Cheney en aprietos:
crece la presión para sacarlo


El Movimiento de Juventudes Larouchistas se pronuncia el 17 de julio
en Washington por la salida de Cheney, durante una visita del primer
ministro británico Tony Blair a la capital de EU.

por Nancy Spannaus

Washington (EIRNS)—El movimiento para expulsar de su cargo al vicepresidente estadounidense Dick Cheney ha cobrado vida propia y cada día cobra más impulso. El proceso iniciado el pasado 7 de junio por el precandidato presidencial demócrata Lyndon H. LaRouche, con su llamado a concentrar esfuerzos exclusivamente en las mentiras criminales de Cheney sobre el óxido de uranio que Iraq habría obtenido de Níger, ha llegado ya a tal magnitud que los gallinazos neoconservadores no lo pueden detener.

Los demócratas que habían optado por impugnar al presidente George W. Bush han quedado como charlatanes.

En la semana del 14 al 18 de julio se agudizó en tres aspectos la ofensiva contra Cheney, quien constituye, de hecho, el principal agente que impulsa la causa sinarquista de la guerra global. Primero estuvo la "confesión" de George Tenet, director de la CIA, quien aceptó responsabilidad por permitirle al presidente Bush hacer referencia al fraude de Níger en su informe a la nación el pasado mes de enero. Lo que hizo la declaración de Tenet, en realidad, fue impulsar aún más la investigación. En segundo lugar, un grupo muy activo de ex funcionarios de inteligencia llamado VIPS (Veteran Intelligence Professionals for Sanity), se puso en pie de campaña exigiendo la renuncia de Cheney. Y en tercer lugar, destacados congresistas demócratas han empezado también a concentrar atención en Cheney.

El precandidato demócrata LaRouche ha recalcado que la destitución de Cheney permitiría sacar a toda la sarta de gallinazos del Ejecutivo estadounidense, y le daría al país la oportunidad de aprovechar un nuevo ambiente de cooperación económica y monetaria internacional, creado por las actividades de LaRouche mismo. Al mismo tiempo, tal acción es crucial para impedir que los compinches de Cheney provoquen las nuevas guerras en Corea e Irán, que ya tienen preparadas.

La confesión de Tenet: tiro por la culata


Robert Mueller, director del FBI, George Tenet, director de la CIA,
el Procurador General John Ashcroft y el Director de Seguridad
Interna Tom Ridge
La camarilla de Cheney, que se encuentra entre la espada y la pared por la ofensiva de LaRouche y las revelaciones del ex embajador Joe Wilson, intentó defenderse forzando al director de la CIA, George Tenet, a "caer sobre su propia espada" en relación con la versión fraudulenta del óxido de uranio de Níger. Tenet se responsabilizó por el "error" de permitirle al presidente Bush citar ese dato falso en su informe a la nación.

Al igual que en el escándalo de Watergate, la decisión de sacrificar un chivo expiatorio no funcionó: la declaración detallada de Tenet provocó más interrogantes que las que contestó. En primer lugar, el director de inteligencia simplemente dijo que no había impedido que se insertara la referencia en ese discurso. ¿Quién, entonces, había insistido en que sí se insertara?

Dicha interrogante cobró aún más pertinencia a la luz de la revelación posterior, de que la CIA había eliminado esa misma referencia de un discurso que el presidente Bush había pronunciado en Cincinatti, Ohio, en octubre del año pasado. ¿Quién insistía en incluirla de nuevo, ya sabiendo que la CIA consideraba cuestionable esa información?

En el trasfondo de todo esto yacen las interrogantes suscitadas por el viaje del ex embajador Wilson a Níger, a investigar el cuento de que Iraq le compró óxido de uranio a esa nación africana. ¿Quién o quiénes estaban enterados del informe de Wilson, de que esa versión era cuestionable? ¿Qué hizo esa persona, o personas, con la información? Y en vista de que fue justamente Cheney quien encargó la investigación, ¿qué sabía él, y desde cuándo?

Otra serie de interrogantes, igualmente turbias, surgen del asunto del documento falsificado sobre el presunto intento de Níger de venderle óxido de uranio a Iraq. ¿Quién tenía esa información, cuándo apareció, y quién se la ocultó a la CIA?

Según filtraciones iniciales del testimonio de Tenet a puertas cerras el 16 de julio en el Senado, el director de la CIA, más que respuestas, proporcionó aún más material qué investigar.

Entretanto, el 14 de julio, la asociación VIPS emitió un nuevo memorando al presidente Bush, instándolo a pedirle inmediatamente la renuncia a Cheney. El 15 de julio Ray McGovern y Andrew Wilkie, miembros de VIPS, aparecieron en una conferencia de prensa auspiciada en el Capitolio por el candidato presidencial demócrata Dennis Kucinich, quien es miembro de la Cámara de Representantes por el estado de Ohio, y expusieron en detalle la sarta de mentiras que usó el Ejecutivo para justificar la guerra contra Iraq, y el papel central que tuvo Cheney en todo ello.

Para la mañana del 16 de julio, el diario británico The Independent había publicado en primera plana un titular que rezaba que Cheney estaba "bajo presión para que renuncie por las pruebas falsas".

Lo más devastador de las revelaciones del VIPS para Cheney fueron las declaraciones de McGovern, quien fue oficial de inteligencia de la Vicepresidencia de los EU desde la presidencia de John F. Kennedy hasta la del primer presidente Bush, y por tanto tiene una íntima familiaridad con esas funciones. Cuando el propio representante Kucinich le preguntó si era posible que el vicepresidente Cheney nunca hubiese conocido los resultados de la misión de Wilson a Níger, McGovern contestó sin ambages: "Esa es muy fácil. No es posible".

McGovern reiteró cómo Cheney había "encabezado la iniciativa" en pro de la guerra desde mediados de 2002, empleando información tendenciosa y la historia de miedo del "hongo nuclear", para intimidar al Congreso a otorgarle a Bush la autorización para lanzar la guerra contra Iraq. McGovern también le dijo a Kucinich que Cheney tuvo que haber conocido los resultados del viaje de Wilson, y que las múltiples visitas de Cheney a la CIA a "discutir" el tema con los analistas —acción a todas luces encaminada a presionarlos— era una práctica insólita.

En respuesta a una pregunta del corresponsal de este servicio noticioso, McGovern respondió: "Si usted lee nuestra declaración, está muy claro que el Vicepresidente encabezó la campaña en pro de la guerra. Si usted mira los discursos de Cheney, le lleva una gran delantera a los demás funcionarios y estadistas estadounidenses en decir que Saddam Hussein tenía capacidades nucleares".

De hecho, puesto que ya se sabía muy bien que eran falsas todas las demás "pruebas" para sustentar esa acusación, el único elemento que tenía la camarilla de Cheney para insistir en ello era el cuento de las compras de óxido de uranio a Níger.

Ladrón, también

McGovern hizo palpables las consecuencias de las mentiras de los gallinazos al principio de su testimonio en la conferencia de prensa presidida por Kucinich, al pedir un minuto de silencio por todos los soldados estadounidenses muertos en Iraq. Tan sólo por ese motivo Cheney merece ser procesado.

Pero además, el Vicepresidente está involucrado en otras acciones venales tanto en política interna como en relación con Iraq. Fue en gran medida por su intervención personal que quedaron impunes los grandes hurtos de la empresa Enron. Encima de lo cual la empresa Halliburton, compañía del propio Cheney, es una de las mayores beneficiarias de los contratos de "reconstrucción" de Iraq.

Aún más grande es el último escándalo. Como informó el 13 de julio el diario londinense The Observer: el régimen de Cheney ha decidido no sólo empezar a vender el petróleo iraquí, sino que ha empeñado los réditos futuros de tales ventas con el Banco de Exportaciones e Importaciones, Eximbank, como valores transferibles para pagarle a contratistas extranjeros por los trabajos de reconstrucción. Se trata, pues, de un hurto descarado del futuro ingreso petrolero de Iraq, en beneficio directo de grandes contratistas estadounidenses tales como Bechtel y la propia Halliburton, la que, según informes sigue pagándole 100.000 dólares al año a Cheney (supuestamente a un depósito en custodia).


Dick Cheney y George W. Bush: adios

Es obvio, como ha dicho LaRouche, que la expulsión de Cheney del Gobierno de Bush, "ya sea por juicio político o por renuncia", contribuiría mucho a sanear el ambiente en Washington y en todo el mundo. Tal acción podría salvar un sinnúmero de vidas, varias naciones, y quizás al propio Gobierno de Bush. ¿No sería mejor eso, que poner de Presidente a Cheney mismo, si se impugna en cambio al presidente Bush?