No hay paracaídas que detenga
la caída del dólar

por Lothar Komp

El 9 de diciembre de 2003 ocurrió un pequeño milagro en los mercados internacionales. En los ocho días consecutivos anteriores, el dólar estadounidense había caído a su nivel más bajos respecto al euro. En relación con otras monedas, como la libra esterlina, el dólar había caído a su nivel más bajo en once años. Pero el 9 de diciembre su caída vertiginosa se detuvo momentáneamente. ¿Habría surgido acaso alguna posibilidad de seguir financiando la gigantesca deuda externa de los Estados Unidos? De ninguna manera. La breve pausa respondía a una causa especial: una nueva y enorme intervención del Banco de Japón para forzar los mercados de divisas, en oposición flagrante al dogma librecambista de las tasas de cambio "flotantes".

En 2003 el Banco de Japón gastó la asombrosa suma de 17,8 billones de yenes (unos 165.000 millones de dólares) en tales intervenciones. Y todo ello con la esperanza —vana, hasta ahora— de detener la subida del yen frente al dólar, que perjudica las exportaciones japonesas.

Tras anunciarse en octubre una cifra histórica del déficit comercial estadounidense —41.770 millones de dólares en un solo mes— el 12 de diciembre el dólar cayó a un nuevo nadir en relación con el euro (1,23 dólares) y la libra esterlina. Ni siquiera el alud de propaganda sobre la captura de Saddam Hussein el 14 de diciembre, ni el fracaso de la cumbre de la Unión Europea (UE) el 13, en adoptar una presunta "Constitución" paneuropea, detuvieron su caída.

En general, el procedimiento se reduce a lo siguiente: la Reserva Federal imprime más billetes para financiar el déficit comercial estadounidense, y el Banco de Japón intenta comprar esos dólares, imprimiendo yenes a velocidad creciente. Esta imagen también deja claro que el sistema financiero internacional está reventándose por las costuras.

Entretanto, el Gobierno estadounidense y Wall Street plantean los argumentos más inverosímiles para dar la impresión de que la caída del dólar no es problema, y que todo está bajo control. Mas tal estrategia, como señalan analistas europeos, inevitablemente fracasará. Quizás hubiera funcionado en los 1950, pero en virtud de las décadas de cambios estructurales —es decir, una creciente orientación a la "sociedad de consumo"—, para lograr tal efecto el dólar tendría que hundirse entre 40 y 60%. Además, tendría que combinarse la devaluación con aumentos de impuestos y de tasas de interés para frenar el consumo y las importaciones. Pero eso no puede suceder en año de elecciones.

Los medios oficiales europeos, casi tanto como los estadounidenses, de dientes para afuera hablan como si todo estuviese en perfecto orden. Pero hay excepciones. Y en discusiones en privado los funcionarios oficiales expresan alarma y desespero ante la magnitud de la crisis financiera y monetaria mundial. El 9 de diciembre pasado, por ejemplo, el ministro de Hacienda alemán Wolfgang Clement seguía diciendo que no le veía efectos negativos a la caída del dólar para las exportaciones alemanas. Y al día siguiente la Oficina Federal de Estadísticas informó una caída de 6,6% de las exportaciones de octubre en relación con el mes anterior, la peor caída mensual en más de una década.

Se necesitan controles de cambio y de capital

En el régimen de tasas de cambio del sistema de Bretton Woods las relaciones cambiarias permanecían estables porque los flujos internacionales de capital estaban sujetos a límites estrictos. Es de notar que el diario británico Daily Telegraph informó el 4 de diciembre que la Comisión Europea acababa de esclarecer el fundamento jurídico sobre el que podría reintroducirse un régimen de control de capitales, que desde los 1970 no se ha empleado en ninguna nación europea.Üsc El grupo encargado de este tema decidió que las leyes vigentes le permiten a la Comisión en Bruselas publicar reglamentos inmediatos para controlar los flujos de capital.Üec

Aunque la Comisión Europea calificó de "completamente descarriado" el informe, y el Banco Central Europeo no hizo ningún comentario, el Daily Telegraph decidió publicarlo. En un informe de la Comisión Europea, titulado European Union Economy: Review of 2003, ¡45 páginas, de un total de 246, están dedicadas a las "Determinantes de los flujos internacionales de capital"! Ese capítulo consta de una compilación de las bases legales para el control de cambios.

El informe indica: "El sistema de Bretton Woods encarnaba la idea de que los flujos de capital representan una amenaza a la estabilidad monetaria y financiera, y a la soberanía política nacional. La experiencia de los 1930 se tomó como prueba de que los flujos internacionales de capital desestabilizan las economías. Por esa razón, en los 1950 y 60 se sometió a los flujos de capital a reglamentos y controles de cambio, que sirvieron para reducir al mínimo las transacciones financieras transfronterizas".

La cláusula de excepciones al libre flujo internacional de capitales se confirmó de forma sobrada con el Tratado de Maastricht, de 1991, y con el Tratado de Amsterdam, de 1997.

De ninguna manera es casual que la UE especifique el terreno jurídico vigente para reimponer controles de capital justo ahora. Algunos gobiernos europeos han entrado en pugna con el Banco Central Europeo. Se proponen, para la futura Constitución de la UE, cambiar aspectos decisivos que sirven de base a la unión monetaria del Tratado de Maastricht.

Estas maniobras son indicios de la crisis sistémica que se avecina, pero no ofrecen solución alguna. Sí indican que los gobiernos, que ven el caos de deuda y divisas que se viene, buscan recobrar su libertad de acción..