Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 6
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Luego del ‘No’ de Irlanda al tratado de Lisboa:

¡Construyamos una Europa de las patrias!

por Helga Zepp-LaRouche

Los irlandeses cumplieron la predicción que hizo el presidente francés Nicolás Sarkozy en noviembre pasado, de que el nuevo tratado de la Unión Europea (UE) sería rechazado en cualquier país que organizara un referendo popular para afirmarlo. La nueva crisis en la que el voto del “No” de Irlanda del 12 de junio ha hundido ahora a la UE, nos ofrece una oportunidad excelente para que las naciones de Europa se liberen del corsé de los tratados ya vigentes, desde el de Maastricht hasta el de Niza, y que en cambio opten por un sistema de cooperación de repúblicas soberanas, en el espíritu del presidente Francés Charles de Gaulle.

De inmediato, el 13 de junio, el presidente del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo, Martin Schulz, anunció que en adelante dedicará sus esfuerzos a parar el proceso de ampliación de la UE —el cual afecta, en lo inmediato, la solicitud de Croacia de integrarse— y que obligará a los jefes de Estado a declarar públicamente, ante el Parlamento Europeo, qué clase de Europa quieren en realidad. Porque entonces quedaría claro que hay una división en la UE, y que algunos Estados miembro no tienen el menor interés en las nuevas reformas. Schulz ni siquiera excluyó la posibilidad de que la UE se disuelva. Por otra parte, su idea de que los Estados más enamorados de la integración puedan retomar el borrador original de la Constitución de la UE y que los demás tratados se cancelen, es menos prometedora, pues dicho borrador ya se derrotó en 2005 con un referendo en Francia y los Países Bajos.

De modo que el viernes 13 de junio resultó ser un día afortunado para la democracia en las naciones europeas, porque ahora el tratado de Lisboa, que transformaría a Europa en una dictadura oligárquica imperial, no entrará en vigor el 1 de enero de 2009 como se había planeado. El argumento de los defensores de la UE, de que el tratado modificado era necesario para apuntalar a Europa ante Estados Unidos y una Rusia, China e India revigorizadas, sencillamente es insostenible; lo único que hubiera conseguido es consolidar la política neoliberal y, así, otorgarle poderes cuasidictatoriales a la facción librecambista imperial británica y a la burocracia de la UE.

Es precisamente esta política librecambista neoliberal la que, en los últimos 11 meses, más o menos, nos ha venido hundiendo en una crisis cada vez más profunda que la anterior. El desastre inminente de Lehman Brothers, el cuarto banco más grande de Wall Street, no es sino la expresión más reciente de una crisis financiera y bancaria que desde hace tiempo se convirtió en una crisis de confianza en el sistema entero. Entre tanto, los megaespeculadores avivan, a todo vapor, el fuego de la hiperinflación en las materias primas y los alimentos, y amenazan el bienestar y hasta la vida misma de mil millones de almas en los países en vías de desarrollo; es una hiperinflación de la magnitud de la de Alemania en 1923, sólo que ahora a escala mundial.

El ‘monstruo’ de los mercados financieros

El supuesto de instituciones financieras prestantes, de que el remedio a esta crisis es la globalización y el gobierno mundial, tiene muy pocas posibilidades de prosperar ahora. Por ejemplo, Timothy Geithner, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, en una entrevista que publicó el Financial Times el 9 de junio, propuso una centralización aun mayor de los bancos centrales del mundo, bajo el control de la Reserva Federal estadounidense, propuesta con la que la mayoría de las naciones asiáticas sencillamente no estarán de acuerdo. Por su parte, la canciller alemana Ángela Merkel, en un escrito en el Financial Times del 11 de junio, recomendó crear un organismo europeo de clasificación de valores que pueda hacerle frente al dominio de Moody’s y Standard and Poor’s. Lamentablemente, en el mismo artículo la señora Merkel se rehusa a adoptar la visión del presidente alemán Hoerst Köhler, quien tacha de “monstruo” a los mercados financieros, y la del director ejecutivo del Deutsche Bank, Josef Ackermann, quien dijo ya no creer en el poder del mercado para curarse solo. La señora Merkel rechazó estos puntos de vista porque, dijo, dejan “un flanco abierto” al proteccionismo.

Y hete ahí que tenemos una brecha creciente entre los proponentes del libre comercio, que a últimas fechas han venido recurriendo a las langostas financieras más infames y a especuladores de todas las raleas, y los de una política proteccionista orientada al bienestar general. Por eso, no sólo el tratado de la UE, sino también la llamada ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC), han fracasado en los últimos días. En una reunión que tuvo lugar en Nueva Delhi el 12 de junio, representantes de las organizaciones agrícolas de la India aprobaron una resolución que dice: “India debe abandonar la OMC y no sacrificar el sustento de 800 millones de agricultores, adivasis [aborígenes], dalits [“intocables”, descendientes de los aborígenes] y mujeres campesinas”. La resolución hacía hincapié en que la OMC no ofrece la más mínima protección real para la agricultura, la pesca y la silvicultura india.

En las próximas semanas y meses, la crisis bancaria y financiera internacional, y el estallido hiperinflacionario, crecerán a proporciones de tsunami. El coro de aquellos que admiten la naturaleza sistémica de esta crisis aumentará en número y en decibeles. Otro indicio del cierre total de filas de los órganos mediáticos alemanes en conexión con esto, es su supresión absoluta de una carta que emitieron el 22 de mayo 14 políticos veteranos importantes —entre ellos Michel Rocard, Poul Nyrup Rasmussen y Helmut Schmidt—, que habla de una crisis sistémica e insta a convocar a una conferencia de emergencia de jefes de Estado para definir un nuevo sistema financiero. Entre tanto, el presidente ruso Dimitri Medvedev le ha advertido a la ciudadanía sobre las consecuencias de esta crisis sistémica para el bienestar de la población.

El fracaso del tratado de Lisboa debe verse como una oportunidad para poner sobre el tapete una nueva arquitectura financiera en la tradición del Bretton Woods de Franklin Delano Roosevelt. Por muchos años, Lyndon LaRouche ha venido especificando los pasos concretos necesarios para emprender semejante reorganización del sistema financiero mundial. Una comunidad de naciones, la cual tendría que incluir a un EU con otras intenciones, junto con Rusia, China, India y otros países, como Alemania, Francia, Italia, Japón, Brasil, México, Sudáfrica, etc., debe decidir, lo antes posible, botar los desechos financieros impagables, que probablemente asciendan a los cientos de billones de dólares; restaurar los tipos de cambio fijos; y dedicar los bancos nacionales a proporcionar crédito de largo plazo, a bajas tasas de interés, para la inversión productiva en la economía real. La política del Nuevo Trato de Roosevelt puede servir de modelo histórico para cómo las naciones, tanto en lo individual como en cooperación, pueden superar la depresión económica y echar a andar de nuevo la economía. El ex presidente y actual primer ministro ruso Vladimir Putin, el ex mandatario argentino Néstor Kirchner, el ministro de Economía italiano Giulio Tremonti y las muchas personalidades que han firmado el llamado de esta autora para doblar la producción mundial de alimentos, ya se han pronunciado a este respecto.

A construir el Puente Terrestre Eurasiático

La construcción del Puente Terrestre Eurasiático y su ampliación por el estrecho de Bering hasta Chile, y también vía Egipto, Gibraltar y, por un túnel, de Sicilia a Túnez, hasta Sudáfrica, puede convertirse en el marco de la reconstrucción económica mundial luego de la reorganización financiera.

El fundamento axiomático de la globalización —que en realidad no es más que un intento de someter al mundo a la dominación del Imperio Británico— y del tratado de Lisboa, el cual comparte la misma orientación, se ha desmoronado por completo. El profesor italiano de Antropología Giulio Magli ha señalado, de manera correcta, que el tratado de la UE se apoya en la ideología de Emanuel Kant. Kant no sólo fue el único en pugnar por una utopía de la paz eterna, fundada en el supuesto de que a todas las naciones podía unirlas un solo Derecho común y una sola cultura uniforme. Federico List desenmascaró los supuestos sofísticos de Adam Smith y su doctrina del libre comercio, y remontó esto a la noción parecida del abad de Saint–Pierre de la paz eterna. List también advirtió que lo único que movía a Adam Smith a publicar sus obras era fomentar el interés del Imperio Británico en engañar a la población.

La multitud de naciones y sus diversas culturas e intereses representan una multiplicidad que no debemos homogeneizar, sino al contrario, ha de llenarnos de alegría. En el espíritu de Nicolás de Cusa, representan una multiplicidad dentro de la unidad. Dicha unidad no han de forjarla estructuras supranacionales, sino más bien repúblicas soberanas con los mismos derechos, dedicadas a los objetivos comunes de la humanidad, como dijera alguna vez el doctor Edward Teller. Nosotros en Europa podemos y debemos cooperar, pero hemos de hacerlo en una Europa de patrias soberanas.