Economía



Resumen electrónico de EIR, Vol.XXII, núm. 12

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La privatización del Seguro Social de EU recibe un duro golpe

El representante demócrata por el estado de Nueva York, Charles Rangel, fue quien puso en su lugar al dizque campeón privatizador de la Casa Blanca.

por Paul Gallagher

Los acontecimientos en el Congreso estadounidense vienen confirmando la evaluación de Lyndon LaRouche: el hecho de que la aerolínea United Airlines (UAL) dejara de pagar el 11 de mayo su deuda por 10 mil millones de dólares al fondo de pensión de sus empleados, significa que la privatización del Seguro Social “a la Pinochet”, misma que la Casa Blanca de George Bush y Dick Cheney ha impulsado con frenesí en los últimos seis meses, ya feneció.

Bush sigue en su gira circense por el país impulsando el plan de Pinochet, y los republicanos siguen discutiendo la privatización en el Congreso; de hecho, proliferan ahí planes nuevos de todos los colores y sabores sobre lo mismo. Pero el pánico casi se ha apoderado de todos los que tienen fondos de pensión privados en las empresas, desde que un tribunal de bancarrotas le permitió a la UAL que le pasara todas sus obligaciones del fondo de pensión a la Pension Benefit Guaranty Corporation (PBGC), la entidad estatal que sirve de garantía a los fondos de pensión privados existentes en Estados Unidos. Pero resulta que esa entidad sólo cubrirá un porcentaje de los fondos que adeuda la empresa a sus empleados, porque no tiene para más. Entonces, ¿quién en su sano juicio va a proponer ahora que todo el fondo del Seguro Social vaya a manos de Wall Street en la forma de cuentas privadas como quiere Bush?

El 12 de mayo la Cámara de Representantes realizó audiencias sobre el Seguro Social, en las que el representante demócrata Charles Rangel, por Nueva York, dijo que la insistencia del Presidente en privatizar “es como servir Kool–Aid envenenado” y rehusarse a retirarlo. Al día siguiente, el diario Arizona Republic, de orientación republicana, resumió el resultado: “Bush y los republicanos debieran retirar la reforma del Seguro Social”. Y en las audiencias que la Comisión de Política Demócrata del Senado realizó el 13 de mayo, el tema dominante fue la locura de querer privatizar el Seguro Social cuando los fondos de pensiones privados están quebrando (y la mayoría de los estadounidenses no tienen ahorros personales suficientes). La senadora demócrata Blanche Lincoln, de Arkansas, dijo que la decisión sobre la UAL “significa que sin el Seguro Social, donde el riesgo no recae sólo en el trabajador estadounidense, ahora todo el riesgo recaerá en él. Éste es un taburete de tres patas, en el que dos de ellas están flojas o desaparecieron”, y añadió que “las noticias esta semana sobre United Airlines hacen esto [la privatización del Seguro Social] aun más peligroso”. Uno de los comparecientes en la audiencia, el experto J. Bradford DeLong, pronosticó: “En cuanto a las noticias de la semana, esto significa el fin de los planes de prestaciones pensionales patrocinados por el patrón. Ya vieron lo que le pasó a las aerolíneas. Hay un 50% de probabilidad de que en tres o cuatro años la industria automotriz corra la misma suerte”.

¿Cuántos estrellones?

¡Los fondos de pensiones de las aerolíneas que sobreviven esperan su turno para estrellarse! Y les siguen las pensiones de la industria automotriz, que también están en el aire.

Luego del fallo judicial del 11 de mayo a favor de la UAL, la siguiente aerolínea que no puede pagar sus fondos de pensión privados para sus empleados es Delta, que a fines de 2003 tenía un déficit de 5.300 millones de dólares, de acuerdo con la agencia calificadora Standard & Poor. De la aerolínea Northwest, la cifra más reciente del monto de su déficit en el fondo de pensiones es de 3.800 millones de dólares; de American Airlines, 2.700 millones; y de Continental, 1.600 millones. En total son 11.400 millones de dólares que la PBGC deberá garantizar, sólo en lo que toca a las aerolíneas que no pueden pagar sus fondos de pensión —como UAL y US Airways, que se desentendieron de sus pensiones— y le exigen con urgencia a sus empleados que renuncien a ciertas prestaciones, al tiempo que amenazan con declararse en bancarrota e incumplir con sus obligaciones contractuales.

Pero aparte de los fondos de pensiones, Delta y United perdieron en sus operaciones, cada una, 1.100 millones de dólares tan sólo en el primer trimestre de 2005, y la insolvente US Airways perdió 680 millones.

El déficit del fondo de pensión privado de General Motors era mucho mayor, de 47 mil millones de dólares al término de su año fiscal 2003, según indican cálculos de la PBGC. El de Ford Motor Co. sería de 22 mil millones, según los mismos cálculos.

Northwest y American tienen una intensa negociación con sus sindicatos para que renuncien a los derechos adquiridos previamente en sus contratos, y en particular en lo tocante a las pensiones privadas. En cuanto a los fondos de pensiones que ha asumido la PBGC, como el caso del de los empleados de UAL, éstos recibirán una pensión conforme a la “garantía” de la entidad estatal, pero en muchos casos será mucho menor que las pensiones negociadas en un principio en sus contratos colectivos de trabajo. Peor aun, como en el antecedente de la industria acerera, muchos jubilados de esas empresas perderán su seguro de salud y tendrán que pagar “planes de seguro médico para la tercera edad” en el mercado privado, mucho más caros y menos generosos.

Todavía a fines de 2000 los fondos de pensión privados de las aerolíneas tenían, en conjunto, un saldo positivo de 3 mil millones de dólares. Luego vino en Wall Street el desplome de los valores súper inflados de las acciones de las empresas de telecomunicaciones y otras relacionadas, y la incompetente medida de la Reserva Federal que preside Alan Greenspan de imponer tasas de interés a corto plazo bajísimas. Esta última es la medida que Lyndon LaRouche atacó públicamente en su momento por no representar remedio alguno, sino un veneno para la economía. Esa política de bajas tasas de interés que afectaba a todas las inversiones de interés fijo por igual, al tiempo que los precios de las acciones en el mercado bursátil decaían, ha tenido una función decisiva en crear el déficit de 450 mil millones de dólares de los fondos de pensión privados de las firmas estadounidenses.

De ahí que cada vez sea más perturbadora la locura de querer convertir el fondo de pensión del Seguro Social —la única roca firme de donde podían agarrarse los jubilados— en “cuentas privadas para la jubilación”, y dárselos a Wall Street. La resistencia demócrata es cada vez mayor, y el apoyo republicano va decayendo.

El fracaso de la campaña privatizadora

Poco después de la conferencia de prensa que ofreció el presidente Bush el 27 de abril, el presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, el republicano de California Bill Thomas, inauguró con bombo y platillo la primera de una serie de audiencias sobre la privatización del Seguro Social el 12 de mayo. Pero las audiencias pasaron desapercibidas en la prensa y fueron opacadas por otros acontecimientos. El más obvio fueron las repercusiones del estremecedor choque de United Airlines, mismas que los congresistas demócratas refirieron una y otra vez a lo largo de las audiencias; hasta Thomas tuvo que mencionarlas.

El otro asunto que “distrajo” la atención de las audiencias, fue que el presidente del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, Allen Hubbard, admitió el 11 de mayo, en una conferencia de prensa, que habría recortes a las prestaciones. Quien encabeza la bancada demócrata en la Cámara de Representantes, la californiana Nancy Pelosi, informó a los periodistas al día siguiente sobre las declaraciones de Hubbard, quien reconoció que con el plan favorito de privatización de Bush, las viudas de los pensionados y los hijos menores de los empleados de ingreso medio o alto tendrían las mismas prestaciones con “indexación progresiva” (o más bien, con recortes progresivos) que tenían sus esposos o padres, independientemente del ingreso que tuvieran en vida. Pelosi insistió que era sólo cuestión de tiempo para que la Casa Blanca admitiera que lo mismo aplica a las prestaciones por incapacidad de los trabajadores de mediano ingreso o superior que sufran alguna incapacidad.

Las audiencias de Thomas estuvieron abarrotadas con asesores y periodistas, aunque los 40 o 50 ciudadanos comunes y corrientes que asistieron a instancias de los dirigentes demócratas, todos protestaron contra la privatización. Estos ciudadanos fueron a presionar a sus representantes (todos republicanos), para que no apoyen a Bush. Entre los testigos que presentó la Comisión estuvieron el campeón de moda de la Casa Blanca, el banquero Robert Pozen, de Fidelity Mutual, y otros cinco defensores de la privatización vinculados al Instituto Cato, el centro de operaciones del ex ministro del Trabajo de Pinochet, José Piñera; también invitaron al ex comisionado de Seguridad Social de Clinton, Kenneth Apfel, y a otro adversario de la privatización.

Thomas había declarado al diario San Francisco Chronicle antes de las audiencias, que pensaba “meterle segunda” al proyecto de privatización del Seguro Social para que la Cámara controlada por los republicanos lo apruebe en julio. Pero Pelosi, el connotado demócrata Charles Rangel y el representante Sander Levin de Michigan dijeron que el pánico que generó la crisis de UAL fue lo que absolutamente animó a los demócratas a impedir que Bush le entregue el Seguro Social a los “mercados” de Wall Street, y también que los republicanos voten a favor de eso. Levin dijo que no importaba qué tantas añadiduras le hiciera Thomas al proyecto de la privatización para hacerlo digerible, “los demócratas y el público estadounidense no perderán de vista el árbol que están cortando en medio de este bosque”.

El propio Thomas sacó a colación lo de UAL, alegando que podía meter lo de la reforma pensional en el “menú” más amplio de una propuesta de ley en la que está trabajando. El presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios soltó taimadamente en su discurso de apertura, que quiere incorporar a demócratas como “miembros de un grupo que discuta los cambios que necesita el Seguro Social”, en una especie de reedición de la Comisión del Seguro Social de 1983. Sin embargo, los demócratas le dejaron saber que no morderían el anzuelo.

El 13 de mayo el diario Detroit News citó a tres congresistas republicanos de Michigan que se oponen de plano al plan privatizador de Bush. El representante Joe Schwarz dijo que, “cada vez hay menos entusiasmo por tener cuentas personales. . . El Seguro Social fue fundado para que fuera un plan de prestaciones pensionales definido, para que la gente que en esencia fuera demasiado vieja para trabajar y demasiado joven para morir. Así es como debe quedarse”. Por su parte, el representante Thaddeus McCotter dijo que, “yo no apoyo una solución parcial, en especial no una que cambiará de manera radical la filosofía que hay detrás del Seguro Social”. Y la representante Candice Miller declaró que tenía mucha renuencia a apoyar cualquier proyecto de ley sobre “cuentas personales”. Otro republicano de Michigan, el representante Dave Camp, quien preside una subcomisión de Medios y Arbitrios, dijo que “yo no he respaldado ninguno de esos” dos últimos planes de privatización anunciados por Bush.

El campeón de Bush cae en el descrédito

El demócrata Rangel se encargó de poner en su lugar, tanto en lo político como en lo psicológico, a la estrella de los republicanos y héroe de la Casa Blanca en su cruzada privatizadora, el banquero Robert Pozen, a quien anuncian como el “demócrata con un plan de privatización”. El triunfo de Rangel estuvo enmarcado por las repetidas carcajadas que resonaron en toda la sala de audiencias, en medio del duelo verbal. En pocas palabras, Rangel obligó a Pozen a retractarse de que las cuentas privadas eran necesarias para salvar al Seguro Social, y a reconocer que algunos trabajadores podrían perder toda su pensión en dichas cuentas privadas. La siguiente es una probadita del intercambio:

Rangel: Como sabe, la Casa Blanca hace hasta lo imposible para identificarlo a usted, más por la etiqueta del partido que por lo que dice.

Pozen: Yo esperaría que la Casa Blanca estuviese de acuerdo con algunos conceptos de la indexación progresiva.

Rangel: Créame, su nombre no hubiera tenido tanta proyección si usted no fuera demócrata; pero estoy orgulloso del hecho de que sabe cómo bregar con ellos, porque quizá tengamos que valernos de usted para comunicarnos. Ya sabe, porque no sabemos de dónde vienen ni qué quieren hacer. . .

Sus antecedentes vienen básicamente del mercado de inversiones, ¿verdad?

Pozen: Mi experiencia es en el mercado de inversiones, aunque he trabajado con varias entidades sin fines de lucro en la zona de Boston, en una serie de. . .

Rangel: Cuando me jubile, eso es lo que quiero dirigir, una entidad no lucrativa. Ahí es donde está el dinero de verdad, como sabe. . .

El Presidente seguido habla de la gente del Congreso que tiene de las llamadas cuentas de retiro individual 401(k) y cuentas de ahorro; y, si es bueno para ellos, debe ser bueno para el pueblo estadounidense. ¿Cree usted que la manera en que emplea ese argumento es exacta? ¿Le está ofreciendo al pueblo lo mismo que nosotros disfrutamos como miembros del Congreso?

Pozen: Entiendo que, como miembro del Congreso, tiene Seguro Social, y que las cuentas individuales del 401(k) y el IRA serían un complemento del Seguro Social, así que no estoy seguro. . .

Rangel: Eso es verdad.

Pozen: Congresista, yo no represento al Presidente aquí.

Rangel: Bueno, ¡él lo representa a usted!