Ya empezó la debacle financiera y es peor que la Gran Depresión de 1929
por John Hoefle
Washington (EIRNS) El presente sistema financiero global se acabó; cae a pedazos y no se recuperará. Ese es el análisis del economista Lyndon LaRouche, quien ha iniciado su campaña por la candidatura presidencial del Partido Demócrata a fin de darle al pueblo estadounidense una alternativa a la devastación ocurrida con el surgimiento de la mayor burbuja especulativa de la historia, y la aún mayor devastación desatada al desinflarse esa burbuja.
Con cada nueva revelación de que aún otra corporación ha cometido fraude, con cada bajón en los mercados bursátiles, se reivindica aún más la evaluación de LaRouche, de que el "auge económico" de los 1980 y 1990 no era más que una burbuja gigantesca. No sólo no hubo ningún crecimiento económico en lo que toca a la economía física, verdadera, sino que la burbuja se infló a costa de canibalizar la economía física, real.
Aunque algunos entendidos de entre los círculos dominantes de la élite empiezan a comparar, acertadamente, al presidente George W. Bush con el ex presidente Herbert Hoover (durante cuya gestión de gobierno se dio el grueso de la Gran Depresión, que empezó en 1929), por su terca insistencia en que la economía está bien en lo fundamental, la cuestión principal es que el desplome financiero que vemos en la actualidad es mucho peor que el derrumbe de 1929. No sólo es que la burbuja financiera es mucho más grande, incluso en términos relativos, sino que la capacidad productiva de la economía es relativamente más débil, y la cultura menos capaz de enfrentar las penurias. A resultas, la devastación del derrumbe será mucho mayor que el ocurrido durante la Gran Depresión de los 19201930.
LaRouche advierte que, a menos que haya un cambio drástico en las pautas imperantes, para detener el proceso de desplome en marcha, el descalabro del mercado financiero será el menor de nuestros problemas. El verdadero peligro, advierte, es la confluencia de la desintegración en lo financiero, lo político y lo cultural, proceso que sumirá al mundo entero en una nueva Era de Tinieblas.
"Lo que tenemos aquí es una cuestión sistémica, y es necesario abordarla con respuestas sistémicas", declaró el senador Jon Corzine, demócrata por Nueva Jersey, en una entrevista difundida por el noticiero de la cadena de televisión estadounidense CBS, el 15 de julio. Corzine, quien fuera copresidente del banco inversionista Goldman Sachs, es uno de los que propone reestablecer alguna reglamentación en los mercados de derivados.
De lo que sí no hay duda es que se trata de una crisis sistémica. El crecimiento de la burbuja financiera en los Estados Unidos se aceleró de forma marcada con el flujo de capitales extranjeros, los que se beneficiaban tanto del alza del mercado bursátil estadounidense, como también del alza de la cotización del dólar en relación a la moneda nacional de los inversionistas.
Pero ese proceso se ha invertido, y tanto las acciones estadounidenses como el dólar están cayendo. Desde su cúspide en el 2000 el índice Nasdaq ha perdido 73%, el índice S&P ha perdido 41%, y el Wilshire 5000, el índice accionario más amplio de los Estados Unidos ha perdido 42%, lo cual representa la desaparición de más de 7 billones de dólares en activos. Incluso el llamado índice industrial Dow Jones, quizá el índice más manipulado del mundo, había perdido más de 28% desde su punto máximo al cierre de la edición. El Dow Jones está en un loco sube y baja, en la medida en que los inversionistas se alejan y el llamado "equipo de protección contra hundimientos" interviene casi a diario para evitar que toque fondo.
En la medida en que la burbuja se desinfla, lo mismo ocurre con el dólar, de tal modo que el euro vale más que el dólar por primera vez desde principios de 2000. El dólar ha caído en 13% frente al euro este año, lo cual se suma a las pérdidas de los inversionistas europeos en los mercados estadounidenses.
La combinación de un mercado accionario a la baja con un dólar a la baja, es tanto la causa como el reflejo de la huida de los inversionistas extranjeros con su efectivo. Para una burbuja, esto representa una dinámica peligrosa que podría disparar una espiral descendente autoalimentada, en la medida en que la fuga de los inversionistas se convierte en pánico. En cuanto eso ocurra, el sistema entero explota.
Para enfrentar esta crisis, la Reserva Federal de los Estados Unidos ha venido estudiando los métodos con que Japón ha abordado su propio problema de la burbuja de bienes raíces que se viene desinflando.
Según el Japan Times, Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal, planea "medidas antideflacionarias", tales como la "expansión del gasto fiscal, facilidades crediticias y un dólar más débil", para impedir que el sistema haga implosión.
En una declaración extraordinariamente directa para un banquero central, el gobernador del Banco de Japón, Masaru Hayami, dijo en una audiencia televisada de la Dieta del Japón, que "la posibilidad de una maniobra mundial para botar al dólar es bastante alta". Según Hayami, "el deterioro de las condiciones fiscales estadounidenses podría llevar a un dólar más débil", lo que a su vez "podría motivar a los inversionistas fuera de los Estados Unidos a retirar sus activos de ese país".
Hayami se distanció de los funcionarios del ministerio de Hacienda japonés, que repiten la línea oficial de la propaganda estadounidense de que los "fundamentos" de la economía de los EU siguen firmes. El verdadero problema de los mercados estadounidenses, indicó, es que la economía estadounidense cae rápidamente.
El problema que enfrentan los inversionistas que huyen de los Estados Unidos, es que no hay dónde ir, porque se trata de una crisis global, una deflación de todo el sistema financiero mundial. Los principales mercados bursátiles de Europa han perdido de 40 a 50% desde que alcanzaron su cima en el 2000, en tanto que el índice japonés Nikkei ha caído más de 75% desde su punto más alto. El mundo ya lleva dos años de un desplome acelerado de las bolsas de valores, en donde se están esfumando los valores ficticios del papel inflados de los años recientes. Las pérdidas a nivel mundial probablemente ya excedan los 10 billones de dólares, y se elevarán a los cientos de billones (millones de millones) de dólares en la medida en que el sistema se desintegra.
Como lo ha destacado Lyndon LaRouche en repetidas ocasiones, no hay refugio seguro; el sistema se viene abajo, y la cuestión fundamental es la pelea sobre qué lo sustituirá. O nos vamos con el nuevo Bretton Woods de LaRouche y su plan de reorganización por bancarrota, o veremos cómo Greenspan y compañía se montan en la economía, del mismo modo en que el "cowboy" representando por el actor Slim Pickens se montó en la bomba nuclear en la película el "Dr. Insólito", y con resultados similares.
Aunque la mayor parte de lo que ocurre en Washington es espantoso, desde lo que no se debe hacer hasta las posturas pomposas, hay señales de un enfoque más racional. Uno de los indicios más esperanzadores es que el senador Phil Gramm, republicano por Texas, un hombre cuya carrera ha estado dedicada a entregarle la nación a los parásitos financieros, se retira del Senado. Aún después del descalabro de Enron, Gramm ha luchado contra viento y marea para atajar cualquier reforma que valga la pena. ¡Por fin nos lo quitamos de encima!
Las reformas de los métodos de contabilidad que propone el senador Paul Sarbanes, demócrata por Maryland, y la legislación sobre los derivados financieros de la senadora Diane Feinstein, demócrata por California, son pasos en la dirección correcta, aunque no bastan. Sarbanes considera su propuesta de ley como "un primer paso fundamental" para meter en cintura los problemas de contabilidad de las empresas, y la propuesta de Feinstein podría desempeñar una función parecida para los mercados de derivados, si se aplica de forma adecuada.
El problema con el enfoque de estos dos es que no estamos en 1933, y no podemos darnos el lujo de tomar años para esperar a que surtan efectos las reformas lentas. El sistema se desintegra ahora, y hay que abordar este hecho de acuerdo con la situación. Si los demócratas del Senado de los EU andan en serio, en vez de seguir adoptando poses como las de Joe Lieberman, tendrán que recurrir a LaRouche, y pronto.