Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 2
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Iberoamérica

¿Quién instiga una guerra colombo-venezolana?

por Maximiliano Londoño Penilla


¿Se usará a Hugo Chávez y su relación con las FARC para detonar una guerra regional? Richard Grasso, el entonces presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, se reúne en junio de 1999 con el también entonces jefe de finanzas de las FARC, Raúl Reyes, en lo que se conoce como el infame “abrazo de Grasso”.

El presidente de la Asociación Lyndon LaRouche de Colombia, Maximiliano Londoño, el 7 de febrero emitió la declaración que reproducimos a continuación.

En tiempos de crisis, la marea de la historia cambia con rapidez. Hace poco, el 9 de diciembre, siete presidentes sudamericanos firmaron el documento trascendental de fundación del Banco del Sur, al servicio de los intereses comunes de la región.

Los dirigentes sudamericanos han impulsado la causa de la integración en los últimos cinco años, a pesar de las gestiones de los socios del agente británico y vicepresidente estadounidense Dick Cheney, en particular, para enfrentar a los países unos contra otros.

Sin embargo, la cuenta regresiva hacia la guerra no empezó sino hasta que se indujo al presidente Hugo Chávez a darle todo el respaldo del Estado venezolano a los narcoterroristas colombianos. En un discurso que dio el 11 de enero ante la Asamblea Nacional, Chávez instó a los gobiernos a reconocer como “fuerza beligerante” al cartel de la cocaína más grande del mundo, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y al Ejército de Liberación Nacional, a los que llamó “ejércitos verdaderos” que ocupan regiones de Colombia, así como fuerzas insurgentes bolivarianas a las que se “respeta” en Venezuela. El 17 de enero la Asamblea Nacional de Venezuela aprobó una resolución concediendo dicho reconocimiento, y el 20 del mismo mes, Chávez anunció la militarización de la frontera con Colombia, dizque para frenar el contrabando.

Nicaragua también cayó en el garlito, cuando el presidente Daniel Ortega, en la reunión que la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) —integrada por Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Dominica— organizó en Caracas el 26 y 27 de enero, hizo la declaración sorprendente de que el pacto de defensa del ALBA propuesto por Chávez serviría para que países como Nicaragua se defiendan de Colombia, en sus disputas fronterizas.

Entre tanto, altos funcionarios del Gobierno de Cheney y Bush viajaron en tropel a la capital colombiana, donde hicieron declaraciones de amenaza contra Chávez: el 18 de enero fue el almirante Michael Mullen, presidente del Estado Mayor Conjunto; el 20, el zar antidrogas John Walters; e inmediatamente después, la secretaria de Estado Condoleezzaa Rice fue a reafirmar el apoyo estadounidense a los colombianos.

La tensión va en aumento. Tal vez fueron hasta 15 millones de colombianos los que inundaron las calles el 4 de febrero, como parte de la marcha mundial “¡No más FARC!”

Fuentes militares colombianas le dijeron a este servicio noticioso que, aunque el Ejército de Colombia es diez veces más grande que el de Venezuela, creen que Chávez piensa desplegar su “ejército del pueblo”, con apoyo de la Fuerza Aérea, para atacar a Colombia dejando fuera de combate sus puertos y su comercio internacional, en coordinación con ataques de las FARC. También esperan que Nicaragua apoye a Venezuela. EIR no ha confirmado esto, pero el hecho de que algunos en el Ejército colombiano lo consideren una posibilidad, indica que algo de esto están en marcha.

Y para agitar la explosiva mezcla, el ministro de Defensa colombiano Juan Manuel Santos anunció el 7 de febrero, desde Tel–Aviv, que Israel renovará y ampliará la flota aérea de combate de Colombia.

Aunque hubo una reunión posterior de mandatarios sudamericanos para enfriar las cosas, esta bomba definitivamente no ha sido desactivada del todo.

—Gretchen Small.

El actual conflicto colombo–venezolano, que pudiera terminar en un absurdo enfrentamiento militar entre dos naciones hermanas, es parte del juego británico de guerra con el que el cartel financiero angloholandés que controla a la City de Londres y a Wall Street pretende desviar la discusión sobre la urgente necesidad de establecer un nuevo sistema financiero y monetario internacional, para remplazar al nefasto y moribundo Fondo Monetario Internacional (FMI). La idea de los británicos es utilizar al presidente Hugo Chávez y su relación con las FARC como instrumento para detonar en Sudamérica una guerra “sustituta” contra Estados Unidos, guerra que arrastraría a toda la región. La propia Venezuela y Cuba serían las primeras afectadas, además de Colombia. Como es típico de las operaciones británicas, el propio Chávez sería desechado después de haber sido utilizado y, más grave aun, pudiera ser asesinado para perpetuar el caos y la guerra en la región.

El presidente Uribe y el resto de los jefes de Estado de la región, en particular, deben procurar que Chávez regrese a la orientación que tenía hace unos meses, cuando, en asociación con otros presidentes de la región, promovía un plan de integración económica que incluía la creación del Banco del Sur como parte de una nueva arquitectura financiera mundial. Precisamente, como lo ha advertido el estadista estadounidense Lyndon H. LaRouche, es la turbulencia creciente de la actual crisis de desintegración económica y financiera, que afecta a EU y al mundo entero, lo que impulsa al cartel angloholandés a buscar la guerra perpetua a nivel planetario, en la pretensión de que así preservará su poder político imponiendo una dictadura mundial fascista en un mundo arrasado por la guerra y la destrucción de los Estados nacionales soberanos. Desafortunadamente, el presidente Chávez, debido a la ideología romántica y jacobina que lo domina, es presa fácil de las manipulaciones británicas.

Chávez debe aprender la lección de Bolívar

El estadista estadounidense Lyndon H. LaRouche dijo el 5 de febrero sobre el Presidente de Venezuela: “Chávez ha sido mal orientado por su ignorancia de la realidad, de lo que Bolívar llegó a comprender sobre la orquestación británica de conflictos regionales. Por su ignorancia de la historia, Chávez, al igual que Castro, comete el error de alinearse con los intereses imperialistas británicos en contra de los legítimos intereses de las naciones americanas. Puede decirse que ésta es una ignorancia inocente de Chávez”. Y agregó: “Chávez tiene que admitir que Bolívar reconoció, al final de su vida, cuando proscribió a Bentham, la catástrofe que significaba para el Hemisferio la política imperial británica”.

Sobre la “relación especial” de Chávez y las FARC, LaRouche observó: “Un hombre con la experiencia militar que tiene Chávez debe comprender que es un error desarrollar una relación demasiado estrecha con una prostituta enferma”. LaRouche insistió que, “Chávez debe entender que el narcotráfico está destruyendo a las Américas y es la forma moderna de la esclavitud”. Como subrayó LaRouche el 4 de febrero, el asunto es que éste es un guión y una estratagema británica, y tiene que identificársele como tal. Es una locura de Chávez, dijo, a la que lo induce tanto su deseo de ser presidente de por vida, como su fracaso en lograrlo en el referendo reciente. . . por no mencionar las hojas de coca que suele mascar. “Cuando alguien aborda la historia de las Américas y dice que apoya la operación británica contra EU en ese período, cuando Bolívar había dicho, en ese mismo período en general, desde Colombia, que ésta era una operación británica a cargo de Jeremías Bentham, la cual llevó a un montón de tontos en Sudamérica a convertirse en víctimas del Imperio Británico, ¿es [Chávez] un pelele del Imperio Británico?”, preguntó LaRouche.

La ideología jacobina que rige a Chávez fue confeccionada y desplegada originalmente por Jeremías Bentham, a la sazón jefe de inteligencia exterior de Inglaterra durante la época de la Independencia, como instrumento de guerra, para garantizar tanto la fragmentación de las ex colonias españolas como su inviabilidad económica a través de la imposición del libre comercio o libre cambio (actualmente denominado globalismo), con lo cual se hundió cualquier proyecto de industrialización, de mecanización de la agricultura y de grandes obras de infraestructura, que hubiera convertido en verdaderas potencias económicas a las provincias recién liberadas de España.

Bentham se carteaba y daba instrucciones directas a muchos de los precursores y líderes de la Independencia, como Miranda, Zea y Santander, entre otros; incluso manipuló al propio Bolívar, antes de que éste se diera cuenta, casi al final de su vida, de que el proyecto británico era balcanizar en pequeñas republiquetas dedicadas a la producción de materias primas y bienes agrícolas primarios lo que antes había sido, desde México hasta Argentina, una sola entidad geográfica y política. Es decir, el temor de que México y América Central y del Sur siguieran los exitosos pasos de EU —que, con el liderato de Benjamín Franklin, George Washington y Alexander Hamilton, se había convertido en una nación independiente comprometida con el desarrollo industrial y científico— llevó a Inglaterra, que aplicó su “equilibrio del poder”, a buscar la independencia de las antiguas colonias españolas, pero a condición de que se convirtieran en pequeños entes fragmentados y subordinados a la política librecambista y colonial británica. En lugar de un país de industriales, granjeros y trabajadores, Colombia sigue siendo, en lo fundamental, una cueva de contrabandistas, narcotraficantes, latifundistas y banqueros usureros, gracias al libre cambio británico.

Hay que adoptar la política de LaRouche

Ahora, cuando se desmorona el actual orden económico mundial, tal y como lo había pronosticado certeramente el estadista Lyndon LaRouche, es el momento, como lo ha elaborado el mismo LaRouche, de crear un nuevo sistema monetario y financiero internacional justo que provea crédito abundante y barato para financiar los grandes proyectos industriales, agrícolas, científicos y de infraestructura que requieren todas las naciones del planeta, empezando por el propio EU, que afronta la peor crisis de quebrantamiento económico que hayan experimentado en su historia, gracias a la aplicación del mismo y nefasto neoliberalismo que ha destruido el potencial productivo del mundo en su conjunto.

Precisamente cuando la discusión sobre la nueva arquitectura financiera mundial está a la orden del día, y cuando varias naciones de Sudamérica, encabezadas por Argentina y la propia Venezuela, impulsaban la creación del Banco del Sur dentro de esa perspectiva, Chávez, llevado por su romanticismo jacobino, actúa tal y como los británicos lo tienen orquestado, para sabotear ese sano proceso de integración regional del que él mismo había sido gestor. En lugar de ayudar a unificar físicamente a nuestros países con extensos y modernos corredores ferroviarios, Chávez, en su relación con las FARC, está reviviendo la vieja alianza de éstas con Wall Street, que cobró expresión en el famoso abrazo entre Richard Grasso, entonces presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, y alias “Raúl Reyes” de las FARC, cuando la entrega de territorio a éstas que fomentó el despistado presidente Andrés Pastrana.

El Gobierno del presidente Uribe, si es sensato, no caerá en los juegos británicos tendientes a crear una guerra entre Colombia y Venezuela, que pudiera activarse con cualquier incidente fronterizo, de los tantos ocurren y han venido ocurriendo por años. Tampoco debe caer el presidente Uribe en el juego de pedirle a nuestro “aliado” estadounidense que nos venga dizque a proteger de nuestro vecino. El vicepresidente Dick Cheney, quien todavía sigue tratando de invadir a Irán y a Siria, después de las innecesarias y criminales guerras contra Iraq y Afganistán, no tendría mucha dificultad en convencer al mediocre y manipulable George Bush de que, siguiendo la tradición de Teddy Roosevelt, envíe a los soldados estadounidenses a buscar a Chávez, como todavía siguen buscando a Osama Bin Laden. No; no podemos aceptar una guerra entre Colombia y Venezuela, guerra que se extendería al subcontinente. Hay que impedir que la guerra ocurra y, para lograrlo, hay que realizar una maniobra de flanco contra el único que pretende salir beneficiado con esto, la oligarquía financiera angloholandesa. Colombia, junto con el resto de Iberoamérica, debería adoptar la perspectiva de LaRouche, de ser parte activa del proceso de cambio hacia un nuevo sistema monetario y financiero mundial que remplace al decadente y usurero FMI.

En otras palabras, en lugar de caer en la treta del imperio angloholandés, de crearle una nueva guerra sustituta a EU (como ocurrió con la estúpida y criminal guerra de Vietnam, esta vez entre Colombia y Venezuela, lo que debe hacer el Gobierno del presidente Uribe es poner en marcha un programa de grandes obras de infraestructura, cuyo eje sería la construcción de corredores ferroviarios de alta velocidad (350 km/hora), trocha ancha y tracción eléctrica o levitación magnética. Al menos 8.000 km de vías ferroviarias deberán atravesar Colombia de norte a sur y de oriente a occidente. Estos corredores se articularían con los corredores de desarrollo e infraestructura que, vía el túnel por el estrecho de Bering que pretende construir el Gobierno ruso, pondrán en comunicación al continente eurasiático con las Américas. Entre otras obras, Colombia tendría que construir el Tren del Darién, para que sea la puerta de entrada del corredor ferroviario que vendrá desde Alaska hasta la Patagonia argentina. La política de “seguridad democrática”, per se, no perdurará si no hay seguridad económica. La manera más eficaz de consolidar la paz en nuestro país es que haya empleos productivos, estables y bien remunerados para todos los colombianos en edad de trabajar.

En síntesis, si se adopta la política de LaRouche, se pueden derrotar los juegos británicos bélicos para crear una nueva Guerra del Opio en la región. En la página www.larouchepac.com se puede obtener amplia documentación sobre la perspectiva y las propuestas de LaRouche. Una síntesis de la perspectiva de LaRouche se puede apreciar en el reciente diálogo franco y fraternal que sostuvo con el ministro coordinador de Política Económica del Ecuador, Pedro Páez, sobre el tema de la crisis de quebrantamiento económico que afecta a la humanidad en este momento. El texto escrito y el audio de esta histórica entrevista, transmitida por la radioemisora ecuatoriana 530 AM de Quito, se puede encontrar en la ya referida página electrónica.