Cheney se hunde en el fango de los escándalos

Casi no pasa un día en que no salga a la luz un nuevo escándalo que involucre al vicepresidente estadounidense Dick Cheney o a sus cómplices gallinazis. Cheney ya consulta con un abogado privado (al igual que el presidente Bush), para que lo defienda en caso de que lo acuse formalmente el gran jurado que investiga quién delató a Plame como agente de la CIA para vengarse de su esposo, Joseph Wilson, porque éste puso al descubierto que era mentira que Saddam compraba óxido de uranio a Níger para hacer bombas atómicas. Cheney fue quien propaló la especie del uranio.

Un libro nuevo, Pretext for War: 9/11, Iraq, and the Abuse of America's Intelligence Agencies, dice que Richard Perle, ex presidente de la Junta de Asesoría de Política de Defensa, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa, y Douglas Feith, subsecretario adjunto de Defensa encargado de Política, tomaron la decisión de lanzar una guerra contra Iraq mucho antes de lo del 11 de septiembre; y el "despacho del vicepresidente Dick Cheney" trabajó muy de cerca con los llamados "vulcanos" para lanzar esa guerra.

Nada de esto sorprende a nuestros lectores, a quienes hemos mantenido al tanto de las actividades del comité de la campaña presidencial del demócrata Lyndon H. LaRouche, LaRouche in 2004. Los tres folletos que ha emitido LaRouche in 2004 sobre el tema —"Los hijos de Satanás" I, II, y III— contienen casi toda la información. En gran parte fueron estos folletos, los millones de volantes que circula LaRouche in 2004, y los artículos publicados en ésta y otras publicaciones asociadas con LaRouche, lo que atizó la hoguera en la que se quema Cheney.

Tenemos la tortura, y hasta el asesinato de prisioneros de guerra en Afganistán e Iraq. Cada vez es más claro que la responsabilidad por esos actos no recae sólo en un puñado de soldados, sino que fueron autorizados al más alto nivel. Son tantos los cargos de corrupción que pesan contra Cheney y sus compinches, que no nos alcanza el espacio, pero incluyen:

* la renuncia de Perle de la presidencia de la Junta de Asesoría de Política de Defensa, cuando salió a relucir que usaba el cargo para enriquecer a su compañía privada;

* un correo electrónico descubierto en el Pentágono, según la revista Time del 7 de julio, indicando que Feith aprobó cederle un contrato jugoso sin licitación a la Halliburton, la empresa que presidía Cheney, y en la que todavía retiene intereses financieros millonarios (la Oficina de Auditoría del Congreso (GAO) está investigando lo de Halliburton); y

* el caso de Ahmed Chalabi, el estafador convicto que era el favorito de Cheney y los gallinazis en Iraq, cuya residencia fue allanada por autoridades de Iraq y los EU, que investigan el que éste le haya pasado a Irán secretos de Estado de los EU. La pregunta es, ¿quién en los EU le pasó los secretos a Chalabi para que él se los pasara a los mulas de Irán? Claramente el aparato de drogas por armas de Irán y la contra de Reagan y Bush, y en el que actuaba la Mossad de Israel, sigue activo.

Antes de que Cheney cause más daños, hay que botarlo.