LaRouche habla sobre el sinarquismo en conferencia con jóvenes de México, Alemania y EU

Lo que sigue es una transcripción de comentarios que Lyndon LaRouche dirigió a tres seminarios que tuvieron lugar en dos continentes el 3 de mayo de 2003, en Seattle, EU; Monterrey, México; y Wiesbaden, Alemania. También incluimos la respuesta de LaRouche a una de las preguntas que los jóvenes participantes le dirigieron durante el diálogo que siguió. Aparecen aquí por su pertinencia al tema general de desenmascarar a la facción straussiana.


El tema de esta semana, obviamente, es el de una organización llamada los "sinarquistas", también conocida actualmente en los Estados Unidos como los "neoconservadores", un grupo vinculado al vicepresidente estadounidense Dick Cheney, al secretario de Defensa Donald Rumsfeld y a todos los neoconservadores en torno suyo, seguidores de un famoso sinarquista francés llamado Alexandre Kojève y del profesor Leo Strauss. Kojève murió en 1968. Él era parte clave del régimen pro nazi de Vichy,
(1) operación en la que jugó un papel clave en ese entonces. Y el profesor Strauss, quien por mucho tiempo enseñó en la Universidad de Chicago, y en unas tres generaciones sucesivas reunió a este grupo particular de fascistas, ligados al famoso jurista fascista Carl Schmitt, quien diseñó la política del Notverordnung bajo la que se erigió la dictadura de Hitler.

Esta gente, en esencia, ahora controla la mente del Presidente de los EU. Y en especial lo que hemos visto desde el 11 de septiembre de 2001, en particular, pero también desde el principio, con el nombramiento de John Ashcroft como procurador general de los EU, quien es uno de estos locos perversos y peligrosos, es que el gobierno de los EU se dirige hacia lo que algunos llaman la "Cuarta Guerra Mundial"; que es lo que ellos impulsan, como Hitler, mediante las guerras y las mentadas "guerras preventivas", para tratar de dominar al mundo por medio del terror nuclear, aéreo y demás. Eso es lo que pasa.

Al problema actual en los EU —aunque este grupo que controla la mente, los ojos y oídos del Presidente es minúsculo, por ahora— el problema es que el Partido Demócrata, que debiera ser el partido de oposición, no funciona, porque también está controlado por corrientes de derecha ligadas al crimen organizado, con una fuerte afinidad con los llamados neoconservadores. Y, por tanto, no ha salido del Partido Demócrata un desafío de alguna importancia, ni del Congreso. Y los republicanos, desde luego, son presa del hecho de que Bush es su presidente y, por tanto, sólo hay una oposición muy indirecta a muchas cuestiones, tanto de los republicanos como de los demócratas.

En estas circunstancias, una pequeñísima minoría en torno a Cheney y Rumsfeld controla actualmente, en efecto, la política nacional e internacional del gobierno estadounidense. Lo que tenemos es, pues, como vengo diciendo desde antes, que lo que ocurrió —como advertí desde los primeros días de enero de 2001, sobre el tema de la próxima toma de posesión de George W. Bush, hijo— fueron dos peligros. En primer lugar, una depresión mundial, un desplome del sistema monetario y financiero mundial que ya estaba en marcha, y que pasaría a una total desintegración de la economía del mundo a menos que se la detuviera; combinada con el peligro, como en la Alemania de 1932–1933, de que las aprehensiones por este brote depresivo pudiesen causar un retorno a medidas como las de Franklin Roosevelt, con el peligro de que alguien hiciese lo que en Alemania: meter un Hitler en el poder, que es lo que han hecho, en esencia, con Rumsfeld y Cheney, y todo ese grupo. Y luego, algo como el incendio del Reichstag: algún incidente terrible cuyo impacto se aprovecharía para darles a estos aspirantes a hitler facultades dictatoriales en los EU.

Eso fue exactamente lo que pasó el 11 de septiembre de 2001, cuando Cheney, el vicepresidente, quien había propuesto tales medidas fascistas ya desde el gobierno del primer Bush —medidas que rechazó enérgicamente ese anterior gobierno—, ahora como vicepresidente, se valió de los esos sucesos y los del día siguiente, el 12, para instaurar medidas fascistas de dictadura mundial, basadas todas en este modelo sinarquista/nazi–comunista. Ese es el problema clave actualmente en nuestro mundo.

Cómo detener una dictadura fascista

Mi criterio, tal como lo he expresado, es este: ¿cómo se hace frente a tal clase de problema? Bueno, si la depresión empeora —como lo hará, porque dentro del sistema actual no hay solución a menos se cambie el sistema monetario internacional, revocando el sistema monetario de tasas de cambio flotantes vigente de 1971 a 2003, revocando el libre comercio, revocando la desreglamentación, y regresando al anterior tipo de arreglos monetarios internacionales adoptados en el período de la posguerra— no habrá posibilidad de que todo esto no caiga en un lamentable derrumbe, que acaso acarrée el desplome de la civilización entera. En tales condiciones económicas no es posible resistir de forma indefinida el impulso hacia el establecimiento de una dictadura fascista o algo que se le parezca, en este planeta, con todo lo que ello entraña.

Por tanto, sólo una reforma, una recuperación económica del tipo que efectuó Roosevelt en los EU de 1933 en adelante, sólo ese tipo de medida, a escala mundial, puede funcionar. Afortunadamente tenemos hoy en Eurasia, en especial, algo de las raíces o semillas de lo que pudiera ser la solución, o parte de ella. Europa occidental está ahora en bancarrota. No hay esperanza de que la economía de Europa occidental sobreviva si persisten las pautas actuales. Pero Rusia, Francia y Alemania, y potencialmente Italia, son tres países pilares de Europa, los cuales, en colaboración con China, India y otros países del Asia, pudieran dar lugar a la mayor explosión de progreso económico que jamás haya conocido este planeta. Porque, con la gran población de China, Asia sudoriental, India, etc., esto representa el mayor mercado del mundo. Es un mercado en crecimiento, sobre todo China. Pero tiene muchas carencias.

La única esperanza de Europa es cultivar relaciones comerciales de largo plazo con estos países del Asia oriental y sudoriental, lo que significaría que Europa misma pudiera levantar su nivel de producción, al grado que Europa pudiese alcanzar un nivel estable de operaciones y, por tanto, sortear su crisis. Todas estas medidas, empero, requieren una reforma del actual sistema monetario y financiero mundial; una reforma drástica, que equivale a someter el sistema a una reorganización por bancarrota.

Mi papel especial en este proceso es que soy el impulsor clave que entiende lo que se tiene que hacer. Ninguna otra persona en posición destacada en el mundo se dispone a avanzar, como me dispongo yo en este momento, en esta situación. Por consiguiente, yo tengo que jugar este papel clave, no sólo haciendo propuestas o recomendaciones de reforma, sino realmente impulsando la ejecución de medidas drásticas de reforma que son absolutamente necesarias para impedir que se despedace este sistema mundial y, por tanto, negarle el éxito a estos fascistas.

Luego estamos combatiendo a los fascistas en el corto plazo, tratando de impedir que coronen sus aspiraciones. Ellos reptan adelante, intentando consolidar sus logros. No les falta oposición, pero esa oposición no ha sido efectiva, hasta ahora, en eliminar el peligro. A veces son eficaces para resistirlo, pero no para eliminarlo.

Ese es, pues, el papel que tenemos que jugar; es el papel que debo jugar yo.

LaRouche a la cabeza

Para buena fortuna, a estas alturas, como ustedes saben, en términos de puntajes —es decir, del número de personas que han hecho contribuciones económicas a mi campaña— soy el número uno de los aspirantes a la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia de los EU. Hay mucha resistencia a ello; los fascistas no me quieren mucho, ¡y hay muchos fascistas en el Partido Demócrata que sencillamente no me quieren! Así que gritan y patalean, y tratan de impedirlo. Pero no estoy muy seguro de que puedan hacerlo, creo; ¿cómo se puede encabezar la contienda por la candidatura del Partido Demócrata, como la encabezo yo ahora, y cómo puede ser que me excluyan de ella con trucos burocráticos? Eso simplemente no funciona.

Entonces debemos suponer, sin saber exactamente cuándo, pero relativamente pronto, que quedará claro que estoy a la cabeza y ocupo una posición central en este proceso. Y esa es, por ahora, nuestra mejor esperanza de salir de este enredo, si entretanto sobrevivo. Ese es otro problema.

Ahí es donde estamos, pues. Pero lo que tenemos que entender es el papel de largo plazo de esta organización fascista, llamada los sinarquistas, que han jugado un papel clave en varios momentos en México. Por ejemplo, la organización de Napoleón III, que entró a apoderarse de México imponiéndoles a Maximiliano, era una organización fascista. En los EU tenemos lo mismo, el mismo tipo de problema, ¡y todavía está aquí! Esta es la procedencia del problema que tenemos hoy en el mundo, esta banda de fascistas.

En este sentido, mi tarea es catalizar y apoyar las denuncias de esto, para que la gente salga de su ceguera y puedan ver la realidad que enfrentamos. Decirles, hoy: "Mire, si usted fuera europeo y hubiera sabido lo que iba a hacer Adolfo Hitler, ¿hubiera tratado de impedir que subiera al poder? ¿Se hubiera cruzado de brazos, tan sólo esperando a que el problema desapareciese, después de todo lo que le hizo a Europa? Ahora, hoy, si usted sabe que algo igual que Hitler se ha metido a controlar el gobierno de los EU, y controla ahora la mente del presidente, ¿haría algo al respecto? ¿Se esforzaría por liberar a nuestro gobierno de estos fascistas? ¿O se cruzaría de brazos, diciendo, 'bueno, hay que aprender a convivir con esta gente'?"

Ahí es donde estamos, pues: educando a la gente sobre estos problemas, el problema de la naturaleza de esta crisis, los remedios que hay, el peligro de estas fuerzas, cuál es su historia, y de dónde vienen.

El 'fin de la historia'


Benito Mussolini y Adolfo Hitler

Me referiré de forma sucinta a este punto una vez más, para darles una orientación, a efectos de la presente discusión. La teoría de estos fascistas es que el fin de la historia se dio con la Revolución Francesa, cuando Napoleón Bonaparte tomó el poder. Napoleón es el hombre a caballo. Napoleón es la imagen del "superhombre", el "hombre–bestia", quien al tomar el poder instauraría un sistema para dominar el mundo por siempre, y así, ponerle fin a la historia; o sea, un sistema perpetuo de esta índole. En el transcurso de tal proceso, el culto a Napoleón Bonaparte se convirtió en rasgo dominante de la política europea. Y estos fascistas, llegando hasta Napoleón III, que fue otro fascista, montaron este tipo de organización, que en tiempos modernos pasó a conocerse como "fascismo".

Pero Napoleón fue el primer fascista. El Imperio Francés, bajo Napoleón, fue el primer imperio fascista. Esto nos trajo, entre otras cosas, a Benito Mussolini en el siglo 20; y esto nos trajo a Adolfo Hitler. A ambos los puso en el poder el movimiento sinarquista, empleando poderosos medios financieros, como los que representaba, para el caso del régimen de Vichy, en Francia, la Banque Worms; ése era el factor clave. Y esta gente opera de nuevo ahora en los EU y en otros lugares, pero en particular en los EU, y en Israel. Controlan el gobierno de Israel, y ahora también controlan los ojos, oídos y mente (o lo que sea) de nuestro presidente.

¡Ése es el peligro! Tenemos que detener esto ahora mismo. Mas, para detenerlo, tenemos que aclararle a la pobre gente allá afuera qué es esta cosa. Si piensan que no es más que un montón de derechistas, o un montón de esto, o de aquello, si piensan que es una simple aberración, no se darán cuenta de lo peligroso que es y no se darán cuenta de la importancia de derribarlo, de derrotarlo. Aparte, pues, de explicar la situación, de explicar el problema, presentando estas soluciones y luchando por que se adopten, al mismo tiempo tenemos que hacer conciente a la gente de qué son estos monstruos y cuáles son los peligros.

Como ya lo dije, en estos momentos mi situación en el Partido Demócrata es buena; era inevitable. No había forma de que no irrumpiésemos en la escena, como acabamos de hacerlo. Y esto no puede detenerse; ni siquiera metiéndome un tiro podrán detenerlo, porque habría un mártir peligroso flotando por ahí, en el ectoplasma, o lo que fuese, muy pronto.

Ahí es donde estamos, pues. Así que me les he revelado hasta aquí. Espero haber sido lo bastante provocador para recibir de ustedes las preguntas necesarias para lograr lo que requerimos hoy.

¿A poco Arendt y Heidegger son fascistas?


Martin Heidegger

Luego, en respuesta a una pregunta sobre el motivo de que tildase de fascistas a Hannah Arendt y Martin Heidegger, LaRouche dijo:

Bueno, tomémoslo a la inversa. Heidegger era fascista profeso. Era miembro del Partido Nazi. Esencialmente ya era nazi en su filosofía desde antes de unirse al Partido Nazi, junto con Carl Schmitt, el que definió el derecho nazi. Hannah Arendt fue su amante, su concubina, por un tiempo. Ella también compartía su punto de vista, pero como era judía no la recibían en el Partido Nazi, así que se marchó a los EU y practicó su fascismo ahí, en vez de Alemania, en particular después de que Hitler ascendió al poder.

Ahora, el término "fascista" realmente significa... acuérdense del origen del término "fascismo": fue un término ideado por los sinarquistas, y se usó, sobre todo en el caso italiano, en referencia a las "fasces", el famoso símbolo de las legiones romanas, que marchaban por todas partes portando sus fasces, un hatajo de palos amarrado a una vara, llamado fasces. El fascismo, pues, esencialmente significaba que el movimiento de Mussolini había adoptado las fasces como símbolo de lo que vino a conocerse como el movimiento fascista.

Sin embargo, el movimiento fascista en realidad era una rama del movimiento sinarquista, que era la filosofía de la dictadura napoleónica, tanto de Napoleón I como de su sobrino Napoleón III.

Entonces, el fascismo fue originalmente un concepto francés, surgido de la Revolución Francesa de Napoleón. Perduró en Europa bajo los auspicios de ciertos grupos financieros poderosos, y en la década de 1870 se constituyó formalmente como sistema.

Esto también vino a conocerse como la base de lo que se lamó "existencialismo". Lo que sucedió, claro, el ejemplo, fue este Alexandre Kojève, de origen ruso, quien fue parte del movimiento fascista en Francia, antes y durante  —y también después— de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo mucha influencia en la enseñanza de la economía en Francia, y también fue, por supuesto, colaborador de los fascistas en los EU, hasta hoy.

Para fines del siglo 19 el movimiento pasó a conocerse, no sólo como sinarquista, sino como "sinarquista/nazi–comunista". En México se le conocía como "sinarquismo = nazi–comunista". Por todo el Caribe había una red de personas, llamadas sinarquistas, tales como Jacques Soustelle, por ejemplo, de origen francés, quien trabajó en México y reclutó fascistas en torno suyo. Hubo otro, Paul Rivet, maestro de Soustelle, quien hizo lo mismo en Perú. En Caracas había una persona de Houston, Texas, de origen ruso–francés, Jean de Menil, que se propagó allí.

Estos tres, por ejemplo, todos eran parte del grupo que los británicos infiltraron en el servicio de inteligencia francesa de De Gaulle. Luego, De Gaulle los hizo investigar. Los EU hicieron una extensa investigación de este círculo de Vichy, durante la guerra y después de ella. Y así tenemos esta categoría de los años 1920, el rubro de inteligencia "sinarquista/nazi–comunista". Y había en él tanto nazis como comunistas, pero todos tenían una cosa en común: esa interpretación de la visión hegeliana de la historia, de Napoleón como hombre–bestia, un Dionisio, que sería una persona tan terrible que el mundo se doblegaría a su voluntad y nunca se le opondría de nuevo. La historia se detendría, y ese sistema que Napoleón estableció ¡duraría para siempre!

De eso se trataba; a eso se reduce. Entonces, el término "fascista", como suele usarse, es un uso ignorante del mismo. Es sólo un término para una forma de existencialismo que tiene su origen en la interpretación hegeliana y nietzscheana de Hegel, de la dictadura de Napoleón, a principios del siglo 19.


Hannah Arendt

La filosofía de Hannah Arendt, su filosofía existencialista, es de ese tipo. Por ejemplo, Hannah Arendt es bien conocida, como lo son Karl Jaspers y Walter Benjamin, entre otros, por negar la existencia de la verdad. Esta es una típica creencia fascista: no existe la verdad, sólo la opinión. A menudo se lo encuentra uno en las universidades, donde se mueven ahora los fascistas, y enseñan que no existe la verdad, sólo opinión; luego entonces, el bien y el mal no existen. El "bien" es no ofender las sensibilidades de quienes opinan distinto, y el "mal" es ofender las opiniones de otros.

Ahí está la cuestión, pues.


NOTA:

1. Gobierno fascista que encabezó en 1940–44 el mariscal Philippe Pétain en la ciudad de Vichy, en Francia, tras firmar el armisticio con Hitler.