Análisis de LaRouche Resumen electrónico de EIR, Vol. II, núm. 12

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Un mundo de Estados nacionales soberanos

Política Exterior de LaRouche para los EU

El desplome de la Unión Soviética en 1989-1991 creó una situación mundial en la que los EU, entonces bajo el presidente George H.W. Bush, asumieron el papel de una potencia mundial casi indisputable.(1) Por desgracia, esta ocasión se aprovechó para emprender un saqueo, por motivos estratégicos, de los aspectos físicamente productivos de las economías, no sólo de los estados europeos orientales ex miembros del Pacto de Varsovia y de la Unión Soviética, sino también de las llamadas economías "rivales", de los aliados europeos continentales previos a 1989, en un intento —facilitado por las guerras balcánicas— por acarrearles un debilitamiento acumulativo significativo, sobre todo a Alemania.

Esta combinación de acontecimientos alentó la hasta hoy perdurable sublevación, alimentada por dos variedades de intenciones imperiales ya latentes entre algunas de las facciones políticas más poderosas de los EU. Una de ellas la representa una inclinación liberal imperialista calcada de la tradición británica de ese nombre. La segunda es un eco de las legiones imperiales romanas y de la S.S. nazi internacional. En 1991-92, el entonces secretario estadounidense de Defensa Richard "Dick" Cheney y sus mentados correligionarios neoconservadores (los "neocon") impulsaron, sin éxito, esta última tendencia fascista. Sin embargo, al igual que entonces, esa misma política la promovieron después, desde el 11 de septiembre de 2001, el propio Cheney, ahora como vicepresidente, y también la misma camarilla de éste y del secretario de Defensa Donald Rumsfeld.(2) A la parodia nuclear-aérea utópica de la pandilla de Cheney y Rumsfeld, de la S.S. internacional, en las últimas décadas en los EU se le ha conocido como la "Revolución en los Asuntos Militares" (RMA, siglas en inglés).

Así, la diferencia práctica entre esos dos tipos de inclinación imperialista dentro de los EU hoy, es aquélla entre una perspectiva liberal de menor intensidad, más precavida, y la de una zambullida explícitamente fascista, a marchas forzadas, en el infierno de una nueva Era de Tinieblas planetaria. Cheney y su viejo compinche Donald Rumsfeld representan esta última política explícitamente fascista, que ahora debe rechazarse, con urgencia, y de forma explícita y directa.


Bush con Cheney y Rumsfeld

Los recientes éxitos parciales de los cuasimellizos Cheney y Donald Rumsfeld, en imponerle al gobierno del presidente George W. Bush, hijo, ciertas parodias críticas de las políticas nazis, han resultado en una condición mental desmoralizante entre los círculos gobernantes de aquellas naciones, en Europa y en todas partes, cuyo interés es defenderse de esta nueva amenaza estratégica. No obstante, aun esos mismos gobiernos que resisten a la amenaza también han tendido a titubear, por la medrosa consideración de que esperan poder minimizar el riesgo de convertirse prácticamente en un adversario declarado de los EU.

A esta actual tendencia nefasta en los asuntos militares estadounidenses, la acompaña y acelera una desintegración económica ahora en marcha de la forma de sistema monetario-financiero mundial de "tipos de cambio flotantes", de 1971-2003. La actual renuencia del gobierno estadounidense de Bush a siquiera considerar la idea de permitir reformas monetario-financieras al sistema del Fondo Monetario Internacional (FMI) hoy con urgencia necesarias, representa, como demostraré, una preocupación tan grave como la amenaza militar pro fascista en curso.

Para todos nosotros es una desgracia que yo no sea todavía el presidente de los EU. Sin embargo, en mi calidad de candidato demócrata actualmente puntero en cuanto a apoyo financiero popular, represento una fuerza de importancia para esas ideas en torno a las cuales otras fuerzas importantes interesadas pueden y deben aglutinarse ahora, para presentarle al pueblo y a las principales instituciones de los EU, y de otras naciones, una imagen del papel diferente, en un futuro mejor, de los EU, mismo que sería consistente con el verdadero interés de las naciones respectivamente soberanas del mundo.

Al presente, el ímpetu por efectuar este cambio necesario en el panorama mundial quizás deba venir de dentro de los propios EU. En estos momentos no se vislumbra ninguna otra perspectiva en el orbe. Francia, Alemania, Rusia, China y otros países han hecho contribuciones esenciales. Con todo, es el temible poder imperial del que disfrutan hoy los EU, lo que aviva lo que yo veo como una potencialmente fatal tendencia subyacente a vacilar, como la mostrada por muchos gobiernos importantes cuando enfrentan las bravuconerías de los EU. Con la excepción de Su Santidad el papa Juan Pablo II, tal vez sea sólo mediante un portavoz de dentro de los EU, un candidato presidencial que conoce y percibe el poder global de los EU a este respecto, y que confiadamente sabe cómo usar ese poder, que pueda lograrse el efecto marginal de animar a grupos de líderes de otras naciones, como yo trato de animarlos ahora, a actuar en concierto para efectuar esas reformas que se necesitan con urgencia, y que hoy son del apremiante interés de todos nosotros.

La base para una perspectiva tal ha de encontrarse en esa historia de la creación de los partidos, y de las batallas internas de estos, dentro de los EU; una historia que apenas se recuerda y que poco se comprende en Europa y dondequiera hoy día. Yo ubico mi política exterior estadounidense en contra del siguiente compendio de elementos pertinentes de esa historia, defino el adversario —en cuanto a principios— a vencer, defino la raíz de la actual crisis económica, y luego afirmo esa política exterior estadounidense planteada que presento como una premisa activa propuesta para la práctica entre las naciones, incluso en estos momentos.

La Revolución Americana


Abraham Lincoln

Mi política exterior, como candidato actual y anterior a la Presidencia de los EU, siempre se ha fundado en la explícita tradición whig americana del presidente John Quincy Adams, del connotado economista Henry C. Carey y del presidente Abraham Lincoln. Ese conjunto de políticas no es, ni una consigna, ni una fórmula algebraica, sino un principio. Es un principio que, como cualquier principio válido de la ciencia física, se basa en una historia estipulada de la experiencia humana. En este caso, esa historia es, como el gran poeta clásico e historiador alemán Federico Schiller acordaría en principio, la experiencia de los EU, ubicada dentro del desarrollo de la civilización europea, desde Solón de Atenas.

La creación de la república constitucional federal estadounidense, como un eco intencional de la tradición de Solón, se condujo como un esfuerzo combinado de muchas de las figuras principales, científicos y otros, de ambos lados del Atlántico. Esas fuerzas vieron el nacimiento de la república estadounidense, como Lafayette lo describió en una ocasión, como templo de la libertad y faro de esperanza para toda la humanidad.

Por desgracia, como lo confirman los acontecimientos posteriores al 4 de julio de 1789 en París, el Terror Jacobino, los alborotos de Napoleón Bonaparte, y los papeles que desempeñaron Klemens, príncipe de Metternich, y Robert Stewart, vizconde de Castlereagh, en el Congreso de Viena, la Europa moderna de entonces no había alcanzado todavía el grado de madurez política de la cual debería haber derivado, desde el Tratado de Westfalia de 1648, la aptitud que le capacitara para erigir repúblicas verdaderas y estables.

No obstante, incluso bajo las condiciones de aislamiento y los períodos de decadencia que sufrieron los EU, desde 1789 hasta la victoria del presidente Lincoln sobre los agentes de lord Henry John Temple, vizconde de Palmerston, y la Confederación, la Constitución estadounidense ha demostrado, en repetidas ocasiones, ser un instrumento extraordinariamente duradero. El presidente Franklin Roosevelt, que recogió a los EU luego de los actos acumulativos de destrucción de nuestras instituciones bajo los presidentes Teodoro Roosevelt, Woodrow Wilson, Calvin Coolidge y Herbert Hoover, demostró la vitalidad permanente de esa Constitución, cuando se pone a disposición de manos leales y competentes. El propósito implícito de la Revolución Americana y de sus partidarios europeos más destacados fue, desde el principio, establecer a los EU de América como una república que contribuiría, como semilla, a inspirar el surgimiento de una comunidad de principios entre las repúblicas soberanas independientes del mundo. Esa era la meta expresa de uno de nuestros más grandes estadistas, John Quincy Adams, y la política que el presidente Lincoln resumió en su célebre discurso de Gettysburg. El presidente Franklin Roosevelt invocó este mismo compromiso en su advertencia al primer ministro británico Winston Churchill, de que él, a diferencia del posterior presidente Harry Truman, estaba comprometido con un mundo descolonizado en la posguerra. A este respecto, debe entenderse la importancia singular para el mundo, entonces como ahora, del Preámbulo del proyecto de 1787-1789 de esa Constitución que se adoptó.


F.D. Roosevelt y Winston Churchill

Esa intención debería copiarse ahora como declaración unificadora de propósito entre la mayoría de los pueblos. Esta intención, que define de forma apropiada la ley fundadora y la política exterior del interés de los EU, sería eficientemente clara, si la naturaleza de principios de la autoridad del Preámbulo de la Constitución Federal estadounidense se entendiese. Me explico, como sigue.

Ciertamente, los EU seguido han violado ese principio de ley sobre el cual se fundaron. Desde 1763, las principales corrientes políticas de la Norteamérica anglófona se han dividido entre dos principios opuestos, en particular. Uno, el de los patriotas que crearon la república estadounidense; el otro, el de aquéllos, como los líderes del Junto de Essex, conocidos como los "tories americanos", desde la época de Benjamin Franklin, hasta la del presidente Franklin Roosevelt y la mía hoy día. Estos tories americanos originalmente tenían alianzas de negocios y filosóficas con la Compañía de las Indias Orientales británica, y han preservado esa herencia filosófica de lord Shelburne, Aaron Burr y Jeremy Bentham hasta la fecha. Estos tories americanos representan la raíz esencial y la base político-filosófica continua de las dos facciones pro imperialistas de mi nación. Los virajes a veces turbulentos en la formulación de la política estadounidense, no expresa sino el patrón de flujo y reflujo de esa tradición patriótica de la cual yo soy un veterano representante hoy día.

La presidencia de Franklin Roosevelt fue una época de gran resurgimiento del legado patriótico estadounidense. A partir de la secuela combinada del asesinato del presidente John F. Kennedy, el lanzamiento de la guerra estadounidense en Indochina y la campaña presidencial de Richard M. Nixon en 1966-68, el legado tory americano ha predominado en todos los partidos políticos importantes de los EU, hasta la crisis presente.

A pesar de las diferencias de orientación y la cambiante fortaleza relativa entre las dos facciones, es la corriente de Benjamin Franklin, que hoy yo represento, y que el presidente Franklin Roosevelt representaba, la que dio paso a la Declaración de Independencia de 1776, conforme los principios que definió Godofredo Leibniz, y que componen el Preámbulo de la Constitución Federal.


John F. Kennedy

Ese Preámbulo expresa tres principios que se adoptaron como expresiones de la ley natural. Estos principios son, a saber, el principio de la soberanía nacional perfecta, el principio del bienestar general y el principio de la dedicación a la posteridad. No sería admisible ninguna interpretación de cualquier otro aspecto de la Constitución, o enmienda, o cualquier ley promulgada, que se leyese de modo inconsistente con el impacto combinado de esos tres principios. La noción de la extensión de esos mismos principios a una comunidad de principios entre Estados nacionales perfectamente soberanos, ha sido la intención implícita o declarada de todo vocero precavido de generaciones pasadas, del partido patriótico de mi nación. El impulso de la historia de los EU, es que su política militar debe ser, de manera parecida, un reflejo de esa meta de querer y defender una comunidad de principios duradera semejante entre las naciones del mundo.

La carta del entonces secretario de Estado John Quincy Adams a su presidente James Monroe, que dio paso a la Doctrina Monroe de 1823 para la defensa de las soberanías perfectas de las repúblicas emergentes en las Américas, en cuanto los EU pudieran hacerlo, contra las potencias depredadoras de Europa, es una expresión descollante de este principio. Estos EU actuaron así, en cuanto les fue posible, cuando la derrota de los agentes de lord Palmerston en la Confederación le dio oportunidad a los EU de expulsar de México a las fuerzas militares de Napoleón III, que apoyaban al tirano asesino de Maximiliano.

Hoy, la tarea consiste en que las principales naciones del mundo actúen de una vez por todas para establecer una forma efectiva de dicho orden fundado en principios, para la colaboración pacífica entre todas las naciones dispuestas a hacerlo.

La convicción histórica implícita de la tradición patriótica continuada de mi nación, es que el papel de la civilización europea, desde Solón de Atenas hasta la fecha, debe se el de asistir en la promoción y práctica de esos principios, en nuestra nación, y de nuestra contribución común al mundo en general. Esta política ha sido la premisa esencial de nuestro verdadero interés nacional desde el comienzo de nuestra lucha por la independencia nacional. Estos tres principios, que los fundadores de los EU tomaron en gran medida de la influencia de los círculos de Godofredo Leibniz, tienen profundas y antiguas raíces histórico-filosóficas en la historia de la civilización europea extendida al orbe y de otras civilizaciones.(3) Las describo, en resumen, como sigue.

El origen común de todos estos principios es la noción de la naturaleza humana, en tanto se aparta y se coloca específicamente por encima de la de las bestias. Por ejemplo, el gran científico ruso V.I. Vernadsky abordó esta cuestión en su definición de un orden superior de existencia, al que llamó la noosfera, como distinta y superior a la biosfera. Sólo el individuo humano tiene la capacidad innata de hacer lo que ninguna bestia puede: crear y construir una noosfera, y lograrlo mediante el descubrimiento y uso de principios físicos universales que son invisibles a los sentidos y, sin embargo, universalmente eficientes.(4) La participación de esa experiencia de descubrimiento de principios universales eficientes, de los beneficios de esas facultades en la sociedad contemporánea, y en la transmisión eficiente de dicho conocimiento del pasado, a las generaciones presentes y futuras, nos muestra que el verdadero significado práctico e inmortal de la vida humana individual reside en esas cualidades singularmente humanas. Esto muestra que el interés de la humanidad descansa esencialmente en esta distinción de principio entre el hombre y la bestia.

Por tales motivos, el anhelo natural de la civilización ha sido crear formas de sociedad que desarraiguen de forma eficiente esas tradiciones, bajo las cuales unas personas cazaban o pastoreaban a otras como ganado humano idiotizado. Esta corrección requiere una forma de sociedad que aliente a cada individuo a participar de manera consiente en la generación y reproducción de esos actos de descubrimiento de principios universales que constituyen los medios del progreso en el autodesarrollo de la humanidad. Esto define el principio del bienestar general, como subproducto de esa noción de justicia conocida como ágape en el griego antiguo de La República de Platón, y en el Corintios I:13 de los cristianos, y que de otro modo se conoce como el bien común. Esto define el principio de la dedicación a la posteridad, el verdadero principio de la historia como un proceso sujeto a leyes.

De manera implícita, también define el principio de las soberanías nacionales perfectas.

La realización parcial de esa meta del estadismo ocurrió en el nacimiento de la Europa moderna, en el siglo 15. Esto se expresó con el nacimiento de esos primeros Estados nacionales: Francia, bajo Luis XI, y esa Inglaterra del joven sir Tomás Moro, establecida bajo Enrique VII. Estos fueron Estados comprometidos con el principio del bienestar general. Aunque persistieron expresiones de la contraria y antigua ley imperial medieval, el surgimiento ciertamente agitado del Estado nacional soberano moderno, en contra de las instituciones reaccionarias pro medievales, ha sido de gran beneficio neto para toda la humanidad. El Preámbulo de la Constitución Federal de los EU lo adoptó como su principio constitucional rector. Esto funciona para el siguiente efecto intencional.

La soberanía legítima de un Estado nacional yace en la función singularmente apropiada y obligatoria del gobierno, de promover de forma eficiente las causas del bienestar general y de la posteridad, y la responsabilidad de nunca actuar en contra de ello.

La efectividad de esa soberanía depende del desarrollo, participación y preservación del conocimiento. Esto ha de lograrse mediante un proceso permanente de mejora de la cultura existente de ese pueblo, incluyendo la decisiva cultura del lenguaje en la cual proceden principalmente los procesos sociales de deliberación. Sin ese uso de su cultura para el desarrollo del individuo humano, los nombres que se le dan a los derechos del individuo tienden a convertirse en frases huecas y, de ese modo, un pueblo se priva efectivamente de sus derechos por su propia ignorancia. Así, la libertad y el desarrollo del pueblo, y la soberanía perfecta del Estado nacional, son principios inseparables.

Al fin y al cabo, los principios del universo se expresan como un cuerpo de conocimiento coherente y en expansión. Sin embargo, para alcanzar ese conocimiento de manera eficiente un pueblo debe allegarse a él mediante el uso y desarrollo de su cultura, incluyendo la cultura del lenguaje. El aspecto más esencial de esa cultura del lenguaje, no es lo que se considera como los significados literales de las palabras y frases que podrían sacarse del diccionario, sino, más bien, esas sutilezas de la metáfora y otras ironías que constituyen, como lo señala Percy Bysshe Shelley, el medio por el cual un pueblo puede impartir y recibir conceptos profundos y apasionados respecto al hombre y a la naturaleza.

La meta de crear una verdadera comunidad de principios entre Estados nacionales soberanos es, por tanto, un reflejo de un principio universal y natural del derecho.

El viejo Hobbes, el enemigo íntimo


Thomas Hobbes

El principal adversario interno de la civilización europea moderna extendida al orbe lo ha representado el empirismo social del alguna vez tirano de Venecia, Paolo Sarpi, cuya noción del empirismo neoockhamita se reflejó a través de la actividad de su lacayo Galileo Galilei. Este empirismo surgió, bajo la tutela de Galileo, como la raíz de los conceptos terriblemente misantrópicos de Thomas Hobbes. A partir de Hobbes, a través de John Locke, Bernard Mandeville, Jeremy Bentham, Thomas Huxley, Friedrich Nietzsche y H.G. Wells, llegó el hoy difundido y arraigado concepto erróneo del hombre, como una bestia instintivamente salvaje y existencialista. El fascismo internacional moderno de seguidores del finado profesor Leo Strauss y su aliado, el sinarquista Alexandre Kojève, tales como los círculos de los mentados "neoconservadores" de; vicepresidente Cheney, es una consecuencia hobbesiano-nietzscheana típica de lo que correcta y diversamente se describe como el erróneo concepto bestial, dionisíaco o satánico de la naturaleza humana, de los existencialistas contemporáneos.

Ese concepto erróneo del hombre, así ejemplificado, es el mayor peligro de la humanidad hoy día.

La condición actual de nuestro planeta, su población y sus tecnologías, no permiten la existencia continuada de la civilización conforme a un régimen ordenado por las interacciones reverberantes de personas e instituciones, un régimen que ha de reconocerse como el legado del empirista social Hobbes. Mantener los niveles actuales o superiores de población en ese planeta, requiere la defensa y un mayor adelanto de aquellas mejoras de capital físico que hace el hombre en la naturaleza, y que se cuentan entre las distinciones más obvias de la noosfera. El combate a la carencia de mejoras adicionales a ese inventario de capital físico, y el combate a la falta de una educación más rica y de mejores condiciones de vida para las poblaciones en general, definen las medidas indispensables para impedir que la humanidad se despeñe hacia una nueva Era de Tinieblas planetaria.

Esa odiosa destructividad que Hobbes representa, incluye hoy día la acostumbrada práctica ilícita de la guerra nuclear preventiva, como la expresan las políticas fascistas de Cheney, Rumsfeld y sus lacayos neoconservadores; esto constituye una amenaza a la civilización que este planeta no puede tolerar.


Dick Cheney con las tropas americanas, camino a Iraq

El fascismo de Cheney, Rumsfeld y demás, ciertamente es un extremo desbocado del legado más amplio de Hobbes, pero no debemos eludir el hecho de que, en tanto la noción de relaciones inevitablemente reverberantes en y entre las naciones informara la práctica del estadismo, no sólo habría una tendencia recurrente a fomentar conflictos inútiles, sino también una insensibilidad ante las medidas que reemplazarían los viejos asuntos mediante acciones urgentes y benéficas de interés común. Muchos hobbes crían demasiados cheneys.

El hombre nace para hacer el bien. La capacidad potencial de un niño de cualquier parte del planeta para desarrollarse prácticamente como un genio, de ser un individuo que ama la verdad descubierta y el bien común, y que dedica su vida mortal para lograr algo significativo para los que han de nacer, eso, ejemplifica esa bondad innata específica de la naturaleza humana. La verdadera misión siempre subyacente y el deber de una república de Estado nacional soberano, es proporcionar las circunstancias y la motivación para alcanzar ese desarrollo del potencial del individuo.

Si en vez de ese parecer, la política de los estados se basara en el supuesto axiomático de que el hombre es una bestia depredadora por una disposición natural específica, la práctica de las sociedades seguiría siendo la del hombre como la bestia para el hombre. Si a todo hombre se le considerara una bestia tal, entonces, desde la óptica hobbesiana, se le consideraría una amenaza de guerra para el otro. La consecuencia de eso sería la "guerra preventiva" perpetua y global, al modo del régimen de Adolfo Hitler y de las políticas de los círculos fascistas de ese eco moderno de los célebres bribones medievales "Biche y Mouche", Cheney y Rumsfeld; o quizás, Burke y Hare.

El aspecto específico del empirismo de Sarpi que conduce a tales expresiones perversas de odio, es la negación de la existencia de ese poder específico del individuo humano que coloca a la especie humana aparte y por encima de las bestias. La expresión de este poder específico que se conoce como la potencialidad del alma humana individual, la representan el descubrimiento de esos principios universales eficientes del universo y su participación, que no son, ni pueden ser, objetos de la simple certeza sensorial. Esta tipo de poder específico, así llamado por Platón, y a veces llamado espiritual, también lo expresa y representa, de forma parecida, la gran composición artística clásica.

Este poder específico de la humanidad lo ilustra, en la práctica, la forma en que lo reconocieron los humanistas clásicos como Federico Schiller y Guillermo de Humboldt. Con Esto incluye aquellos avances benéficos en la tecnología, mediante lo cuales la humanidad ha progresado, de una densidad potencial relativa de población similar a la de un simio superior, a una tres órdenes decimales de magnitud mayor que ésa, hoy día. El cultivo de las relaciones sociales mediante del gran arte clásico, con un fin parecido, expresa la misma distinción específica de cualidad de todo miembro de la especie humana. La pretensión de degradar la ciencia y el arte al nivel de la interpretación estadística de la mera certeza sensorial, expresa una cultura que procura degradar al hombre a la semejanza de una simple bestia. Esta bestialidad es el supuesto del alumno de Galileo, Hobbes; esta degradación es la raíz axiomática de la opinión de Hobbes sobre el hombre como una bestia para el hombre. Esta es la raíz axiomática de la bestialidad de seguidores del finado profesor Strauss y de Kojève, tales como los cómplices neoconservadores del vicepresidente Cheney.

El compromiso con el progreso específicamente humano en la ciencia, el arte y la aplicación de éstas, es una forma de práctica social sin la cual la sociedad tiende a degenerar hacia el comportamiento de una criatura bestial. La bondad de la humanidad, de las naciones, únicamente se garantiza cuando las circunstancias de la vida se dan en esas condiciones congruentes con un ambiente de esa calidad de progreso, progreso que expresa los apetitos de la verdadera naturaleza superior del alma.

Por tanto, no diseñemos sociedades para una población en gran medida condicionada a comportarse como bestia. No seamos sofistas que utilizan la degradación hobbesiana que las necedades de nuestras naciones le han impuesto a la cultura de nuestro pueblo, como excusa para tratar a nuestros ciudadanos y a sus hijos, o a los de otras naciones, como si su naturaleza necesitara de jaulas de zoológico para refrenarlos.

La actual situación estratégica

Las circunstancias bajo las cuales no se impidió que Cheney, Rumsfeld y sus lacayos fascistas tomaran una acción concertada para usurpar mucha de la autoridad constitucional del presidente, del Congreso y de la Suprema Corte de Justicia, fueron sobre todo económicas. Como en el caso de las acciones de ciertos círculos financieros de Londres, Nueva York y de otras partes para otorgarle a Adolfo Hitler poderes dictatoriales el 28 de febrero de 1933, las medidas impuestas al gobierno de Bush después del 11 de septiembre de 2001 no las provocó el estado relativamente desesperado de dilapidación del sistema financiero-monetario existente, pero, no obstante, fueron un reflejo de ello.


Adolfo Hitler y Donald Rumsfeld

Las acciones de los círculos de Montagu Norman en Londres y Nueva York en 1932-1933, para rescatar financieramente al Partido Nazi, y desplegar a Hjalmar Schacht y a otros agentes alemanes de Londres para imponer a Hitler en el gobierno alemán y garantizarle poderes dictatoriales el 28 de febrero de 1933, tenían el propósito de asegurar que ningún canciller alemán que pudiera seguir el plan del doctor Wilhelm Lautenbach estuviese en posición de hacerlo, en el momento de la toma de posesión del presidente estadounidense Franklin Roosevelt. El virtual golpe de estado del vicepresidente Cheney, justo después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, se ha manipulado al efecto de impedir que se considere la aplicación de los métodos de recuperación económica del presidente Franklin Roosevelt en el desplome económico actualmente en marcha del quebrado sistema financiero-monetario de tipos de cambio flotantes, de 1971-2003.

Entonces, como ahora, el propósito de los fascistas usurpadores era desatar la guerra mundial como una forma de evitar las reformas económicas necesarias a favor del bienestar general.

Hoy, debemos asimilar y aplicar dos lecciones de esa experiencia.

Primero, el conocimiento del papel histórico de ciertos intereses financieros en el respaldo a las operaciones sinarquistas (fascistas) transatlánticas de 1922-1945, como las que llevaron a Mussolini y a Hitler al poder, y, también en los EU hoy, nos proporciona una comprensión de los nexos ejemplares entre lo ocurrido en 1932-1934 en Alemania, y los sucesos pertinentes posteriores al 11 de septiembre de 2001 en la formulación de la política estadounidense.

Segundo, notablemente, a pesar de un intento de asesinato y de un famoso complot golpista, el presidente electo Franklin Roosevelt se convirtió en presidente e inició la recuperación económica que impidió que el fascismo tomara el poder en los EU, y que aseguró la derrota definitiva de Hitler y sus aliados. Esta experiencia de 1932-1945 es fundamental para dar marcha atrás a la amenaza contra la civilización mundial hoy día.

El tipo de guerra mundial permanente que pretenden emprender los seguidores de Carl Schmitt, Leo Strauss y Alexandre Kojève, como Cheney y Rumsfeld, debe reconocerse como una nueva expresión del mismo origen de las dos llamadas "guerras mundiales" del siglo pasado. En efecto, la guerra de ese par a favor de la causa de lo que el neoconservador estadounidense Michael Ledeen denomina "fascismo universal", debe entenderse como el propósito de desatar una "tercera guerra mundial geopolítica".

La explosión de poderío económico y de otro tipo de los EU, durante y después de la derrota de la Confederación, propiedad de lord Palmerston, resultó, desde aproximadamente la celebración del Centenario de 1876, en una gran oleada de admiración por los logros de los EU hasta entonces. Esto se expresó en la admiración por el economista más destacado del mundo en esa época, Henry C. Carey, y por la perspectiva afín del economista germano-americano Friedrich List. Las medidas económicas de la Alemania de Bismarck, el desarrollo industrial iniciado con el ímpetu de Dmitri Ivánovich Mendeléiev en la Rusia de Alejandro II, la influencia de Carey sobre las medidas económicas de la Restauración Meiji en Japón, y acontecimientos relacionados en la Francia posterior a Napoleón III, ejemplifican una convergencia poderosa, con centro en la Europa transcontinental, para lograr ahí lo que los EU habían logrado, en el crecimiento agroindustrial mediante el desarrollo transcontinental centrado en los ferrocarriles.

Círculos del Príncipe de Gales británico entrenado por Palmerston, y en especial los coeficientes fabianos, reaccionaron con sus mentados esquemas geopolíticos para poner a las naciones y pueblos de Eurasia continental los unos contra los otros. Gracias a la insensatez casi criminal de la mezquindad de los jefes de Estado pertinentes, fue que ocurrió la Primera Guerra Mundial.

De modo parecido, a Adolfo Hitler lo pusieron en el poder en Alemania con el propósito de los patrocinadores de Londres en esa época de que el agente de Londres Hjalmar Schacht arreglase el financiamiento de la carrera armamentista de Alemania, para invadir y destruir desde el este a la Unión Soviética, de modo que Francia atacase después a Alemania por la retaguardia, cuando sus fuerzas estuvieran empantanadas en la Unión Soviética. Cuando más tarde descubrió que, bajo la dictadura de Hitler, la política militar de Alemania consistiría en comenzar con un ataque hacia el oeste, Londres procuró buscar la cooperación del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, en preparación para un rescate del inminente ataque de Hitler contra ella.

Para los actuales utopistas angloamericanos de la era nuclear aerotransportada, la perspectiva de una Eurasia continental que coopera de forma pacífica es una afrenta intolerable a la causa de sus fantasías geopolíticas. Para los neonietzscheanos círculos neoconservadores de Cheney y Rumsfeld, la cooperación pacífica con Eurasia es una perspectiva que ha de aplastarse con la fuerza persistente de una guerra perpetua en esa región, usando el blanco de los pueblos musulmanes como el potencial humano inflamable que ha de encenderse para desorganizar a todo el continente.

Las condiciones en las que la pandilla fascista alrededor de Cheney y Rumsfeld adquirieron su influencia actual, se han armado por más de 40 años, comenzando con el impacto acumulado de una sucesión de acontecimientos aterradores, ejemplificados por la crisis de los proyectiles cubanos de 1962, la serie de intentos de asesinato que sufrió el presidente francés Charles de Gaulle, el asesinato no resuelto del presidente estadounidense John F. Kennedy, y el inicio de la guerra utópica de los EU en Indochina. La irrupción de la contracultura juvenil del rock, las drogas y el libertinaje sexual en contra del progreso, la integración de la tradición del Ku Klux Klan en la campaña de Nixon de 1966-1968, la destrucción del sistema monetario mundial regulado de tipos de cambio fijos en 1971, y los sucesos económicos afines subsecuentes de los 1970, transformaron a los EU, de la nación productora más descollante del mundo, en una sociedad consumidora posindustrial cada vez más depredadora, tal cómo la economía y las costumbres de la antigua Roma degeneraron desde aproximadamente la secuela de la Segunda Guerra Púnica de Roma.


Integración de la tradición del Ku Klux Klan
en la campaña de Nixon de 1966-1968,

El derrumbe moral del sistema estadounidense de partidos políticos, bajo el impacto combinado de la caída material acelerada del ingreso del 80% de las familias más pobres en los EU, y la erradicación de categorías enteras de agricultores independientes y otros empresarios verdaderos, puso al Partido Demócrata, por ejemplo, bajo el control burocrático de una agrupación derechista conocida como el Consejo del Liderato Demócrata. El votante típico de ese 80% de las familias con menores ingresos, se queda con la creencia generalizada de que sólo existen dos opciones aparentes: "comprar" las alternativas de los estantes de esos centros comerciales políticos llamados partidos políticos; u obstinadamente rehuir las elecciones, porque él o ella piensa que no tiene una representación eficiente en esos partidos.(5)

Este derrumbe moral dentro de los partidos políticos alentó la falta temporal de una oposición significativa a los impulsos fascistas y necedades afines de política económica, que la pandilla de Cheney y Rumsfeld le impusieron al presidente George W. Bush, hijo.

Si líderes importantes de las naciones pertinentes combinan sus recursos, nosotros, juntos, podemos presentar una alternativa genuina al caos que representa hoy la combinación del desplome financiero-monetario en marcha con los esquemas fascistas. Sin embargo, eso significa llevar a los gobiernos y partidos políticos a discutir de nuevo los asuntos decisivos de la inseguridad económica que atenaza a las naciones y a sus poblaciones. Es esencial, en y por sí mismo, acabar con los intentos continuos y en marcha por dar un golpe fascista en Washington. Tienen que restaurarse las funciones constitucionales y la separación de poderes, y acabarse con la reciente usurpación. Las personas de buena voluntad no pueden eludir esa tarea.

Sin embargo, esa necesaria restauración de los EU a su Constitución no será exitosa, a menos que a dicha acción reparadora se le brinde una base económica internacional. El potencial para construir esa base existe, dado que los grados de cooperación pertinente entre al menos la mayoría de las naciones de Eurasia, brindan el eje en torno al cual se basan las medidas globales necesarias, más amplias, de la estabilización financiero-monetaria.

Algunas de las condiciones ejemplares para la cooperación continental eurasiática ya existen. Bajo un sistema monetario mundial reformado, y empleando los aspectos exitosos del sistema original de Bretton Woods de 1944-1958, los acuerdos proteccionistas de largo plazo en el crédito, los aranceles y el comercio, permitirían que hubiera un crecimiento acelerado en Eurasia, que podría convertirse en el catalizador del mayor y más equitativo desarrollo conocido en la condición de la humanidad hasta la fecha. Asimismo, debe servir de remedio al genocidio e injusticias relacionadas que el poder avasallador le ha impuesto al África, y al saqueo de los pueblos de Centro y Sudamérica bajo el sistema financiero-monetario de tipos de cambio flotantes de 1971-2003.

Para quienes tenemos una convicción civilizada, China e India son hoy día potencias importantes, que representan los componentes de mayor peso de entre un grupo de naciones que deben procurar acuerdos de transferencia tecnológica a largo plazo y a gran escala con Europa, para satisfacer los requerimientos de expansión que cubran las necesidades de sus poblaciones. Europa, a su vez, requiere con urgencia precisamente de esos mercados, para salir de un derrumbe económico interno cada vez más azaroso. El papel de Rusia en la cooperación estratégica con las naciones de Europa Occidental, junto con piedras angulares como Alemania, Francia e Italia, también es de importancia central por su propia participación en el triángulo de cooperación asiática de facto entre Rusia, China e India, en materia de seguridad y desarrollo económico.

Este papel del desarrollo eurasiático es una cuestión que he discutido ampliamente, con relación a los temas complementarios de lo que respectivamente se conoce como el desarrollo del "Puente terrestre eurasiático" y la propuesta de un "Nuevo Bretton Woods". Estas medidas son típicas y forman parte de un conjunto de reformas económicas de emergencia y otras relacionadas.

Las opciones presentes

El éxito de una alternativa tal, depende de acordar varias medidas de reforma en las relaciones entre las naciones.

Primero, los EU deben cambiar ese "cacharro extravagante" en el que consiste su actual influencia imperial, por un vehículo diferente, más duradero. Debemos reconocer la responsabilidad moral que nos impone el poderío que hemos conseguido, de promover el bienestar de otras naciones. Los EU deben actuar de forma congruente con el poder que han acumulado entre las naciones, pero también congruente con el propósito expresado, y de otro modo tácito, en su Declaración de Independencia de 1776 y en el Preámbulo de su Constitución.

Todas las naciones del mundo reconocen hoy como un hecho el poderío relativo de los EU. La mayoría, sospecho, cree que debe bregar con ese hecho. Y también nosotros en los propios EU. La distinción que hay que hacer, no es si las naciones tienen que bregar o no con ese hecho; la cuestión es si los EU tratarán a las demás naciones como socios, o como clientes de un imperio. Debemos manejar los problemas del mundo en general, pero la autoridad y responsabilidad por lo que suceda en el ámbito internacional debe recaer en la cooperación entre potencias igualmente soberanas.


Lyndon H. LaRouche se reunió con inportantes personajes en su último viaje a Bangalore, India.

Por tanto, es mi intención convocar a los representantes de las naciones a una conferencia de emergencia patrocinada por los EU, para emprender una reforma general por bancarrota del sistema financiero-monetario actualmente en quiebra. Los gobiernos deben encarar el reto de que el actual sistema está irremediablemente condenado, y de que, por tanto, se requiere con urgencia del siguiente tipo de medidas.

1. Bajo dicha reforma, se intervendría a todas las instituciones financieras y monetarias pertinentes, incluyendo sistemas de banca central, bajo la autoridad soberana del Estado nacional del caso. Esta y otras medidas afines requerirían el apoyo y la cooperación de todos los gobiernos que formen parte del acuerdo.

2. El interés primordial sería impedir una degeneración caótica de las instituciones de depósito esenciales existentes, públicas y privadas, para proteger los modestos activos financieros personales de individuos y familias, sostener las pensiones de la gente común, mantener las instituciones tradicionales que proporcionan crédito y, en general, asegurar la continuidad ordenada y el mejoramiento de la producción esencial, el comercio, el gobierno local y el bienestar general. Los activos financieros con carácter de apuestas, como los derivados financieros, en general se eliminarían, y muchas otras formas de deuda se pondrían en custodia para su reorganización.

3. En el marco que proporcionen dichas medidas, que intervienen al sistema enfermo en una reforma por bancarrota, debemos movilizar el empleo elevado lo suficiente, en inversiones sólidas para llevar los costos corrientes y gastos totales de los sistemas nacionales a sus niveles anuales de equilibrio. El estímulo principal para esto serán las operaciones gubernamentales en la infraestructura económica básica, o las inversiones patrocinadas por el gobierno en empresas de servicios públicos regulados que sean propiedad parcial o total del mismo. En los casos en que se considere apropiado, una empresa pública de servicios puede comenzar como propiedad del gobierno, y después pasar a manos privadas.

4. En esas condiciones, el futuro de las economías nacionales particulares dependerá en gran medida en mecanismos nacionales e internacionales de entre los gobiernos, para generar la emisión de créditos a bajo costo y a largo plazo con maduraciones de entre un cuarto a medio siglo; una a dos generaciones. En general, esto implica un costo de endeudamiento por el crédito creado a tasas normales no mayores a 1 o 2% de interés anual simple. Esta no sería una propuesta factible fuera del marco de un sistema monetario de tipos de cambio fijos bien regulado, cuyo diseño se base en los mejores aspectos de nuestra experiencia previa a 1971 con el sistema monetario de Bretton Woods.

5. Se dispone de dos tipos de fuentes para la creación de crédito público. La primera, consiste en un sistema de banca nacional del tipo que la Constitución Federal estadounidense especifica implícitamente. La segunda, es el crédito generado mediante tratados de largo plazo entre Estados soberanos en el comercio y las inversiones. Un tercer método, el del factor multiplicador keynesiano, propio de los sistemas de banca central del modelo liberal angloholandés, no es aceptable en las condiciones extremas que seguirán en los varios años de reorganización financiero-monetaria general.

Hay que tomar en cuenta que la renovación económica de Europa de las dos décadas que siguieron a 1945, dependió del papel singular del dólar estadounidense respaldado con reservas de oro. Esta posición excepcional de aquel dólar, en ese período, le permitió al sistema del FMI defender las monedas europeas y algunas otras, y a sus sistemas crediticios, hasta las crisis del dólar y la libra esterlina de 1967-1971. En la crisis actual, debemos lograr un beneficio parecido en un momento en que el dólar estadounidense es inherentemente débil en el contenido de su valor real. Los complementos keynesianos a un sistema sólido no son tolerables en este momento.

Tomemos el caso del Sistema de la Reserva Federal estadounidense como un ejemplo del desafío actual.

El recurso de usar las tácticas de "muro de dinero", que siguen utilizando dispositivos electrónicos y de otro tipo para imprimir dinero, en especial desde octubre de 1998, para rescatar porciones de los mercados financieros implícitamente en quiebra, ha producido un potencial hiperinflacionario en áreas gigantescas de las que bien puede describirse como "burbujas financieras" en la tradición de las aventuras de John Law. Esto define al Sistema de la Reserva Federal estadounidense, entre otros sistemas de banca central afectados, como en quiebra. Esta condición del Sistema de la Reserva Federal estadounidense se refleja, en gran medida, en el déficit ahora estratosférico del gobierno federal y en el deterioro relacionado de la balanza de pagos estadounidense. Al momento, el pensamiento que prevalece en la Presidencia estadounidense y en las facciones del Congreso, si es que realmente puede llamársele así, no tiene conexión con el universo real.

Así, si yo fuera presidente en este momento, mi secretario del Tesoro y líderes clave del Congreso estarían preparándose para intervenir el Sistema de la Reserva Federal y someterlo a una reorganización por bancarrota. Como en el ejemplo razonablemente comparable de las medidas de "día feriado" del presidente Franklin Roosevelt en 1933, el objetivo más inmediato de esta acción sería triple: a) evitar un desplome desordenado de reacción en cadena del sistema financiero y monetario nacional; b) mantener la continuidad de las funciones económicas esenciales de la nación, tanto públicas como privadas; y, c) abrirle paso a una vigorosa expansión del empleo, con mayor acento en el crédito para obras públicas de los gobiernos federal, estatal y local.

Antes de emprender tales acciones, yo estaría obligado a participarle a los gobiernos pertinentes de la naturaleza de las medidas a tomar, cuando sea que se apliquen. Esas acciones llevarían a discusiones confidenciales inmediatas en Washington, o en sus cercanías, con representantes de gobiernos. Estas discusiones llevarían a acuerdos y tratados pertinentes para establecer un nuevo sistema financiero-monetario mundial.

La presentación en este informe deliberado en este momento, toma en cuenta esas consideraciones. Los gobiernos en ocasiones deben actuar para sorprender a los espectadores, pero esas sorpresas deberían ser pocas y nunca violarían principios previamente establecidos.

Bajo la Constitución Federal estadounidense, la creación de deuda pública es una función del ejecutivo, dentro de los límites de la anuencia del Congreso. Esto incluye el monopolio federal sobre la emisión de moneda de curso legal, y las obligaciones en que se incurre de forma implícita ante la emisión futura de dicha moneda. Esta facultad es la fuente principal de la expansión neta del crédito por parte del gobierno. Esta facultad tendría un uso prudente de usarse para crear crédito que aprovechen tanto el gobierno federal como los gobiernos estatales, principalmente en programas de construcción de infraestructura. Ya he señalado los principales tipos de programas que me propongo iniciar o apoyar, y he aportado los lineamientos para algunos de estos.

6. La ventaja de reformar al FMI según el modelo del sistema regulado de tipos de cambio fijos de 1944-1958, yace en el contraste de los logros de esté, con el fracaso sistémico de: a) el viraje de 1964-2003 en los EU, el Reino Unido y otras economías notables, de un modelo exitoso de sociedad productora, a la forma de sociedad consumidora hoy en bancarrota; y, b) el sistema de tipos de cambio flotantes de 1971-2003, actualmente en quiebra. Los aspectos de principio de la reforma de emergencia a realizar ahora, tienen la ventaja de la experiencia: un cambio fundado en los éxitos probados del modelo de sociedad productora con tipos de cambio fijos, en contraste con el desastroso fracaso acumulado del modelo subsiguiente de tipos de cambio flotantes desregulado y condenado.

El titanic financiero-monetario del mundo se hunde, y la realidad se mostrará poco paciente con los pasajeros y la tripulación, quienes exigen que todos nos quedemos con la tradición reciente de ese buque condenado a muerte.

Por tanto, en cuanto pueda darse por sentado que la forma desacreditada del FMI, con sus tipos de cambio flotantes, se sustituya por una versión esencialmente global y regulada del sistema de Bretton Woods, con tipos de cambio fijos, será posible usar el pretendido sistema monetario como marco para firmar acuerdos comerciales y arancelarios bilaterales y multilaterales recíprocos de largo plazo, de 25 a 50 años de duración, con tasas de interés simple anual de entre 1 y 2%.

A estos tratados, con tales períodos de duración, los define principalmente el papel dominante de elementos componentes que representan programas de desarrollo de largo plazo en la infraestructura económica básica, bajo títulos tales como: generación y distribución de energía regulada; sistemas de transporte de carga y pasajeros a gran escala; sistemas de control y gestión de recursos hídricos; forestación y otros sistemas de control de tierras a gran escala; conjuntos de complejos urbanos industriales; y sistemas educativos y de salud. Estos programas, como los representan los acuerdos multinacionales para el desarrollo del Mekong y el actual conjunto de programas de infraestructura en expansión de China, definen el mercado para el estímulo y financiamiento de áreas de expansión en la producción empresarial y de otro tipo, de bienes intercambiables.

Los elementos de largo plazo de la infraestructura definen el mercado, que es el agua económica en la cual nada el pez empresarial feliz. El lapso de vida de las inversiones en infraestructura de ciclo relativamente más largo, define el período en el cual deben resolverse los pagos mediante acuerdos previos en el financiamiento, los aranceles, los precios y el comercio.

Como ejemplo, el sistema global requerido se define en general de la manera siguiente.

El impulso principal para dichos acuerdos de largo plazo viene más que nada de Eurasia continental. Esto se traduce en una Europa encabezada por un conjunto de naciones congregadas en torno a Francia, Alemania, Italia y Rusia; con un grupo de Eurasia aglutinado alrededor de Rusia, China e India; y, ojalá, un grupo del Oriente Medio que funcione como una encrucijada en desarrollo del crecimiento económico entre el mar Mediterráneo y el océano Índico.

El segundo componente mayor es la cooperación dentro de las Américas.

El tercer componente es África.

Otras regiones se amoldan a estas tres.


Mapa de Africa

El rasgo común de cada una de las regiones, es que cada una se define por los recursos naturales fósiles y afines concentradas dentro de cada uno de los componentes. La mejoría y administración de la biosfera, y su componente esencial de materias primas de largo plazo, definen los aspectos principales de las relaciones funcionales entre materias primas, habitación y producción en cada una de las regiones.

En el caso especial de África, los efectos acumulados de las prácticas genocidas, la supresión y el saqueo que las agencias protocolonialistas, actuales y pasadas le han impuesto a la mayor parte de África, han reducido a tal grado el desarrollo per cápita y por kilómetro cuadrado del continente, que al presente carece de suficientes recursos de capital generados internamente para desarrollar los elementos primarios de la infraestructura económica básica indispensable para su desarrollo saludable. Se necesita asistencia foránea a gran escala, en el modo de programas de transferencia tecnológica gradual, para proporcionar los elementos estratégicamente decisivos a gran escala del troncal principal de la infraestructura económica básica, y que África pueda así desarrollar sus propios medios para manejar y mantener los sistemas primarios, y desarrollar los secundarios intercalados con los primarios.

Esta ayuda indispensable para África no sería posible sin un clima de desarrollo vigoroso en Eurasia y las Américas en general.

La cuestión de la defensa estratégica

La experiencia de la Guerra de Independencia estadounidense, el desarrollo continuo del concepto de defensa estratégica por el "autor de la victoria" de Francia, Lázaro Carnot, el papel relacionado de los reformadores prusianos alrededor de Guillermo de Humboldt y Gerhard Scharnhorst, y el desarrollo de las academias estadounidenses de West Point y Annapolis en el siglo 19, señalaban el fin previsible, aunque todavía distante, del tipo de política militar propia de la antigua Roma, el feudalismo y las guerras de gabinete del siglo 18. La derrota del fascista Napoleón Bonaparte a iniciativa del zar Alejandro I y sus aliados reformadores prusianos, y la defensa y contraofensiva soviética contra las fuerzas invasoras de Hitler, demuestran una nueva perspectiva del principio de defensa estratégica, como el reemplazo hoy postergado de esas nociones de guerra que los nauseabundos conceptos del secretario Rumsfeld en materia militar parodian de forma tan patética.

A diferencia de lo que piensan los seguidores del empirista Thomas Hobbes, la guerra no es una institución natural, ni necesariamente permanente de la humanidad. Mientras las naciones deban prepararse para librar guerras justas de defensa, seguirán siendo necesarias capacidades militares relativamente poderosas y bien desarrolladas. Como quiera que se proceda de enseñanzas tales como las del genio de Luis XI de Francia, el papel que desempeñaron Giulio Raimondo Mazarino y Jean-Baptiste Colbert en la negociación e instrumentación del Tratado de Westfalia, como la continuó la representación de un principio de defensa estratégica por parte de Carnot, y la obra original de los reformadores prusianos pro clásicos, nos señalan lo que debería convertirse en el proceso natural de introducir por etapas las capacidades logísticas militares bien entrenadas a un momento en que el papel de las instituciones militares aptas se mezcle en el papel de una noción ampliada de un cuerpo de ingenieros militares.


Jean-Baptiste Colbert

La incompetencia grosera del secretario Donald Rumsfeld con respecto a la conducción de la guerra estadounidense contra Iraq, ilustra esa cuestión.

Ciertamente, el gobierno del presidente George W. Bush, hijo, violó la ley moral y la de los tratados, y la Constitución estadounidense, en la reciente invasión continuada de Iraq. Sin embargo, una vez las fuerzas estadounidenses invadieron y ocuparon el territorio iraquí, esas fuerzas militares eran y aún son responsables del bienestar general en el mismo. Para las operaciones militares competentes, incluso en las circunstancias de una agotada oposición militar como la del pobre Iraq, son indispensables divisiones pesadas bien entrenadas y adecuadamente abastecidas. Esas divisiones representan la masa de la capacidad efectiva para asumir la responsabilidad efectiva de la ocupación pacífica y benéfica del territorio habitado y de otro tipo que han ocupado. El utilizar una fuerza más ligera, que depende sobre todo de jóvenes recién salidos de la adolescencia y en gran parte entrenados con videojuegos de apunta y dispara, no es representativo de la conducta de un secretario de Defensa estadounidense competente.

El papel continuo de las funciones de ingeniería militar y afines al finalizar el período de las operaciones de combate, presagia el modo en que una política de defensa estratégica lleva a la sustitución de la guerra. La política del liderato del general Douglas MacArthur, de ganar una guerra controlando la mayor extensión de territorio evitando el combate innecesario, en contraste con la inmoralidad del bombardeo nuclear totalmente innecesario del presidente Harry Truman sobre Hiroshima y Nagasaki, apunta en la misma dirección. El objetivo de la práctica justificada de la guerra reside en el pronto éxito de su resultado pacífico. Las capacidades militares estratégicas y afines diseñadas y desplegadas para lograr realmente el resultado pacífico duradero que no se vislumbra actualmente en Afganistán, Iraq o el Medio Oriente en general —ni se vislumbrará en tanto que Cheney y Rumsfeld sigan al frente—, constituyen una capacidad necesaria para alcanzar la meta superior de la humanidad de salir de la guerra misma.

La historia de la influencia de las fortificaciones de Vauban, como la entendió Carnot y como, más tarde, la apreció Moltke el "viejo", da testimonio de este principio.

Hoy, el hecho cada vez más palpable de las locuras globalmente ominosas de Cheney, Rumsfeld y sus lacayos neoconservadores, tiene la clase de utilidad perversa de señalar la urgencia de ese tipo de reformas económicas que derrotaron la causa del fascismo durante la presidencia de Franklin Roosevelt. La solución ha de verse en el hecho de que, aun para esa familia típica que quizá no se destaque por su conocimiento de la ciencia o la teología, la moralidad tradicional halla su expresión práctica en el bien que una generación se propone contribuir a las generaciones de los hijos y los nietos, y más allá. Mediante el compromiso de los pueblos para crear una mejoría en la condición de la humanidad, a través de grandes obras de progreso, en especial en cooperación con otras naciones, fomentamos un sentido eficiente de nexo moral entre uno y las generaciones futuras de la humanidad.

El peligro estriba en que los hombres y mujeres codiciosos y de mente estrecha siguen peleándose por las sobras cada vez menores de un sistema económico que se derrumba, en vez de instrumentar con rapidez el nuevo sistema ahora necesario, tal adhesión empecinada a los viejos hábitos del sistema financiero-monetario actualmente en bancarrota, casi de seguro condenaría a toda la humanidad a hundirse de forma prematura en una "nueva Era de Tinieblas" planetaria, por varias generaciones. No obstante, si realizamos el tipo de cambios que yo introduciría, como el ahora presunto próximo presidente de los EU, podríamos encontrar que hemos entrado a un mundo más seguro, en el cual la guerra generalizada nunca regresaría.

1. En 1983, pronostiqué que si el secretario general soviético Yuri Andropov seguía rechazando la oferta del presidente Ronald Reagan para cooperar en la IDE, la política soviética en curso llevaría al derrumbe de su economía "en unos cinco años". Se derrumbó en seis, aproximadamente. El 12 de octubre de 1988, emití una declaración en mi calidad de candidato presidencial estadounidense en Berlín Occidental, en la que pronostiqué el derrumbe económico inminente del bloque soviético, y la reunificación anticipada de Alemania, con Berlín como su posible futura capital. Esta declaración de Berlín comprendía mi plan de cooperación de los EU en un programa de "alimentos por la paz", para la reconstrucción económica de las naciones del bloque soviético. Esa conferencia de prensa de Berlín del 12 de octubre que se televisó, la reprodujo un programa difundido en la red de televisión nacional de los EU unas semanas después, ese mismo mes.

2. Es notable que el gobierno del presidente George H.W. Bush, padre, haya frenado las nociones más alocadas del secretario de Defensa Cheney, pero que en gran medida Bush hijo y el vicepresidente Cheney las hayan adoptado.

3. Por ejemplo, la Declaración de Independencia de los EU de 1776, creada bajo la dirección de Benjamin Franklin, incorpora el concepto de Leibniz de "vida, libertad y la búsqueda de la felicidad", tal como éste lo contrapuso a la noción esclavista de "vida, libertad y propiedad" de John Locke.

4. Por ejemplo, en la ciencia física experimental, podemos sentir los efectos de la gravedad, el principio del tiempo mínimo, el principio universal de la acción mínima, y los efectos del dominio complejo en general, pero no podemos sentir los propios principios físicos universales demostrablemente eficientes. Esto no sólo constituye conocimiento moderno; es el principio de poderes destacado por Platón en lugares como su diálogo Teetetes.

5. Estoy actuando para llevar de nuevo la voz del ciudadan a las deliberaciones del partido, una posibilidad que la misma burocracia herrumbrosa del DLC odia generosamente.

[Paid for by LaRouche in 2004]