La bomba de la deuda brasileña comienza a sonar

por Gretchen Small y David Ramonet

Washington (EIRNS)—La estabilidad financiera ficticia del Brasil comenzó a desintegrarse a principios de mayo, en cuanto los capitales "golondrinos" comenzaron a emigrar en preparación para la próxima alza de las tasas de interés en los Estados Unidos. A su salida, dejaron a la moneda brasileña por los suelos y a las tasas de interés por las nubes, junto con el mentado índice del riesgo país.

Todo el año pasado se dieron las condiciones particulares para que Brasil le dedicara al servicio de su deuda pública las mayores cantidades de dinero de su historia, en apariencia sin correr el riesgo de sufrir un incumplimiento, aunque la deuda total siguió creciendo. A medida que esas condiciones especiales en el entorno internacional empezaron a desaparecer, se hizo evidente lo que esta publicación ha señalado por meses: que la deuda pública del Brasil es impagable. El proceso que se desató a principios de mayo conduce de forma inexorable, y probablemente más temprano que tarde, a la explosión de la bomba de la deuda brasileña, que ahora asciende a más de 500 mil millones de dólares en obligaciones extranjeras (ver "La alternativa de Brasil en 2004 es la misma que tuvo México en 1982", al final de esta página)

A pesar de que el Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal estadounidense pospuso la subida de las tasas de interés en los Estados Unidos, la sugerencia que había hecho al respecto el propio presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, puso en alerta a los capitales buitres, los cuales de inmediato tomaron medidas de contingencia. El efecto inmediato fue que empezaron a deshacerse de los bonos brasileños, al igual que de los de otros países deudores, anticipando que el aumento de los intereses minaría su capacidad de seguir pagando el servicio de su deuda. Esto fue el pretexto para elevar la calificación del llamado riesgo país, índice inventado por la casa financiera J.P. Morgan para fijar lo que deben pagar de interés los países deudores para refinanciar sus deudas.

Ya desde el 15 de abril J.P. Morgan Chase había recomendado a los "inversionistas internacionales" que abandonaran Brasil. Luego Bank of America le recomendó a sus clientes "reducir de forma sustancial sus inversiones en Brasil", y los asesores de Citigroup determinaron que "el mercado de crédito emergente que probablemente sufra más por el cambio en las condiciones de liquidez" será el de los bonos del Gobierno brasileño.

La consecuente fuga de capitales ocasionó una caída en el tipo de cambio del real brasileño, que no ha sido más grave porque el banco central ha quemado las reservas que el país acumuló gracias a un superávit comercial histórico el año pasado. La devaluación del real también aumenta la deuda pública interna, pues el 17 por ciento de la misma está denominada en dólares.

Sacrificios en balde

El Gobierno brasileño ha mantenido un superávit en el presupuesto público que le había permitido, hasta ahora, pagar su deuda a costa de reducir la inversión de un modo impresionante. Los banqueros exigen ahora una mayor austeridad y amenazan con provocar una mayor desestabilización financiera en el país. "La suerte del real brasileño", informó un cable de Reuters el 19 de abril, "descansa firmemente esta semana en la fe de los inversionistas en la capacidad del país para alcanzar sus metas fiscales". Desde entonces, el real ha perdido 1 por ciento por semana, llegando a 3,03 reales por dólar en la primera semana de mayo.

El año pasado el Gobierno de Lula redujo la inversión pública, de tal modo que alcanzó un superávit primario en el presupuesto (que son los ingresos menos los gastos, con excepción del servicio de la deuda) equivalente al 4,38 por ciento del producto interno bruto (PIB), por encima del 4,25 por ciento que le exige el FMI. Gracias a esto, y a la particularidad de que las tasas de interés y la calificación del riesgo país fueron bajas en el 2003, y a la inversión extranjera sin precedentes de que gozó el mercado bursátil brasileño, Brasil pudo pagar el servicio de su deuda, gasto que representó 40 por ciento de su presupuesto.

El primer trimestre de este año el Gobierno brasileño "sólo" consiguió un superávit de 3,68 por ciento del PIB, lejos del 4,25 por ciento exigido por el Fondo, a pesar de los recortes al presupuesto aprobado para 2004 y de que, tan sólo en marzo, se alcanzó un superávit histórico de 10.300 millones de reales, equivalente a unos 3.400 millones de dólares. En todo el trimestre el superávit ascendió a 20.500 millones de reales, unos 6.800 millones de dólares; es decir, se usó el 5,4 por ciento del PIB de una economía estancada y deficiente para pagar el servicio de la deuda.

En esas mismas fechas se anunció que el desempleo oficial en la zona metropolitana de São Paulo, el corazón industrial de Brasil, llegó a 20,6 por ciento en marzo, y el ingreso promedio de los que sí tienen empleo cayó otro 3,3 por ciento ese mismo mes. Oficialmente hay 2 millones de desempleados en São Paulo, y tan sólo en marzo 87.000 trabajadores industriales perdieron su empleo. Paulo Pereira da Silva, presidente de la federación Forza Sindical, declaró que esto "es el resultado de un gobierno que cede ante los especuladores y le da la espalda a los trabajadores".

De hecho, la fuga de capitales se desató en Brasil antes de que Greenspan amenazara con subir las tasas de interés, porque "la fe de los inversionistas" se quebró ante la duda de si el Gobierno de Lula cedería o no a las presiones de los trabajadores brasileños.

La fuga de capitales aceleró a pesar de que el gobierno aprobó un aumento al salario mínimo, que ni siquiera alcanza a compensar la inflación de los últimos 12 meses, que fue de 9 por ciento. El Gobierno brasileño anunció el 29 de abril un aumento salarial de 8,3 por ciento, el cual, según les dijo el ministro de Hacienda Antonio Palocci a los buitres acreedores en Nueva York, "es adecuado" para alcanzar "el equilibrio de las cuentas públicas".

Deuda sin futuro

A diferencia del 2003, este año las tasas de interés aumentarán junto con la calificación del riesgo país, y los fondos buitre abandonarán el país. Este es "el cambio en las condiciones de liquidez" al que se refieren los acreedores de Citigroup, en el que Brasil sufrirá más que ningún otro país deudor.

Irónicamente, las exigencias de los acreedores agravan las dificultades que ya tiene el país para pagar su deuda externa. El diario Folha de São Paulo comentó que el anuncio del superávit fiscal del primer trimestre es "una información que los mercados han de festejar", pero que "contribuye a mantener estancada la economía y al aumento del desempleo... [porque] el dinero que se recaba a través de los impuestos y que se ahorra para pagar los intereses de la deuda, no se invierte en obras públicas ni proyectos sociales que puedan revivir la economía o generar empleos".

La Conferencia Nacional de Obispos Brasileños (CNBB) emitió una declaración el primero de mayo, que se leyó en la misa de celebración del Día del Trabajo, misma que contó con la presencia del presidente Lula. "Brasil atraviesa por una profunda crisis económica y social, caracterizada por niveles históricos de desempleo y subempleo. Más de 25 millones de personas trabajan en la economía informal, y hasta en actividades ilegales", reza la declaración. También destaca que la pérdida del poder adquisitivo del salario mínimo es tal, que no alcanza ni para satisfacer las necesidades básicas de una familia.

Según los obispos brasileños, "las desigualdades empeoran día con día" y, con éstas, el riesgo de que se desgarre el tejido social. "No podemos llegar a acostumbrarnos a esta dura realidad", subraya la declaración. "Los recursos públicos no pueden destinarse únicamente al pago de la deuda externa o interna... Los acreedores pueden esperar, pero los desempleados no", concluyen los obispos católicos brasileños.

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(Artículo publicado en : Resumen ejecutivo de EIR de la 1ª quincena de abril de 2004, vol. XXI, núm. 7)

La alternativa de Brasil en 2004 es la misma que tuvo México en 1982

¿Sufrirá Brasil una crisis en 2004 como la que sufrió México en 1982? A lo largo del 2002 y el 2003 EIR ha advertido en repetidas ocasiones que cualquiera de una docena de detonadores puede llevar, de un momento a otro, a una explosión de la deuda brasileña. Brasil es el tercer deudor más grande del mundo, con una deuda externa de más de 500 mil millones de reales. Pero el 2003 pasó sin que sucediera un incidente financiero grave en el frente brasileño: casi podría decirse que fue un año de ensueño para los acreedores del país.

En 2003, el primer año de gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, todo pareció salir a pedir de boca para los banqueros y el Fondo Monetario Internacional (FMI):

1) Las tasas de interés de la deuda pública de Brasil cayeron a plomo, en tanto el disasociado presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, hizo caer las tasas de interés estadounidenses para mantener a flote la burbuja especulativa global de más de 400 billones de dólares. Eso se tradujo en tasas de interés inusualmente bajas que Brasil tuvo que pagar por su deuda pública a tasas de cambio flotantes, misma que, a fines del 2003, representaban alrededor de la mitad de su deuda pública total de 913 mil millones de reales (unos 311 mil millones de dólares, al tipo de cambio actual de 2,94 reales por dólar).

2) La calificación del riesgo país de Brasil disminuyó de forma marcada. El riesgo país es un instrumento de guerra financiera establecido por los acreedores internacionales a través de JP Morgan, que determina qué tanto más por encima del valor de los bonos del Tesoro estadounidense tiene que pagar un país para refinanciar sus deudas. La calificación de Brasil bajó de unos increíbles 2.400 puntos (es decir, 24% por encima del valor de los bonos estadounidenses) en octubre de 2002, a menos de 400 a principios del 2004. Esto también ayudó a mentener bajos los pagos de intereses de Brasil, relativamente hablando.

3) El valor del dólar se desplomó a nivel internacional, tal que hasta el real brasileño aumentó como 22% de su valor en relación al dólar en 2003, su primer aumento en una década. Esto significó que la deuda brasileña indexada al dólar se hizo más manejable, y el gobierno pudo reducir la porción indexada de un 40% del total hace un año, a 23% hoy.

4) Hubo inversiones extranjeras sin precedentes en el mercado bursátil del Brasil. Esto se contrabalanceó en parte por un descenso en la llamada inversión extranjera directa (en planta y equipo), que cayó a 10 mil millones de dólares en 2003, de 16,6 mil millones de dólares el año anterior. Como explicó Altamir Lopes, jefe de investigaciones económicas del Banco Central: "Ya no son las privatizaciones las que elevan las inversiones extranjeras". '

5) Una vez en el poder, el Gobierno de Lula abandonó su retórica electoral antifondomonetarista de 2002, y usó su popularidad para imponer medidas de austeridad tan draconianas que hasta los acreedores del país quedaron gratamente sorprendidos. Mientras que Wall Street daba vivas, a lo largo de 2003 Lula logró:

• Recortar los salarios reales de los trabajadores brasileños en 13%, y reducir la proporción que representan los salarios del total del ingreso nacional, de 32,2% a 31,5%;

• Aumentar el desempleo oficial a 12,3% de la población económicamente activa, aunque algunas fuentes confiables calculan que el desempleo real asciende a 25%, el doble de la tasa oficial;

• Producir un superávit presupuestal —la cantidad por la cual los ingresos del gobierno exceden sus gastos— de 4,38% del producto interno bruto (PIB). El superávit fue mayor de lo que el FMI le exigía a Brasil según el acuerdo, que era 4,25%. Este superávit se obtuvo mediante recortes brutales en los gastos de infraestructura, salud, educación, investigación científica, desarrollo tecnológico, el programa espacial, y las Fuerzas Armadas y seguridad;

• Imponer las "reformas estructurales" exigidas por el FMI, incluyendo al sistema de pensiones y seguridad social.

• Generar el primer excedente de cuenta corriente del país en 11 años, principalmente a través de recortar las importaciones y aumentando las exportaciones al tope, lo que deja mucho menos para el consumo interno. Mientras Brasil tuvo un déficit de cuenta corriente de 7,7 mil millones de dólares en 2002, el año pasado obtuvo un superávit de 4,1 mil millones de dólares, un cambio de casi 12 mil millones de dólares en un solo año.

Tic, tac, tic. . .

No obstante, a pesar de que casi todas son buenas noticias (al menos en lo que respecta a los acreedores de Brasil), el país todavía no pudo mantenerse al paso de su creciente burbuja de deuda.

El Gobierno brasileño le abonó enormes cantidades a su deuda pública en 2003. A pesar de generar un superávit presupuestal primario de más de 66 mil millones de dólares, el gobierno tuvo que pagar más del doble de esa cantidad en intereses: 145 mil millones de reales (casi 50 mil millones de dólares). ¡Eso representó 40% de todo el presupuesto gubernamental, y 10% del PIB!

Y aun con toda esta sangría, la deuda pública total creció de 881 mil millones a 913 mil millones de reales en el transcurso de 2003. En tanto porcentaje del PIB, la deuda pública creció de 55,5% en 2002, a 58,2% en 2003. Este es el nivel más alto en la historia moderna del Brasil; es casi el doble del nivel de 30% al que estaba hace como una década, en 1994.

El Financial Times de Londres del 15 de enero le recordó al Gobierno brasileño que tiene que pagar 37 mil millones de dólares para amortizar la deuda en 2004, y que apenas logró pasar el 2003 porque fue favorecido por el capital extranjero. Pero, "¿cuántos de los logros del Brasil podrían venirse abajo con un cambio en el sentir de los inversionistas?" Los recortes en las prestaciones de seguro social y la brutal austeridad presupuestal ayudó a la "sustentabilidad de su deuda. Sin embargo, para consolidar la confianza de los inversionistas Brasil debe llevar a cabo más reformas estructurales para hacer más competitivos a sus sectores público y privado", demandó el Times.

A esa señal, el llamado riesgo país del Brasil subió de 400 a 570 puntos en la primera quincena de febrero, una clara amenaza de que lo que viene será peor si el Gobierno brasileño no hace lo que exigen los acreedores.

¿Qué pasará entonces cuando cualquiera de los factores mencionados arriba falla en 2004, como seguramente será el caso, dado que el sistema financiero mundial está saliéndose de control? En esas circunstancias, ¿podrá contarse con que el Gobierno de Lula continuará su sumisión al FMI y a otros acredores? No necesariamente.

A la revista Economist de Londres, otro de los órganos de los intereses financieros internacionales, le preocupa en particular la diplomacia internacional de Lula, en especial su campaña a favor de la cooperación con naciones tales como India, Sudáfrica, China y Rusia. "Lula parece ser un ardiente defensor de una vieja idea, que estaba en boga en el Movimiento de los No Alineados de los 1970, según la cual los países pobres podían desafiar a los ricos y lograr el desarrollo a través de la cooperación mutua", comentó de forma despectiva Economist. La renuencia de Lula a someterse al Aréa de Libre Comercio de las Américas del Gobierno de Bush se entiende, pero "eso no lo hace más inteligente", advirtió la revista.