International Resumen electrónico de EIR, Vol.III, núm. 16
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Los gallinazis están metidos hasta el cuello en lo de Beslán


El presidente ruso Vladimir Putin

por Jeffrey Steinberg

Serguei Lavrov, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, emitió el ataque más claro contra los países occidentales de los tiempos recientes, cuando declaró el 8 de septiembre que “cargan directamente con la responsabilidad de la tragedia del pueblo checheno al darle asilo político a terroristas. Cuando nuestros socios occidentales dicen que debiéramos reexaminar nuestra política, lo que ustedes llaman tácticas, yo les aconsejaría a ellos que no se metan en nuestros asuntos internos rusos”.

El blanco inmediato del ataque de Lavrov contra los “socios occidentales”, fueron las medidas tomadas por los Estados Unidos y la Gran Bretaña, países que le han concedido asilo a dos dirigentes separatistas chechenos, Iliás Ajmádov y Ajmed Zakáiev, los que ahora viven en Washington y Londres, respectivamente. Ambos han sido vinculados a Aslan Masjádov y Chamil Basáiev, cabecillas de dos de las principales facciones que pretenden independizar a Chechenia de Rusia.

Pero el hecho de que las autoridades británicas y estadounidenses hayan decidido darle refugio a gente vinculada al reciente torrente de ataques terroristas contra Rusia, es precisamente la punta del témpano de hielo aun más repugante. EIR está armando un expediente sobre la tremenda participación de grupos “imperialistas liberales” neoconservadores estadounidenses y británicos en la campaña para sacar a Rusia de todo el Cáucaso, región rica en petróleo.

Las maquinaciones angloamericanas para forzar a los rusos a salir del Cáucaso han venido intensificándose desde 1999. Pero los conocedores de la región señalan que el Cáucaso ya figuraba como un blanco del “plan Bernard Lewis” de los 1970, el cual tenía el propósito de crear un “arco de crisis” a lo largo de la frontera sur de la Unión Soviética. Los dos puntos focales de ese plan de desestabilización, que entrañaba desatar insurgencias fundamentalistas islámicas, eran Afganistán y Chechenia.

Brzezinski, Haig y Solarz

Para los lectores habituales de EIR, entonces, no será ninguna sorpresa enterarse que uno de los arquitectos de las provocaciones que tienen lugar en el Cáucaso es Zbigniew Brzezinski, quien fuera asesor de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter. Brzezinski fue el primero en adoptar los planes geopolíticos del agente de la oficina árabe británica Bernard Lewis, de usar el radicalismo islámico contra el comunismo soviético.

La estrategia del “arco de crisis” de Brzezinski y Bernard Lewis fue adoptada en 1981 por el Gobierno entrante de Ronald Reagan y George Bush padre, en parte como resultado del intenso cabildeo que ejerció el entonces jefe de la inteligencia francesa Alexandre de Maranches sobre el director de la CIA William Casey. La promoción de los muyahidines afganos vino a ser el proyecto favorito de la pandilla neoconservadora que ocupó el Pentágono y el Consejo Nacional de Seguridad de Reagan, incluyendo a personajes tales como Douglas Feith, Michael Ledeen y Richard Perle.

En 1999 la Freedom House, el eje desestabizador de los “derechos humanos” de los neoconservadores que fundó Leo Cherne, estableció el Comité Americano para la Paz en Chechenia (CAPC). Este grupo no escondía su objetivo: entrometerse en los asuntos internos de Rusia al amparo de la consigna hipócrita de que la “guerra ruso–chechena” debe resolverse por medios “pacíficos”.

Un examen de los principales integrantes de este grupo revela que son cualquier cosa menos una banda de pacifistas. Los directivos fundadores del grupo fueron Brzezinski, el ex secretario de Estado de Reagan, Alexander “Yo Estoy A Cargo” Haig, y el ex representante Stephen Solarz (demócrata por Nueva York). Otros integrantes son: Elliott Abrams, Kenneth Adelman, Richard Allen, Richard Burt, Eliot Cohen, Midge Decter, Thomas Donohue, Charles Fairbanks, Frank Gaffney, Irving Louis Horowitz, Bruce Jackson, Robert Kagan, Max Kampelman, William Kristol, Michael Ledeen, Seymour Martin Lipset, Robert McFarlane, Joshua Muravchik, Richard Perle, Richard Pipes, Norman Podhoretz, Arch Puddington, Gary Schmitt, Helmut Sonnenfeldt, Caspar Weinberger y James Woolsey.

El CAPC tiene como sus bases de operaciones la Freedom House y la Fundación Jamestown, un centro de estudio y promoción ideológica en Washington que data de la época de la Guerra Fría, la que incluye a Brzezinski y a Woolsey entre los integrantes de su junta directiva, la cual alardea que su misión es llevar a cabo operaciones para promover la “democracia” en Estados “totalitarios”. La Fundación Jamestown publica el Chechnya Weekly (“Semanario Checheno”) del CNPC, así como también informes propagandísticos contra China, Corea del Norte y otros países eurasiáticos considerados como blanco por los neoconservadores.

Operación Chechenia

Un indicio de lo que trae entre manos el CAPC vino del comentario editorial que escribió el integrante de su consejo directivo Richard Pipes, y que salió publicado en el New York Times del 9 de septiembre de 2004. Titulado “Dénle a los chechenos un territorio propio”, el comentario de Pipes afirma que el presidente ruso Vladimir Putin estuvo totalmente equivocado cuando comparó el ataque terrorista contra Beslán, Osetia del Norte, con los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Pipes amenazó al gobernante ruso con que el terrorismo checheno no cesará hasta que Rusia le conceda a esa región secesionista su independencia total. Pipes hizo referencia a las experiencias de Francia en los 1950 con el movimiento independentista de Argelia: “Los rusos deben aprender de los franceses. Francia también estuvo una vez envuelta en una sangrienta guerra colonial en la cual miles cayeron víctimas de la violencia terrorista. La guerra argelina comenzó en 1954 y se prolongó sin que pudiera vislumbrarse un final, hasta que Charles de Gaulle, con valentía, resolvió el conflicto al concederle la independencia a Argelia en 1962. Esta decisión debió haber sido aun más difícil que la opción que ahora enfrenta el presidente Putin, ya que Argelia era mucho más extensa y contribuía más a la economía francesa que lo que Chechenia contribuye a Rusia, y cientos de miles de ciudadanos franceses vivían allá”.

Pipes amenazó: “A no ser y hasta que Moscú siga el ejemplo francés, la amenaza terrorista no será aplacada. . . Rusia, el país más extenso de la Tierra, seguramente puede darse el lujo de soltar una dependencia colonial diminuta, y debe hacerlo sin demora.”

El Chechnya Weekly del CAPC le echó más leña al fuego del Cáucaso en su edición del 8 de septiembre, cuando atacó a Putin por no llevar al “diplomático separatista checheno Ajmad Zakáiev”, basado en Londres, a negociar con los que tomaron los rehenes.

Los británicos reclutan a los terroristas

Las autoridades rusas también están al tanto de que, al mismo tiempo que se establecía el Comité Americano para la Paz en Chechenia (CAPC), el Gobierno británico estaba proporcionándole ayuda más directa a los insurgentes terroristas. Como EIR documentó en un memorando de 11 páginas —“Pongan a Gran Bretaña en la lista de Estados que patrocinan el terrorismo”— que le hizo llegar a la entonces secretaria de Estado Madeleine Albright el 14 de enero de 2000, las autoridades británicas ayudaron al reclutamiento de integristas en Inglaterra para ir a combatir a Chechenia.

El documento de EIR decía, en parte: “El 10 de noviembre de 1999 el Gobierno ruso ya había hecho una gestión diplomática formal, a través de la embajada de Rusia en Londres, de protesta por el ataque contra los periodistas rusos, y también por las admisiones que hizo el jeque Omar Bakri Mohammed, jefe del ‘ala política’ de la organización al Mujayirun de Bin Laden, al efecto de que ese grupo estaba reclutando musulmanes en Inglaterra para ir a luchar a Chechenia contra el Ejército ruso. La organización de Bakri opera libremente desde sus oficinas en el suburbio londinense de Lee Valley, donde ocupa dos salones en un centro de computación local, y mantiene su propia empresa de internet. Bakri ha admitido que militares británicos ‘retirados’ entrenan a nuevos reclutas en Lee Valley, antes de enviarlos a campos situados en Afganistán o Pakistán, o de ser llevados de contrabando directamente a Chechenia.