Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 1
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¡Llegó la hiperinflación!

Esta desintegración económica

por Lyndon H. LaRouche

23 de enero de 2008.

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La desquiciada decisión que tomó Estados Unidos la semana pasada de lanzar un paquete para “estimular” su economía, ha embarcado al país en su nueva trayectoria actual: la de una crisis de desintegración económica hiperinflacionaria. Ésta es una crisis cuyos efectos, a menos que se les dé marcha atrás muy pronto con las medidas que especifiqué recientemente, con toda seguridad irradiarán a nivel mundial, y casi con certeza pronto arrastrarán a todo el planeta a una “nueva Era de Tinieblas”, comparable a la que desataron en el siglo 14 la notoria casa Bardi y otras firmas bancarias lombardas del sistema medieval veneciano. Yo había expresado públicamente el temor, en varias ocasiones desde los hechos de 1968, de que, de no revocarse, los cambios en las políticas monetarias, financieras y económicas de EU y otras naciones, emprendidos sucesivamente por la combinación de la abolición del sistema de tipos de cambio fijos de Bretton Woods por parte del Gobierno de Nixon, junto con la destrucción de la economía física por la puesta en marcha de las directrices de la Comisión Trilateral de Brzezinski y Rockefeller del Gobierno de Carter, en definitiva no sólo llevarían al establecimiento de una orientación fascista en EU, precisamente como se ha venido gestando en torno a Shultz, Rohatyn, Bloomberg y Schwarzenegger, sino también a una crisis de desintegración general de las economías de EU y del mundo entero.1

En las dos últimas semanas EU y el Reino Unido han caído precisamente en una crisis general hiperinflacionaria de desintegración económica extensiva de ese tipo, y han entrado a un período hiperinflacionario de estímulo monetario comparable al de la Alemania de Weimar de 1923. A menos que se pare esta tendencia actual en marcha en la toma de decisiones, ninguna parte del mundo se salvará de verse arrastrada por los efectos universales de una crisis de desintegración mundial comparable a la de Europa en el siglo 14.

Esta amenaza podría pararse, incluso ahora; pero, de no tomar EU la clase de reformas urgentes que he señalado, garantizaría en estos momentos un derrumbe hiperinflacionario global de reacción en cadena, que amenazaría con arrastrar a todo nuestro planeta a una prolongada nueva Era de Tinieblas. Tales, por ejemplo, son los únicos temas realmente importantes que deben tratarse en la actual precampaña presidencial de EU. Cualquier otro asunto prácticamente no viene al caso.

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De esta forma, entre el momento de mi presentación internacional de marras por internet del 17 de enero del 2008 y la mañana del martes 22 de enero, la comunidad anglófona trasatlántica había decidido, al menos por el momento, meterse en una crisis hiperinflacionaria global de su propia hechura, misma que, a grandes rasgos, es comparable a la que golpeó a la Alemania de Weimar en 1923. Sin embargo, hay algunas diferencias importantes entre la Alemania de entonces y la situación actual.

Alemania entonces era una nación cautiva, amenazada con ser destruida por las fuerzas militares aliadas de no cumplir con el pago de las llamadas reparaciones de guerra que demandaban Gran Bretaña, Francia y otras naciones. En realidad no era posible cumplir con estas demandas, pero a Alemania la forzaron a punta de las bayonetas francesas. Así que Alemania recurrió a la emisión del dinero necesario para pagar el tributo, un proceso de emisión que, para el otoño de 1923, llevó a la desintegración hiperinflacionaria de su economía.

Hoy no existen tales restricciones externas sobre EU, Gran Bretaña ni las naciones de Europa continental, excepto las autoimpuestas a nuestra nación por una cierta clase de locura legalizada o, de forma directa o implícita, impuesta a Europa continental por las condiciones depredadoras del Maastricht de Margaret Thatcher y François Mitterrand. La restricción impuesta a las naciones de Europa continental tiene la forma de una ideología lunática, a veces llamada “sociedad posindustrial” o “globalización”, una jugarreta ideológica como las fraguadas por degenerados tales como los británicos H.G. Wells y Bertrand Russell y sus devotos.

alimenta el fogon con reichsmarks
Una mujer berlinesa alimenta el fogón con reichsmarks devaluados durante la hiperinflación de Weimar, como los billetes de 50 millones de marcos (esquina superior der.), que no valían ni el papel en el que estaban impresos. (Foto: Biblioteca del Congreso de EU).
50 million marks
La lorelei

Sin embargo, sea la Alemania de los 1920 o la mayor parte del orbe actual, un mundo esclavizado por la creencia en la supuesta inevitabilidad de dichas prácticas lunáticas está igualmente condenado por la adopción de tales creencias ahora, como lo estuvo entonces por la amenaza abierta de una fuerza militar abrumadora. Ya hemos llegado al momento en que, si EU y otras naciones no adoptan ahora, muy pronto, ciertos remedios esenciales que he prescrito, habrá poca esperanza de salvar al pueblo estadounidense o la mayor parte de la humanidad, por generaciones aún por venir.

Estos cambios esenciales de criterio tienen que representar una alteración radical de rumbo, que nos aleje de lo que han sido en suma las tendencias en la toma de decisiones imperantes en el intervalo de 1968–2008. La crisis que ahora nos golpea es producto de las tendencias de cambio en la política económica de EU, y de la dirección en la evolución normativa durante todo ese período hasta la fecha. Para compendiar la situación presente inmediata, hay que darle marcha atrás súbita y radicalmente a esa tendencia reciente en la derrota, si es que nuestra república ha de sobrevivir la crisis hiperinflacionaria que se extiende en este momento desde los centros trasatlánticos.

Para entender esta crisis actual de modo competente, tenemos que verla en esencia como la que afectó a Alemania a raíz de Versalles, en los primeros años de los 1920. Como fue el caso en los 1920, tenemos que ubicar las causas persistentes de este desastre más que nada como un producto de la reacción británica de larga data contra la victoria del EU del presidente Abraham Lincoln sobre esa marioneta del Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, los Estados Confederados de América.

Explico.

El factor de la geopolítica

En breve, la función de lo que se denomina geopolítica en la creación de la situación actual, es la siguiente:

El rápido desarrollo del EU del presidente Lincoln, al que ayudó y continuó el ferrocarril transcontinental con la transformación de la victoriosa Unión Americana en una nación continental unificada y en rápido crecimiento, constituyó lo que la oligarquía liberal angloholandesa de Londres consideró una amenaza geopolítica implícita a la supremacía imperialista de la potencia marítima británica sobre los continentes de Eurasia e Iberoamérica. El surgimiento de la capacidad agroindustrial alemana y rusa, y el desarrollo de otras naciones hasta convertirse en potencias soberanas en efecto, reflejaba una influencia inspirada por lo acontecido en EU desde la toma de posesión de Lincoln, y era un hecho que los sucesores de Jeremías Bentham y lord Palmerston en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña estaban decididos a arruinar. El miedo británico a la influencia de hasta el mero ejemplo de este tipo de logro de EU ha sido el motivo dominante de las aventuras geopolíticas imperialistas británicas en el mundo, desde la muerte de lord Palmerston hasta nuestros días.


El tratado de Versalles de 1919 le impuso exigencias imposibles como reparaciones de guerra a Alemania, que recurrió a la impresión monetaria que llevó a la hiperinflación de 1923. El Consejo de los Cuatro mandatarios de las potencias victoriosas (de izq. a der.): Loyd George de Gran Bretaña, Vittorio Orlando de Italia, Georges Clemenceau de Francia y Woodrow Wilson de EU. (Fotos: Archivo Nacional de EU).
Los cuatro mandatorios
El palacio de Versailles

Éste fue el motivo por el cual los británicos indujeron al káiser alemán Guillermo II, embaucado por el Príncipe de Gales, a deshacerse del canciller Bismarck. Fue el motivo por el cual el mismo príncipe Eduardo Alberto de Gran Bretaña (luego rey Eduardo VII) organizó la llamada “gran guerra”, la “Primera Guerra Mundial”, entre las naciones de sus sobrinos, el káiser Guillermo II y el zar Nicolás II. Fue también el motivo por el cual Gran Bretaña, con la ayuda del secretario de Estado Lansing del presidente estadounidense Woodrow Wilson, fraguó en Versalles ese fraudulento mito de la “culpa alemana por la guerra”, que fue la clave para organizar lo que se convirtió en la infame crisis hiperinflacionaria de la Alemania de Weimar de 1923.

Ése también fue el motivo por el cual posteriormente el gobernador del Banco de Inglaterra, Montagu Norman, y sus cómplices financieros en EU, tales como el Prescott Bush de los Harriman, pusieron a Adolfo Hitler en el poder en Alemania en 1933. También fue el motivo del odio a la conducta del Presidente de EU, Franklin Roosevelt, incluyendo su antiimperialismo; un odio que cobró expresión, tan pronto murió éste, en el apoyo al imperialismo británico de ese descarado cómplice de Winston Churchill, el presidente estadounidense Harry S. Truman.

De igual manera, lo que hizo luego, en 1971 y 1972, el Gobierno estadounidense de Richard Nixon al destruir el sistema monetario de tipos de cambio fijos de Bretton Woods, la función que tuvo la llamada Comisión Trilateral en organizar la autodestrucción de la economía interna de EU de 1977 a 1981, el empuje hacia la llamada “globalización”, y la obscena inclinación del ex vicepresidente Al Gore a una “sociedad posindustrial”, todas han sido expresiones explícitas del odio a la tradición constitucional de EU que cobra la forma imperial de los intereses financieros globalistas liberales angloholandeses con centro en Londres.

Estas medidas revolucionarias de autodestrucción de nuestra nación, medidas que se conocen principalmente como las reformas arrolladoras de los Gobiernos de Nixon y Carter, han sido la causa decisiva de la ruina de nuestra república desde esa década hasta nuestros días.2

En resumen, lo que escogieron nuestros enemigos del liberalismo angloholandés como el medio más eficiente para destruir a una nación tan poderosa como nuestro EU, fue inducirnos a nuestra autodestrucción, como fue el caso durante las administraciones de gobierno de los presidentes Nixon y Carter, principalmente por mano de sus mismas y más prestantes instituciones financieras y políticas corruptas. Éste fue también el rasgo esencial del método del Imperio Romano, del sistema bizantino y del papel que desempeñaron los intereses financieros de Venecia en desplegar a la caballería normanda para destruir el legado de Carlomagno. Éste también es el tema artísticamente penetrante de “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde.

El hecho de que he venido advirtiendo constantemente en contra de estos procesos desde agosto de 1971 y después, basta para demostrar que nunca hubo una excusa razonable para dudar de los hechos a los que me refiero ahora, cuando mis advertencias han probado copiosamente ser, y con frecuencia, un hecho. En cuanto al fundamento sistémico para esos pronósticos, el desempeño de cualquiera de mis rivales visibles entre los pronosticadores económicos de las últimas décadas ha sido un fracaso total, una y otra vez, como debería reconocerse por el papel notorio que tuvo el perito en estadísticas Myron Scholes en fomentar lo que devino en la crisis financiera estadounidense de 1998.

La importancia crucial de estas circunstancias es que demuestran dos hechos decisivos para entender la situación que al presente amenaza al mundo. Primero, que las doctrinas económicas de común aceptación que se enseñan en las universidades y otras partes hoy, han sido en extremo incompetentes en lo científico y en otros sentidos. Segundo, que la raíz del llamado “ciclo de negocios’ y fenómenos afines debe buscarse en consideraciones de principio científico en general desconocidas en las conversaciones académicas referentes a la economía y otras parecidas.

De ahí que, mi parte en el tratamiento del tema de fondo de esta edición de Resumen ejecutivo de EIR se concentra en estas consideraciones científicas más profundas, y el resto de la cuestión se aborda en los informes de mis colaboradores.

Todo imperio tiene que caer

Todos los imperios importantes conocidos de la historia expresan lo que en el período de la Grecia clásica se definiera como “el modelo oligárquico”. En resumen, éste es el modelo olímpico que describen escritos tan famosos como el Prometeo encadenado de Esquilo. El quid del asunto es que la acusación que el Zeus olímpico profiere contra Prometeo en esa obra, es que éste le dio a los seres humanos acceso al conocimiento del uso del “fuego” (digamos, la fisión nuclear). Así, como lo prescribiera el Zeus de Esquilo, la Esparta de Licurgo condenó a los ilotas a someterse a esa clase de cadenas esclavistas, cual es la depravación de la ignorancia, como lo hicieron los sofistas, cuya función la fomentó la influencia del culto délfico a Apolo–Dionisio, y como hacen hoy las sectas llamadas “ambientistas”.

El mismo problema se manifestó, con el mismo efecto, pero de una manera diferente, como un aspecto característico de las disputas científicas de la Europa del siglo 18, cuando perversos tales como De Moivre, D’Alembert, Euler y Lagrange procuraron cortar de raíz dicho concepto del principio científico, el principio del transfinito ontológico (es decir, “el principio del fuego”) que desarrollaran Nicolás de Cusa, Kepler, Fermat y Leibniz, de la ciencia física contemporánea de entonces. Esta campaña de los seguidores empiristas de Paolo Sarpi de Venecia (a saber, los llamados “liberales” en la tradición de Guillermo de Occam), rechazó la introducción del uso de verdaderos principios universales descubiertos de la práctica científica, pero sí permitieron, como remplazo, descripciones matemáticas de resultados calculados, tales como las “fórmulas” implícitamente digitalizadas, como sustituto del conocimiento de principios físicos, en tanto tales, demostrados de manera experimental.

Esta tradición délfica del Zeus del Olimpo y de la secta de Apolo–Dionisio insiste hoy que ni la misma idea de un universo real existe para la opinión liberal en ninguna materia.

En otras palabras, los liberales, como el culto a Apolo del Zeus olímpico del Prometeo encadenado, prohibieron el conocimiento del “fuego” real, la capacidad para descubrir los principios conocidos de la creatividad humana científica individual y relacionada, que distingue a la humanidad de los simios y otras formas de vida inferiores.

El tema que acabo de introducir aquí de esta manera es, en este respecto, el aspecto más profundo del conocimiento humano científico y relacionado. Es también la clave para entender y evitar la gran crisis de desintegración planetaria que amenaza, no sólo a EU y al Imperio Británico hoy, sino que ningún lugar del planeta escaparía a este derrumbe de todos los sectores de la economía mundial.

Al respecto, debo abordar aquí de manera directa la importancia de este hecho para la cuestión del surgimiento y la caída de los imperios, tal como el sistema angloholandés de tiranía financiera de la actualidad. El hecho esencial a recalcar es el problema de cómo la densidad relativa potencial de población de los miembros de una cultura humana específica se ajusta, a tal efecto, como la configuración del derrumbe inevitable de cualquier imperio jamás visto.

La capacidad de la especie humana de alcanzar una densidad relativa potencial de población superior a la de casi cualquier especie animal comparable, la inviste el potencial de aquellos poderes mentales creativos a los que hace referencia implícita el Génesis I, los cuales están ausentes en formas de vidas inferiores a la del ser humano. Estos poderes mentales creativos cobran expresión en la forma de lo que podríamos reconocer como funciones analógicas, pero no en la forma de funciones digitales. Esto define la intersección aplicable de dos consideraciones de las que depende escapar de la crisis de desintegración global que arremete en estos momentos.

El principio de la economía física

Primero, tenemos que recalcar que al establecer una cultura sobre la premisa del uso de ciertos principios físicos universales descubiertos, se le define como una con un cierto límite superior de densidad relativa potencial de población. Sin embargo, ningún nivel potencial de esa índole puede sostenerse de manera indefinida, pues el desgaste de los recursos usados lo reducirá hasta que el progreso científico, digamos en modalidades de aumento del flujo energético eficaz, corrija ese problema. Por tanto, sería necesario el progreso cultural, que incluye los avances en el descubrimiento y la aplicación de la clase de principios físicos universales —como en el caso de las inversiones de capital— que se manifiestan en realidad sólo en las modalidades de las funciones analógicas, para sostener la densidad relativa de población lograda hasta ahora.

Si la población sufre en general del tipo de supresión de la creatividad manifiesto en los dogmas de suyo digitales y antileibnizianos de De Moivre, D’Alembert, Euler y Lagrange o Laplace, Cauchi, Clausius, Grassmann, Weierstrass y demás, o de desgraciados tales como Ernst Mach, Bertrand Russell o los devotos de este último, como el profesor Norbert Wiener y John von Neumann, la influencia de tales mentes decadentes tendería a destruir el potencial creativo de la mente de las personas influidas. Emblemático de ello hoy son los efectos de una cultura computacional fundada en supuestos digitales, que arruinan el potencial cognoscitivo del individuo, un potencial que sólo puede expresarse en modalidades “analógicas” y no digitales.3

Esta distinción se ubica de otra manera en la función de la experimentación física crucial de la ciencia física, en la función que desempeñan los modos clásicos de la ironía en la polifonía musical, la poesía clásica y el teatro, y en la tradición artística de Leonardo da Vinci, Rafael Sanzio y Rembrandt. En cuanto a la economía física, el requisito primario para mantener el nivel de densidad relativa potencial de población de una sociedad yace en el desarrollo de la infraestructura económica básica y en la inversión en la misma, y en la producción (per cápita y por kilómetro cuadrado). Sin embargo, sin fecundar de manera paralela los modos de comunicación en las modalidades de los procesos mentales humanos asociados con las funciones analógicas, se abortará la creatividad científica física.

La función de la dinámica

El factor más notable de incompetencia que impera en el desempeño actual de los pronosticadores económicos profesionales, sus fantoches políticos o categorías relacionadas, es el acento que ponen en los métodos estadísticos conformados más o menos en la tradición de la mecánica cartesiana. Casi todos los pronosticadores económicos notables de hoy, o sus sustitutos de la estirpe de pobres chivos expiatorios como Ben Bernanke y George W. Bush, son totalmente incompetentes en el ejercicio de su cargo tan sólo por esta razón.

órbita elíptica
La restricción de Kepler para el movimiento de un planeta sobre una órbita elíptica. El intento de explicar la generación de dicha órbita por cuadratura es “totalmente incompetente”, escribe LaRouche. “De hecho, esta distinción es la más decisiva entre la física matemática verdadera y la sofistería”

La ciencia competente es en esencia, en todos los aspectos —entre ellos la economía—, materia de la dinámica (en la forma de funciones analógicas), contrario a las modalidades digitales intrínsecas de la mecánica. Ésta es una tradición que se remonta en la historia europea hasta Tales, y a seguidores suyos como los pitagóricos y Platón. Este método, llamado dúnamis en el griego antiguo, se revivió con el nombre de dinámica con Leibniz. El significado del uso de Leibniz del concepto de dinámica lo desarrolló Bernhard Riemann en su disertación de habilitación de 1854, y en sus avances posteriores de esa noción. Todos los procesos sociales proyectados de forma competente, incluyendo las economías físicas nacionales (en vez de las meramente monetarias), han de expresarse en esencia como formas “interactivas múltiples” de la dinámica riemanniana. Toda representación contraria de los procesos económicos y sociales modernos es de suyo incompetente.

La clase de universo que el científico competente tiene que adoptar como sistema de referencia para describir el cosmos en general o los procesos sociales, tales como las economías y sus culturas asociadas, tiene en esencia la forma del definido por Kepler y Riemann, como lo elabora de forma más adecuada Vernadsky en cuanto a la dinámica de la biosfera y la noosfera.

En otros tiempos, antes del surgimiento metamórfico de los “sesentiocheros de la clase media” en su forma adulta, se manifestó un grado significativo de verdadera creatividad en algunos miembros de nuestras poblaciones. En Europa, por ejemplo, la reforma educativa de Humboldt fue representativa de ello, así como el eco que esto tuvo, en cierta medida, en una mejor práctica en EU. Esto se evidenció en el hecho de que, durante el Gobierno del presidente Franklin Roosevelt y en las dos décadas posteriores, fuera posible que las industrias reclutaran “de la calle” a egresados de la escuela secundaria y que obtuvieran así, con algo de selección, una fuerza laboral capaz de “hacer el trabajo” en ámbitos de actividad por encima de su nivel educativo. Éste fue un beneficio del factor de lo que podría denominarse la creatividad “incidental”, que era común (en mi experiencia) en pueblos tales como el de EU, Alemania y el norte de Italia.

Con el aumento de la influencia de una población específicamente sesentiochera, opuesta a la industria y a los trabajadores, los pueblos de EU y Europa, por ejemplo, degeneraron respecto a su potencial para asimilar de verdad los beneficios del pensamiento científico y los modos de producción progresivos en lo tecnológico de formas productivas de funcionamiento social. El proceso de “enverdecimiento” se convirtió en un factor generador de incompetencia y decadencia cultural crecientes en el sector orientado al trabajo “de corbata” que nació, en lo principal, entre 1945 y 1958, en hogares cuya cultura familiar era lo que en los 1950 se había clasificado como “de corbata” y del “hombre organización”.

Este defecto cultural más o menos característico del “sesentiochero” de marras así definido, ha sido un factor significativo creciente de la decadencia, expresada como un aumento en el ritmo de degeneración de nuestra cultura nacional popular y relacionada de EU, y de Europa Occidental y Central. Inglaterra ha tenido el mayor éxito al respecto, en efecto neto, en cuanto a la autodestrucción de su población.

Este proceso de decadencia cultural que hoy irradia la generación “sesentiochera” ha sido un factor decisivo en la degeneración de las economías y las culturas de Norteamérica y Europa Occidental y Central en particular. El aspecto más clave de esto, desde una óptica de largo plazo, es la desaparición de los factores culturales que fueron esenciales para el fomento del progreso físico económico y moral de los pueblos de (notablemente) Europa y Norteamérica en las últimas cuatro décadas.

Esto, de por sí, no causó la crisis de desintegración económica mundial que arremete, pero ha sido un factor social decisivo en permitir que ocurra esa degeneración moral.

El meollo de la crisis global

El proceso llamado “globalización”, mejor denominado el regreso a la Torre de Babel, ha resultado en cambiar la producción de regiones del mundo en las que el potencial productivo era un rasgo más o menos muy desarrollado de las características de la población y su marco económico–cultural, a la degradación relativa de las circunstancias, pautas culturales y ambiente comunitario en el que trabaja una mano de obra barata. El desplazamiento resultante de la producción, de zonas arruinadas a unas relativamente degradadas, ha representado una reducción general de la densidad relativa potencial de población del planeta en general, como se ve, por ejemplo, en la creciente degeneración asesina de las condiciones de vida de la población de Norteamérica y Europa. Así, ¡el efecto es una reducción neta de la densidad relativa potencial de población que puede sostenerse, per cápita y por kilómetro cuadrado, en todo el planeta en general! El desplome del nivel de vida físico de la población de México, EU y Europa Occidental, que ya alcanza condiciones catastróficas, es típico.

órbita elíptica
El liderato del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt apelaba a aquellas cualidades que distinguen al ser humano de las bestias. Esto le dio a la civilización la oportunidad de sobrevivir, y puede hacerse de nuevo hoy.

A últimas fechas, esto ocurre al mismo tiempo que los estratos más pudientes de la población, que en esencia son peores que meros parásitos, gozan de niveles de ingreso en y de por sí moralmente indecentes, los cuales disfrutan sólo mediante el saqueo salvaje de las obligaciones que debieran haberse cumplido para sostener a la población general.

Sin embargo, aun después de tomar en cuenta estas y otras consideraciones parecidas, tenemos que volver nuestra atención al más crucial de los temas de marras: el de la creatividad individual, en el sentido de que sólo las llamadas funciones “analógicas” de la mente humana individual corresponden en realidad al poder esencial de la creatividad que separa al ser humano individual de las bestias.

La naturaleza de este poder de creatividad genuina lo ilustra muy bien el caso señero del descubrimiento de Johannes Kepler de la gravitación universal, en especial cuando lo que él quiso decir por gravitación se entiende como un rechazo del error elemental de Arquímedes en presumir que la generación de un círculo podía definirse por cuadratura.

Esto quiere decir que la cuadratura puede usarse para tratar de describir el efecto del proceso por el cual un círculo o una elipse podrían generarse como una construcción. Sin embargo, cuando un proceso en la naturaleza sigue la trayectoria de una órbita circular o elíptica, y de modo más categórico la segunda, tratar de explicar su generación por cuadratura sería totalmente incompetente. De hecho, esta distinción es la más decisiva entre la física matemática verdadera y la sofistería.

El renacimiento moderno de la ciencia física competente, establecida en la Grecia antigua en el lapso comprendido entre las iniciativas de Tales y la obra de los pitagóricos y Platón, salió a la luz con la obstetricia socrática del cardenal Nicolás de Cusa, quien redescubrió el principio de toda práctica científica física competente, al descubrir un error decisivo de Arquímedes en la cuadratura del círculo. Toda la creatividad competente forjada en la ciencia europea moderna desde entonces se deriva, de Johannes Kepler en adelante, pasando por Fermat, Leibniz, Gauss, Riemann y otros, de la fundación de ese gran principio de los modos de descubrimiento “analógicos” de principios físicos universales.

Por ejemplo, lo que genera la órbita elíptica de un planeta solar es un impulso que puede identificarse de manera competente sólo como ontológicamente infinitesimal; es decir, una acción tan densa, que no existe un intervalo de acción lo bastante pequeño como para que se genere allí por la acción de un principio físico universal. Ése es el mismo concepto del descubrimiento de Leibniz de un cálculo que encajara con lo que Kepler especificó al asignarle esta tarea a los “matemáticos del futuro”. Por otra parte, también refleja el principio físico universal de acción mínima de Leibniz y Bernouilli.

Por tanto, los que sientan las pautas hoy día tienen que llegar a saber que lo que deben rechazar son los supuestos fraudulentos de empiristas del siglo 18 tales como De Moivre y Euler. Tienen que reconocer que nuestro universo está organizado de una forma que nuestra mente debe reconocer como congruente con la noción de un universo físico intrínsecamente alineal, que opera sobre la base de lo que deben considerarse como funciones en principio físicas, analógicas y no digitales. Deben reconocer que el acondicionamiento intenso a rutinas de computadora intrínsecamente digitales fomenta desórdenes mentales graves, como los relacionados con los juegos de computadora “asesinos”, desórdenes que pretenden deshumanizar al jugador inveterado (es decir, “adicto”).

Deben reconocer que, en la medida que la enseñanza empleada en la práctica general digitaliza las materias de estudio al estilo de los métodos del “aprendizaje programado” en la educación y aplicaciones relacionadas, los poderes cognoscitivos que caracterizan al ser humano se trastornan, lo que tiene efectos más o menos peligrosos para el individuo y para la sociedad por igual.

Cuando el hombre digitaliza, deja de pensar de manera creativa. Luego su conducta, incluyendo su moralidad, de forma natural empieza a cobrar cada vez más un parecido horrible con el comportamiento del chimpancé macho adulto, resultado que podemos ver por todas partes hoy, si le prestamos atención a cosas tales como la cultura popular relativamente depravada que exhibe la televisión, a la que apela la mayoría de los candidatos políticos con su jeringonza.

Para variar, volvamos a ser humanos de nuevo. Podría salvar nuestra cultura; también podría salvar nuestra nación y, al menos por un tiempo, tu vida.

Con estas consideraciones en mente, sitúa un regreso a la cordura cultural en el marco que definieron los logros maravillosos del presidente Franklin Roosevelt, cuando llevó a EU del abismo excavado por Teodoro Roosevelt, Woodrow Wilson, Calvin Coolidge y Herbert Hoover, a su verdadera identidad. Es poco lo que necesita remediarse hoy que no se beneficiaría de los precedentes que aportó el método —arraigado en el gran principio constitucional de la Paz de Westfalia de 1648— que Franklin Roosevelt empleó para salvar a EU, con el que también le dio a toda la civilización al menos una buena oportunidad de sobrevivir. Es lo que distingue el alma humana de la de las bestias, una distinción que cobra expresión como el desarrollo de esos poderes creativos de la humanidad de los que carecen las bestias y los empiristas, y fue a lo que apeló el presidente Franklin Roosevelt con su conducción, un llamado que le sirvió bien a nuestra nación y a nuestro planeta entonces.

Así, podemos salvar a esta nación en peligro, aun ahora, si podemos encontrar la voluntad de hacerlo.

1. Ver mi debate de 1971 en Queens College, sobre el tema del fascismo, con el profesor Abba Lerner. En la edición de EIR del 12 de marzo de 2004 se publicaron extractos del mismo.

2. Como Presidente de EU, Jimmy Carter fue un desastre, pero más tarde resultó ser uno de nuestros mejores ex presidentes vivos.

3. Ver “Exactamente, ¿qué es un ser humano? Analógico, digital y trascendental”, por Sky Shields, en la pág. 32.