Evaluación estrtégica
Resumen electrónico de EIR, Vol. II, núm. 07

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La guerra, Hitler y Cheney

por Lyndon H. LaRouche
25 de marzo de 2003.

La situación que enfrentan los Estados Unidos en lo inmediato se resume como sigue: en estos momentos, como les advertí en 1999-2000, nos hundimos en una depresión mundial comparable, pero peor, que la Depresión de Herbert Hoover de 1929-1933. Como les advertí en un discurso que se difundió a principios del 2001, han aparecido nuevos aspirantes a Adolfo Hitler, esta vez dentro de los EU. Estos pichones de Hitler ahora amenazan al mundo entero con guerras del tipo por las que el mundo posteriormente ahorcó a los dirigentes nazis en Nuremburgo; los nuevos hitlers de dentro de los EU y el gobierno de Tony Blair en la Gran Bretaña, que actúan exactamente del modo en que Hitler amenazó a Checoslovaquia en 1938 e invadió a Polonia en 1939.

El rasgo central de esa guerra, en la que unos EU ya en bancarrota se han sumido, es la usurpación de hecho de las funciones de un presidente todavía en el cargo por el vicepresidente Dick Cheney de la Halliburton, y por una pandilla de sus lacayos ligados al hampa, que no sólo infestan a los Departamentos de Defensa y de Estado, sino que también infestan, y virtualmente castran, a los dirigentes electos y a otros de la oposición nominal, el Partido Demócrata.

De manera irónica, aunque no accidental, la situación actual semejante a un estado de guerra en el Departamento de Defensa, incluyendo las rabietas mayúsculas que exhibe en público el secretario Donald Rumsfeld, les recuerda a los historiadores serios de hoy la forma en que Adolfo Hitler y sus SS, fundadas en el modelo de las legiones romanas, terminaron por destruir a ese ejército alemán que la pandilla de Hitler, el aspirante a césar, tanto temía y odiaba.

Es por demás obvio que los principales belicistas en el gobierno de Bush hoy son meros lacayos, alcahuetes detestables, como el Leporello de la famosa ópera de Mozart. Los leporellos de la vida real, como los alcahuetes políticos Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa de los EU, y John Ashcroft, procurador general, fueron engendrados, principalmente, por los círculos en la Universidad de Chicago y afines de un destacado ideólogo fascista, el finado profesor Leo Strauss. Este Strauss era seguidor del Carl Schmitt que maquinó la ley con la que Hitler se convirtió en dictador de Alemania, como lo son hoy los fervientes seguidores de Strauss en el gobierno de Bush. A este fascista, Strauss, quien creó a Wolfowitz, lo importaron a los EU de la Alemania de Carl Schmitt y del partero de Hitler, Hjalmar Schacht, cuando ya se sabía que Strauss, quien más tarde sería patrocinado por Robert Hutchins, era un fanático seguidor del principal ideólogo nazi, Martin Heidegger.

Sin embargo, al igual que los sicarios de las SS nazis, Wolfowitz, Richard Perle, John Bolton, David Wurmser, Doug Feith y demás layacos, son meros matones desechables salpicados de un aire político. Para entenderlos, tiene que observarse a los que los crearon y los pusieron en sus puestos actuales. Deben verse a los Hjalmar Schacht y Von Papen, respaldados por Londres, de los EU modernos, incluyendo a gente de la calaña de los Conrad Black, los Rupert Murdoch, los George Schultz y las fuerzas aliadas a este último que se encuntran tras las conexiones de gobierno y de otro tipo de la firma Halliburton.

La médula del asunto es exactamente lo que les advertí que podrá suceder, en un discurso que di y que se difundió justo antes de la toma de posesión del presidente George W. Bush. Nos encontramos en una depresión mundial que arrecia, mientras que el déficit federal de los EU este año ya casi asciende a un billón de dólares. Los EU experimentaron su "incendio del Reichstag" el 11 de septiembre de 2001, y las legiones de tropas de choque del vicepresidente Cheney emprendieron su marcha desde esas ruinas humeantes, blandiendo su doctrina Mein Kampf de guerra "nuclear preventiva". Esa fue la doctrina de corte nazi que Cheney adoptó en 1991, cuando a la sazón era el secretario de Defensa de los EU. Con los lacayos de Cheney y Rumsfeld al frente, los EU, arruinados por la depresión, ahora marchan cuesta abajo camino a un infierno autoinflingido, a menos que se ponga fin a la guerra de inmediato.

Somos, por tanto, presa de una guerra a la que no se ofrece una salida previsible. No es una "guerra de Iraq"; es una guerra mundial virtualmente interminable, a menos que la detengamos. A menos que tú, personalmente, contribuyas a pararla. Es una guerra que ya se extiende, en tanto las fuerzas armadas de Turquía invaden el norte de Iraq, alistándose para lidiar con una campaña para crear un Estado curdo en una región que abarca a buena parte de Turquía y Transcaucasia. Esta es una guerra de implicaciones incalculables, impulsada por lunáticos peligrosos y moralmente dementes, como los gallinazos de mamá Cheney.

Esta es una guerra que se extiende y que amenaza con tumbar a la mayoría, o hasta a todos los gobiernos existentes del Oriente Medio. A resultas de la previa necedad de la política del gobierno de Bush hacia el de Corea del Sur, el que el presidente Bush insensatamente haya desatado una guerra absolutamente ilegítima contra Iraq, ha creado la grave posibilidad, que en otras circunstancias sería improbable, de un incidente de guerra nuclear entre los EU y Corea del Norte, con la posibilidad de que por tercera vez se detonen armas nucleares contra Japón.

Nada de esta locura hubiera ocurrido de esta manera, si se les hubiese dado a los EU la alternativa de elegir a un candidato presidencial calificado en las elecciones del 2000, en vez de que no se les presentara ninguna alternativa real más que los totalmente incompetentes, pero irascibles cabezas de chorlito, Al Gore y George W. Bush. Esta guerra no hubiera empezado como empezó, sin que el Instituto Hudson de Conrad Black participara en el diseño de la campaña para dividir a los partidos Republicano y Demócrata, para elegir la nómina de tercer partido "Bull Moose" en 2004, de los fanáticos belicistas senadores John McCain y Joseph Lieberman. Pese al mal que pueda haber hecho el incompetente presidente Bush, sigue siendo el pobre bobo al que la caterva de lacayos de Cheney y Rumsfeld han manipulado hasta ahora para conseguir casi todo lo que han querido. Sin embargo, esto no habría sido posible si el propio Partido Demócrata no hubiese caído bajo el control vertical de las mismas fuerzas tras bambalinas que controlan a Dick "lady Macbeth" Cheney.

Aún ahora —tan mala como es la actual dirigencia del Comité Nacional del Partido Demócrata en estos momentos—, las posibilidades de que se reelija al presidente George Bush son menos que cero. Karl Rove debe enfrentar la penosa realidad: con el estallido de esta guerra, el candidato de Rove le disparó a sus propios cartuchos. Por tanto, la pregunta más importante que queda es: ¿realmente habrá elecciones en 2004 acorde a las pautas establecidas por la Constitución actual de los EU? Si los EU no se zafan de la presente guerra, a través de tales medios disponibles como regresar la cuestión de Iraq a la ONU, la suerte de la civilización en general pronto se pondrá mucho muy sombría.

En medio de todas estas incertidumbres temibles de guerra, depresión y la amenaza de una dictadura de corte nazi, incluso aquí, les puedo asegurar una cosa: si un número suficiente de ustedes apoya mi precandidatura presidencial demócrata para el 2004 ahora, nosotros, junto con incluso los miembros del Congreso bien intencionados pero cobardes que se esconden en sus escaños, podemos reformar la actual dirigencia corrupta, derechista, dominada por el Consejo del Liderato Demócrata, del Partido Demócrata. En ese caso, tenemos una buena posibilidad de salir de la terrible situación que ahora se desenvuelve. Eso es algo que cualquier ciudadano puede hacer. Pregúntate a ti mismo: ¿tengo las "agallas" para al menos hacer ese tanto?