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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXII, núm. 23
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LaRouche hablará el 16 de noviembre; el MJL organiza para la 'era después de Cheney'

El MJL ofrece una fiesta de despedida en Washington para el vicepresidente saliente Dick Cheney. (Foto: Michael Rowland/EIRNS).

por Paul Mourino, miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas

Lyndon LaRouche les dio las órdenes de marcha a sus tropas: Tendré una presentación internacional por internet aquí en Washington el 16 de noviembre; organicen para la "era después de Cheney". Con esas órdenes se echó a andar una maquinaria que puede mover la historia, y está planificándose la "semana de acción" más intensa que hayamos tenido para antes de dicha presentación. Esperamos la llegada de más de 100 jóvenes —entre otros— que estremecerán a la élite política (ver también "LaRouche hablará el 16 de noviembre; el MJL organiza en Washington", en nuestra edición anterior).

Hemos cobrado mucha experiencia haciendo esto, sacudiendo las cosas. Nos hemos movilizado permanentemente en Washington desde septiembre, y aun desde antes, saturando la ciudad con folletos, volantes y periódicos, y cabildeando en el Congreso para botar a Cheney y compañía, e instrumentar el programa de recuperación de LaRouche. El Movimiento de Juventudes Larouchistas (MJL) es la pajilla que agita el brebaje político en Estados Unidos, y todos lo saben, desde Dick Cheney y los demócratas en el Congreso, hasta los expertos en política y la gente del Pentágono.

Para darte una idea de cómo hemos sacado a esta ciudad del letargo político, y de lo que estaremos haciendo en los próximos días, déjame contarte algo de lo que ocurrió luego de nuestra última movilización para la alocución que dio LaRouche por internet el 12 de octubre.

Un ataque implacable

A la mañana siguiente, el 13 de octubre, nuestros invitados especiales a la conferencia, entre ellos varios legisladores estatales y altos dirigentes sindicales que representaban a trabajadores de las industrias automotriz (de las plantas de Delphi y Visteon), siderúrgica, aeroespacial y eléctrica de cerca de una docena de estados, se unieron al MJL para asistir a 16 reuniones que teníamos programadas en el Congreso. Muchos ahí son apolíticos y batallan con las ideas, pero el tedio burocrático desaparecía cuando concluíamos muchas de las reuniones cantando El grito de libertad, que es un himno que data de la época de la guerra civil estadounidense, y que el MJL ha hecho suyo.

Los asistentes de los demócratas tanto de la Cámara de Representantes como del Senado, estaban muy mal preparados para enfrentar la crisis estratégica. Los más honestos reconocían que, "todo lo que hacemos es reacomodar las sillas de cubierta del Titanic". Combatíamos esto con un potente informe sobre el liderato de LaRouche, mismo que culminábamos cantando El grito de libertad.

Los asistentes que se sentían incómodos con la conversación, hacían lo que fuera por cambiar de tema. En un despacho interrumpieron a cada rato nuestra reunión, y al final sus colegas desorganizaron totalmente a la asistente, quien salió a atender una "llamada".

Al dirigente sindical no le gustó la respuesta en ese despacho, pues había ayudado a recabar fondos para la campaña de ese congresista, y durante la elección lo veía más seguido que a su propia familia.

En general, el MJL mantuvo una ofensiva implacable con preguntas como: "¿Por qué el congresista teme asociarse con un nombre tan poderoso como el de LaRouche?" O, "¿Has oído hablar del bienestar general?" O, "¿De dónde viene el libre comercio?" O, "¿No has leído a Alexander Hamilton, el estadounidense que aparece en los billetes de diez dólares?"

Nuestros invitados se inspiraron. Un dirigente laboral estalló en una reunión: "El problema es que no entiendes a Tomás Edison y vives a oscuras. LaRouche es la luz. Él es el único que conoce los problemas y las soluciones. Cuando el sistema empiece a caerse, estarás sentado aquí en tu lujosa oficina mientras saquean tu casa". El asistente respondió molesto: "Esto es impropio, no tengo por qué escuchar este arrebato de pasión". Un representante estatal le reviró: "No, no es impropio; yo soy un funcionario elegido y nunca toleraría esto de mi personal. Lo despediría".

Al terminar el día varias oficinas se quejaron de que una turba de jóvenes revoltosos estaba cantando en el Congreso. Nuestra labor en el Congreso culminó con un mitin de 80 jóvenes cantando en la terminal de ferrocarril Union Station cerca del Capitolio. El himno, El grito de libertad, le dio un toque de especificidad histórica. A todos recibíamos con: "Muchachos, marcharemos en torno a la bandera/ de nuevo marcharemos dando el grito de libertad. Abajo el traidor/ viva la estrella/ mientras marchamos en torno a la bandera, muchachos/ de nuevo marcharemos, dando el grito de libertad..."

Estamos listos y dispuestos a emprender esta batalla para salvar a nuestra nación.