Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 4
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La ratificación del tratado de Lisboa

¡Un día de infamia para

el Parlamento alemán!

por Helga Zepp-LaRouche

La señora Zepp–LaRouche es la presidenta del partido Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad (BüSo) de Alemania, que ha estado organizando por todo el país contra el tratado de Lisboa.

El 24 de abril de 2008 aparecerá en los anales de la historia como el día en que 517 miembros del Parlamento alemán, por diversos motivos, acordaron ratificar un tratado importante haciéndole caso omiso a la Constitución, una acción que, en términos prácticos, significa liquidar la Ley Básica (la constitución alemana) del país, y que supone hacer realidad una dictadura oligárquica en Europa.

Lo más escandaloso es que, con raras excepciones, la mayoría de los parlamentarios ni siquiera se tomaron la molestia de leer el tratado de Lisboa o, como de plano dijo uno de ellos: “Este asunto no cuenta para nuestro grupo parlamentario”.

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Firma del tratado de Lisboa de la Unión Europea el 13 de diciembre de 2007. (Foto: © Presidencia portuguesa de la Unión Europea).

Pareciera, al menos por ahora, que los gobiernos europeos decidieron, en su reunión del pasado 13 de diciembre, no sólo aprobar el tratado de Lisboa, sino que fuera ratificado por sus parlamentos nacionales sin mayor discusión y sin ningún debate público ahí ni en los medios de difusión, al menos no de forma que la población lo notase.

A lo que se reduce todo esto es a un golpe frío desde arriba, por el cual los restos miserables de cualquier competencia legislativa que todavía tengan los parlamentos nacionales se le entregarán por completo a la dictadura de la Unión Europea en Bruselas.

Pero esto lleva cola, y no sólo en Alemania. El asunto irá ante el Tribunal Constitucional de Alemania (Burdesverfassungsgericht), ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo y ante otros tribunales, donde se planteará el hecho de que el tratado de Lisboa viola todas las constituciones nacionales y que, de hecho, pretende volverlas obsoletas.

Una de las violaciones más graves es que el Artículo 20 del Capítulo II de la Constitución de Alemania,[1] establece que toda autoridad emana del pueblo, y si el pueblo elige parlamentarios es precisamente para que representen ese derecho del soberano, el pueblo. El Tribunal Constitucional de Alemania había dictaminado antes que los parlamentarios de hecho pueden delegar parte de ese derecho, por ejemplo, a la Unión Europea; ¿pero el 100%?

El tratado de Lisboa le quita, en efecto, todo el poder a la ciudadanía, suspende la democracia parlamentaria, y delega cualquier decisión política al recién creado presidente europeo (quien será elegido por un período de dos años y medio), al Consejo de Ministros y a la Comisión Europea.

Esto equivale a cambiar en su totalidad la Constitución, como lo define el Artículo 146, que reza: “La presente Ley Básica que, después de haberse consumado la unidad y la libertad de Alemania, es válida para todo el pueblo alemán, perderá su vigencia el día que entre en vigor un Constitución que hubiere sido adoptada en libre decisión por todo el pueblo alemán”.[2]

El tratado de la Unión Europea que, en opinión de reputados expertos jurídicos, degrada a los parlamentos nacionales a la categoría de meras “entidades administrativas regionales”, en realidad equivale a un cambio de la Constitución, incluso si los jefes de Estado usan el truco transparente de llamarle “tratado” en vez de “constitución”, después que los pueblos de Francia y Holanda rechazaron la Constitución Europea original en un referendo en el 2005.

Aparte de un puñado de parlamentarios alemanes, la mayoría sencillamente aprobó de forma precipitada el tratado a fines de abril, sin siquiera tomarse el trabajo de leerlo. El documento —que adrede nadie que no sea erudito en leyes puede entender— fue publicado primero de forma consolidada el 15 de abril (“consolidada” se refiere a la Constitución Europea original que se consolida en el nuevo tratado con todos sus apéndices, cambios, explicaciones y demás). En consecuencia, cada uno de esos parlamentarios que, por su profunda ignorancia o indiferencia, le hizo caso omiso a sus responsabilidades como representante del pueblo y aprobó el tratado, sólo merece una respuesta: sacarlo de su puesto lo más pronto posible.

Los medios de difusión son cómplices descarados

Si fuere necesaria otra prueba de que los medios informativos de Europa (y, por supuesto, de Alemania en especial) están controlados de arriba a abajo, tenemos la siguiente: entre el 13 de diciembre del 2007, cuando los jefes de Estado firmaron el tratado de Lisboa, y el 24 de abril, cuando lo ratificó el Parlamento alemán, no salió ni un solo artículo o reportarje en ninguno de los principales medios de comunicación de Alemania que pretendiera analizar, informar o discutir los pros y los contras de una legislación que ataca el núcleo de nuestro orden social.

Como para echarle sal a la herida, el 25 de abril, al día siguiente del voto del Parlamento, el periódico Bild Zeitung publicó un artículo de dos páginas con el título: “El tratado de la UE: Bild pone al descubierto la letra menuda”. El diario destacó algunos de los cambios desastrosos y antidemocráticos, como diciendo: “¡Lástima que Europa acaba de convertirse en una dictadura! Así que, amigos, ¡más vale que vayan acostumbrándose!”

La complicidad total y desvergonzada de los medios de difusión da por sentado de nuevo quiénes son exactamente los que los dirigen.

Otro ejemplo del carácter de los órganos de difusión: aunque el mundo entero puede ver por sí mismo en la internet que los soldados que atacaron a los manifestantes tibetanos portaban uniformes indios y nepaleses, no obstante, los medios impresos y electrónicos seguían refiriéndose a ellos como soldados “chinos”. Ni un solo medio impreso o programa de televisión se tomó la molestia de decir la verdad. Los ejemplos de tales manipulaciones mediáticas son demasiado numerosos como para mencionarlos.

Argumentos sofistas

En cuanto a los que de verdad apoyan el tratado de la Unión Europea, sus argumentos se reducen a sofismas y le sacan la vuelta con cautela a cualquier discusión sobre el meollo de los cambios. Uno de los principales argumentos de estos sofistas es que cualquiera que ose criticar el tratado es enemigo de Europa. Otro es que la “paz” en Europa ahora está “garantizada” por este tratado, y que las guerras mundiales del siglo 20 nunca hubieran ocurrido de haber estado unidas todas estas naciones en una Europa centralizada.

En realidad esas guerras mundiales no fueron obra de una sola nación, sino de los imperios.

Fueron los imperios Británico, Austro–Húngaro y zarista, así como el Reich alemán, los que provocaron la Primera Guerra Mundial.

Otro argumento sofista es que Europa tiene que inflarse para enfrentar el unilateralismo estadounidense, que ahora necesitamos un mundo “multipolar”.

¡Multipolar de veras! Si eso significa un Estados Unidos imperialista, junto con una Europa imperial y una nueva edición del Imperio Británico basada en la expansión de la Mancomunidad, los tres empleados como un ariete en contra de las aspiraciones de Rusia, China e India de convertirse en potencias mundiales. Esto es, entonces, la materia prima de la que se va a componer la primera guerra mundial del siglo 21.

Si Europa ha de ser fuerte, entonces que lo sea como lo entendió De Gaulle: una Europa de las patrias, de las repúblicas soberanas que trabajan juntas sobre bases bilaterales y multilaterales, y que participan de manera positiva con el resto del mundo. Mientras que la dictadura de la Unión Europea, que ahora maniobra para acabar con la democracia tapándole los ojos a nuestros ciudadanos, ya tendrá que perder el tiempo en jueguitos hipócritas de “derechos humanos” y “democracia” en el mundo, que no son más que un mero pretexto para emprender guerras preventivas disfrazadas de “resolución de conflictos”.

¡Todavía queda tiempo para debatir!

Pero la suerte aún no está echada.

Hay organizaciones movilizadas en 30 ciudades europeas manifestándose en contra del tratado, en respuesta al llamado lanzado por Etienne Chouard, quien encabezó la lucha contra él durante el referendo en Francia en el 2005. Todos los miércoles se celebran estas manifestaciones, que atraen a los transeúntes precisamente al tipo de debate que el Parlamento y los medios de difusión han intentado coartar.

En el frente legal, ya están preparándose iniciativas para pararlo en seco. En la República Checa, una mayoría en el Senado pospuso toda decisión hasta que el Tribunal Constitucional examine la legitimidad del procedimiento y el contenido del tratado.

En Austria, Francia, Alemania, Italia, Dinamarca y Gran Bretaña están en marcha esfuerzos similares.

El 12 de junio habrá un referendo en Irlanda, precedido por una enorme movilización de agricultores de ese país, a quienes los burócratas de la Unión Europea vendieron durante las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio, a pesar de la hambruna que asoma a nivel mundial.

Todavía estamos a tiempo para forzar un debate en Alemania, ya que el Senado no votará sino hasta fines de mayo. Este año habrá oportunidad de decidir una estructura para Europa que en verdad corresponda a las aspiraciones de democracia y libertad de la ciudadanía. Nunca debe olvidarse que este año habrá una intensificación increíble de la crisis financiera mundial, que dará al traste con los planes de nuestros políticos ausentes de la realidad.

¡Es hora de debatir la vigencia de nuestros principios republicanos y nuestra libertad!


[1]. Artículo 20 [Fundamentos del orden estatal, derecho de resistencia]. (1) La República Federal de Alemania es un Estado federal democrático y social. (2) Todo poder del Estado emana del pueblo. Este poder es ejercido por el pueblo mediante elecciones y votaciones, y por intermedio de órganos especiales de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. (3) El poder legislativo está sometido al orden constitucional; los poderes ejecutivo y judicial, a la ley y al Derecho. (4) Contra cualquiera que intente eliminar este orden, todos los alemanes tienen el derecho de resistencia cuando no fuere posible otro recurso. (constitucion.rediris.es)

[2]. Vigencia de la validez de la Ley Básica (enmendada por el tratado de Unificación del 31 de agosto de 1990 y el estatuto federal del 23 de septiembre de 1990).

Los europeos se rebelan contra el fascismo del tratado de Lisboa

La oposición al tratado de Lisboa va en aumento, como muestran los ciudadanos de 23 ciudades europeas —de Italia, Francia, Alemania y Dinamarca— que salieron el 23 de abril a protestar contra el tratado y su amenaza de imponer una nueva forma de fascismo. Los activistas de las diferentes organizaciones respondieron con el objetivo de activar un movimiento de masas en toda Europa, parecidos a las manifestaciones de los lunes en Leipzig, de 1989, que consiguieron tumbar el sistema del CAME.

El número de mítines en Alemania, así como en Francia, se duplicó en una semana, a iniciativa de ciudadanos que respondieron al llamado de Etienne Chouard, el reconocido activista que, en 2005, fue uno de los artífices de la movilización contra la Constitución de la Unión Europea.

Ciudadanos de toda Europa saben que aquí se pone en juego todo. Si el tratado de Lisboa entra en vigor en enero de 2009, la soberanía nacional será cosa del pasado. Por eso, independientemente de afiliaciones políticas o diferencias en cuanto a problemas menores, un movimiento cobra ahora cuerpo con la misión de derrotar el tratado exigiendo que se le someta a un referendo en cada país.

Los carteles de las manifestaciones reflejan con claridad la pelea: “¡No a una dictadura de la Unión Europea!” En Nantes, Francia, una manta rezaba: “No al tratado de Lisboa. Nuestros países no son colonias”. Pero el mensaje más importante fue el de un ciudadano de Essen, Alemania, quien tomo un megáfono y les dijo a los transeúntes: “Luchar contra el tratado de Lisboa es lo mismo contra lo que Sophie Scholl y [el movimiento de resistencia antinazi de] la Rosa Blanca combatieron”.

Así, se te ha dado la palabra dirigida al ciudadano sensato. El resto debes poderlo discernir por ti mismo.