el sector de las máquinas–herramienta, donde se concreta la posibilidad de aplicar un principio físico descubierto dado en toda una gama de tecnologías. Como el método de hacer posible esta clase de aplicación consiste en crear procesos “analógicos” en la economía física, de modo que reflejen la estructura invisible subyacente del espacio–tiempo físico, dicho método se llama “analógico”. Este método es la forma característica de la actividad creativa humana y el fundamento de cualquier progreso económico.

Como presidente del Comité de Investigación de Defensa Nacional del Presidente y posterior director de la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico durante el auge económico que generaron las reformas del presidente Franklin Delano Roosevelt, el doctor Vannevar Bush conoció de primera mano este principio. Se ha documentado ampliamente su participación en la lucha contra el fascismo en los 1940, así como su subversión subsiguiente a manos de la reedición gemela de la amenaza del Imperio Austrohúngaro en Norbert Wiener y John von Neumann. Aquí, aplicaremos su método a un análisis de la curva exponencial.Imagínate dos engranes que transmiten el movimiento de uno al otro (ver figura 10). Si la proporción entre los radios es la de a a b, entonces b rotaciones del engrane A corresponderán a a rotaciones del engrane B. Esto también significa que un cambio diminuto en el engrane A —llamémoslo dA— ejercerá la misma proporción de cambio diminuto, dB, en B, que será lo mismo que a es a b. Esta proporción de los ritmos de cambio de los dos engranes, a/b, se conoce como la “relación de los engranes”.

Por ende, si los dos engranes A y B pueden moverse en relación el uno del otro, como en el mecanismo de la ilustración, la relación de los engranes es variable. Si hacemos el engrane A = y y el engrane B = x, la relación de los engranes será igual a la proporción dy/dx. Si lo que gobierna esa relación variable de los engranes es el movimiento del engrane y, que se transfiere mediante la rosca del tornillo S, nuestra relación variable de los engranes será igual al desplazamiento horizontal de dicha rosca, que equivaldrá a la rotación y. Si la rotación en C de x se mantiene constante, tendremos la relación dy/dx = y que expresa nuestra curva exponencial anterior.

Si ahora (ver figuras 11–12) ese mismo movimiento y se transmite a un carro transportador, R, mediante otra rosca de tornillo, y el mismo movimiento constante, x, que mueve el engrane B en C corresponde a otro carro que va montado sobre R, pero que se mueve en sentido vertical, obtendremos la curva que generan el movimiento horizontal y y el movimiento vertical x, tal que dy/dx = y. Es decir, tendremos nuestra curva exponencial deseada para el caso en el que la distancia k equivale a uno. Le dejamos al lector la tarea de idear el modo de resolver los demás casos.

Figura 10
dos engranes
Ver ampliación
Figure 12
carro transportador color
Mecanismo de un carro transportador diseñado por Daniel Yule, del Movimiento de Juventudes Larouchistas. La animación puede verse en http://tinyurl.com/37qv51.
 

 

 

Cuadrando otra vez el círculo
(y otra vez, y otra, y otra. . .)

Entonces, ¿qué relación tiene, si alguna, una computadora digital con ese proceso? Para empezar, tendremos que encontrar la manera de comunicar esa clase de relación trascendental a una computadora digital, en cuanto a las operaciones lógicas básicas de sumar y restar que puede entender. Si se quiere que la curva se trace sola, tenemos que ver cómo traducir el proceso arriba descrito a la suerte de relaciones algebraicas que nuestra pobre computadora digital puede comprender.

Como no es posible tratar ningún proceso de verdad continuo con nuestra computadora, tendremos que hablarle en función de puntos. Sabemos que nuestra curva y = ex es igual a 1 en el punto en el que x = 0. La ecuación algebraica más sencilla que tiene esta propiedad es

y = 1

pero, como también sabemos que

y = dy/dx

y que, por eso, dy/dx también equivale a uno en el punto x = 0, tenemos que escoger una ecuación algebraica más complicada

y = 1 + x2/2

que sigue equivaliendo a uno donde x = 0, pero para la cual dy/dx también es siempre igual a 1. Sin embargo, como de nuevo dy/dx =y, tenemos que encontrar una curva para la cual

dy/dx = 1 + x2/2

o

y = 1 + x2/2 + x3/(2·3) .

Ojalá puedas ver ya que el proceso de tratar de meter esta espiga circular en un todo cuadrado continuará para siempre, lo que nos da

y = 1 + x2/2 + x3/(2·3) + x4/(2·3·4) + x5/(2·3·4·5) + …

que nunca sera igual a ex; aunque, si tienes algo lo suficientemente lerdo, pero lo bastante rápido —como una computadora digital—, a la larga generará algo que guardará la misma relación con nuestra curva que la que tiene el polígono de muchos lados con el círculo.1

De modo que, ¿es posible acaso que un proceso digital pueda reproducir alguna vez la clase de actividad trascendental que expresa la mente humana (y que anima el crecimiento antientrópico de la economía)? Después de todo, podría alegarse que un polígono de muchos lados forma en realidad un círculo pasaderamente bueno, ¿qué no?

La sofistería aquí es que si, para empezar, no tenemos un círculo, ¡el polígono de muchos lados no tendría nada que imitar! El círculo es una unidad elemental, una mónada, en el sentido de Leibniz. Se genera como una sola idea, mediante un solo proceso sencillo de acción circular. En ese sentido, como la personalidad humana, carece de partes. Es un uno, un todo. Por consiguiente, desde la perspectiva del polígono, el círculo en realidad queda infinitamente lejos. Esta clase de relación trascendental es la misma que la que la actividad humana mantiene con ese comportamiento inferior de los animales. También es la misma suerte de brecha infinita que separa a lo vivo de lo no vivo. Al ser humano individual debe vérsele como un solo todo vivo cognoscitivo, y no meramente como la “suma de sus partes”, porque en realidad no tiene ninguna.

1 Este proceso recibe a menudo el nombre inapropiado de la expansión de “Taylor”, aunque ya lo habían descubierto antes tanto Godofredo Leibniz como Johann Bernoulli.