Análisis de LaRouche Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 13

Versión para imprimir


De Nosotros depende el ganar o perder


Lyndon LaRouche habla con miembros del MJL, simpatizantes y otros
en una escuela de cuadros en Berlín, Alemania.

Lyndon LaRouche dirigió el siguiente discurso a los miembros de su Movimiento de Juventudes Larouchistas en Berlín, Alemania, el 30 de mayo de 2004.

Déjenme resumir cuál es nuestra situación en los Estados Unidos.

Lo que pasó en el transcurso desde la elección abortiva del 2000 fue, si se acuerdan, que de inmediato me puse en acción, y se produjo una sacudida importante en el Partido Demócrata y en todas partes sobre esto. En reacción a eso, al paso del tiempo, bajo el actual presidente nacional [del Partido Demócrata] Terry McAuliffe, hubo esfuerzos acelerados por excluirme de la campaña, de la campaña de las elecciones primarias, a como diera lugar. Se opusieron reparos a esto en algunos círculos, mas, no obstante, siguieron adelante.

En este período, como consecuencia de lo que echamos a andar, con una serie de conferencias por internet y demás que hice -y documentos que escribí- en el período de noviembre, diciembre y enero, antes de que el presidente actual tomara el poder, y luego hasta el segundo trimestre, como fue el caso en torno al [cierre del] Hospital General de Washington, D.C., mi huella en el nivel actual del trabajo organizativo del Partido Demócrata quedó indeleblemente estampada. Y, por tanto, mis oponentes en el partido emprendieron esfuerzos muy especiales para que se me excluyera, porque dejé una huella muy profunda en el partido en ese momento.

Poniendo la trampa

Lo que pasó fueron dos cosas. Primero que nada, al entender exactamente lo que el vicepresidente Dick Cheney y compañía estaban tramando, en especial desde fines de 2001 y principios de 2002, empecé una lucha por parar la guerra que Cheney indujo al Presidente a lanzar. Y esto no era cosa de: "¿Podemos parar la guerra?" Era cuestión de montar una trampa. Y toda buena operación implica tender una trampa, y no necesariamente pretender llegar a una conclusión predeterminada.
Y la trampa fue que, si procedían con la guerra, los castigos que se les impondrían, en gran medida gracias a mi participación, crearían una situación como la del avance de Napoleón sobre Moscú; es decir, fue una política de defensa estratégica. Ellos podían seguir con la guerra, o podríamos detenerlos. Sin embargo, si seguían adelante y superaban nuestro intento por hacer que la población los detuviera, eso significaría que caerían en una trampa. ¡Y cayeron!

Al paso de esto, debido a varias cosas, incluso mi historia en los Estados Unidos, pude concentrarme en otras cosas aparte del Congreso, porque el Congreso no era un lugar decisivo desde el cual intervenir; aunque ahora está volviéndose importante, mucho más que antes. Pero allá en el 2002 y el 2003, como recordarán, el Congreso no era un lugar muy importante en términos de pelear para parar esta guerra. Pero ahora ha cambiado.

Entre tanto, en lo que me concentré fue en las instituciones de la Presidencia, es decir, en el Ejército, en los servicios de inteligencia, en el servicio diplomático y demás. Y me concentré en aquellos aspectos del sistema congresual que tienen una relación muy especial con el funcionamiento del Poder Ejecutivo. En otras palabras, la idea general era que la base popular general del aspecto parlamentario del sistema estadounidense, en esencia, no funcionaría para detener la guerra. Y, en general, un parlamento es una institución muy mala para tratar de bregar con esta clase de cosas. Es un sistema ejecutivo o presidencial el que puede bregar de modo eficaz con algo como esto. Pero el problema es que teníamos al presidente equivocado, y el presidente equivocado era un títere de los círculos equivocados.
No obstante, nos movilizamos y creamos una red funcional que nos involucraba en torno a mi liderato personal. De ahí que, como han visto, en el último período, en especial en el transcurso de 2004, pero en realidad del 2003 también, ha habido cada vez más gente que está orquestando, en la prensa y otros lados, denuncias y procesos organizativos que han llevado al debilitamiento de la pandilla neoconservadora que está tras la guerra. Y hemos desarrollado esta influencia a nivel internacional.

Así que ahora nos hallamos en una posición como la de aquéllos que recibieron a Napoleón en Moscú en 1812, estamos en posición de que pueda darse la intervención, la intervención pertinente. Vamos por todo. El Partido Demócrata no está acabado todavía. El rumor es que Kerry aceptará la candidatura y será nominado. Pero eso todavía está por verse.

Hay que abrir la convención

Lo que pasó hace poco, es que desde las llamadas elecciones primarias demócratas del “súper martes” en marzo, Kerry ha venido perdiendo popularidad a pasos agigantados. Al mismo tiempo, Bush ha venido desmoronándose, el presidente Bush, su popularidad, ha venido desmoronándose entre los republicanos. Y, por otro lado, la popularidad de Kerry ha venido cayendo entre aquéllos que por lo regular votarían por un candidato presidencial demócrata.

De modo que toda la situación está viniéndose abajo. Ahora bien, a Kerry le aconsejan que se contenga y que deje que Bush se ahorque él solo. Bueno, eso más bien es estúpido, como creo el ex presidente Clinton reconoce. De ahí que en el Partido Demócrata se movieran para decir: tengamos una convención abierta. Lo que significa, como he propuesto, que Kerry acepte dejar a sus delegados en libertad de elegir, es decir, a los delegados que están comprometidos a votar por él en la primera ronda [de la convención]. Porque, luego de la primera ronda de votación de los delegados por la candidatura presidencial, en una convención, ésta entonces queda abierta para que la gente cambie su preferencia de un candidato por otro.

Si Kerry dejare a sus delegados en libertad de votar como les dicte su conciencia en la primera vuelta de la votación por la candidatura, entonces tendríamos una convención abierta. Si uno hace eso con la intención de tener una convención abierta, y se incorpora a todos aquéllos a los que debe incorporarse para tener la clase de discusión y demás que la convención debiera representar, entonces tendrías una situación de las siguientes características: los asuntos que se estuvieron discutiendo en la campaña, es decir, en términos de la campaña por televisión y demás a principios de año, hoy no tienen ninguna importancia ante los asuntos que ahora están sobre la tapete. La cuestión económica, que se había hecho a un lado antes, ahora no puede ignorarse, no con el petróleo a cuarenta y tantos dólares por barril, más o menos. Y con la inflación general, la hiperinflación, que está en marcha pese a los intentos de negarlo. Y la cuestión de la guerra. Ya no puede negarse más la cuestión de la guerra, o negar el espectáculo de horror que esta guerra, esta ocupación, representa.

De modo que los temas que ahora ocupan los encabezados en todo el mundo, o que debieran ocuparlos, y lo que se consideraba eran los temas a principios de este año, son dos cosas diferentes. Por tanto, lo que la gente pensaba hasta marzo de este año, la población en general, y lo que se inclina a pensar ahora, o que pensará a mediados de año, son dos animales completamente diferentes.

Aquí es donde está la pelea.

La protección a los banqueros

Hay un gran esfuerzo para contener esto. La contención viene en gran medida de la misma gente, de la internacional sinarquista y similares, y de sus agentes como Félix Rohatyn y demás, quienes están decididos a que, en el crac venidero del sistema financiero, sean los intereses financieros a los que el gobierno proteja, y que la población sea la saqueada. En otras palabras, quieren tener la suerte de austeridad fiscal que hizo infeliz a mucha gente en Alemania, por ejemplo.

Así que la interrogante es: ¿tendremos una austeridad fiscal del corte que aplicara Herbert Hoover entre 1929 y 1933, que fue la que resultó, y podría llevar, a una dictadura fascista como la de Alemania en los Estados Unidos? Mientras que en Alemania, al tiempo que 1931 golpeaba, de hecho había una alternativa a las medidas hooverianas de entonces sobre la mesa, se tomó la decisión de no seguir adelante con una política contra la depresión, no seguir con el Plan Lautenbach, lo cual preparó el camino para que los banqueros de Nueva York, en apoyo a Montagu Norman del Banco de Inglaterra, pusieran a Hitler en el poder. Y eso en gran medida determinó la historia, cuando menos después del incendio del Reichstag (el parlamento alemán—Ndr.) en febrero de ese año.

De modo que para cuando Roosevelt asumió la Presidencia en marzo, instalado ya como presidente, había una situación preestablecida. La suerte de guerra que ocurrió fue más o menos inevitable entre la época en que pusieron a Hitler en el poder el 30 de enero del 33, y cuando Roosevelt tomó posesión como presidente. Ya todo estaba bastante predeterminado.

Ahora nos encontramos en una situación en la que ocurre algo paralelo. Tenemos a los intereses financieros que saben que el sistema se derrumbará. Están tratando de posponer el crac hasta después de las elecciones generales de noviembre en los Estados Unidos. La premisa es que, si pueden instalar a un presidente comprometido con los banqueros, y no con la población, pueden hacerle a la población estadounidense lo que los fondos buitre le hacen a Argentina. Es decir, saquearán al pueblo estadounidense y lo someterán a una virtual medida de austeridad despiadada de corte fascista, junto con medidas políticas fascistas y nuevas guerras que pondrán en práctica.

Por tanto, el esfuerzo de posponer el crac, o el crac visible, hasta después de las elecciones de noviembre, es parte de este ambiente.

Yo soy el aguafiestas

Aquí yo soy el aguafiestas, y de eso es de lo que se trata. Pero ahorita, en términos de las instituciones estadounidenses, estoy en medio de una red de gente, de destacados generales retirados, por ejemplo, de importantes representantes del sector de inteligencia, entre otros.

Así que tenemos esta clase de pánico de los círculos fascistas en Gran Bretaña, los círculos de Blair en Gran Bretaña, en el Guardian de hoy, externando el temor de que la red con la que he estado trabajando, esta red al interior de las instituciones de la Presidencia y también en el Congreso, esta combinación, represente una amenaza real a lo que algunos de estos tipos pretenden hacer.

Ahí es donde estamos. Es una lucha. Pero si alguien ha de ganarla, de nosotros depende el ganar o perder. Es decir, si no ganamos, entonces el mundo estará perdido. Y, por supuesto, nosotros también. Pero estamos en posición de ganar, y eso es lo mejor que uno consigue en la historia. Siempre tienes un conjunto de alternativas, en el que llegas a una bifurcación en el camino donde una vía lleva en una dirección y otra en otra. Escoges una de los dos y, si eres listo e inteligente, prevés esta encrucijada del camino y te preparas para enfrentar cualquier eventualidad; tal y como los prusianos y Alejando I de Rusia supieron que Napoleón, cuando marchó sobre Polonia, podía seguirse de frente hacia San Petersburgo o Moscú. El plan fue dar una pelea de acción retardada, no batallas decisivas, dejando a Napoleón invadir. Lo dejaron entrar bien, bien adentro, preparándose para destruirlo en cuanto llegara a San Petersburgo o a Moscú. Napoleón tomó la peor decisión, en la que su situación logística era la peor. Optó por Moscú, y en Moscú fue destruido.

Y así es que debemos pensar ahora. Defensa estratégica. El enemigo intentará atacar. Y llegará a varias bifurcaciones del camino en las que tendrá que elegir -o los acontecimientos lo harán- qué ruta seguir. En cualquier caso, tenemos que estar preparados.

Eso es lo que tenía que decir. Ahora les toca a ustedes exprimirme [en la sesión de preguntas y respuestas].