Iberoamérica

El triunfo de Kirchner impulsa el Nuevo Bretton Woods


por Dennis Small

El presidente argentino Néstor Kirchner (centro) y su esposa celebran la victoria aplastante de su partido en la elección del 23 de octubre. (Foto: Presidencia de Argentina).


La bravuconería que la oligarquía financiera internacional y sus esbirros de Cheney aplican en Washington se estrelló el 23 de octubre, cuando el Frente para la Victoria del presidente Néstor Kirchner ganó una victoria contundente en las elecciones al Congreso de Argentina. Con el desmoronamiento de la maquinaria de Cheney en Washington y el debilitamiento de su poder sobre las naciones de Iberoamérica, el triunfo de Kirchner podría inspirar a otras naciones a luchar por su soberanía y su desarrollo, como lo ha hecho Argentina.

El movimiento de Kirchner ganó de forma contundente con el 40% de la votación en las elecciones al Congreso. En la decisiva contienda por el Senado en la provincia de Buenos Aires, donde vive el 37% de la población nacional, el 46% de la votación que recibió la primera dama Cristina Fernández de Kirchner barrió con Hilda "Chiche" Duhalde, esposa del ex presidente Eduardo Duhalde, quien obtuvo sólo el 20%.

Kirchner ganó la Presidencia de Argentina con apenas 22% de los votos en 2003, de modo que su 40% de la votación duplica ahora su base de apoyo.

Tanto sus partidarios como sus adversarios vieron las elecciones como un referendo sobre las agresivas medidas económicas nacionalistas de Kirchner. Durante sus giras por el país antes de la elección, Kirchner se topó en diversas ocasiones con los organizadores del Movimiento de Juventudes Larouchistas, quienes le entregaron documentos de Lyndon LaRouche y lo instaron a unirse al creciente coro internacional que pide remplazar al quebrado FMI con el Nuevo Bretton Woods.

En 2004 su gobierno enfrentó al FMI y a los fondos buitres especulativos, y los obligó a aceptar una quita del 65% del valor nominal de los bonos argentinos, en mora desde el 2001. Kirchner afirmó correctamente entonces que Argentina ya había pagado varias veces su deuda, y que por décadas las políticas de austeridad del FMI habían saqueado al país. La deuda no se pagará con el hambre del pueblo argentino, afirmó Kirchner en repetidas ocasiones.

El 14 de septiembre de 2005 el ministro de Relaciones Exteriores argentino Rafael Bielsa intensificó la pelea cuando apoyó ante la ONU a aquéllos que "promueven un nuevo llamado a una conferencia internacional de jefes de Estado similar a Bretton Woods en 1944, para rearmar una arquitectura financiera y monetaria global más justa que elimine las burbujas financieras y se concentre a apoyar la economía real". El Nuevo Bretton Woods se asocia más que nada con las ideas de LaRouche.

La victoria de Kirchner ocurrió no obstante la bien financiada campaña de amenazas e intimidación de sus adversarios tanto de izquierda como de derecha, dentro y fuera de Argentina, quienes tacharon a Kirchner de "autoritario", "dictatorial", "antidemocrático" y "demagógico". Por ejemplo, el geopolítico kissingeriano y partidario de Bush y Cheney, Mariano Grondona, en esencia lo amenazó de muerte el 16 de octubre, cuando dijo que Kirchner estaba "habitado por una ambición ilimitada a la que sólo detendría el puñal de Bruto", como a Julio César.

En la semana que siguió a la elección, Wall Street y la pandilla de Cheney han tratado de minimizar el daño cerrando filas en torno al empresario neoconservador Mauricio Macri, quien ganó la contienda por el Congreso en la ciudad de Buenos Aires con 34% de la votación, colocándose como la "alternativa" a Kirchner para la elección presidencial del 2007 (LaRouche dijo que Macri no era más que "una hoja de parra que los banqueros están usando para ocultar su vergüenza").

Los efectos de la victoria de Kirchner se sienten en varios frentes, cada uno con implicaciones estratégicas.

En el partido peronista de Argentina, Kirchner tiene el control, remplazando a Duhalde, a quien LaRouche ha descrito como "el Sancho Panza del Cono Sur".

En el vecino Brasil, el ultrapragmático Gobierno de Lula da Silva se ha distanciado de las políticas económicas de Kirchner para tratar de no caer de la gracia del FMI. Pero la victoria de éste fortalecerá a las fuerzas nacionalistas brasileñas —como las asociadas con el economista Carlos Lessa y el gobernador de Paraná Roberto Requião—, que quieren que Brasil tome un curso antiefemeísta más afín al de Argentina.

En la Cumbre de las Américas del 4 y 5 de noviembre, la reunión de jefes de Estado de América del Norte y del Sur en Mar del Plata, Argentina, a la que asistió el presidente estadounidense George Bush, fue en realidad una gran batalla entre el librecambismo y la globalización de Washington, y la exigencia argentina de que hay que poner sobre el tapete una "nueva arquitectura financiera" que no oblige a los países a pagar su deuda a costa de las necesidades del pueblo. El triunfo de Kirchner y el delibitamiento de Cheney bien pueden infundirles algo de agallas a otros presidentes, que hasta ahora se han sometido al terror del FMI y Cheney.

La 'personalidad autoritaria'

Pero quizás el golpe más devastador para la oligarquía en la elección argentina, es el que sufrió su vieja guerra filosófica conocida por el nombre de la "personalidad autoritaria".

Esta frase la popularizó en los 1950 el libro La personalidad autoritaria, en el que participó Theodor Adorno de la Escuela de Fráncfort. Su tesis es estrictamente fascista, y gira en torno a la idea de que cualquier individuo que se atreve a afirmar que la verdad existe, y que puede conocerse y comunicarse a otros, peca de tener una personalidad autoritaria e impulsos dictatoriales. En cambio, impulsa el relativismo y el sofismo bajo las banderas de la "democracia" y la "tolerancia".

Además de Adorno, gente como Karl Jaspers y Hannah Arendt —la protegida y amante del miembro del partido nazi Martin Heidegger— enarbolan variantes de esta perspectiva. LaRouche se mofó de que al parecer estas personas se oponen a todos los "autoritarios", menos a Hitler y Pinochet.

La oligarquía y sus sicarios acusan sistemáticamente de tener una "personalidad autoritaria" a todos aquéllos que los amenazan con sus acciones y perspectivas. LaRouche seguido es blanco de esta calumnia; al igual que el ex presidente mexicano José López Portillo, por su batalla de principio en defensa de su país contra el saqueo del FMI. Y lo mismo le ha pasado a Néstor Kirchner en los últimos dos años.