Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 6
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Economía

Foro Económico de Montreal

Una piedra en el zapato de los ‘amos del cambio’

por Rob Ainsworth, miembro del LYM


El discurso de la presidenta chilena Michelle Bachelet contrastó con la locura del 14 Foro Económico Internacional de las Américas, que se celebró del 9 al 12 de junio en Montreal, Canadá. (Foto: Marco Castro/ONU).

Pavoneándose como los supuestos “amos del cambio”, 3.200 individuos se reunieron del 9 al 12 de junio en Montreal, Canadá, para celebrar el “éxito” de la globalización en el 14 Foro Económico Internacional de las Américas. Lo irónico de esta junta de financieros, empresarios y políticos estriba en la palpable inseguridad que imperó en la conferencia.

A fin de cuentas, estos “grandes hombres” se han visto reducidos a casi nada y su poder mengua día con día; entre tanto, la humanidad, por tanto tiempo adormecida, empieza a despertar. El poder de las ideas se impone cada vez más sobre la humanidad, mientras que las maquinaciones y amenazas de la oligarquía financiera parecen ir agotando su potencia. Esto es precisamente lo que Lyndon LaRouche ha identificado como el asunto de la dinámica versus el pensamiento mecanicista que impera hoy en nuestra sociedad. Es a la luz de este poder del cambio en tiempos de gran crisis que debemos ver lo acontecido en el Foro Económico Internacional de las Américas. Los organizadores esperaban tener cuatro días de discursos que exaltaran las virtudes y la gloria de su nuevo orden mundial; lo que tuvieron, en cambio, fue una serie de disonancias que alteraron de manera dinámica toda la conferencia. Este año los participantes verían a tres jóvenes explotar con eficacia lo vulnerable de la globalización.

Conforme la conferencia procedía, grandes acontecimientos estremecían al mundo: el valor de las acciones de Lehman Brothers caía entre rumores de bacarrota; la ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se desbarataba; y, el 12 de junio, el pueblo irlandés rechazó sonoramente el fascista tratado de Lisboa, lo cual fue un golpe a la ofensiva del Imperio Británico por imponer una dictadura europea, como preludio de más guerras en Asia.

Tres integrantes del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) asistieron a la conferencia en representación de EIR. Pascal Chevrier, Valerie Trudel y Rob Ainsworth hablaron con decenas de particpantes y aprovecharon toda oportunidad para hacer preguntas provocadoras en los muchos foros y presentaciones. El efecto fue sorprendente, al demostrar el poder de las grandes ideas para inspirar a otros. Cada vez que uno de estos jóvenes hablaba, ¡alguien se le acercaba para expresar su gratitud por decir en voz alta lo que los demás pensaban! Los tres jóvenes rompieron el consenso de la conferencia al indicar la quiebra total de la globalización y ofrecer la única alternativa a la austeridad fascista global: el Nuevo Bretton Woods de LaRouche. De ahí que no fuera ninguna sorpresa que tantos participantes encontraran en el LYM una influencia vigorizante, en medio de sesiones de otro modo preponderantemente estériles.

El mismo veneno neoliberal

La paranoia y el estado de negación que embargan a nuestra dirigencia política y financiera quedaron en evidencia en el almuerzo de apertura, donde el director gerente del FMI, Dominique Strauss–Kahn, habló de la incertidumbre que enfrenta la economía mundial, la amplitud a la que las “incógnitas se desconocen”, la dificultad para adivinar si lo peor de la crisis ya pasó o si está por venir. También reprendió a las naciones que están regresando a lo que calificó de las doctrinas fallidas del mercantilismo y el proteccionismo. No obstante, sí notó la amenaza de guerras e inestabilidad por la crisis alimentaria y energética, aunque sus soluciones no fueron sino más del mismo viejo veneno neoliberal.

A Strauss–Kahn le siguió el ministro de Finanzas canadiense Jim Flaherty, quien sufría de un estado de negación parecido, al repetir la consigna de que “los fundamentos son sólidos”.

El ex Presidente de la Reserva Federal estadounidense (de 1979 a 1987) al menos se acercó un poco más a la realidad con sus comentarios sombríos sobre la crisis en EU, al afirmar que cualquier recuperación tomará años. No es de sorprender que Paul Volcker no mencionara su propia participación en la crisis económica actual.

En contraste, el secretario general de la Confederación Sindical Internacional (CSI), Guy Ryder, atacó la globalización, sus consecuencias sobre el 80% de la población de menores ingresos, y la destrucción de la moral y los valores de la cultura occidental. Ryder llamó a instaurar un sistema económico más justo que proteja los derechos laborales, tanto como los de las empresas. Después, en respuesta a una pregunta del LYM sobre la necesidad de instaurar un nuevo sistema monetario de Bretton Woods, Ryder dijo: “Creo que contestaste tu propia pregunta. Definitivamente sí necesitamos un nuevo sistema. La regulación, hasta ahora, ha sido menos que mínima, y esto no puede continuar”.

El calentamiento global y la demencia maltusiana


Miembros del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) desenmascararon las intenciones genocidas del programa de Dennis Meadows de imponerle “límites al crecimiento”.

Por desgracia, esta nota de cordura fue efímera. El segundo día de la conferencia se dedicó en lo principal a los fraudes del “desarrollo sustentable” y el cambio climático. En la sesión “Bregando con el cambio climático: Cómo el vulnerable tiene que adaptarse”, habló John Stone, copresidente del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climatológico (IPCC). La discusión giró en torno a historias sensiblonas de la tundra que se derrite y osos polares desesperanzados, glaciares que retroceden y sequías en África, todo obra del ser humano, por supuesto. De nuevo, durante el período de preguntas, un miembro del LYM refirió los artículos de EIR que echan por tierra el fraude “goriento” del “calentamiento global”.

Para concluir el segundo día, un grupo de personalidades internacionales se reunió para la sesión plenaria, entre ellas el infame Dennis Meadows, autor del libro maltusiano de 1972, Límites al crecimiento. Repitiendo la doctrina genocida de Thomas Malthus, Meadow alegó que no puede sostenerse la población actual con la misma calidad de vida, que será necesaria una corrección, y que el dolor que ésta infligirá será inevitable. Un joven larouchista puso en tela de juicio los axiomas maltusianos cuando citó el libro de LaRouche, There Are No Limits To Growth (No hay límites al crecimiento), que describe el poder de la creatividad humana y el potencial de la fuerza nuclear, los trenes de levitación magnética, y otras tecnologías avanzadas, para superar los aparentes límites al crecimiento. También citó a Henry C. Carey en su refutación de Thomas Malthus, al efecto de que siempre que se recurre a sus “remedios naturales” para la sobrepoblación, la gente muere de hambre, cae en la miseria y mengua, en tanto que en toda nación que ha desatendido sus teorías, ¡es feliz, está bien alimentada y se multiplica! Esto le arrancó algunas carcajadas y sonrisas a los presentes.

El imperialismo británico vs. Iberoamérica

Las Américas fueron el blanco del tercer día de la conferencia. En una sesión se presentó al director del Economist de Londres para las Américas, Michael Reid, quien, en tono de amo imperial británico, ofreció un panorama escalofriante de Iberoamérica al detallar cuáles naciones obedecieron al pie de la letra la globalización y cuáles no.

Hasta sir Henry Kissinger (a quien la Reina armó caballero en 1995) estuvo ahí balbuceando un discurso incoherente, en el que alegó que Europa había abandonado el sistema de Estados nacionales soberanos que siguió a Westfalia y que no es culturalmente apto para el Oriente Medio. El islamismo, dijo, amenaza con arrasar las fronteras nacionales hasta Pakistán e India. Entre otros problemas para sus amos imperiales, Kissinger indicó las regiones candentes de Asia central y el Oriente Medio, para destacar el de Asia, que, observó, está convirtiéndose en el nuevo centro de gravedad del mundo.

El discurso de la presidenta chilena Michelle Bachelet sirvió como un contrapunto refrescante y contrastó de manera marcada con la mayoría de los demás. Bachelet hizo mucho hincapié en la unidad del pueblo chileno en torno al plan del gobierno para modernizar a la nación, concentrándose en tres aspectos: educación, investigación, desarrollo científico y tecnológico, y construcción de infraestructura. Señaló que en 2009 se completará un corredor continental de transporte, de Brasil, a través de Bolivia, hasta Chile. Cuando salía de la sala, un organizador le dio a uno de sus asesores un informe sobre las propuestas de LaRouche para reorganizar la economía mundial y le entregó un paquete de impresos para la Presidenta. El asesor le aseguró que entregaría el paquete en sus propias manos.

En medio de los discursos de Kissinger y Bachelet, la sesión de la tarde fue apretada. Stephen Poloz, vicepresidente de la agencia de Fomento a las Exportaciones de Canadá (EDC), hizo trizas a los economistas, tildándolos de necios cuyos modelos han fracasado y que no pueden explicar la burbuja hipotecaria ni lo que nos espera, dijo: “¡Ni siquiera entendemos nuestros propios modelos!” Fue una condena a las necedades e ilusiones de los últimos 40 años.

En la sesión de preguntas, uno de los activistas larouchistas le agradeció a Poloz por admitir con franqueza que todos los economistas han estado equivocados, pero, añadió, “hay un economista que ha pronosticado cada crisis financiera importante de los últimos 30 años; mi jefe, Lyndon LaRouche. Él viene diciendo que el sistema está en la bancarrota total y que la única solución es una reorganización a cargo del gobierno, como las medidas que tomó el presidente Franklin Roosevelt en los 1930. De 1929 a 1933, cuando Roosevelt tomó posesión, la gente nunca admitió que había una depresión; siguieron diciendo que la recuperación estaba a la vuelta de la esquina. Pero no hubo tal, y no pudo haberla hasta que Roosevelt entró y echó a los cambistas a patadas del templo”. En la sala hubo un silencio sepulcral, mientras la gente asimilaba la importancia de sus palabras.

¿Infraestructura o asociaciones público-privadas?

El último día se dedicó más que nada a cuestiones de infraestructura, que en realidad se quizo decir asociaciones público–privadas. Los participantes hablaron de la inversión en África, pero con acento en las posibilidades de financiamiento privado, en vez de crédito del Estado. La lista de oradores incluyó desde políticos y dirigentes de Gabón, la República Democrática del Congo y Benín, hasta el director ejecutivo de la asociación público–privada Quebec y un representante del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. Durante las preguntas, un joven del LYM señaló que, como el sistema financiero está en la quiebra total, los fondos públicos para la construcción de infraestructura están desapareciendo con rapidez; llamó a instaurar el Nuevo Bretton Woods de LaRouche y a acabar con el parasitismo financiero. Un segundo organizador provocó la respuesta airada de uno de los participantes, indignado por la acusación de que las asociaciones público–privadas no son sino una forma astuta de cargarles impuestos a los pobres.

Para el final de la conferencia, los organizadores siguieron conversando con la gente, la cual reconocía su valor por salir a decir lo que muchos otros sólo se atrevían a pensar. Quizás la mejor expresión del efecto que tuvo el LYM fue la hostilidad de Marie Dupont, la directora de la conferencia, quien afirmó acalorada que, en cuanto al Estado nacional, ella y sus socios estaban “en el bando contrario” al de LaRouche y sus aliados. Gil Remillard, el presidente fundador de la conferencia, les recordó a los organizadores, con un aire de condescendencia, lo mucho que había hecho por ellos al dejarlos asistir, pero les advirtió que no “pierdan el bote”, al tiempo que los acompañaba a la salida. Sólo instantes antes, en sus comentarios finales, Remillard había anunciado el siniestro tema para la conferencia del año entrante: “Cómo bregar con las realidades del nuevo orden mundial”.

Sin embargo, el mundo cambió bastante desde el comienzo de la reunión. La votación en Irlanda estaba por anunciarse (ver pág. 24); las firmas otrora sólidas de Wall Street y Londres se preparaban para enfrentar pérdidas aun mayores; y varios miles de personas no sólo salían de la conferencia sabiendo que el sistema estaba muerto, sino que LaRouche tuvo razón y que sólo los jóvenes tuvieron el coraje de decir la verdad: el emperador está desnudo.