Alemania enfrenta la debacle financiera


Helga Zepp-LaRouche del Movimiento por los Derechos Civiles Solidaridad (BüSo), dirigiendose a los votantes durante la campaña.

por Rainer Apel

Como es costumbre de la élite política alemana, la situación económica real no estuvo, ni remotamente, en el centro de la reciente campaña electoral, y las noticias alarmantes acerca de los bancos y la economía nunca aparecieron. Pero a menos de dos semanas que pasaron las elecciones del 22 de septiembre que pusieron a Gerhard Schröder de nuevo en la Cancillería, la realidad de la depresión económica toca otra vez a la puerta de los alemanes y muestra una imagen impresionante que corrobora por completo lo que el partido de LaRouche, el Movimiento por los Derechos Civiles Solidaridad (BüSo), les dijo a los votantes durante la campaña. Un nuevo desmoronamiento de la bolsa de valores de Alemania, que inició justo un día después de las elecciones, obligó al economista en jefe del Deutsche Bank, Norbert Walter, a admitir el 30 de septiembre: "Esto es un crac".

La información preliminar del desempeño de la economía alemana y del mercado bursátil durante el tercer trimestre, mostraba ya la peor caída de la bolsa de valores alemana desde 1959; 37%. Nueve de los 30 títulos que conforman el índice DAX alemán, perdieron por lo menos la mitad de su valor durante el tercer trimestre, incluyendo nombres tan importantes en el mundo de la banca alemana y las aseguradoras como Allianz, HypoVereinsbank, Münchener Ruek y Commerzbank. Cuatro de los títulos del índice DAX (Deutsche Telekom, Infineon, Epcos, MLP) han perdido más del 90% de su valor desde su nivel más alto, desde la primavera de 2000. El 7 de octubre, los rumores sobre los graves problemas de liquidez y las pérdidas en derivados del Commerzbank desplomaron sus acciones a su nivel mas bajo en una década. Para los accionistas, el tercer trimestre de 2002 ha representado tres meses más de desastres y perdidas; se han registrado 200 mil millones de euros (alrededor de 200 mil millones de dólares) como pérdidas en el DAX, a la fecha.

El 8 de octubre, la agencia Creditreform emitió su informe del tercer trimestre y su acostumbrado índice de confianza económica para la Mittelstand, las pequeñas y medianas empresas que emplean al 85% de la fuerza laboral industrial de la nación, y que representan la columna vertebral de la economía alemana. La confianza en la Mittelstand anda por los suelos, donde los pesimistas superan a los optimistas. Sólo el 16,3% de las empresas esperan aumentar su fuerza de trabajo en el futuro cercano, cuando hace un año era el 22,3%; nada más el 25,8% quiere invertir, cuando el año pasado, era el 43,2%; y mientras que el año pasado el 33,9% de las empresas reportaron un aumento de sus ventas, sólo el 17,9% lo hicieron ahora. Las empresas insolventes ascienden al 25,2%, con respecto al año pasado; una tendencia que arreció durante el tercer trimestre. Los préstamos bancarios a las empresas de la Mittelstand casi se han paralizado en los últimos meses, lo que también refleja los crecientes problemas que tienen los bancos. No existe, dentro de este sistema de economía de libre mercado, absolutamente ningún incentivo para una recuperación económica; el estado tiene que intervenir a gran escala para darle un giro a la situación.

Estados y municipios en bancarrota

Los estados y municipios alemanes, a los que se ha llevado a un estado de emergencia fiscal, resienten directamente esta situación. En los primeros ocho meses de este año, los 16 estados acumularon, en conjunto, un déficit de 24 mil millones de euros, cuando esperaban que fuera de 19.900 millones para todo el año. A un promedio de 3 mil millones de euros por mes, estos déficits sumarán al menos 36 mil millones para fines de año; 80% más de lo esperado.

Berlín, la capital de Alemania, es la más golpeada, con un déficit de 4.120 millones de euros; seguida por Nordrhein-Westfalen, con 2.980 millones; Baja Sajonia con 2.130 millones; Baden-Württemberg con 2 mil millones; y Renania Palatinado con 1.660 millones. Mientras que los gastos estatales se dispararon 1,4% en comparación con el año pasado, su ingreso se redujo 4,3%.

Muchos de los grandes centros urbanos ya están bajo supervisión financiera. Por ejemplo, en Nordrhein-Westfalen, 21 de 23 grandes ciudades sólo pueden gastar dinero con la aprobación del gobierno estatal. En Hessen, sus 5 ciudades más grandes están en la misma situación. Berlín tiene deudas del doble de todo su presupuesto, del cual, no menos del 60% se financia pidiéndole prestado al mercado privado de capitales. Muchos de los municipios alemanes ahora tienen que conseguir préstamos para pagar la nómina de su propio personal administrativo.

En una entrevista del 4 de octubre, el doctor Stephan Articus, gerente de la DST, la asociación nacional de municipios, que incluye a 5.700 ciudades con un total de 51 millones de habitantes, dijo: "Las ciudades no se encuentran en una fase de debilidad coyuntural; están en la peor crisis financiera del periodo de la posguerra". Articus recalcó que unas cuantas correcciones generosas a la política fiscal no serán suficientes; el nuevo gobierno alemán deberá garantizar una base sólida para que pueda existir la vida urbana en Alemania. A la ya alarmante caída del 20% en los ingresos fiscales en el renglón comercio de 30 grandes ciudades en 2001, le siguió otra del 13,6%, tan sólo en la primera mitad de 2002. Los impuestos al comercio que pagan las empresas con sede en la jurisdicción de los municipios respectivos, son la principal fuente de ingresos de los centros urbanos. Articus y otros funcionarios de la DST advirtieron que la pérdida neta de 5 mil millones de euros en la recaudación fiscal registrada en 2001 se rebasará este año, y, de no detenerse esta tendencia, los municipios podrían caer en el incumplimiento total.

Aumenten el papel del estado


El canciller Schröder

Un viento frió azota el rostro del nuevo gobierno alemán y los primeros pasos de reorganización que el canciller Schröder tomo en su gabinete, indican cierta consciencia de que existe un estado de emergencia económica. Todo el dictado de políticas esenciales con respecto a la economía y al mercado laboral estarán ahora concentradas en un nuevo superministerio. Este se encargará del departamento de planificación, ahora en manos del Ministerio de Finanzas, que es el departamento crítico que se encarga de preparar el informe económico anual y de organizar las revisiones y pronósticos de la junta consultiva federal. Junto con la Cancillería, este nuevo ministerio será el más poderoso de todo el gabinete y tendrá poderes que le permitirán actuar contra el recrudecimiento de la depresión.

Pero una acción efectiva para enfrentar la crisis requerirá que Alemania, y el resto de Europa, manden por un tubo al Tratado de Maastricht de 1991, de la Unión Europea, con su ideología librecambista y su usurpación de la soberanía nacional en la toma de decisiones económicas. Bajo las reglas de Maastricht, las naciones miembros se obligan a mantener la deuda pública por debajo del 60% del PIB y a limitar estrictamente el déficit presupuestal, las tasas de interés y la inflación. El tratado ordena explícitamente que el Banco Central Europeo se mantenga libre de cualquier y de toda "interferencia" política de los gobiernos electos de naciones soberanas.

Pero ahora, cuando la existencia misma de la nación está en juego, se alzan voces que demandan un cambio. El periódico Die Welt del 8 de octubre, comparó a los antiguos promotores alemanes del libre mercado con "el ateo, que, reconociendo que su fin está cerca, se vuelve piadoso en sus últimos días y suplica el auxilio del Espíritu Santo". A causa de los horrores diarios en el mercado de valores, "incluso los proponentes más notorios del libre mercado piden ahora un rescate del gobierno". Por ejemplo, Joachim Paech, jefe de negocios del Banco Julius Baer, lamenta que "el crac alcance ya dimensiones históricas, pero el gobierno prácticamente hace como si nada". El estratega en jefe para Europa de Merryl Lynch, Michael Hartnett, "implora" al liderato político: "La bolsa de valores es el corazón del sistema capitalista. Una vez que el capital deje de llegar a los canales decisivos del sistema económico, la economía se derrumbará". Los principales economistas del Dresdner Kleinwort Wasserstein afirman que debe abandonarse el Pacto de Estabilidad del euro; en la presente situación, debe aumentarse el papel del Estado. El Banco Julius Baer exige la emisión de créditos al sector empresarial directamente de los gobiernos, para evitar las bancarrotas generalizadas, porque la caída del mercado de valores ha devastado al sector bancario privado.

El artículo concluye: "Parece que hay una alerta roja en los mercados bursátiles. Si hasta los corredores de bolsa neoliberales están pidiendo [la ayuda del] estado, deben estar muy cerca del abismo. Es incierto si la conversión tardía salvará o no al ateo".

Lyndon LaRouche y el BüSo han subrayado que la solución yace, no en los rescates del estado al quebrado sistema bancario, o en la imposición de éste de la "reducción de la planta laboral" industrial y la austeridad, sino en una reorganización financiera mundial; en un Nuevo Bretton Woods. Debe desinflarse la burbuja especulativa y destinarse crédito a los proyectos prioritarios en la economía física, en especial al desarrollo de la infraestructura.


El Movimiento por los Derechos Civiles Solidaridad (BüSo), durante la campaña 2002, en alemania

Un prometedor primer paso en la dirección correcta, es que el Canciller ahora dice querer crear más fondos para promover la Mittelstand como el instrumento principal para reducir el desempleo generalizado. Esto se hará a través del Kreditanstalt Für Wiederaufbau (Agencia Financiera de Reconstrucción) con sede en Francfort, una organización no lucrativa de la banca pública que puede organizar préstamos a bajas tasas de intereses, a largo plazo y con periodos de gracia, lo que normalmente le es imposible hacer al sector bancario privado. A menor escala, en el pasado, el Kreditanstalt ha hecho lo que un verdadero sistema bancario nacional debe hacer por toda la economía, y la creación de semejante banco nacional aún está en el debate político, donde lo puso el movimiento de LaRouche en Alemania durante la reciente campaña electoral.

Ampliar el papel del Kreditanstalt es algo útil, pero también hay un factor fundamental de tiempo: el nuevo gobierno alemán tendrá que actuar con rapidez si quiere recuperar el control político sobre la turbulenta situación económica y financiera. Y el Parlamento recién electo debería hacer muy pronto lo que sus colegas del Parlamento italiano (acerca de la iniciativa del movimiento de LaRouche) en la última semana de septiembre: entrar a discutir en serio la creación de una nueva arquitectura financiera mundial. La convocatoria de LaRouche por un Nuevo Bretton Woods se pondrá sobre los escritorios de los miembros del Bundestag alemán recién electos en los próximos días.