Evaluación estrtégica
Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 04

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Paguémosle la deuda que le debemos a Haití


La mortalidad infantil es 13 veces mayor que la de EU;
110 de cada mil niños que nacen vivos mueren, muchos de
cosas tan fáciles de curar como la deshidratación.

Como correctamente pronosticamos en 1994, cuando Jean–Bertrand Aristide regresó montado en las bayonetas del Ejército de Estados Unidos, en aras de restablecer "la democracia", Haití está en vías de la desintegración. Según fuentes enteradas, la población incluso está dividiéndose en tribus.

Pero la culpa no puede achacársele sólo a la incompetencia, corrupción y desidia del ex curita Aristide; lo pusieron en el poder y después no le dieron nada. Ni tampoco puede culparse únicamente a EU. Carlos Andrés Pérez fue uno de los que más vociferó por la reimposición de Aristide, pero después no insistió en que recibiera la ayuda económica que necesitaba el país, el más pobre del continente americano. Ni tampoco lo hicieron los otros miembros de la OEA, que insistieron en reestablecer el "orden constituido"; ni Francia, la vieja potencia colonial.

Ahora todos insisten que hay que reestablecer el "orden y la democracia" de nuevo; temen que un éxodo de balseros haitianos invada Miami, o las Bahamas, o Cuba, o quién sabe dónde, pero ninguno está dispuesto a atacar el problema de raíz: el atraso económico. Como dijo no hace mucho el precandidato presidencial demócrata estadounidense, Lyndon H. LaRouche: "Haití es el peor crimen que comete EU, y es un crimen de larga data. Nosotros, Estados Unidos, tenemos la obligación de reconstruir a Haití".

Por décadas el resto del hemisferio y el mundo ha tratado a los haitianos, que hoy suman 8 millones, como bestias, como conejillos de indias en experimentos de ingeniería social, de políticas genocidas de la Edad de las Tinieblas, como se ve de la infame dictadura apoyada por EU del padre espiritual de Aristide, "Papa Doc" Duvallier.

Mientras, la esperanza de vida del haitiano promedio es de 54 años apenas. La mortalidad infantil es 13 veces mayor que la de EU; 110 de cada mil niños que nacen vivos mueren, muchos de cosas tan fáciles de curar como la deshidratación. El 60% de la población no tiene acceso a agua potable. La luz eléctrica brilla por su ausencia. El 90% de la población es analfabeta, y eso según las estadísticas oficiales. Y ni hablar del sida: Haití es el país con el mayor índice de infección de sida y el virus de inmunodeficiencia humana. En el 2000, la prevalencia del sida entre adultos de 15 a 49 años de edad en Haití era de 5,17%, casi un tercio más que el país que le seguía, Bahamas, donde la prevalencia era de 3,77%

Estados Unidos le debe una deuda enorme a Haití. Cientos de haitianos lucharon por la independencia de EU, luego, al luchar por su propia independencia, como señalara Alejandro Hamilton, el patriota americano, los esclavos negros haitianos hicieron posible que EU obtuviera el territorio de Luisiana, con lo cual dobló su territorio. En pago, el presidente Tomás Jefferson apoyó el intento de Napoleón de recolonizar al país e imponer la esclavitud. Luego, se aisló al país para "confinar la peste —a los ex esclavos negros— a la isla", como dijo Jefferson. Con Lincoln, al fin vino el reconocimiento diplomático, pero Woodrow Wilson invadió, y desde entonces ha ido cuesta abajo.

Iberoamérica también le debe mucho a Haití. Fue su ejemplo, como el primer país después de EU en lograr su independencia, en 1804, el que sentó la pauta para los otros países del hemisferio. Y cuando Bolívar fue derrotado en su primer intento de independizar Sudamérica y tuvo que huir a Jamaica, fue el presidente haitiano Alejandro Pétion quien le dio —no una, sino dos veces en 1816— las armas, barcos, soldados y otros recursos para que retomara el campo de batalla. A cambio, Pétion pidió que enmancipara a los esclavos, lo que no ocurrió en definitiva en Venezuela sino hasta 1846. Y si bien es cierto que Bolívar le mandó una bonita espada en agradecimiento a Pétion, la Gran Colombia no le extendió el reconocimiento diplómatico a Haiti. De hecho, no es sino hasta los 1870 que finalmente llega un representante diplomático venezolano a Haití

Al Libertador también se le olvidó invitar a Haití al Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, y hubo hasta un ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Colombia que dijo, en términos francamente racistas, que no tenía interés en tratar con los haitianos.

Ya basta de racismo e ingratitud. ¡Paguémosle lo que le debemos a los haitianos!