Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 1
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Iberoamérica

Libran nueva guerra del opio para balcanizar el Continente

por Gretchen Small

El 2008 encuentra a Sudamérica más cerca de la fragmentación de naciones, los “cambios de régimen”, la guerra fraticida y la intervención multinacional de lo que nunca ha estado en la historia reciente, luego del espectáculo de la operación “humanitaria” multinacional que montó el presidente venezolano Hugo Chávez a fines de diciembre para la liberación de tres rehenes (que finalmente fueron 2) de manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC.

Eso no es lo que los gobiernos de Sudamérica tenían en mente cuando se tiraron de cabeza en la aventura encabezada por Chávez, que iba encaminada a fomentar condiciones para una negociación regional de facto con las FARC, con la ilusión de que al hacerlo podrían conseguir la paz para una Colombia desgarrada por la guerra, apaciguar el histórico conflicto colombiano–venezolano, y cortar así uno de los tentáculos de la conflagración que el Gobierno de Bush y Cheney tiene metidos en el Continente.

Que la operación fuera puro cuento era de esperarse. Las FARC son el cartel de la cocaína más grande de Sudamérica, y el narcotráfico se dirige, de pe a pa, desde la City de Londres, como ha sido el caso desde las guerras del Opio del siglo 19 contra China e India. En otras palabras, los dirigentes de las naciones sudamericanas cayeron solitos en la trampa británica.

Allá en los 1970, “Narcotráfico, S.A.” de Gran Bretaña estableció a Colombia, que es la entrada de Sudamérica por la que tendría que pasar cualquier ferrocarril transcontinental que uniera a las Américas con Eurasia, como un centro de su muy extendido narcoimperio global. Hace precisamente 10 años, en su edición de la 1ª quincena de enero de 1998, Resumen ejecutivo de EIR reveló los planes de la oligarquía británica de usar lo que ellos mismos le habían impuesto a Colombia para fragmentarla y crear en la región un conflicto tan grande como el palestino–israelí, como lo planteó sin reserva alguna el vizconde Waverly en su momento. Colombia sigue siendo, como escribió EIR entonces, “un ejemplo clásico de cómo manufactura Londres ‘Estados fallidos’: ataca las instituciones de una nación hasta despedazarlas, y luego exige que las instituciones supranacionales entren a recoger los añicos”.

De no reconocerse y flanquearse la trampa “humanitaria” de las FARC como lo que es, pronto podría empujarse de nuevo a Colombia a una guerra general. En las actuales condiciones de desintegración global, cualquier expansión de un conflicto en cualquier parte del Continente puede rápidamente convertirse en una conflagración general de izquierda versus derecha.

La trampa funcionó —hasta ahora—, porque a dirigentes clave de la región los ciega el romanticismo imperante de que el jacobinismo es una fuerza social “antiimperialista”, en vez de la operación cortacabezas enemiga del Estado nacional que es en realidad, y que proviene de los Danton y los Roberpierre que lord Shelburne y Jeremías Bentham de la Compañía de las Indias Orientales británica crearon y desplegaron en Francia para impedir que la Revolución Americana prendiera en Europa.

El ‘Club de Presidentes’

La estrategia imperial británica consiste en romper la dedicación histórica y hondamente arraigada de Iberoamérica al principio de la soberanía nacional, que ha conservado intactas a las naciones de la región, a pesar de la embestida de las olas sucesivas de terror que ha sufrido en más de tres décadas de globalización. Una vez eliminado ese principio, puede quebrarse a los Estados nacionales y despachárseles con presteza.

No obstante, el principio de la soberanía nacional sigue siendo una fuerza eficaz en Sudamérica. El 9 de diciembre siete presidente sudamericanos firmaron en Buenos Aires el documento fundador del Banco del Sur, un banco regional independiente regido por naciones soberanas, que se concibió como un instrumento para la integración y el desarrollo de sus pueblos. El banco fue iniciativa de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela; Colombia vacila, aunque por debajo del agua expresa interés en sumarse, y Chile participa como observador.

Los presidentes de los siete países fundadores, además de los de Colombia y Chile, estuvieron en Argentina el 10 de diciembre para la toma de protesta de Cristina Fernández de Kirchner, quien sucede a su esposo, Néstor Kirchner, como presidenta de esa nación.

Ni la fundación del banco ni la juramentación de Fernández le hicieron ninguna gracia a Londres. El Financial Times de Londres, que tachó al Banco del Sur de “la mayor amenaza” potencial desde los incumplimientos de pago de deuda de los 1980, admitió el 23 de marzo de 2007 que, “con el dinero de Venezuela y la voluntad política de Argentina y Brasil, este banco puede tener mucho dinero y un enfoque político diferente. Nadie lo dirá en público, pero no nos gusta”.

Dos días antes de esta declaración del Financial Times, la entonces primera dama Cristina Fernández había dado un discurso detallado ante 300 funcionarios y políticos en Quito, Ecuador, sobre cómo el Gobierno de su esposo revivió una economía que había reventado en el 2001, al repudiar el “sistema de ideas” del Fondo Monetario Internacional en favor de una orientación que tomó como modelo el Nuevo Trato y los proyectos de obras públicas de Franklin Delano Roosevelt.

Durante esa visita, el presidente ecuatoriano Rafael Correa se reunió con ella, y más tarde declaró que sus Gobiernos coinciden por completo en muchos temas económicos. Lo que hizo aun más interesante este comentario, fue que el entonces economista Correa describió, en un artículo que se publicó antes de que fuera presidente, cómo Estados Unidos progresó con un sistema proteccionista y cómo los americanos históricamente entendían que el libre comercio es “parte del sistema imperialista británico”. En ese mismo artículo, Correa pronosticó que el sometimiento estadounidense a la globalización neoliberal no duraría para siempre (ver Resumen ejecutivo de la 1ª quincena de abril de 2007).

Por lo general, en los últimos años las reuniones cumbre y las tomas de posesión en Sudamérica han funcionado como un “Club de Presidentes” informal, donde las naciones soberanas debaten a fondo los principios para resolver problemas regionales. Así, en las reuniones del 9 y 10 de diciembre en Buenos Aires se abordaron los dos conflictos entonces más candentes que podrían hacer estallar a la región: la amenaza separatista y de guerra civil y racial en Bolivia, y la sucia camorra entre Chávez y el presidente colombiano Álvaro Uribe por los incidentes que se sucitaron en torno a la mediación de Chávez para la liberación de dos rehenes de las FARC. Chávez amenazó incluso con romper relaciones diplomáticas con Colombia.

Los nueve presidentes presentes le ofrecieron su apoyo al pueblo y al Gobierno de Bolivia, instando al diálogo. Cinco días después los mandatarios de Brasil y de Chile, Luis Inácio Lula da Silva y Michelle Bachelet, viajaron a Bolivia para reunirse con el presidente Evo Morales y firmar un acuerdo para la construcción de un corredor bioceánico a lo largo de los tres países, a fin de fomentar el desarrollo económico.

Pero Chávez no aceptará mediaciones entre él y Uribe, pues declaró que no quiere saber nada del Presidente colombiano. Por presión particular del representante del presidente francés Nicolás Sarkozy, varios gobiernos se comprometieron a tratar de asegurar la liberación de al menos algunos de los cientos de rehenes en poder del cartel de las FARC, en particular la de la ex candidata presidencial franco–colombiana Ingrid Betancourt, a quien las FARC secuestraron en el 2002, junto con su candidata vicepresidencial Clara Rojas, mientras se dirigían a la zona desmilitarizada entonces en control de las FARC con la idea de avanzar las negociaciones.


Conforme la farsa de la liberación de los rehenes se desenvolvía, la prensa le hacía juego a una trama secundaria de la novela, en la que se pedían pruebas de ADN para establecer la verdadera identidad de un niño al que en un principio también se iba a liberar, y que era hijo de la rehén Clara Rojas y un supuesto guerrillero de las FARC; a fin de cuentas resultó que el niño ni siquiera estaba en poder de los terroristas. Pero mejor deberían de hacerles la prueba de ADN al comandante Raúl Reyes de las FARC y a Richard Grasso, entonces presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, quienes en 1999 se dieron el famoso “abrazo de Grasso” en medio de la selva colombiana, donde hicieron gala pública de la alianza estratégica de las FARC y los intereses financieros de Wall Street que dirigen los británicos.
(Foto: Fernando Ruiz/Foto ANCOL).

¿Quién activó a Chávez?

El régimen de Bush y Cheney que dirigen los británicos lleva al menos seis años tratando de obligar a Iberoamérica a alinearse para que apoye la imposición de un “cambio de régimen” —o sea, los golpes y el caos— en Venezuela, alegando que el Gobierno de Chávez desestabiliza la región.

Una y otra vez los dirigentes sudamericanos aguantaron la presión y respondieron cooperando para la integración económica. Un ejemplo de la eficacia de este enfoque fue la reunión cumbre de Chávez, Uribe, Lula da Silva y José Luis Rodríguez Zapatero de España el 29 de marzo de 2005 en Venezuela, que se organizó cuando Colombia y Venezuela se encaminaban, también entonces, a la guerra. Ahí, Uribe, dizque “el hombre de Washington” en la región, y Chávez, el “coco” de EU, dejaron a un lado sus mutuas recriminaciones y acordaron una estrategia de integración de la infraestructura, la cual giraba en torno a la creación de corredores bioceánicos que le permitirían a Sudamérica participar en el enorme desarrollo económico de Eurasia.

Sin embargo, ahora, a la hora en que se decide si son los gobiernos soberanos o los intereses privados los que definirán quién dominará el mundo después del crac, los británicos se las ingeniaron para activar al volátil Chávez.

Chávez debe saber que ésta es la forma más rápida para conseguir que lo asesinen los estrategas británicos del caos, quienes suelen considerar a sus agentes más útiles muertos que vivos. Su asesinato sería una fórmula garantizada para desencadenar una revuelta general y los asesinatos por el continente entero, todo so capa de que sería obra de sus oponentes políticos “en la región”.

El Presidente venezolano y sus aliados se han lanzado a una ofensiva temeraria que encaja precisamente con la estrategia británica de Cheney del “cambio de régimen”, pero esta vez contra la vecina Colombia. Compárense tres declaraciones que se emitieron el 18 de diciembre:

• Al mismo tiempo que los jefes de Estado del Mercado Común del Sur (Mercosur) reunidos en Montevideo emitían una declaración mesurada que llamaba a la calma en Bolivia, al rechazar “todo intento y acciones violentas que busquen vulnerar la estabilidad del Gobierno y de los órganos elegidos por el pueblo”, Chávez dijo que EU no debía “obligarnos” (!) a emprender una “revolución violenta” en ese país.

• Las FARC emitieron un comunicado que declaraba “ilegítimo” el Gobierno de Uribe y su disposición de llegar a un arreglo humanitario para la liberación de rehenes —a los que por años han mantenido en condiciones de un campo de concentración en la selva—, con la condición de que el Gobierno despeje dos municipios de Colombia y que el centro de las negociaciones sea el desmantelamiento del régimen actual; es decir, el cambio de régimen. El mismo comunicado decía que las FARC liberarían a Clara Rojas y a su hijo Emmanuel, a quien concibió en cautiverio de uno de los guerrilleros y luego resultó que ni siquiera tenían en su poder, y a la ex senadora Consuelo González Perdomo, quien llevaba más tiempo secuestrada, si los recogían Chávez o sus representantes.

• Haciéndole segunda a Chávez, el presidente nicaragüense Daniel Ortega llamó “hermano” al cabecilla de las FARC, Manuel Marulanda, y tildó a Colombia de país ocupado y al Gobierno de Uribe de “neoimperialista”.

A esto siguió la conferencia de prensa de Chávez el 26 de diciembre, en la que anunció que su Gobierno había arreglado con las FARC la liberación de los tres rehenes para fines de año; una aeronave venezolana, que portaría insignia de la Cruz Roja para la ocasión, llevaría a Colombia a representantes de esa organización humanitaria y de siete países para que hicieran las veces de “garantes”, además de periodistas. Luego las FARC les darían las coordinadas de dónde liberarían a los rehenes en la selva para que los aerotransportaran a Venezuela y los recibiera Chávez en persona, como finalmente sucedió en el segundo intento.

Se reunió a los garantes de la operación, con Kirchner a la cabeza de la delegación, que incluía al asesor de Lula, Marco Aurelio García; al viceministro de Coordinación con los Movimientos Sociales de Bolivia, Sacha Llorenti; un ez ministro que envió Ecuador; los embajadores de Francia y Cuba en Venezuela; y un ex ministro de Relaciones Interiores venezolano. Suiza se sumó más tarde. El Gobierno colombiano estuvo representado por su comisionado para la paz.

Luego de cuatro días de faramalla, las FARC le dieron a Chávez la noticia de que siempre no iba a haber liberación. Chávez se hizo eco de las FARC al acusar al responsabilizar al Gobierno colombiano del fracaso de la operación, y los garantes se regresaron a sus respectivos países con la intención de dar una buena cara sobre su participación en la farsa, conforme las recriminaciones entre Colombia y Venezuela iban acalorándose.

Sólo unos días después se dio a conocer la carta, con fecha del 24 de diciembre, en la que el comandante Marulanda le ordenaba a sus tropas preparar un ofensiva general, afirmando confiado que pronto a Uribe le costaría mucho más trabajo impedir que “ciertos gobiernos” reconocieran a las FARC como una fuerza beligerante legítima, con lo cual empezaría su tan anhelada partición formal de Colombia. El 10 de enero las FARC por fin ponen en libertad a las secuestradas, pero no es sino el comienzo de esta operación británica.

La etapa final del TLCAN revienta la frontera méxico–estadounidense

El 1 de enero de 2008 entró en vigor la última etapa del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) que se firmó en 1994, el acuerdo insignia de la política librecambista británica entre Estados Unidos, México y Canadá. A partir de esa fecha se obligó a México a eliminar cualquier protección aduanera de su producción alimentaria más esencial, que incluye el maíz, el frijol, el azúcar y la leche en polvo.

Esto acarreará el desempleo general y la hambruna en un país ya devastado por la globalización y la economía de libre comercio, y empujará a millones de mexicanos desesperados más a tratar de cruzar la frontera estadounidense, precisamente en momentos en que EU está expulsando a cerca de un millón al año de regreso a México, y en que se azuza la histeria antimexicana y hasta turbas de linchamiento en los estados fronterizos.

Seis millones de mexicanos dejaron la provincia en los primeros 14 años de vigencia del TLCAN, al mismo tiempo que 5 millones de empleos agrícolas desaparecieron, incluso antes de este golpe de gracia. La pobreza se concentró en comunidades en las que ahora sólo viven ancianos, mujeres y niños, pues los hombres partieron hacia EU en busca de trabajo. Diariamente un campesino muere tratando de cruzar la frontera, y cientos de miles más caen en los brazos abiertos del narcotráfico, que hoy controla partes enteras del país, en especial a lo largo de la frontera.

La hambruna es inminente, pues México importa ya 40% de los alimentos que su pueblo consume. En 1997 México produjo 250.000 toneladas de frijol, pero sólo 50.000 en 2007. Y en 2008 se espera que el precio de los productos básicos suba al menos 30%, por los aumentos programados al diésel, la gasolina y la electricidad.

Dennis Small.