Aristide fuera, y Chávez amenaza con
'guerra de 100 años'


Hugo Chávez, presidente de Venezuela

Washington (EIRNS)—El Gobierno de George W. Bush logró sacar de la Presidencia de Haití a Jean–Bertrand Aristide, a quien militares estadounidenses montaron en un avión el 29 de febrero y llevaron hasta la República Centroafricana. Según Estados Unidos, Aristide renunció a su cargo de manera voluntaria, pero Aristide alegó que fue secuestrado y llevado a la fuerza a Bangui, lo que no es improbable. Varios congresistas estadounidenses exigieron que se realizara una investigación, y lo mismo hizo la Comunidad del Caribe, pero el Gobierno de Bush hizo oídos sordos, y más bien procedió a organizar otro Gobierno haitiano, como ya hizo en 1994, cuando regresó a Aristide al poder montado en las bayonetas del Ejército estadounidense. Lo que Estados Unidos da, Estados Unidos quita.

La guerra civil haitiana amenaza con convertirse en una guerra continental entre "izquierdistas" y "derechistas", ambos controlados por el sinarquismo internacional. La piedra angular de esta estrategia es Venezuela, cuyo presidente dijo el 7 de marzo, que si Bush trataba de hacer lo mismo en Venezuela, daría pie a una "guerra de cien años". El "izquierdista" Chávez, quien antes dijo que Bush era un "pendejo", bufó que "Venezuela no es Haití, y que Chávez no es Aristide ni Aristide es Chávez". Y amenazó: "La revolución bolivariana tiene suficientes aliados para iniciar la guerra de los cien años", y no sólo en Venezuela.

Chávez ha establecido alianzas con las narcoterroristas FARC de Colombia, con los cocaleros de Bolivia, y con otros grupos jacobinos en el continente. Una delegación estadounidense integrada por miembros de Red de Ayuda a Haití, el Centro de Acción Internacional y representantes del ex procurador general Ramsey Clark que habló con Aristide en la República Centroafricana, dijo que EU intervino "cuando se hablaba con Venezuela sobre el envío de tropas para apoyar a Aristide".

Entre los más extremistas del lado de la derecha sinarquista, avalada por los gallinazis de Dick Cheney, está el ex larouchista Alejandro Peña Esclusa, que anda movilizando por todo el Hemisferio en contra de la "amenaza comunista" que representan Chávez, Fidel Castro, el Foro de São Paulo, y sus aliados. Peña, quien anda de la mano con el falangista español Blas Piñar, dijo que los que quieren resolver la crisis venezolana por la vía pacífica de negociaciones "son cómplices... agentes del chavismo", y "hay que cacerolarlos". Más bien se requiere "profundizar la desobediencia civil" (léase violencia) "de manera organizada, estableciendo jerarquía y funciones", es de suponer que con él de caudillo.

Cuatro dólares por cabeza

Con la salida de Aristide y la llegada de los "marines" de EU y tropas de otros países no amainó la guerra internecina, y es claro que no habrá cambio en la política de genocidio contra Haití. Nadie habla de resolver la desesperada situación económica de Haití, uno de los 4 o 5 países más pobres del mundo, donde 90 por ciento de la población es analfabeta, la mayoría no tiene luz ni agua potable, y gran parte padece de sida. La ONU pidió establecer un fondo de emergencia de 35 millones de dólares para darles de comer y atender otras necesidades urgentes de los 8 millones de haitianos por 6 meses, lo que equivale a ¡cuatro dólares y 37 centavos por haitiano! ¡Menos de 73 centavos al mes!

Los haitianos no podrán escapar del campo de concentración en que su país se ha convertido por siglos de aislamiento, más de una invasión y ocupación militar estadounidense, y los desgobiernos de dictadores impuestos por EU, incluyendo el infame "Papa Doc" Duvallier y el propio Aristide. El 25 de febrero Bush reiteró que EU devolvería a Haití a todo haitiano que tratara de refugiarse en EU. "Quédense en casa", le dijo Bush a los haitianos. El 27 de febrero, cuando más violenta se puso la situación en Haití antes de la salida de Aristide, el Servicio de Guardacostas de EU repatrió a 531 refugiados.

Sin embargo, con pasmosa hipocrecía y cinismo, funcionarios del Ejecutivo llevaron a un educador haitiano en silla de ruedas, a quien supuestamente las pandillas de Aristide le habían fracturado las piernas, a una audiencia que sostuvo el Congreso el 3 de marzo, para demostrar el comportamiento "caprichoso e irresponsable" de Aristide, según el subsecretario auxiliar de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Roger Noriega. Cuando la congresista Ileana Ros–Lehtinen, republicana por la Florida, le pidió al subsecretario auxiliar de Estado para Asuntos de Refugiados Arthur Dewey que les permitiera a los haitianos refugio temporal, éste respondió: "No es el momento de cambiar de política porque la situación es demasiado fluida".

La respuesta de Dewey enojó al congresista demócrata por la Florida Robert Wexler, quien le dijo a Dewey: "Usted no puede poner en exhibición a alguna gente, como a este señor a quien le trituraron las piernas, y continuar devolviendo a otra gente para que le arruinen su vida". Añadió: "¿Cuántos haitianos más tienen que morir?"

Pero Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa de EU, dijo el 1 de marzo que Haití "demuestra la necesidad de que haya una mayor capacidad internacional de llevar a cabo operaciones globales para guardar la paz", con lo que revivió la propuesta que hizo en noviembre de 2002 en la reunión de ministros de Defensa de las Américas, cuando planteó que, ya que los terroristas y los narcotraficantes amenazan con hacerse de ciertas zonas en países que ya no pueden mantener el control de las mismas, era necesaria una fuerza multilateral para "restablecer la soberanía" (!). Entre los países que figuraron como blanco estuvieron Haití, Colombia y hasta Brasil.

Un militar estadounidense le dijo a este servicio noticioso que el plan de Rumsfeld ya está en marcha, y que Argentina y Chile son los candidatos para primero establecer esa fuerza en conjunto. Sobre el despliegue de los infantes de marina a Haití, el militar comentó: "Nos encontramos en la misma situación que en los 1930", refiriéndose a la ocupación estadounidense de Haití que empezó cuando Woodrow Wilson invadió el país en 1915 para cobrar deuda.