Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 1
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El uno es el origen de sus partes

por Lyndon H. LaRouche

La tormenta mundial actual ha de verse en un sentido físico (o sea, riemanniano) como producto de la conjunción de dos todos opuestos: a) el estado presente del rumbo que sigue el mundo entero (por ejemplo, “el atajo al infierno”), “A”; y b) el estado alternativo, “B”, que hay que crear. Ambos estados del sistema en su conjunto deben considerarse respectivamente dinámicos y, también, en colisión y separados. Cada uno, o en combinación, debe verse como un modo de interacción dinámico (es decir, riemanniano–vernadskiano), más que estadístico. La interacción debe definirse en razón de una transición de un estado “A” a un estado “B”.

La unidad de acción es un aumento o disminución incidentales de la densidad relativa potencial de población de los sistemas respectivos o combinados, como todos que interactúan. La unidad de acción es en esencia “vernadskiana”, es decir, un aumento o disminución tanto cultural como físico de la densidad relativa potencial de población, per cápita y por kilómetro cuadrado de los sistemas nacional, continental o mundial pertinentes tomados como todos. La modalidad de acción de marras es la cualidad de la mente humana individual que la distingue de la de las bestias, y que de modo categórico ubica el actuar de la humanidad, en lo principal, en función de la noosfera, más que de la mera biosfera.

Esto significa que el modo de acción necesario debe ser primordialmente antientrópico, en el ámbito de esas condiciones de referencia.

Las cuestiones que enfrenta ahora la humanidad, así ubicadas, han de definirse como sigue.

La acción planetaria

En cuanto a aproximaciones razonables, debemos ubicar toda nación y continente de nuestro planeta (y, ahora, algo más allá) como sistemas dinámicos integrales, más que como una serie estadística convencional o cuasiconvencional de partes que interactúan.

Para efectuar el cambio necesario de dinámica de toda la sociedad planetaria, de la modalidad entrópica radical actual de crisis de derrumbe, a un sistema planetario viable, hay que extirpar de tajo de la economía de Estados Unidos de América su modalidad ya condenada a la destrucción, en tanto extensión de un impérium liberal angloholandés globalizado, para que devenga en parte integral de un sistema mundial que se defina de modo dinámico, uno que se funde en la orientación del “Sistema Americano” entre un grupo de Estados nacionales soberanos poderosos que se reuna en torno a un núcleo integrado por EUA, Rusia, China e India.

A menos que se efectúe ese cambio, es inevitable que la sociedad planetaria actual se desintegre en el corto a mediano plazo.

Sin la función emprendedora de semejante grupo de Estados nacionales soberanos poderosos, adoleceríamos de la calidad de ímpetu necesario para superar la destrucción actual, de otro modo inevitable, de la sociedad planetaria entera.

La intervención planetaria necesaria así identificada tiene ciertas características indispensables, todas las cuales deben definirse, en lo individual y de manera combinada, como la expresión de una característica antientrópica de una noosfera supraplanetaria y de la biosfera que comprende.

Esto implica un aumento general continuo de la “densidad de flujo energético” de las fuentes energéticas y sus aplicaciones, per cápita y por kilómetro cuadrado. Al presente eso implica poner un gran acento en la energía de fisión nuclear y en las modalidades con una densidad de flujo energético aun más alta.

Esto entraña aumentar bastante el acento en las modalidades de inversión en la infraestructura económica básica con un uso intensivo de capital que se desarrollan con amplitud por el territorio entero de las naciones.

Esto significa arrancar de raíz los programas educativos e ideologías relacionadas que, como el empirismo, tienden a suprimir el desarrollo de esos poderes mentales creativos que se asocian con la modalidad científica de Cusa, Kepler y Leibniz, y con las afines, de suyo antientrópicas, de la cultura artística clásica.

Esto involucra cortar de raíz los hábitos de la vida y la práctica mental y social individual que se asocian con las modalidades tanto antiguas y medievales, como reduccionistas.

La transición

La adopción pendiente de la ley federal de Protección a los Bancos y Propietarios de Vivienda señala el rumbo de las transiciones, lejos del ritmo de desintegración —que al presente acelera— de las economías políticas físicas del mundo, hacia la orientación mundial altamente antientrópica que tiene que establecerse ahora como la única alternativa posible a la caída inminente en una nueva Era de Tinieblas planetaria. Semejante edad oscura significaría un desplome de la densidad relativa potencial de población del planeta, al orden de los menos de mil millones de personas (que en lo principal vivirían en una miseria y depravación prácticamente increíbles), de los cerca de seis millones y medio que son ahora.

Un cambio necesario tal no podría lograrse por medio menos drástico que usar el principio de la soberanía nacional, como una forma de protección política que emplean Estados nacionales perfectamente soberanos para pasar de modo seguro de los sistemas ahora condenados a la destrucción, a uno sustentable de recuperación y progreso.

Necesitamos dirigentes entre las naciones que acepten el respeto amoroso por el sentido humano de seguridad y libertad del desarrollo individual que eso implica.