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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 1
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La reunión de Annápolis y la Evaluación Nacional de Inteligencia sobre Irán

por Jeffrey Steinberg

Los planes de la facción guerrerista del Gobierno estadounidense de George Bush, de arreciar los conflictos militares en el Sudoeste de Asia, sufrieron un par de reveses. El peligro de otra guerra más en el golfo Pérsico no ha cesado, pero la posibilidad de que estalle una guerra perpetua en el pozo petrolero del mundo menguó por primera vez en mucho tiempo.

En primer lugar, la reunión del 27 de noviembre en Annápolis, Estados Unidos, fue un éxito limitado, al robarle al vicepresidente Dick Cheney la oportunidad de aprovechar un rompimiento del proceso de paz palestino–israelí para presionar por un bombardeo inmediato contra Irán. Como indicó una fuente de inteligencia bien enterada de Washington, “la conferencia de Annápolis no fracasó, y eso, por sí solo, representa un éxito modesto”.

Fuentes allegadas al Vicepresidente dijeron que se puso furioso por la realización de la conferencia de Annápolis y porque el Departamento de Estado hasta invitó a uno de los “Estados renegados” que más odia, Siria, y lo que es peor, ¡asistieron! Cheney, abundaron las fuentes, esperaba que el fracaso de Annápolis desacreditara a la secretaria de Estado Condoleeza Rice a los ojos del Presidente, frustrara cualquier posibilidad de un acuerdo de paz árabe-israelí y reviviera el argumento de Cheney de que hay que asegurar el “legado presidencial” de Bush acabando con las aspiraciones nucleares de Irán por la vía militar.

Y en segundo lugar, el 3 de diciembre el director de Inteligencia Nacional dio a conocer la Evaluación Nacional de Inteligencia (ENI) sobre el programa de armas nucleares de Irán, tan esperado por la comunidad de inteligencia de EU —tomó 18 meses prepararlo—, con el sorprendente descubrimiento clave de que Irán paró su campaña para armarse a fines de 2003 y que, hasta mediados de 2007, probablemente no la había reiniciado.

Fuentes en Washington le han confirmado a EIR que la decisión de la Casa Blanca de dar a conocer la evaluación sobre el programa nuclear de Irán, incluyendo una versión pública de 5 páginas de las conclusiones clave, la motivó en parte el temor de que, si el Gobierno de Bush seguía ocultándolo, pronto se filtraría a la prensa nacional, lo que crearía un escándalo mucho más destructivo que la filtración de los documentos del Pentágono cuando Nixon. La revelación del resumen desclasificado de las indagaciones ha dejado maltrechos por ahora, los planes de Cheney de bombardear Irán antes de la salida de este Gobierno.

El propio Vicepresidente tuvo que admitir que, por presión de la comunidad de inteligencia, la Casa Blanca se vio obligada a revelar al público la evaluación, que expresa el juicio de 16 agencias de inteligencia estadounidenses. En una entrevista que le concedió el 5 de diciembre a Politico, un diario electrónico neoconservador del Capitolio, Cheney explicó: “Imperaba la creencia general de que todos estábamos de acuerdo en que era importante sacarla a relucir; que, de cualquier modo, era improbable que permaneciera clasificado por mucho tiempo”. Cuando se le preguntó a boca de jarro si la evaluación se hubiera filtrado a la prensa, Cheney respondió que “todo se filtra”.

Según las fuentes, altos funcionarios de la comunidad de inteligencia estadounidense habían advertido que había gente dispuesta a ir a la cárcel para revelar estos hallazgos e impedir un bombardeo injustificado contra Irán, y que si el Gobierno seguía deteniéndolos, desataría otra ola de ataques políticos que pondría a la CIA y otras agencias de inteligencia en contra de la Casa Blanca. “Hubiera sido mucho más encarnizado que lo del caso de Valerie Plame”, le dijo un ex oficial de inteligencia a EIR.

Todo el mundo sabe que el alto mando de las Fuerzas Militares de EU, junto con el secretario de Defensa Robert Gates, se oponen a cualquier ataque militar contra Irán. Los borradores de la ENI se completaron hace meses, y las fuentes le dijeron a EIR que los habían devuelto para refinarlos, más que nada por las maniobras de Cheney para acallar cualquier informe que mine su ofensiva bélica.

Newsweek publicó el 1 de diciembre de 2007, coincidiendo con la divulgación de la evaluación, un amplio perfil del secretario de Defensa Gates, en el que informó, entre otras cosas, que se había reunido con la Comisión demócrata sobre Política del Senado a fines de septiembre pasado, y que con llaneza les dijo: “Sería una calamidad estratégica atacar a Irán en este momento”. Gates le había ordenado a los comandantes en el golfo Pérsico que estuvieran alertas contra cualquier incidente que “accidentalmente” pudiera provocar un roce militar con Irán; una política razonable, ya que varios ex comandantes del Comando Central estadounidense (CENTCOM) han expresado la preocupación seria fde que ocurra un “incidente del golfo de Tonkin” que pronto podría llevar a una guerra total.


Cheney y los neoconservadores tanto de Washington como de Israel sufrieron un doble flanqueo cuando la Evaluación Nacional de Inteligencia y el éxito de la conferencia de paz de Annápolis aguaron sus planes de atacar a Irán. El primer ministro israelí Ehud Olmert (izq.), el presidente estadounidense George Bush (centro) y el presidente palestino Mahmoud Abbas se reúnen en Annápolis el 27 de noviembre de 2007. (Foto: Chris Greenberg/Casa Blanca).

Es más, Cheney de ningún modo ha renunciado a su plan de bombardear Irán. Según un reportaje del New York Times del 6 de diciembre, a dos semanas de que se diera a conocer la evaluación de inteligencia, altos funcionarios de la Casa Blanca recibieron un informe detallado y Cheney pegó de gritos p[or algunos hallazgos clave, como que Irán paró su programa armamenticio. Los funcionarios de inteligencia estaban preparados para responder a las objeciones de Cheney, e informaron que habían realizado ejercicios con “contendientes simulados”, y concluido que los informes de inteligencia y las comunicaciones interceptadas sobre la cancelación del componente armado del programa nuclear de Irán, en los que fundamentaron el informe, no eran desinformación.

Fuentes de inteligencia que conocen las redes de Cheney, dijeron que el Vicepresidente ahora le prestara mucha más atención a las actividades iraníes en Iraq y buscará un argumento alternativo para justificar un enfrentamiento militar con la República Islámica. En junio de 2007 se envió a Bagdad al general Kevin Bergner, un ex asesor militar de Elliot Abrams en el Consejo de Seguridad Nacional, como comisionado de inteligencia. Según periodistas estadounidenses que estuvieron hace poco en Bagdad, Bergner ha estado alimentando un flujo de “inteligencia” alarmista y con frecuencia sin confirmar sobre una intensificación de las actividades de Irán en apoyo a los insurgentes en el país, en un esfuerzo por mantener con vida el “plan B” de Cheney.

El factor del ‘legado de Bush’

Lyndon LaRouche puso de relieve, no hace mucho, que está en juego el factor importante del “legado de Bush”, el cual probablemente contribuyó al entusiasmo reciente por la diplomacia en el Oriente Medio y a la decisión de dar a conocer los resultados de la evaluación de inteligencia. Según fuentes allegadas a la familia, la perspectiva de que su hijo deje el cargo sin haber logrado nada en sus 8 años en el poder tiene aterrados al ex presidente George H.W. Bush y a la ex primera dama Barbara Bush. Las negociaciones de paz entre Israel y Palestina y entre Siria e Israel plantean la última, y la mejor oportunidad para salvar la presidencia de Bush y el legado familiar, que también pende de un hilo. Fuentes de Texas señalan a George Prescott Bush, hijo del ex Gobernador de Florida Jeb Bush y un destacado abogado de Dallas y oficial de inteligencia de la reserva de la Armada, como la futura estrella política de la familia. Los Bush se consideran una dinastía estadounidense, y no quieren pasar a la historia como los arquitectos de la caída de EU.

Como confirmación del “factor legado”, EIR informó en diciembre que el ex asesor de seguridad nacional y álter ego de Bush padre, Brent Scowcroft, fue decisivo en las gestiones diplomáticas de la secretaria de Estado Condeleeza Rice que condujeron a la reunión de Annápolis. Que se haya incluido a Siria en la reunión abrió la posibilidad de un acuerdo de paz sirio–israelí en el período inmediato. LaRouche ha pugnado por semejante acuerdo como la clave para recobrar el impulso hacia un acuerdo de paz más amplio, en la tradición de la Declaración de Beirut de la Liga árabe, del llamado del Grupo de Estudio sobre Iraq de diciembre de 2006 para celebrar una conferencia regional de paz y de su propia “Doctrina LaRouche para el Sudoeste de Asia” (publicada por primera vez en abril de 2004), la cual es, por mucho, el plan de estabilidad a largo plazo más abarcador para la región.

Según varias fuentes de inteligencia estadounidenses, casi se firma un acuerdo sirio–isrealí definitivo en dos ocasiones anteriores, en 1994–95 y, de nuevo, en 2000. La primera vez, inmediatamente después de la conferencia de paz de Madrid de 1992 y de la firma de los acuerdos de Oslo, EU se comprometió a darle a Israel 11 mil millones de dólares en sistemas de vigilancia sofisticados contra algún ataque sirio, y también prometió desplegar un batallón de combate en los altos del Golán, parecido a la fuerza observadora estadounidense emplazada en el Sinaí, una vez que se le regresara el Golán a los sirios. El acuerdo quedó empantanado con el asesinato del primer ministro israelí Isaac Rabín en 1995.

Y en 2000, el presidente Bill Clinton se reunió en Ginebra con el entonces primer ministro israelí Ehud Barak y con el presidente sirio Hafez al–Assad, donde casi se pactó una variación del acuerdo previo. Hay varias explicaciones sobre porqué la iniciativa de Ginebra se desbarató de último momento, pero ninguna definitiva. El asunto es que, como le dijo hace poco un funcionario de inteligencia estadounidense a EIR, “un acuerdo de paz sirio–israelí definitivo está ya 99% resuelto, y podría concluirse en cosa de días”. Un acuerdo tal, continuó la fuente, “alejaría de la guerra a toda la situación en la región”.

Sin duda, quienes vieron Annápolis como un paso hacia la creación de un eje bélico sunní árabe–israelí contra Irán, se llevaron un buen chasco con las declaraciones de Arabia Saudita, de que a los árabes no les interesa un enfrentamiento con “los persas”. En efecto, el 4 de diciembre el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad se presentó en la reunión cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo, “estrechando manos” con el rey Abdul de Arabia Saudita. Fue la primera vez que se invita a un presidente iraní a una sesión del Consejo.

El ‘partido guerrerista’ enloquece

Como era de esperarse, la conferencia de Annápolis y la evaluación de inteligencia pusieron como locos a los neoconservadores de Washington y sus coreligionarios israelíes. Al día siguiente de darse a conocer el informe, la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Americanas entabló una conferencia telefónica de emergencia, según la agencia noticiosa Jewish Telgraphic Agency (JTA). El vicepresidente ejecutivo del grupo, Malcom Hoenlein, dijo que le envirían cartas a todos los candidatos presidenciales instándolos a desatender la Evaluación Nacional de Inteligencia y a no mencionarla en sus campañas. Hoenlein también dijo que la organización se enfocaría en investigar la participación continua de Irán en el patrocinio del terrorismo internacional, una línea completamente congruente con el “plan B” de Cheney.

El AIPAC (Comité Americano–Israelí de Asuntos Públicos) también respondió inmediatamente a la evaluación de inteligencia, con un predecible toque de sofismo. El vocero Josh Block le dijo a la JTA que la evaluación, lejos de exonerar a Irán, probaba que la República Islámica quiere una bomba nuclear. “Lejos de exculpar a Irán —le dijo a la JTA—, la ENI revela que Teherán sigue contraviniendo los llamados de la comunidad internacional a que ceje en su afán de dominar el ciclo de combustible [nuclear completo] y la capacidad de procesar uranio altamente enriquecido, concluye que Irán ha usado y dispone de una segunda vía secreta oculta, desconocida, desapercibida, para el enriquecimiento de combustible para una bomba, y ha emprendido un programa armamentista nuclear, una evaluación que la comunidad de inteligencia de EU nunca antes había hecho pública”. Block concluye que, “en definitiva, es un sonora llamado a intensificar y continuar los esfuerzos de presión económica y política contra Irán para que suspenda su programa nuclear ilícito”.

Otros neoconservadores importantes del American Enterprise Institute en Washington, entre ellos Norman Podhoretz y Danielle Pletka, hicieron pronunciamientos parecidos con la intención de desestimar los hallazgos, atacaron a la comunidad de inteligencia de EU e instaron a actuar contra Irán.

Pero, por el momento, el ambiente se ha tornado aun más hostil a sus gritos de guerra.

En reacción a la evaluación, el Consejo de Relaciones Exteriores dio a conocer un artículo, antes incluso de publicarse en la edición de enero–febrero de 2008 de Foreign Affairs, que insta a EU a procurar “el diálogo, la avenencia y el comercio” con Irán, como parte de un plan más amplio para crear una nueva estructura económica y de seguridad regional integral, en la que Irán participaría plenamente. Los autores, Ray Takeyh y Vali Nasr, alegan que “comprometer a Irán, al mismo tiempo que se regula su poder creciente con medidas de seguridad regional integrales, es la mejor manera de estabilizar a Iraq, aplacar a los aliados árabes de EU, ayudar al proceso de paz árabe–israelí y hasta reencaminar las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán. Como este enfoque incluye todos los actores pertinentes, también es la estrategia más sostenible y menos onerosa para EU en el Oriente Medio”.

Cuando les preguntaron en una conferencia telefónica el 5 de diciembre si pensaban que el Gobierno de Bush adoptaría su estrategia incluyente hacia Irán, para abandonar los casi 30 años de política de contención y enfrentamiento, tanto Takeyh como Nasr dijeron ser escépticos; sin embargo, sólo unas semanas antes la mayoría de los estrategas estaban convencidos de que casi con certeza Bush y Cheney iban a bombardear a Irán antes de salir de la Casa Blanca.

Cualquier cambio fundamental en la política del Gobierno de Bush hacia Irán, aun a estas alturas, depende ahora de la destitución del vicepresidente Cheney. Como muestra el oprobio de los neoconservadores, el partido guerrerista sangra por un par de derrotas importantes, pero no está dispuesto a renunciar a su plan de conflagración, a menos y hasta que su hombre salga de la Casa Blanca.

Si la familia Bush de verdad quiere aprovechar el 2008 para salvar algo del legado de George hijo, harían bien en usar su nueva palanca para asegurarse que el Vicepresidente busque solito la salida, y entre más pronto, mejor.