Historia de dos ciudades
Washington y Sacramento:
¿Qué demonios pasa?

por Lyndon H. LaRouche

Lo que sigue es el discurso que pronunció LaRouche el pasado 30 de agosto, en la apertura de la conferencia semestral conjunta de la Junta Internacional de Comités Laborales y del Instituto Schiller, que tuvo lugar en Reston, Virginia, y simultáneamente, por el método de videoconferencia, en Los Ángeles, California, Estados Unidos.

Hace unos siete años hubo una epidemia de desregulación, que comenzó a propagarse como la rabia por todos los Estados Unidos. El plan consistía en desbaratar el sistema de energía eléctrica, la organización de la producción y distribución de la energía eléctrica y otros tipos de energía, que se había construido para responder al desplome de la economía estadounidense cuando Coolidge y Hoover. Franklin Roosevelt en su presidencia encabezó la restauración de un sistema reglamentado, que fue parte integral de la recuperación económica de los EU a partir de la Gran Depresión, cuando el ingreso cayó a la mitad de lo que había sido en los 1920. Y llegamos a ser la mayor potencia productiva de este planeta, debido a esas medidas y otras parecidas.

Luego, unos cuatro años después, el impacto de esta desregulación —la separación de la producción de energía de su distribución, la falta de regulación de los precios— resultó en el primer pánico en California debido a la crisis energética de ese verano. Al año siguiente tuvimos una especie de presidencia artificial. No se sabía bien quién era el presidente. Y en retrospectiva, uno podría decir que el vicepresidente era el presidente, y que lo único que podía administrar George Bush era el vicio.

Así que en ese momento, la severidad de la desregulación comenzó a tener efecto. Ahora ha llegado al punto en que el estado de California ha sido saqueado de decenas de miles de millones de dólares, por las personas que impulsan la liberalización. Este saqueo ocurrió, en parte, porque el "viciopresidente" de los EU, Dick Cheney, quien hace honor a su reputación de vicio, mintió, y suprimió la información disponible entonces sobre el caso Williams, el caso de Williams Power. Y por lo tanto, la engorda siguió.

Ahora ha llegado al punto en que la misma gente que impulsó esta orientación, los mismos intereses de las fuerzas financieras internacionales detrás del plan, lanzan un grotesco espectáculo llamado Arnie Schwarzenegger para gobernador de California; y él es un espectáculo grotesco. Lo he comparado a el caso de una película titulada "Nightmare Alley" (Callejón de pesadilla), protagonizada por Tyrone Power —Tyrone Power de joven—, como un actor, un pobre tipo que degenera, en la película, que se rebaja hasta convertirse en lo que se llama un "geek", un individuo que hace cosas grotescas y desalmadas. De ahí viene lo que se llama en inglés un "espectáculo de `geek' ": Comerse una gallina viva, frente a un público que lo adora, por la paga; lo único que puede hacer todavía. Ahora tenemos a este "chupacabras", al que yo le sugeriría que protagonizara una reedición de "Nightmare Alley," en la que forcejee en la escena final, por comerse un buitre vivo que se le viene encima. Él es un hombre grande: ¡Denle un pájaro grande!

Pero este hombre es grotesco. Actúa en películas, y en todas aparece de grotesco. Hizo una película llamada "Junior" ¡en la que trató de proyectar el papel de Ariel Sharon! Si no lo creen, ¡veánlos a los dos! ¡Compárenlos! Comparen las escenas de Schwarzenegger en "Junior", con Ariel Sharon. Vean de quién trata de ser digno.

Pero él sólo es un "chupacabras". De ser elegido, podría hacerse peligroso en la misma forma en que Adolfo Hitler se hizo peligroso. No representaría un peligro si lo sacan de la política ahora, como debimos haber sacado a Adolfo Hitler de la política en su debido momento. Pero él no es el problema.

Ahora voy a plantearles algunas cosas que son pertinentes, que tienen que verse de conjunto para entender cuál es el problema que encaramos. Es obvio que lo que sucede en California es un fraude; el movimiento revocatorio es un fraude. Veamos a los tres chiflados. Bueno, esta es la reedición de los tres chiflados, y no ha mejorado la calidad en el proceso: Warren Buffett, el segundo dizque hombre más rico del mundo; Arnie Schwarzenegger, el grotesco espectáculo sexual más grande del mundo; y luego Jacob Rothschild. Esta foto fue tomada en la mansión de Rothschild en la campiña inglesa, donde fuerzas financieras poderosas realizaban un cónclave una reunión para decidir la suerte del mundo. De ahí salió la campaña de Schwarzenegger.

Ahora remóntense. . . olvídense de ellos por un momento. Son los tres chiflados. Ya los han visto antes. Los pueden ver a cualquier hora en los programas viejos de la televisión.

Roosevelt contra los sinarquistas

¿Por donde comienza esto? Bueno, demos un paso atrás. Regresemos a junio de 1940. En junio de 1940 Winston Churchill, entonces ministro de Defensa del Reino Unido, le expresó a Franklin Roosevelt, el Presidente de los Estados Unidos, la necesidad de ayuda inmediata. Ahí estaban las tropas británicas en Dunquerque; había el temor de que serían destruídas en Dunquerque; que no quedaría ningún Ejército británico para defender al Reino Unido. Que Hitler se instalaría en el Reino Unido, y que —y esto según las conversaciones que a la sazón sostenían Winston Churchill y Franklin Roosevelt— ocurriría algo del siguiente tenor.

En ese momento, una organización que hoy conocemos como la internacional sinarquista —una organización terrorista dirigida por banqueros mercantiles privados, un gremio que había llevado a Hitler al poder; había llevado a Mussolini al poder; había llevado a Franco al poder; había llevado a Degrelle y demás al poder; había instalado a la Guardia de Hierro en Rumania; y así por el estilo—, daba pasos ahora, con la ocupación de Francia, para apoderarse de la Armada francesa, y hasta posiblemente la Armada británica. Ya tenía un acuerdo con la Armada japonesa. Su plan —que ya estaba en marcha— consistía en incorporar Inglaterra, el Reino Unido, en esta alianza fascista, con ayuda de los Gobiernos de Laval y Vichy de Francia, que eran parte de la operación sinarquista; y eliminar de inmediato a la Unión Soviética. Luego, con esta combinación de armadas, de la francesa, alemana, británica, italiana y la japonesa, planeaba llevar a cabo un ataque contra los EU, mismo que los japoneses llevaron a cabo, en efecto, el 7 de diciembre de 1941.

Pero Roosevelt y Churchill, que no se estimaban mutuamente, que tenían planes opuestos, pero ambos se guiaban por ciertas motivaciones; por parte de Churchill, el motivo era evitar que el Imperio Británico fuese un apéndice de una Europa nazi. Había algunos personajes muy sucios, como lord Beaverbrook, quien, en cierto sentido, es la nodriza de la prensa de Murdoch, la nodriza de la prensa (o depresión, si prefieren llamarla así) de Conrad Black; lord Halifax, que estuvo involucrado en el complot a favor de Hitler. Entonces, mediante una especie de golpe a lo interno del Reino Unido, estos tipos —lord Halifax era el embajador en Washington; Beaverbrook llegó a formar parte del gabinete de guerra de Churchill, a pesar de haber sido un admirador de los nazis, y un admirador de Hitler antes—, por orgullo nacional, o por impulsos nacionales, los británicos, se unieron, con la cooperación de los EU.

Y los Estados Unidos y la Gran Bretaña concertaron una alianza entre dos personas que se despreciaban mutuamente: Franklin Roosevelt y Winston Churchill. Y esa alianza prosiguió hasta ganar la Segunda Guerra Mundial.

Al final de la guerra, o antes del final de la guerra, luego del éxito de la invasión de Normandía, y de que la derrota de Hitler estaba a la mano —no lista para lograrse en ese momento, pero a la mano—, los militares alemanes fraguaron, en julio [de 1944], una revuelta contra Hitler, a fin de obtener la paz. En otras palabras, la guerra estaba perdida. Pero algunas personas en Gran Bretaña y otras partes, traicionaron a los conspiradores alemanes, quienes fueron aplastados por Hitler con la ayuda de una ley del tipo que nos dio al profesor Leo Strauss de la Universidad de Chicago: Carl Schmitt. Y por lo tanto, la guerra duró un poco más.

Pero en el proceso, aquellos en los EU y el Reino Unido que odiaban a Roosevelt, pero que habían colaborado con él porque lo consideraban necesario hasta que se ganara la guerra, ahora que la guerra estaba ganada, maniobraron para eliminarlo. Sabían que estaba enfermo. Padecía de los efectos de la poliomielitis, estaba agotado, a punto de morir de complicaciones que podían golpearlo en cualquier momento. Pusieron a Truman, quien, digamos, simpatizaba con los bribones que lo metieron.

El legado perverso de Truman

Truman arrojó las bombas innecesarias sobre Hiroshima y Nagasaki, en contra de la recomendación explícita de Eisenhower e implícita de MacArthur. Nunca hubo ninguna razón legítima para arrojar esas bombas, ni de hecho, para el bombardeo incendiario de Tokio; o, en el mismo sentido, el bombardeo de terror de los centros civiles de Alemania.

El objetivo de una guerra es ganar la paz. Ganar la guerra tan convenientemente como sea posible, con el menor daño posible para ambas partes; y usar lo que sobreviva como fundamento para la paz. Exactamente en lo que no pensó la gente cuando se metía en Iraq.

Así que, al terminar la guerra, con el lanzamiento de esas bombas, tuvimos una tendencia en los EU y en Gran Bretaña llamada "utópica". Esta gente decía: "El mundo de la historia ha tocado su fin. Con las armas nucleares, y con la capacidad de lanzarlas desde el aire, con aeronaves, el mundo ha cambiado. Ya no necesitamos armadas ni ejércitos como se entendía antes".

Ahora podemos aterrorizar al mundo, exactamente como lo dijo Bertrand Russell, públicamente, en 1946. Pero ese era su plan desde antes. Bertrand Russell fue el autor de esta política de terror nuclear. Creemos armas tan terribles, tan monstruosas, que las naciones cederán su soberanía a un gobierno mundial a fin de evitar guerras que involucren semejantes armas.

Se llegó a conocer como la "facción utópica" de la política militar estadounidense: La "revolución en asuntos militares" empezó en torno al desarrollo de la Fuerza Aérea, y Truman la respaldó.

Evitamos las peores consecuencias de esa caída en nuestra política porque estábamos tan hastiados de Truman que no podíamos elegir a un demócrata en ese momento. Así que elegimos a Eisenhower, que representaba la política militar tradicional de los EU, y tuvimos un grato alivio por dos períodos, aunque hubimos de pagar por ello. Pero estábamos tan asqueados de Truman —como yo, un veterano de regreso, lo estaba entonces—, del derechismo, del terror, de lo que llamamos "macartismo"; todo lo malo que golpeó a Estados Unidos y aterrorizó a la población, llegó con Truman.

Y tuvimos un alivio de eso; se detuvo el impulso hacia la guerra nuclear porque algunos se dieron cuenta de que Truman nos había metido en la guerra de Corea, lo cual no era necesario y había calculado mal. Así que dijeron: "Hay que librarse de eso, y librarse del Partido Demócrata por el momento, porque le puede haber quedado el hedor de Truman". Y el pueblo estadounidense tuvo un respiro, especialmente cuando Eisenhower se deshizo del senador Joe McCarthy.

No fue bueno, porque el partido de Roosevelt, de Franklin Roosevelt, que había salvado a la nación de los efectos de Coolidge y de Hoover; que nos había salvado y salvó al mundo de un imperio mundial, de una dictadura como la de Hitler; ese partido estaba incapacitado. Incapacitado desde adentro por lo que representaba Truman. Y nunca se recuperó del todo.

Hubo un intento por lograrlo con John Kennedy. Pero John realmente no estaba listo para la tarea. John no entendía el problema militar. No entendía en lo que se estaba metiendo. Comenzó a entenderlo, y entonces lo mataron.

Rumbo al fascismo

Entonces tuvimos un cambio: hubo una reunión entre el candidato presidencial Richard Nixon y el Ku Klux Klan en Biloxi, Misisipí. Esto vino a conocerse como la "estrategia sureña". Emprendimos el camino hacia el fascismo.

Luego, a final de los 1970, el Partido Demócrata dio un giro a la derecha con la fundación del Consejo de Liderato Demócrata. Y la estrategia sureña llegó al Partido Demócrata; se conoció como la "estrategia suburbana"; es lo mismo.

A partir de 1977, creo que podemos mostrar eso (gráfica 1), cae el ingreso del 80% de las familias de menor ingreso en los EU. Hemos tenido una desarticulación del bienestar general de la población de conjunto. Tenemos una doctrina, que sale de la mayoría fascista en la Corte Suprema, representada en sus extremos por Antonin Scalia, que se llama "valor del accionista". En otras palabras, si ustedes compraron un seguro de salud para que se les atendiera, y algún accionista llega y compra acciones en una compañía que se apodera de su plan de seguros, una compañía tipo organización de mantenimiento de salud, ese accionista de esa compañía (que acaba de comprar sus acciones ayer) tiene el derecho a una tasa dada de ganacias, incluso si eso significa acabar con sus vidas, ¡negándoles la asistencia médica necesaria! Ese es el tipo de cambio que hicimos.

Eso fue lo que sucedió en 1977: la infraestructura se vino abajo; las industrias empezaron a desmoronarse; las condiciones materiales de vida cayeron a pique. El sistema de la Reserva Federal inventó ese mentado "índice de ajuste de la calidad", con Volcker en 1982–1983, y el Gobierno federal ha estado mintiendo sobre la tasa de inflación desde entonces; y hablo de 10 a 20 puntos porcentuales. Observen el nivel físico de vida de alguien en 1975, a mediados de los 1970. Observen lo que podía comprar con el salario de una semana, en términos del nivel de vida; el tipo de mejoras en la comunidad; qué bibliotecas públicas; qué hospitales; qué tipo de asistencia médica se le proporcionaba físicamente, como percentil de su salario.

Mírenlo ahora.

Se llevaron la fábrica donde trabajaban ustedes. Ahora trabajan barato; viajan largas distancias al trabajo; no tienen vida familiar, porque están viajando, con un tráfico embotellado las más de las veces. Tienen trabajos eventuales para tratar de librarla, y ni así la hacen.

Así que hay una transformación en nuestro país, de ser una sociedad basada en el principio de bienestar general de nuestra Constitución, a ser una sociedad basada en el concepto de Locke, de "valor de los accionistas", conocida por la Confederación como "valor de los esclavistas".

Sufrimos un cambio. Y por lo tanto la gente se dice: "Bueno, no puede hacerse nada al respecto. El Partido Demócrata nos ha abandonado. El Partido Republicano nos quiere comer". "No hay nada que pueda hacerse al respecto. No puedes regresar la pasta de dientes al tubo otra vez". Y así, sucedieron esas cosas. Y de ese modo, llegó la desregulación.

Pero, ¿quién está detrás de ello?

El complot para destruir la Revolución Americana

Remóntense a los 1930, y vean esta organización que se había formado, llamada la internacional sinarquista. Tomen otro paso atrás, a los 1780. ¿Qué sucedía en los 1780? Había ocurrido la Revolución Americana. La Revolución Americana fue un proyecto concebido en Europa, por las mentes más grandes de Europa, por la mediación, en parte, especialmente desde los 1750 y 1760, de Benjamin Franklin, dirigente de esta nación. El hombre que decidió realmente lo que se escribiría en la Declaración de Independencia. Franklin reescribió el borrador que había redactado su subordinado, Jefferson, luego de la discusión: tacha esto; tacha esto otro; vuelve a poner esto; y así por el estilo. Franklin es el padre de este país, no George Washington, a quien le pertenecen ciertos honores. Pero Franklin fue el padre de este país. Y Cotton Mather, antes de Franklin, en cierto sentido.

Se trata de un movimiento intelectual, en torno a la idea de la creación de una república, con base al modelo de la idea clásica asociada con el legado de Solón de Atenas y la obra de Platón: crear una república verdadera, la cual sería soberana. El pueblo sería soberano; no tendría un jefe supremo externo sobre la nación, ni sobre sí mismo. La legitimidad del gobierno se basaría únicamente en el compromiso del gobierno a promover, con eficacia, el bienestar general de todo el pueblo, y además el bienestar general de la posteridad: los principios de derecho consagrados en el preámbulo de nuestra Constitución, que es la ley fundamental de nuestra república constitucional.

Creamos esa república, al menos de forma embrionaria, como un compromiso. En ese momento toda Europa se inspiraba en la Revolución Americana. La Revolución Americana estaba en proceso de hacerse de Europa. Francia era la primera en la lista. Todo el grupo de Francia que había estado trás la Revolución Americana, que la apoyó, quería hacer lo mismo en Francia. Por toda Alemania, los dirigentes alemanes de la tradición humanista clásica de Alemania, se movilizaron en torno a la Revolución Americana en los 1770 y 1780.

La gente aspiraba a liberar a Europa de los sistemas de Europa, y tener en las naciones de Europa un sistema que correspondiera a la intención de la Constitución de los EU.

No todo mundo estaba contento con eso.

Estaba el jefe, el que ejercía el verdadero dominio político del Banco Barings y de la Compañía de las Indias Orientales británica, lord Shelburne, quien a partir de 1763 comenzó a moverse en grande, en varias direcciones, tratando de parar a la Revolución Americana, que ya se veía venir para entonces. Y una vez sucedió, cuando Shelburne era primer ministro en 1782 y 1783, puso en marcha —a través de sus agentes en Suiza y en Francia, especialmente en la Suiza francófona, particularmente alrededor de Ginebra y Lausana, y en torno a Lyón en Francia— una secta que llegó a conocerse como la secta masónica martinista, de Cagliostro, de Mesmer, de Joseph de Maistre y demás. Esa secta.

Esta secta confabuló con anticipación la Revolución Francesa, desde 1789 hasta la caída de Napoleón, en cada una de sus fases. Y estaba bajo el dominio de la inteligencia británica, bajo la dirección de lord Shelburne, luego, bajo la de Jeremy Bentham, su mano derecha, y sus colaboradores.

Por ejemplo: la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, la armaron dos agentes británicos, Felipe Egalité y Jacques Necker. ¿Por qué lo hicieron? Porque Bailly y Lafayette habían tomado la delantera en la formación de una Constitución, y se la habían presentado a la monarquía. El monarca la había rechazado en principio, pero todavía estaba sobre el tapete. La toma de la Bastilla fue un incidente terrorista, dirigido por sinarquistas, bajo la dirección, patrocinio, y control, de lord Shelburne desde Inglaterra, desde Londres. Danton y Marat eran agentes de Shelburne, y fueron entrenados y dirigidos personalmente por Jeremy Bentham. Etcétera, etc.

Lo que hicieron los sinarquistas, y presentaron estos conceptos en sus escritos de la época y posteriormente (ahora se les llama "sinarquistas", pero entonces se les llamaba "martinistas"). Presentaron lo que sucedió en la Revolución Francesa, desde 1789 hasta la caída de Napoleón. ¡Era un plan! Era una doctrina; era una ideología. Y dirigieron cada paso del proceso, en concierto con ciertas fuerzas en Gran Bretaña alrededor de la Compañía de las Indias Orientales británica y del Banco Barings.

¿Con qué propósito? ¡Fue para parar la difusión de las ideas de la Revolución Americana en Europa! La república estadounidense era el mayor peligro, ¿para cuáles intereses? ¿Los martinistas? Bueno, esos son fascistas, lo que hoy día llamamos fascistas. Esos son sus hitleres; son sus monstruos. Son sus nietzscheanos.

El dominio de los banqueros

Pero, ¿quién estaba detrás de ellos? Banqueros. ¿Qué clase de banqueros? Banqueros al estilo veneciano. Bancos mercantiles privados, de familia. Como las Compañías de Indias; las Compañías de Indias de Holanda y de Gran Bretaña. Bancos privados, como los intereses Schlumberger y otros similares, que existen hasta la fecha.

Estos bancos ya estaban penetrando a los EU, con agentes como Gallatin: ¡Un agente enemigo al interior del Gobierno de los EU! ¡Gallatin! Un agente suizo, en realidad un agente sinarquista.

¿Qué decidieron? Dijeron: "Nosotros, los banqueros, nunca permitiremos la existencia de un gobierno que coloque la autoridad del Estado por encima de los intereses de los banqueros".

¿Qué hay en Europa hoy día? ¿Qué clase de sistema hay, a diferencia del sistema constitucional, anterior a la ley de la Reserva Federal? Lo que hay en Europa hoy día es esencialmente el modelo liberal angloholandés de gobierno parlamentario.

¿Cómo funciona? Funciona sobre la base de lo siguiente: Tienen un aparato del Estado, bajo un monarca, o un presidente nominal, que sólo se ocupa de mantener funcionado el aparato estatal. Tienen un parlamento, que pude ser derrocado en cualquier momento que decidan armar una crisis. Un gobierno parlamentario no tiene continuidad; no tiene continuidad segura.[FIGURE 23]

Luego tienen una tercer poder de gobierno, llamado hoy día "sistema de banca central independiente". El sistema de banca central independiente rige la emisión monetaria, gobierna el crédito nacional; y en cualquier momento en que el gobierno no le complace, utiliza su poder para fraguar el derrocamiento del gobierno.

Así que la cuestión hoy día, es librar al mundo de los vestigios del modelo parlamentario angloholandés, y retornar a lo que dicta y se proponía la Constitución estadounidense, lo cual no pudimos llevar a cabo plenamente porque estábamos aislados debido a estos acontecimientos en la Europa de ese período, el período napoleónico y después; y debido a que teníamos problemas internos que no pudimos resolver.

No fue sino hasta que Lincoln condujo a esta nación al triunfo contra la esclavitud, que vino a existir algo semejante a la intención original de la Constitución. Y aun así había problemas. Mientras tanto, en nuestro propio país teníamos unos intereses bancarios, con sede en Boston y en la ciudad de Nueva York, que tenían la misma mentalidad, y a menudo nexos directos a lo que llamamos banqueros sinarquistas de Europa. Ese ha sido nuestro problema.

Ahora llegamos al punto en que todo el sistema se desmorona; todo el sistema financiero internacional está yéndose a pique del mismo modo en que se desplomaba el sistema de Versalles en los 1920; pero esta vez, la situación es mucho más severa, mucho más profunda en lo que respecta a Europa y a las Américas, cuando menos, y a África. Por lo mismo, la cantidad de deuda pendiente, la deuda financiera en el sistema, no la podrían pagar las naciones existentes. ¡Jamás!

¿Qué quiere decir eso? Eso quiere decir que las naciones tienen la opción de decirle a los intereses financieros que se traguen sus pérdidas, porque el cuidado de la población y de la nación es primero. La función del gobierno soberano es el cuidado del pueblo y de la nación. Pero si el gobierno inicia una operación de intervención por bancarrota, lo cual debe hacer ya con todo el sistema del FMI, con el sistema de la Reserva Federal y demás, entonces, ¿qué pasaría con esos banqueros poderosos? Pagamos lo que hay que pagar primero. Atendemos a la norma del bienestar general y de la posteridad. Ejercemos nuestra soberanía de forma que ninguna autoridad externa, incluidos los banqueros, pueda subvertir nuestra soberanía, o destruir el bienestar general de nuestro pueblo desde afuera, o perjudicar a nuestra posteridad. ¿Cual sería la reacción de los banqueros? Bueno, algunos banqueros dirán: "Está bien. Sólo soy un banquero. Intervengan mi banco para reorganizarlo. Así seguiré en el negocio. Trabajaré para ustedes. Regresaré al negocio". Pero otros: "No".

Esto es lo que es.

Hay poderosos intereses bancarios privados, de familia, al estilo de la banca mercantil, que operan como gremios, como una oligarquía veneciana, una oligarquía financiera veneciana. Estuvieron tras la operación sinarquista, o la operación martinista, que fue la Revolución Francesa. Esta es la organización en Europa, exactamente la misma organización, que puso a Mussolini en el poder en 1921; a Hitler en el poder en 1933; a Franco en el poder, y así por el estilo.

¡Esta es la agencia que en 1940 estaba empecinada en destruir a los Estados Unidos! ¡Este es nuestro enemigo! Ese era nuestro enemigo entonces. ¡Ese es nuestro enemigo hoy día!

La diferencia estriba en que la dirigencia del enemigo en esa época venía de Europa, y tenía el empeño de destruir a los EU. El problema hoy es que la dirigencia de esa operación está en los EU, y en su títere, el Gobierno de Bush. Sus títeres son los del Comité Nacional del Partido Demócrata, que son instrumentos de esta clase de orientación.

Y si nos atenemos a esa pauta, uno dice: "Aquí estamos en medio de una gran crisis, una gran crisis financiera, peor que la de Versalles; peor que el desplome del sistema de Versalles. Tenemos una alternativa, si optamos por la alternativa de defender la soberanía de las naciones; de promover el bienestar general de todas y cada una de las naciones; de promover el interés de la posteridad de todas y cada una de las naciones; si llegamos a hacer acuerdos de cooperación para intervenir al FMI y demás, bajo estos términos, entonces sobreviviremos".

No podemos crear una prosperidad instantánea a partir de esta gran pobreza. Pero, podemos emprender el camino hacia arriba, como lo hizo Roosevelt en 1933, a partir de marzo de 1933. Podemos hacer eso. Le podemos dar optimismo y un futuro a nuestros hijos y nietos. Y eso es lo mejor que podemos hacer. Y mientras tanto, sobevivir.

Una comunidad de Estados nacionales soberanos

Podemos también, esperamos, al concertar un acuerdo en una gran crisis, que son los momentos en que la gente, por lo general, toma grandes decisiones, podemos decir: "¡Pongamos fin a conflictos de esta índole! ¡Pongamos fin a un mundo hobbesiano!" Ha llegado el momento de crear lo que los EU fueron comprometidos a crear por sus fundadores para siempre, desde el principio: el establecimiento, en torno a los EU, de una comunidad de Estados nacionales respectivamente soberanos en este planeta, Estados nacionales soberanos que juntos formen una comunidad de principios.

La esencia de esto, y voy a considerar por un momento esta cuestión de más fondo: ¿por qué un Estado nacional soberano? En la cultura de hoy día, para la mayoría de la gente resulta muy difícil definir un Estado nacional soberano, porque nuestra cultura es tan decadente. En otros tiempos, cuando teníamos la semblanza de una cultura clásica en las escuelas, antes de que tuvieramos a Hollywood, antes de que hubiera una pantalla de Hollywood donde se le daba tanto realce a un Schwarzenegger, ¡un acto grotesco!; no un drama, sino ¡un acto grotesco!; televisión, no drama: ¡un acto grotesco! ¡Se tiene a los padres de la novia!

Nuestra cultura es tan degenerada, nuestra cultura popular, que nuestra gente no sabe qué fue lo que nos dio la gran cultura que tuvimos una vez; las grandes instituciones políticas que teníamos. Ya no hay cultura clásica. La gente no sabe qué es la ironía. No sabe qué es la poesía. No sabe qué es la gran música. Piensa que hacer "taca, taca", como un grupo de chimpancés en celo, ¡es música! Cree que entretenimiento es un gran rave. Y cree que una convención política es un baile delirante.

No entiende la diferencia entre el hombre y la bestia. Así como un sinarquista no lo entiende. La idea del hombre antes del cristianismo, y en realidad antes del Renacimiento, el Renacimiento del siglo 15, a la mayoría de la gente la trataban como ganado. Como ganado de caza, al que vas a cazar y luego pones sus cuernos sobre la repisa de la chimenea. O como ganado de cría. Si eres bueno con ellos, los pones en un establo y los alimentas todas las noches, ¡y sólo los podas cuando dejan de dar leche! Así como estamos haciendo con nuestro programa de atención de salud hoy día. A veces se le llama un "proceso de poda"; a veces le dicen "triage". En el reino animal, se le llama "podar el rebaño" de la gente que ya no te es "útil", porque, después de todo, el "valor del accionista" debe ser supremo.

Esa clase de cultura, donde no se acepta el valor del hombre, en tanto hombre, no como bestia. Y la diferencia está en la capacidad del hombre, que ninguna bestia posee, de descubrir, a partir de las anomalías de la experiencia sensorial, de descubrir principios físicos del universo "exterior"; de dominar esos principios; comprobarlos mediante experimento; y aplicarlos para aumentar el poder de sobrevivir del hombre, el poder del hombre para mejorar nuestras condiciones en este planeta; y de asumir la responsabilidad por la administración de este planeta, para el provecho de toda la gente que vive en él. Eso es el hombre.

Por tanto, el individuo humano es sagrado. Esta cualidad que poseemos, de ser capaces de descubrir principios, de transmitirlos a otros, de transmitirlos de generación en generación, eso es la humanidad. Eso es cultura. Ahora bien, esta cultura es inherente, en cada caso, a lo que se llama "cultura del lenguaje". La gente tiene un idioma mediante el cual se transmite el legado de las ironías del pasado, su arte clásico y demás, en términos de esa cultura, su cultura de lenguaje. No en la lectura del diccionario del idioma, sino en el uso del idioma, con sus ironías artísticas características.

En consecuencia, si vamos a tener autogobierno, tiene que ser autogobierno por el pueblo, no sólo para el pueblo. Debe contar con la participación del pueblo en el entendimiento y en consentimiento con las deliberaciones políticas que ocurran. Eso sólo puede hacerse en términos de la cultura del pueblo. Y sólo pueden ocurrir cambios, fortaleciendo, mejorando, y desarrollando la cultura del pueblo.

Por tanto, para que haya una comunidad de naciones, en vez de una colección de ganado vagando por el planeta, sin identidad nacional ni nada; para que haya eso, tiene que protegerse al pueblo en tanto soberano de sus propias decisiones; de sus propias decisiones políticas en tanto pueblo. Entonces uno tiene soberanía. De otro modo, se tiene una situación caprichosa, donde la nación no sabe qué es un principio, y en consecuencia, es fácilmente manipulable en el corto plazo por impulsos repentinos, por modas pasajeras, por ideas locas, como la idea de que Arnie Schwarzenegger es humano, o cosas como esas. Ideas locas.

Y por tanto, el pueblo tiene que poseer un carácter moral. Y el carácter moral no es una lista de cosas que se deben hacer o no. El carácter moral es el entendimiento de que no somos bestias, no somos animales. Eso es número uno. Número dos, que el tipo que tienes al lado no es una bestia; no es un animal. Y que la transmición de la cultura, y la cooperación en términos de la cultura, es lo que nos hace humanos. Y en consecuencia, uno tiene un sentido moral, que se deriva de la raíz del concepto de la diferencia entre el hombre y la bestia.

De allí que si tratamos de crear un sistema de gobierno en este planeta que no reconozca eso, que no reconozca la importancia de la soberanía de la nación, en términos de su elección de cultura, y de la participación de su pueblo en su cultura, crearemos un monstruo que nos fallará.

'La ventaja del prójimo'

Ha llegado la hora, debido a los grandes problemas que enfrenta el mundo —los problemas que vienen de los EU, las amenazas que emanan desde los EU, de Cheney y demás—, ha llegado la hora de cambiar todo eso. Ha llegado la hora de reconocer, en estos tiempos atribulados, que nos necesitamos los unos a los otros.

Ha llegado la hora de hacer real, a escala internacional, el acuerdo que puso fin a la gran guerra religiosa de los 30 años, de 1618 a 1648, el principio de "la ventaja del prójimo", que fue lo único que logró la paz en esas circunstancias. ¡Tenemos que reconocer la importancia de la "ventaja de la otra nación"! Y pedirles que nos traten de la misma forma. La ventaja del prójimo. No la competencia con el prójimo. Somos una sola especie humana, no especies diferentes. Tenemos que vivir juntos en este planeta.

Pero tenemos que vivir como humanos, en términos de culturas humanas, en cooperación con otras culturas humanas, y con compasión y amor por gentes de otras culturas. Hay que decirles: "¿Qué debemos hacer por ustedes? Y nosotros les diremos lo que quisieramos que hagan por nosotros".

Podemos vivir en este planeta. Sí, probablemente necesitaremos capacidades de defensa estratégica todavía por algún tiempo. Pero ha llegado la hora, en estos tiempo atribulados, de que dejemos de tratarnos a nosotros mismos como bestias. Nos estamos tratando como bestias con la desregulación, con ese tipo de destrucción. Nos estamos tratando como bestias con la idea del valor de accionista: ¡de que le pertenecemos a alguien! ¡De que le pertenecemos a los tres chiflados, y que, por tanto, tenemos que obedecer sus reglas, porque les pertenecemos! ¡A ellos les pertenece nuestro endeudamiento, que ellos crearon!

Y lo que ven en California, con la desregulación; el ultraje a los EU; el ultraje a California que hicieron los tres chiflados, para quienes trabaja ese grotesco de Arnie Schwarzenegger.

¿Nos vamos a seguir sometiendo a eso? ¡Piensen! Piensen adónde nos encontramos: estamos al borde de una guerra nuclear de nuevo tipo en todo el planeta. No este año, tal vez no el año entrante; pero ya algunas naciones de Asia están pensando en términos de nuevos métodos de guerra con los cuales refrenar ¡la amenaza nuclear de los EU! Pasarán varios años antes de que estén listas para hacerlo. Pero probablemente, a mediados del próximo periódo de gobierno de los EU (si llegamos ahí), habremos llegado al punto de peligro de estallido de una guerra; de una guerra nuclear, de tipo asimétrico, de un tipo del cual nadie en Washington está pensando en este momento.

Y eso lo tengo confirmado. Esa es la situación exactamente, ahora mismo. ¡Eso es lo que están pensando los gobiernos que tienen esas capacidades, ahorita mismo! ¡Ahora! ¡Y están haciendo algo al respecto. Ahora!

Si queremos evitar eso, entonces es mejor que nos aseguremos de que lo que representa Cheney dentro de los EU salga del poder. ¡Tenemos que entender que ya no podemos someternos a la internacional sinarquista! Hay que entender que tenemos que mostrar, al menos, el valor que mostraron Roosevelt y Churchill al detener lo que de otra forma hubiera sido el dominio del mundo de Adolfo Hitler y su estirpe.

La tarea de conducción

Ahora bien, mi tarea en esto es más bien significativa, aunque es una situación algo extraña en la cual encontrarse. Yo estoy adentro, y puedo decírselos.

Estamos en una situación en la que no sólo encaramos una guerra, sino que el problema que tenemos, el problema que tiene el pueblo estadounidense, es, en un sentido, principalmente de su propia hechura. Cuando los ciudadanos estadounidenses votaron a favor de la desregulación, ¡estaban locos! ¡Actuaron como estúpidos! ¡No había absolutamente ningún motivo de hacerlo! Pero, corrieron en estampida a hacerlo porque, en el período desde el asesinato de Kennedy y el inicio de la guerra en Indochina, y la crisis de los proyectiles antes de eso, los precipitaron a aceptar nuevos valores. Huyeron de la sociedad productiva, de la tecnología, y corrieron hacia la idea de la sociedad de consumo, de la "sociedad del ahora", la "sociedad del yo", la "sociedad del placer"; a la sociedad de consumo, a diferencia de la sociedad productiva.

Y por lo tanto, votaron por esta necedad. Todo el que podía votar en California, cuando vino el momento, votó a favor de la desregulación. ¡Ninguno es inocente! ¡Todos son culpables!

Pero, ¿deben morir porque sean culpables? Diremos, "esas son las consecuencias", como decía George Bush en relación a los condenados a muerte en Texas? "¿Las consecuencias", por tanto mueres?

No. Cometieron un error. La tendencia cultural en los EU durante los últimos 40 años ha sido errada. Lo que se considera la opinión popular generalmente aceptada, ¡es un error! Y esto es sólo un ejemplo de ello.

Así que ha llegado la hora en que la sobrevivencia del pueblo de los Estados Unidos exige que cambie la forma en que se ha estado portando, ¡especialmente su comportamiento político! Tiene que recuperar sus sentidos a tiempo para salvarse.

La característica de la gente en general hasta ahora, es la de no recuperar la razón de buena gana. Recupera la razón cuando está asustada; cuando sus calzones muestran el miedo.

Pero eso no basta. Tiene que haber el elemento sublime, como destaca Schiller. Alguien, algunas personas, tienen que erguirse como líderes, y enfrentar a los ciudadanos y decirles: "¡Necios! ¡Dejen de comportarse como necios, o morirán! Pueden vivir, pero tienen que dejar de lado su estupidez. Tienen que abandonar lo que tienen dentro que los dejó tolerar la desregulación. Tienen que abandonar eso que tienen dentro que los hace resistir tomar las acciones de emergencia inmediatas para volver a reglamentar toda la economía estadounidense. Porque no vamos a sobrevivir, a menos que lo hagamos".

Por consiguiente, alguien tiene que ser un rebelde. Alguien tiene que violar todas las normas de los buenos modales de la sociedad existente, ¡porque los normas de la sociedad apestan! ¡Porque la sociedad apesta! Y cuando una sociedad apesta en su comportamiento, hay algo erróneo en sus supuestos básicos aceptados popularmente.

No hay dirigente que sirva en tiempos de crisis, a menos que encare a la gente y le señale la corrupción que tiene dentro, la gente, y le diga que cambie, gústele o no. Eso fue lo que hizo Franklin Roosevelt. Eso es lo que ha hecho todo dirigente capaz. Eso fue lo que hizo Abraham Lincoln. Fue lo que hizo Benjamín Franklin. Fue lo que trató de hacer Cotton Mather. No existe tal cosa como el "consenso democrático", o "la expresión del consenso". Cuando la gente se vuelve estúpida, el consenso es su peor enemigo.

Llegado ese momento, alguien tiene que dar un paso al frente y decirles: "¡Han estado equivocados! Cambien. Cambien". No se preocupen de herir sentimientos. Es preferible herir sus sentimientos que dejarlos morir. O dejarlos que se maten unos a otros.

Ya ha llegado ese momento, y por tanto, mi situación, y la de otras personas, que cada vez más tienden a trabajar en mi entorno, con cierto grado de renuencia, porque les molesta lo que hago: decir la verdad. Y ellas dicen: "¿No podrías dorar la píldora un poquito?" Y yo digo: "No. No haría ningún bien". Tienen que enfrentar a la gente con el hecho de que esta es la verdad. No traten de influir, de apelar a la opinión pública. ¡La opinión pública es lo que está equivocado! Pero nos encontramos en una situación en la que el público es capaz de reconocer que su opinión está equivocada. Y el caso de California es un ejemplo de ello.

Entonces, lo que tenemos en general, en lo estratégico, es lo siguiente: tenemos ahora una dizque campaña electoral en marcha en los Estados Unidos. ¡Y yo no encuentro a ningún rival por ningún lado!

La gente dice que: "Bueno, ¿qué hará en caso de resultar elegido?" Yo la miro de frente y le digo: "¿Sabe en qué mundo vive? La pregunta es, ¿vamos llegar a la próxima elección?"

Lo que está en juego en California

Por ejemplo, tienen una razón para un alboroto. Supongan que, por casualidad, elijan a un simio, a Arnie Schwarzenegger, como gobernador de California. ¿Cuál sería el efecto? Va a haber un movimiento fascista por todos los Estados Unidos, controlado por los tres chiflados, o gente como esa. ¿Cren que recuperarán a los Estados Unidos? ¿Saben que el resultado de California, determinará el resultado en el resto del país, en las elecciones de 2004? Si California no está del lado del Partido Demócrata, o no está en el campo de la cordura, ¿quién creen ustedes que pueda ganar una elección, una elección honesta, en los Estados Unidos?

No, todo ciudadano estadounidense debe estar preocupado por lo que va a suceder en California en estas semanas, de ahora al 7 de octubre. ¡Tienen que estar interesados en ello! O si no, quizá no haya Estados Unidos, implícitamente, después del 8 de octubre. ¡Eso podría ocurrir!

Yo no creo que Arnie Schwarzenegger lo logre. Yo creo que lo vamos a dañar lo suficiente. No puedo garantizarles que vamos a ganar en el caso de California. Pero les puedo asegurar que la única posibilidad que tenemos es librar el tipo de pelea que moralice a la nación para pelear. Ya saben, como digo: "A menudo se puede perder una batalla en la guerra. Pero no digan, `que la batalla decida el resultado de la guerra' ". Pero si no han perdido la confianza de la gente, o si movilizan la confianza de la gente, hallarán un nuevo modo de pelear. Encontrarán nuevas opciones, como hace todo gran comandante en guerra.

El asunto es que, si bajamos la guardia, si bajáramos la guardia y dejáramos que ocurriera en California, sin el tipo de desafío que haga al enemigo temblar hasta zurrarse en los calzones, no tenemos ninguna posibilidad. Por lo tanto, tenemos que pelear. Tenemos que pelear para conjurar esta amenaza. Lo que se juega en California no es California. Lo que se juega es Washington. Lo que se juega es el mundo, por el peligro de guerra nuclear si algo como Cheney sigue dominando a Washington.

Esa es la situación que encaramos. Nos encontramos en una situación comparable a la de la conversación entre Churchill y Roosevelt, en junio de 1940. Es así de grave. El destino del mundo depende de aquellos entre nosotros que asumamos esa pelea ahora, con ese entendimiento y esa determinación.

Nuestro trabajo no es ganar la próxima elección. Nuestro trabajo es ganar la nación, que recupere la cordura. Y si logramos que la nación recupere la cordura en los meses próximos, comenzando en el período de los próximos tres meses, entonces habremos movilizado las fuerzas para llevar a cabo las próximas elecciones; transformar a este país, y transformar al mundo, que espera de nosotros que hagamos algo decente sobre la situación mundial de hoy día.

Por consiguiente, por lo que debemos preocuparnos no es la próxima elección. Lo que debemos preguntarnos es si estaremos en condiciones de ganar esas elecciones. ¿Van a ser capaces de ganarse a la nación, y a su gente, y de movilizarlos para asegurar que vamos a resucitar al Partido Demócrata, como lo ha subrayado Mervyn Dymally? ¡Revivirlo! ¡Recrearlo! Usen el modelo de Franklin Roosevelt. Vuelvan a crear al Partido Demócrata, como si lo sacaran de su tumba, como lo hizo él entonces.

Y eso es lo importante.

Yo no estoy contendiendo por las próximas elecciones. Contiendo, pero no contiendo. La contienda seria no es acudir a las urnas, y organizar para las urnas en noviembre próximo. Contender por la presidencia ahora consiste en ser como un presidente, ¡ahora mismo! Y ofrecer la conducción que la nación necesita.

Gracias.