Resurge el nacionalismo en México


"Revivamos con LaRouche la alianza Lincoln–Juárez".

por Alberto Vizcarra y Jesús Martínez

La desesperada y brutal ofensiva emprendida por los banqueros de Wall Street y su aliado Dick Cheney, el repudiado Vicepresidente de los Estados Unidos, para apoderarse por completo del sector energético mexicano, ha hecho que el Gobierno de Vicente Fox renueve sus esfuerzos por alcanzar un consenso legislativo que permita reformar aquellos artículos de la Constitución mexicana que le dan exclusividad al Estado en el manejo y control de sus recursos estratégicos. Con esto se pretende, primero, abrir el sector eléctrico nacional a la inversión extranjera y, luego, facilitar la entrega del petróleo a estos mismos intereses supranacionales.

La nueva intentona foxista por privatizar el sector energético, estrategia confeccionada inicialmente por Ernesto Zedillo, el empleado de los banqueros de Nueva York que hizo las veces de Presidente de México en el sexenio pasado, ha despertado una fuerte y extraordinaria reacción nacionalista de distintas fuerzas políticas, organizaciones sindicales y de la población en general. Estos sectores rechazan la iniciativa que pretende desregular el mercado eléctrico nacional, para asegurarle el saqueo del país a las megacorporaciones trasnacionales que quieren monopolizar la generación de la energía eléctrica.

La postura del Gobierno de Fox, presentada en voz del "negociador" Felipe Calderón Hinojosa, ex dirigente nacional del Partido Acción Nacional y ahora secretario de Energía, es desvergonzada, como se dejó ver el 10 de noviembre, cuando Calderón estableció de manera contundente los parámetros de la negociación con los diputados y senadores, diciendo: "Reforma constitucional o nada". La actitud de tan dizque flexible "negociador", refleja las apremiantes exigencias de los consorcios internacionales como Enron, Halliburton, Repsol, etc., quienes piden manga ancha para seguir operando en México.

El despertar del nacionalismo mexicano se ha convertido en un elemento no contemplado en los cálculos del Gobierno foxista y de los banqueros de Wall Street, pues la resistencia a esta iniciativa privatizadora ha aglutinado a importantes segmentos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido de la Revolución Democrática (PRD) —ambos de oposición—, del Sindicato de Telefonistas, del Sindicato de Electricistas, así como del poderoso Sindicato de Trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social, y el Movimiento de Juventudes Larouchistas y los Comités Laborales, organizaciones que aglutinan a los aliados mexicanos de Lyndon LaRouche, el precandidato presidencial estadounidense que es el "aliado de México contra Cheney", como es harto conocido en el país.


Movimiento de Juventudes Larouchistas: "Lo que México requiere es
una política de reconstrucción nacional, sobre la base de grandes
obras de infraestructura que sólo el Estado puede emprender..."

La resistencia montada por estas fuerzas ha permitido asestarle golpes importantes a la estrategia de privatizar al sector energético mexicano, dándole marcha atrás a las normas que venían permitiendo una serie de acciones furtivas de empresas internacionales, que se instalaron en el país de forma anticonstitucional, bajo el esquema de los llamados Contratos de Servicios Múltiples, mismos que, de forma ilícita, permitían la inversión extranjera en la exploración y explotación de recursos naturales, en particular del petróleo y el gas natural. Al país se le impuso, sobre estos mismos contratos, un endeudamiento cada vez mayor, pues los pagos por las obras construidas se hacían mediante financiamientos vía los llamados Pagos de Impacto Diferido Sobre el Registro del Gasto, o PIDIREGAS, que, al margen de eufemismos, no son más que deuda pública.

El 4 de noviembre, por iniciativa del Senador del PRI Manuel Bartlett, presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales del Senado de la República, una comisión formada ex profeso aprobó un dictamen de reformas a las Leyes de Obras Públicas y Adquisiciones, donde se limita la participación de terceros en la contratación de la obra pública, eliminando así el margen para legalizar los Contratos de Servicios Múltiples. Como resultado de todo esto, PEMEX informó el 5 de noviembre del retiro de los posibles inversionistas que pretendían hacer pingües ganancias con dichos contratos, explotando una de las cuencas de gas más ricas del mundo ubicada en los estados norteños de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila: la "Cuenca de Burgos".

La alianza Cárdenas–Bartlett

El proceso de unificación nacional en torno a la defensa del sector energético nacional registró un singular punto de inflexión que lo impulsó hacia una mayor cohesión y consistencia, al darse a conocer el 7 de noviembre la alianza entre Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas, quien nacionalizó el petróleo en 1938, y el senador Bartlett. Esta alianza es de particular importancia, dadas las pasadas fuertes discrepancias políticas entre Cárdenas y Bartlett. Los diversos promotores de la entrega del sector energético mexicano trataron de atizar estas discrepancias, a lo cual el mismo Cárdenas respondió: "Cuando se trata de defender los intereses del país, cuando se trata de destacar el ejercicio de la soberanía, podrán ver juntos a quienes militamos en diferentes partidos políticos, a quienes hemos estado confrontados en el pasado, y tenemos actualmente el compromiso de defender los intereses de la nación".

El hecho de que estas dos personalidades políticas hayan dado a conocer su participación en esta alianza, es testimonio de que todavía subyace en México un poderoso elemento cultural de identidad nacional, al que siempre han temido los sinarquistas nazis que hoy controlan al Gobierno de los Estados Unidos a través del vicepresidente Cheney.

El temor a la resistencia se expresó en México como una serie de ataques histéricos de los grupos derechistas, tales como la COPARMEX, el PAN y la facción priista ligada a Fox y a las faldas de Elba Esther Gordillo, jefa de la facción priista en la Cámara de Diputados.

La batalla estratégica que México libra por conservar la soberanía sobre sus recursos naturales y en el manejo de su abasto eléctrico, tiene lugar en medio de un desplome impresionante de la economía nacional, a la que se ha sometido a un saqueo sistemático desde que se impusieron las políticas criminales de austeridad del Fondo Monetario Internacional en 1982, para asegurar el sometimiento de la política presupuestaria al pago puntual de la deuda externa. Este cuadro de decrecimiento económico permanente se ha acentuado en los últimos tres años como consecuencia de la depresión económica de los EU, cuya caída ha propiciado un desplome vertical de las exportaciones de México, que dizque eran el último reducto, en el fracasado esquema del Tratado de Libre Comercio, para la sobrevivencia del país.

Esta realidad deberá ser la premisa de la que partan todas las fuerzas políticas y organizaciones sindicales que están reconociéndose en el Frente de Defensa Contra la Privatización del Sector Energético. No hay manera de salvar ningún sector de la economía en los confines de un modelo económico cuyas prácticas han llevado al sistema financiero internacional a la generación de una voluminosa deuda en agregados financieros, que resulta físicamente impagable y que propicia la propia desintegración del sistema.

La defensa del sector energético del país está forzando la necesaria discusión sobre quiénes son los verdaderos aliados de México en los Estados Unidos. En especial cuando históricamente se reconoce que los avances sustantivos que ha tenido la nación los ha definido el vínculo de los patriotas mexicanos con la tradición intelectual que hizo posible la victoria de la república norteamericana contra el colonialismo británico, en el siglo 18.

Así ocurrió con la alianza entre los presidentes de Estados Unidos y México, Abraham Lincoln y Benito Juárez, a mediados del siglo 19, que fue la que permitió la derrota del tirano Maximiliano de Habsburgo para poder restaurar la república. En ese mismo sentido se dio la alianza entre los presidentes Lázaro Cárdenas y Franklin D. Roosevelt en el siglo 20, que hizo posible la expropiación del petróleo a las empresas británicas.

El Movimiento de Juventudes Larouchistas y los Comités Laborales retomaron esta idea en un volante de circulación nacional que, en parte, dice:

"Lo que México requiere es una política de reconstrucción nacional, sobre la base de grandes obras de infraestructura que sólo el Estado puede emprender. El país necesita un verdadero sistema ferroviario de trenes de alta velocidad y de levitación magnética, y grandes obras hidráulicas, como el PLHINO y el PLHIGON, que lleven el agua del sur a las fértiles tierras del norte. También necesita el programa del Gran Desierto Americano de desarrollo conjunto México–Estados Unidos, planteado por el candidato presidencial estadounidense Lyndon LaRouche. Para sustentar esos planes, el país necesita, en efecto, energía eléctrica abundante, misma que los piratas energéticos extranjeros no van a generar. En particular, necesitamos construir decenas de nucleoeléctricas, incluso para la desalación de agua que la nación tanto necesita.

"Además, el país necesita una política orientada a una misión. Una misión que proviene de su historia; de sus luchas por constituirse en una república orientada al bienestar nacional; de las aspiraciones de independencia nacional de Hidalgo, Morelos y demás; de la lucha de Benito Juárez por la soberanía, el desarrollo y en contra de la intervención imperial sinarquista; de la lucha por los derechos sociales de la Revolución Mexicana y la Constituyente de 1917; de la del general Lázaro Cárdenas por la afirmación de la independencia y la soberanía nacional, y de su alianza con el presidente Franklin Roosevelt de los EU.

"Esa misión es la bandera de los jóvenes que hoy luchan por su futuro. Los conductores políticos y gobernantes —desde Carlos Salinas de Gortari, su cohorte de engendros como Jorge Castañeda, Elba "Esthérica" Gordillo, Roberto Madrazo y demás colaboracionistas, y los panistas continuadores del "partido de la traición", como los Fox, los Creel, los Calderón y demás pedantes envaselinados— ya fracasaron. Y fracasaron porque el propio sistema los encumbró para hacer prevalecer sus políticas destructivas. Cualquier fuerza política que intente remendar al sistema, fracasará de la misma forma estrepitosa. El sistema financiero está irremediablemente en bancarrota, y no puede salvársele en su forma actual. Se le tiene que declarar en bancarrota y sustituírsele por un Nuevo Bretton Woods.

"Revivamos con LaRouche la alianza Lincoln–Juárez".