La integración de las naciones, la clave ante la crisis actual


Ponencia de Lyndon LaRouche en la quinta reunión "Argentina-Brasil: La hora de la verdad", realizada en São Paulo, Brasil, el 14 de junio.
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Sobre el tema de la integración: el juntar a los pueblos de diferentes culturas y naciones en una empresa común, en una empresa estratégica, es la empresa más importante y difícil del estadismo.

En tales circunstancias no puede usarse la política ordinaria, porque, al igual que en la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos se aliaron con Gran Bretaña; culturalmente, la monarquía británica y los Estados Unidos han sido y siguen siendo enemigos históricos. Pero sin embargo tuvimos que obrar como aliados de nuestro enemigo Gran Bretaña.

Y el general Eisenhower, luego presidente, se refería a esta cooperación como "una alianza de lo más difícil".

Pero la dificultad está, tanto en ese caso como en éste, en que no se puede hablar en el idioma de la prensa; no se puede hablar en el idioma de los formalistas; porque efectivamente se tienen que comunicar ideas.

La integración es una idea

Las ideas no se pueden comunicar por los simples métodos deductivos del habla. Las verdaderas ideas de seres humanos, que no de animales, sólo pueden comunicarse mediante lo que se llama ironía, que es lo distintivo de la gran poesía, de la gran poesía clásica, por ejemplo.

El problema es que nuestros sentidos no son de fiar. Las ideas no se pueden comunicar, por lo general, por la experiencia de los sentidos. La mente humana no trabaja así. Permítanme —a modo de introducción a la manera de abordar esta cuestión de la integración— simplemente detallar ese problema específico.

Sabemos en la ciencia física, en particular, que lo que muestran los sentidos no es la realidad. Lo que los sentidos nos muestran es una respuesta de la mente a lo percibido. Platón usó la representación de esto, muy famosa y particularmente, en su República.

Los sentidos responden, si aprendemos a usarlos debidamente, más o menos fielmente al estímulo que experimentan. Pero luego descubrimos —la mente descubre—, que lo que experimentamos no es la sustancia de lo que está causando esa experiencia.

Platón dice que vemos como si fueran sombras, en el fondo de una caverna tenuemente iluminada. La función de la ciencia y de la gran poesía es descubrir la realidad que causa las sombras. En la ciencia física lo llamamos principios físicos universales, que se pueden demostrar experimentalmente. En la poesía clásica lo llamamos ideas.

La forma en que se descubre un principio científico es que se descubre una contradicción. Permítanme identificar uno o dos casos famosos. ¿Cómo descubrió Johannes Kepler, según su propio relato de 1609, La nueva astronomía, el principio universal de gravitación?

Si alguien dice que ve la gravitación, o la huele, o la palpa, se le manda al manicomio. Lo que se ve en los movimientos orbitales del sistema solar es una sombra. Cuando se trata de interpretar ese movimiento de los planetas, etc., cual sombras, eso no funciona.

Así que Kepler se topó con una maravillosa contradicción, que le permitió definir la gravitación. Kepler tomó algunas medidas más exactas que las que se habían tomado antes, en la obra de Tycho Brahe, y demostró dos cosas por observación. Las sombras le decían algo; las sombras, no la realidad.

La medición precisa de las sombras le mostró que la órbita de Marte no era circular, sino elíptica. Él no sabía construir una elipse en ese entonces, pero entendía lo que era. Pero descubrió que el Sol ocupa uno de los focos de esa órbita elíptica.

También observó que había un principio en la manera en que la Tierra y Marte orbitan alrededor del Sol; que el área barrida por la órbita era igual: iguales áreas a tiempos iguales.

También descubrió otra cosa. Comparó los dos extremos de la órbita, y determinó que hay una relación armónica entre los dos. También determinó que cada uno de los planetas tenía su órbita armónica característica, y que dichas órbitas están ordenadas aproximadamente en las mismas relaciones que la escala musical.

De todo ello infirió que existe una intención en el universo, que hace que las cosas salgan de esta manera, a lo que se refirió como la intención de Dios, que no se puede ver, ni oler, ni tocar, pero que es visible a una sola criatura: las facultades cognoscitivas de la mente humana.

¿Cómo progresan las sociedades?

Y así sabemos, tal como lo concluyó Kepler, que el hombre es hecho a imagen, en la imagen viva del Creador, para descubrir y usar estos principios universales, y cambiar el universo mediante su uso. Y somos responsables de cambiar el universo; somos el jardinero, el agricultor que hace fecunda la tierra; tenemos una misión.

Y lo importante de todo esto no es apenas que seamos individualmente capaces de descubrir estas cosas, sino ¿cómo progresa la cultura? ¿Cómo progresan las sociedades?

Por ejemplo, vemos el hombre, y vemos el universo. Vemos a la Tierra. Ahora ya tenemos una idea aproximada de las condiciones de la Tierra, condiciones cambiantes a lo largo de los últimos dos millones de años. Este es un período que corresponde al momento en que los varios continentes llegaron a sus posiciones actuales, aproximadamente, en que un período de glaciaciones recurrentes ha definido el planeta a lo largo de este tiempo.

Ahora, durante este período, pues, conociendo las condiciones del planeta a lo largo de dos millones de años, si clasificáramos al hombre, tal como lo vemos, como un simio, la población humana posible en cualquier momento hasta la fecha nunca hubiese pasado de unos cuantos millones de individuos.

Todas las especies animales tienen una densidad relativa potencial de población relativamente fija. Entonces ¿cómo llega el hombre al nivel de varios miles de millones de población en este planeta? Mediante la transformación de su conducta. Otras especies consiguen hacerlo mediante una especie de desarrollo evolucionario de su material genético. El hombre puede hacerlo mediante un acto de voluntad, como a la imagen de Dios.

¿Cómo resulta esto en progreso humano? Mediante la transmisión de esos descubrimientos de una generación a otra, como debe tipificarlo la educación. Pero sólo una clase de educación: la educación clásica humanista, de la que hay muy poca actualmente en el mundo. Resulta que estamos educando a la gente para ser animales. Entrenamos a las personas en las escuelas de la misma manera en que se entrena a los animales de circo, y nos preguntamos por qué los niños se portan de manera bestial.

Esto es crucial; es crucial para esta cuestión de la integración, el problema estratégico de juntar pueblos de diferentes culturas y diferentes idiomas, de diferentes naciones, en un solo propósito, para el mismo efecto que una fuerza militar nacional integrada.

¿Cómo se ejerce el mando de un recurso tan variado? ¿Interpretando palabras? No. Hay que adentrarse en la mente de otras personas. ¿Cómo se hace eso? No con gramática, ni con diccionarios. No en el pizarrón. Hay que llegar al alma. Hay que recurrir a la poesía, a la poesía clásica, a la ciencia clásica, como la ejemplifica el descubrimiento de Kepler.

Empirismo e idiotez

O, por ejemplo, para dar otro ejemplo de lo mismo, que es muy importante mencionar, porque tiene que ver con otra clase de problema. Las deficiencias de los astrónomos del siglo 16, tales como los seguidores de Claudio Tolomeo, Copérnico, Tycho Brahe; su error común es que todos eran estudiantes de Aristóteles, aunque cada uno tenía un esquema totalmente distinto del sistema solar.

En realidad había existido una comprensión correcta del sistema solar desde antes del período romano. Los griegos clásicos vinculados a Platón tenían una idea de esto, mucho antes que los romanos: como el caso de Aristarco, por ejemplo.

Pero el asunto es que, al mismo tiempo que Kepler develaba el fraude del método aristotélico —que lo hizo en gran detalle, por ejemplo, en La nueva astronomía, una de sus principales obras—, un curioso caballero de Venecia, llamado Paolo Sarpi, introducía como filosofía una especie de Aristóteles castrado, quitándole algunos de sus predicados.

Esto vino a llamarse empirismo o liberalismo. Negaba la existencia de cualquier principio en el universo. Se basaba en el sensacionalismo, en la interpretación de sensaciones. Y esto dominó gran parte del pensamiento cuasicientífico europeo.

La economía, por ejemplo, tal como se enseña en las universidades, es una forma de idiotez. Porque ¿qué nos dicen los economistas universitarios? El economista universitario, en nombre de la estadística, juega un juego que se llama "conectar los puntos". Toma un grupo de puntos en una escala estadística de diferentes clases de cifras, especialmente cifras financieras, y traza una línea entre los puntos. Y luego dice: "esto les muestra las causas de las cosas en la economía". Y nunca entiende por qué ocurren los desplomes.

Y es el mismo problema, porque en la economía lo que realmente causa crecimiento es la acción de la mente, en la forma de acciones físicas regidas por principios físicos, descubiertos por personas, que cambian el universo.

El caso del Brasil

Lo típico es la tecnología. Tomemos el caso del Brasil. El Brasil es un país muy grande, con vastos recursos, casi completamente intactos. Esta es la tercera ciudad del mundo en tamaño. Comparemos la población de São Paulo con la población de todo el Brasil; comparemos el área de São Paulo con el área de todo México. ¡Qué diferencia! ¡Qué falta de desarrollo!

Ahora, ¿cómo ha de realizarse el potencial de desarrollo del Brasil? Tiene que haber fuentes de energía en diferentes partes del país; tiene que haber transporte y comunicaciones eficientes. Así, la rentabilidad o productividad de una empresa, en alguna parte del Brasil, no se basa típicamente en la productividad interna o financiera de esa empresa; es más bien el "ambiente artificial" que la nación crea en términos de infraestructura, de programas educativos, que la nación crea en otras maneras, lo que le permite al pueblo brasileño desarrollar las varias partes del continente: crear nuevas ciudades, crear nuevas industrias, transformar la región amazónica, conquistar el altiplano, con su gran potencial: cambiar la naturaleza por voluntad humana, con descubrimientos.

El economista típico no sabe que eso existe. Y prepara largos informes para demostrar que no es así. El problema del empirismo, el liberalismo, etc., en esta forma, es la negativa del tipo de universo identificado por Kepler, en el que existen intenciones subyacentes, que cobran la forma de intenciones físicas, que controlan el ámbito físico y determinan cómo funcionan las cosas.

La manera de entender una economía, o cualquier otro proceso, es entenderlo desde el punto de vista de las intenciones del Creador, tal como ello se expresa en el descubrimiento de principios físicos universales, para transformar el ambiente propio. Transformando ese ambiente se crea la oportunidad para que las personas apliquen otros principios al ambiente transformado.

Digamos que el granjero brasileño cultiva una verdura (no de las elegidas a cargos públicos, sino de las que se comen). ¿Qué hace pues el granjero? Tenemos entre el público a algunos expertos en esa materia. Primero se prepara el terreno. Se deben propiciar condiciones para que pueda haber crecimiento fértil y fecundo. Luego se prepara ese terreno en cada parcela. Se prepara con fertilizantes, riego y otras cosas. Ahora se pueden sembrar las plantas, para cosecharlas. Esto puede tardar años de preparación, hasta que la tierra esté en condiciones de producir fértilmente ese clase de verdura. Levantar un hato de ganado puede tardarse de doce a veinticinco años, según el tipo de ganado que se quiera criar.

Luego el proceso tiene ciclos largos. En economía les llamamos "ciclos de capital". La construcción de una gran represa hidroeléctrica, por ejemplo, es una obra muy costosa; sólo es posible realizarla, como nación, si uno se permite pagar por la obra a lo largo de varias décadas. Pero eso puede enriquecer al país.

Regulación de la economía nacional

Así que estos cambios a voluntad que realizamos en el medio ambiente, que contienen tanto ciclos de largo como de mediano plazo, son el fundamento de la economía. Pero el típico economista no lo admite; él prefiere el liberalismo o el neoliberalismo. La hace caso omiso a la realidad. Verán: la economía es una ciencia física, no estadística. Se crean sistemas financieros sin ninguna legitimidad. Son locos. Es como tener un animal loco en una jaula. No hay que dejarlo salir.

Lo que se hace es regular la economía, regular el sistema financiero, para evitar que cometa los actos criminales que tiende a cometer si no se le vigila atentamente.

Por ejemplo, para que haya empresarios exitosos, tales como los granjeros individuales, el agricultor individual tiene un papel intelectual en la agricultura. El empresario, en tanto individuo, tiene una función esencial en la economía, en la administración de su empresa. El granjero individual no puede controlar el territorio nacional. El empresario individual no controla la economía dentro de la que opera.

Por consiguiente, los gobiernos inteligentes establecen reglas y mecanismos para asegurar que el agricultor individual y el empresario individual estén protegidos en el desempeño de sus funciones útiles para la sociedad.

Debemos suministrar el crédito para el agricultor individual. Debemos suministrar la infraestructura. Lo mismo debemos brindarle al empresario; debemos permitirle que desempeñe su función esencial para la sociedad.

Pero todo esto tiene que ver con principios físicos. Lo que ocurrió fue que tuvimos algo que se llamó empirismo, o liberalismo, en el transcurso de los siglos 17 y 18 en Europa, en que hubo un intento de aplastar la ciencia, en el sentido en que Kepler tipificaba la ciencia.

Luego, en 1799, el joven y brillante matemático Carl Gauss publicó un estudio llamado "El teorema fundamental del álgebra", en que desacreditó todos los supuestos fundamentales del empirismo, o liberalismo.

Lo que hizo fue tomar el caso de los números, y demostró que los números no parten del sistema de los "números de contar"; que el campo numérico tiene ciertas característica modulares, y que esas características revelan principios geométricos. Así que lo primero que demostró mediante este método —al igual que en las Disquisiciones aritméticas—, fue que no hay aritmética; lo que hay es una matemática que incluye la aritmética y la geometría.

Ah, pero ahí no se detuvo. Definió lo que se llama el dominio complejo. Demostró que las potencias subyacentes de la matemática son principios físicos universales, de la misma forma en que Kepler descubrió la gravitación.

Muy bien. Por consiguiente, todas las demostraciones matemáticas de pizarrón son inservibles. Lo que cuenta es conocer los principios físicos involucrados. Por tanto el método por el que se comunican los principios físicos en tanto ideas, por el que descubren, generan y demuestran los principios físicos, es el método superior de comunicación para llegar al alma.

Aquí entra mi aporte personal a la ciencia. Lo que demostraron Gauss y personas como Riemann y demás que le siguieron, en la física matemática, lo planteo yo no solamente en el ámbito de la física, sino en el ámbito de las ideas, en el sentido de la composición artística clásica; en el sentido en que ésta nos enseña a comunicarnos unos con otros.

Cómo construir la integración

Ahora permítanme sintetizar el punto al que quería llegar con esto de la integración.

Todos los que nos hemos sentido inspirados por el arreglo de Juan Sebastián Bach de la relación de la Pasión y Crucifixión de Cristo en el Nuevo Testamento, tenemos un concepto de espiritualidad, no como espectros que se ocultan en el cielo raso, sino en el universo. Muchas veces pensamos en estas cosas en términos de familia. Pensamos en estas cosas en términos de mortalidad. Es un tema muy importante para la ciencia militar: la mortalidad y la inmortalidad.

¿Para qué sacrificaría uno su propia vida? ¿Completa ello el propósito de su vida, o de alguna forma niega ese propósito? Pero de todas formas vamos a morir. Entonces ¿qué significa todo esto de la vida y la muerte? El cristianismo simplemente es eso. Un cristiano es alguien que vive con la idea —tal como Bach presenta esta idea en las Pasiones musicales— de la Pasión y Crucifixión de Cristo. ¿Con qué fin entregaría Cristo su vida? Para realizar el significado de la misma; para cumplir su misión.

Esto es lo que inspira al cristiano. Esa idea de que hay un significado, una continuidad, un propósito de nuestra vida mortal, que trasciende esa vida mortal. Por eso es que la educación es tan importante para nosotros. ¿Cómo podemos transmitir las ideas que hemos recibido de nuestros antepasados, a los que vendrán después? ¿Cómo podemos transmitir de generación en generación el desarrollo de las ideas de las que depende la cultura? ¿Cómo honramos aquello que heredamos de los que pasaron antes que nosotros? ¿Cómo cumplimos nuestras obligaciones con los que vendrán después?

Esto sólo es realista para nosotros de una sola manera. Sólo mediante las formas de comunicación que entrañan el descubrimiento de principios físicos universales. Un mono puede aprender. Muchos de ellos son hábiles políticos. Hacen monerías. Pero sólo el ser humano puede transmitir ideas. Y las ideas no son objetos sensoriales; no son sombras. Son principios, Y por eso es tan importante el arte, el arte clásico. Porque estamos intercambiando —en vez de simple cháchara, cotorreo, simplonerías, balbuceos— ahora estamos comunicando ideas. Y el artista que nos puede hacer eso, el artista compositor, es el más precioso para nosotros.

Por ejemplo, una función adecuada de la Pasión según san Mateo, o la Pasión según san Juan, de Bach.

Esa es la clave, pues. Que tenemos que comunicarnos entre nosotros en el marco de referencia que acabo de describir hoy. Debemos ver la naturaleza de nuestra identidad. Debemos entender la mortalidad y la inmortalidad en estos términos. Debemos estar jubilosos por lo que estamos echando andar para más allá de nuestras vidas. Debemos alegrarnos por esa realización de nuestra existencia. Debemos vernos unos a otros en esos términos. Las naciones deben verse unas a otras en esos términos.

Debemos contemplar la bestialidad a la que tantas veces ha estado condenado el hombre, y decir: hay que poner fin a la era en que sólo unos cuantos líderes reunían las condiciones para salvar a toda una nación de su propia ruina. Debemos cultivar a nuestra nación y a sus gentes a fin de que haya una nación, no de líderes y seguidores, sino una nación compuesta completamente de líderes presentes y futuros.

Así es como debemos pensar en la integración.

También debemos tender la mano. A cierto nivel es fácil tender la mano al judaísmo, al judaísmo de verdad, y al islam, al verdadero islam, porque todos se guían por la misma cartilla: todos aceptan el concepto de que el hombre es hecho a imagen del Creador.

Ahora nos vemos enfrascados en un gran conflicto potencial que tiene que ver con el Asia. Las poblaciones del Asia, en general, no aceptan el concepto judeo-cristiano-musulmán del hombre. Esta es la porción más poblada del planeta. ¿Cómo podemos, pues, por una parte estrechar vínculos con naciones que se consideran cristianas, en un gran esfuerzo por la integración, y al mismo tiempo extendernos al resto del mundo?

Yo planteo que podemos hacerlo. No como doctrinarios. No forzándolos a aceptar el catecismo. Sino dejándolos que acepten la experiencia de su propia naturaleza, y reconozcan cuál es esa naturaleza. Y acepten, estratégicamente, crear una comunidad de naciones en este planeta, apta para la habitación de seres humanos.

Les agradezco por las dificultades de realizar el diálogo de esta manera.