George Soros y la coca a la carga en los Andes


George Soros, quiere esclavizar a Iberoamerica,
como ya lo está haciendo con Bolivia.

por Dennis Small

Washington (EIRNS)—En las dos semanas que siguieron a la renuncia forzada del presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada el 17 de octubre, artículos y editoriales del Financial Times, el Washington Post, el Wall Street Journal, el Miami Herald, el New York Times, Reforma de México y el London Observer —entre muchos otros—, informaron, comentaron u opinaron que:

* a Sánchez de Lozada lo derrocaron porque su agresiva campaña contra las drogas, patrocinada por los Estados Unidos, amenazaba con erradicar del país el ancestral cultivo de la coca entre los campesinos bolivianos;

* esto prueba una vez más que la guerra a las drogas no puede ganarse —ni en Bolivia, ni en Perú o Colombia, los otros dos productores mundiales de hoja de coca y cocaína— y, por tanto, es necesario "reconsiderar" la legalización de las drogas como alternativa;

* el Fondo Monetario Internacional (FMI) "fracasó" en Bolivia, porque obligó a Sánchez de Lozada a adoptar reformas económicas neoliberales que irritaron a la población y la llevaron a apoyar al caudillo cocalero y narcolegalizador Evo Morales.

Los tres supuestos son falsos; de hecho, en la mayoría de los casos, son mentiras deliberadas propagadas por influencia del principal narcolegalizador del mundo, George Soros. Soros trabaja ambas caras de la legalización: del lado del consumo, financia referendos legalizadores en los EU, y hace agresivas jugadas para comprar a los candidatos del Partido Demócrata; del de la producción, financia al movimiento cocalero y sus movimientos políticos aliados por toda Sudamérica.

Mike Mulligan, enarbolando el primer supuesto, escribió el 23 de octubre en el Financial Times de Londres, que el motivo por el que se derrocó al Gobierno de Sánchez de Lozada fue que "la erradicación de gran parte de la coca... cortó la producción nacional en 240 millones de dólares, o 3% del producto interno bruto [PIB], según cálculos conservadores". La bomba que representa este lacónico comentario de la City de londres, es que a la producción de coca se considera de facto parte del PIB; es decir, parte de la riqueza nacional. Entre más coca haya, más crece la economía. En esta lógica, su erradicación es catastrófica para la economía.

Desmintiendo embustes

Lyndon LaRouche a este respecto: "Esto es traficar con drogas. Los agarramos con las manos en la masa. Están traficando drogas, que es lo que Soros hace. Y Soros está tratando de comprar al Partido Demócrata con el usufructo de su política".

En cuanto al cuento de que Sánchez de Lozada tomó medidas enérgicas contra las drogas, simplemente no es así. La gráfica 1 muestra que el cultivo de coca cayó de forma impresionante en Bolivia de 1997 a 2000, 70%, bajo la presidencia del general Hugo Bánzer. Cuando Bánzer dejó el cargo a causa del cáncer a mediados de 2001, el cultivo comenzó a aumentar de nuevo con el presidente interino Jorge Quiroga, y mantuvo su trayectoria ascendente cuando Sánchez de Lozada tomó el poder en agosto de 2002. En dos años, pasó de unas 14.000 hectáreas, a 24.000, un aumento de 70%. Es de esperarse que esta tendencia continúe, y empeore, en los próximos años, pues las políticas del FMI en Bolivia han destruido otras fuentes de subsistencia y, por tanto, han fortalecido al dirigente cocalero Evo Morales, que bien podría convertirse en Presidente de Bolivia en los próximos meses.

La gráfica 1 también muestra un proceso paralelo en Perú. Desde que se derrocó al presidente antinarcoterrorista Alberto Fujimori en noviembre de 2000, el cultivo de coca aumentó también ahí; 25% en los últimos dos años. ¿Quién tumbó a Fujimori? Wall Street, el Departamento de Estado de los EU y el millón de dólares que George Soros admite haberle dado a mediados del 2000 al opositor y ahora presidente peruano Alejandro Toledo.

A juzgar por la tendencia en el cultivo de la coca, Toledo ahora está regresándole el favor a Soros. Y de continuar esta orientación en Perú —cuya oposición ahora es aplastada por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que financia Soros—, el cultivo de coca también seguirá en jauja.

La segunda gran mentira es que Bolivia prueba una vez más que no puede ganarse la guerra contra las drogas, por lo que ya es hora de legalizarlas. Veamos a Jeffrey Sachs, el economista "truhán" de Harvard que dirige el Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Sachs escribió el 26 de octubre en el Washington Post: "Las raíces de la revuelta de Bolivia... yacen en la exigencia estadounidense de los últimos años de que Bolivia erradique decenas de miles de hectáreas de coca, privando con ello a 50.000 y pico de campesinos (y quizás unas cinco veces más de dependientes) de su medio de vida". Como el brillante economista que es, Sachs explica que la coca es sólo una mercancía como cualquier otra: "A los inversionistas en Bolivia... siempre les han interesado las mercancías con un alto valor por peso; oro, plata, estaño, petróleo, gas natural y la hoja de coca".

La directora para las Américas del Wall Street Journal, Mary Anastasia O'Grady, dejó menos a la imaginación en su promoción de la narcolegalización el 24 de octubre: "Irónicamente, los movimientos 'indígenas' de Bolivia derivan mucho de su poder del clamor de los cocaleros por mercados libres y derechos de propiedad. Al negarles a los agricultores la oportunidad de vender las cosechas que rinden mejores ganancias, el Gobierno confisca, en efecto, su propiedad. Uno puede disputar los méritos y los costos de la prohibición".

Y también tenemos al ex canciller y aspirante presidencial mexicano Jorge Castañeda, miembro del consejo directivo del Human Rights Watch de Soros, y ferviente defensor de la legalización de los estupefacientes. Castañeda canturreó santurronamente en un carta abierta del 22 de octubre en el diario mexicano Reforma, en el que instó a Bolivia a lanzar un referendo sobre si legalizar o no la producción de coca, que "no se puede erradicar un cultivo tradicional como el de la coca... porque de esta actividad viven poblaciones enteras, sin proponer una solución alternativa".