Una reflexión personal:
Yo recuerdo a Ronald Reagan

Lyndon LaRouche y Ronald Reagan conversan antes de un debate
de la elección primaria de Nueva Hampshire, en enero de 1980.

6 de junio de 2004

Esta mañana la prensa me trajo noticias que me dejaron pasmado, sobre la muerte del presidente estadounidense Ronald Reagan. Aunque en realidad nos reunimos sólo en una ocasión, en enero de 1980 en Cóncord, Nueva Hampshire, en una "noche de candidatos", esa reunión nuestra cambió la historia en formas irónicas que aun hoy reverberan.

La importancia continua de ese encuentro es que de ahí, luego ese mismo año, se desprendieron reuniones en Washington, D.C., con el equipo presidencial entrante de Reagan, y nuevas reuniones con representantes claves de la nueva Presidencia de los Estados Unidos en todo ese período, hasta 1984. El resultado más importante de esas reuniones fue que, entre 1982 y 1983, entablé pláticas extraoficiales con el Gobierno soviético a nombre de esa Presidencia. El principal tema de esas pláticas, que se coordinaron a través del Consejo de Seguridad Nacional, fue mi propuesta de lo que el presidente Reagan llamaría su "Iniciativa de Defensa Estratégica" (IDE). Esa propuesta cambió al mundo.

Reflexionando sobre esa y otras experiencias relacionadas a lo largo de los años, a menudo me quedaba saboreando la ironía, al reflexionar sobre las características paradójicas de esa relación con el Presidente en dicho período. En parte, los aspectos afirmativos de la relación tenían su raíz en la experiencia compartida por nuestra generación —a pesar de la diferencia de una década en nuestras edades—, la experiencia compartida del liderato del presidente Franklin Roosevelt en la recuperación económica de los EU y en la derrota del fascismo. En todos mis tratos con el Gobierno de Reagan durante esa época, este renglón de concordancia quedó claramente demostrado en repetidas ocasiones, en tanto que en materia económica, como en el caso del profesor Milton Friedman, nos encontramos en polos casi opuestos.

Hay que dejar en claro un aspecto de estas cuestiones, y es mi obligación personal especial el hacerlo. Aunque es verdad que fue el rechazo histérico continuo de los secretarios generales soviéticos Yuri Andrópov y Mijaíl Gorbachov a la propuesta del presidente Reagan del 23 de marzo de 1983, y no amenazas militares de los Estados Unidos de América y sus aliados, lo que llevó a la caída del sistema soviético seis años después, fue la necedad del Gobierno soviético, y no las amenazas del Gobierno del presidente Reagan, lo que llevó al fin del sistema soviético en la forma que ocurrió. El 23 de marzo de 1983 el Presidente había hecho una propuesta pública, misma que renovó más tarde, para encontrarle una salida al sistema de "armas de venganza". Fue el rechazo soviético a la propuesta del Presidente lo que acarreó la caída de su economía y al desmembramiento de la Unión Soviética. De haber aceptado la oferta del Presidente entonces, en los años que siguieron, la historia del mundo hubiera dado un vuelco mejor del que dio entonces, mejor tanto para los EUA como para Rusia, creando un mejor camino hacia un mundo mejor hoy día.

De haber reaccionado al rompimiento del CAME y del bloque del pacto de Varsovia, como propuse públicamente en octubre de 1988, se hubiera evitado lo peor de las miserias experimentadas por todas las partes en el período de 1989–2004 a la fecha. Esos fracasos de las políticas estadounidense y europea de 1989–2004 a este último respecto, no demeritan el logro indeleble de la intervención más impactante del presidente Reagan en la historia, tal como se dio a conocer por primera vez el 23 de marzo de 1983. Tal será su huella personal permanente en todo recuento veraz de la historia de los EUA y del mundo en el futuro. Irónicamente, la dirigencia del Partido Demócrata estadounidense nunca entendió nada de esto, hasta la fecha; eso hace aún más importante que los que le sobreviven, los republicanos, los demócratas y otros, reconozcan comúnmente hoy el logro del presidente Reagan a este respecto.

Tal es la naturaleza de la institución de la Presidencia de los Estados Unidos. Eso no es historia pasada. Es una lección de estadismo que las nuevas generaciones de este mundo todavía tienen que aprender hoy.