Internacional


Para acabar con los disturbios en Francia, cambien la política económica

El Movimiento de Juventudes Larouchistas presenta en las calles de París una parodia del ex ministro de Economía Nicholas Sarkozy haciendo cortes presupuestales. Ahora, como ministro del Interior, llama "escoria" a los jóvenes víctimas de su austeridad que han participado en los disturbios, y les ha declarado una "guerra inmisericorde". (Foto: EIRNS).

por Lonnie Wolfe

Para ponerle fin a los disturbios en Francia, que comenzaron en el suburbio parisino de Clichy–sous–Bois el 27 de octubre, y se extendieron a más de 300 ciudades y suburbios, el movimiento de LaRouche en Francia ha exigido la destitución inmediata del fascista ministro del Interior (y ex ministro de Economía) Nicholas Sarkozy, y la instrumentación de programas de creación de empleos para la recuperación nacional e internacional, a fin de darle marcha atrás a las condiciones económicas que vive la juventud, y que han contribuido a desencadenar los disturbios.

Por los hechos que llevaron al estallido de la violencia, es claro que Sarkozy viene dirigiendo una campaña sistemática de provocación desde que regresó al gobierno en junio. Sarkozy quiere capturar el fermento protofascista y antiinmigrante que gira en torno al ultraderechista Jean Marie Le Pen del Frente Nacional y al oligarca Philippe de Villiers del Movimiento por Francia, como parte de sus esfuerzos por hacerse del poder en la elección presidencial del 2007. Las condiciones socioeconómicas de pobreza que imperan, y un desempleo que va del 25 al 50% entre los estratos de jóvenes —más que nada inmigrantes— de los guetos de los banlieues, han proporcionado el caldo de cultivo para la violencia, que es azuzada por la retórica racista de Sarkozy.

Sarkozy: el agente provocador

Como enemigo del modelo republicano francés y admirador descarado de Napoleón Bonaparte, Sarkozy ha lanzado provocaciones contra la juventud. Luego de que estalló el primer disturbio en junio tras la muerte de un joven, Sarkozy anunció el 20 de junio que estaba listo para "limpiar" los banlieues con la ayuda de un instrumento de limpieza abrasivo y de alta presión. El 25 de octubre Sarkozy subió la nota durante una visita a otro suburbio, Argenteuil, al anunciar que reforzaría sobremanera los despliegues policiales en la zona para lidiar con la "chusma".

Depués de los disturbios en Clichy–sous–Bois, Sarkozy declaró en televisión nacional que habría "tolerancia cero", tildó de "escoria" a los jóvenes que protagonizaron los disturbios, y anunció el despliegue a gran escala de gendarmes móviles especiales en esas zonas.

La oposición de izquierda, así como su propio partido, la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP), están denunciando la política de choque de Sarkozy.

Por supuesto, la destitución de Sarkozy sería la señal de que el cambio necesario viene en camino. No obstante, dicho cambio debe ir acompañado de un verdadero programa que rechace la clase de políticas económicas formuladas bajo el dictado de varios monetaristas nacionales y del aparato de austeridad del Tratado de Maastricht de la Unión Europea, las cuales han fomentado la ingobernabilidad, no sólo de Francia, sino de todas las naciones de Europa.

El primer ministro francés Dominique de Villepin se opuso a la política de "puño de hierro" de Sarkozy en una reciente reunión de diputados de la Unión por la Mayoría Presidencial, diciendo que no debería confundirse a la mayoría de los jóvenes que sólo desean superarse en la sociedad, con una "minoría que crea desorden". De Villepin anunció un programa amplio que se adoptaría en noviembre; sin embargo, estos programas no son más que palabras vacías si no se da una transformación de la política económica en Francia y en toda Europa.

Las observaciones de LaRouche y Cheminade

El 5 de noviembre, en una conferencia de Solidarité et Progrès que presidió Jacques Cheminade en París, Lyndon LaRouche afirmó: "Lo que está pasando con los disturbios en Francia no es más que una consecuencia de la forma en que ciertos sectores de la sociedad, entre ellos algunos de la cúpula, reaccionan a una situación" en la que "la sociedad se cae a pedazos", y "el sistema financiero y monetario se está desintegrando". LaRouche señaló que quien le mueve los hilos a Sarkozy es el movimiento sinarquista internacional, que pretende destruir al Estado nacional.

"Lo que sucede en Francia en estos momentos es un síntoma del derrumbe del sistema", afirmó LaRouche. Las sociedades no pueden estabilizarse y cobrar cohesión de nuevo, dijo, a menos que se le dé marcha atrás a la "globalización", a menos que "haya un cambio en el sistema monetario internacional y en las políticas relacionadas, y se invierta el cambio de paradigma posindustrial". Para eso, "tiene que reasignársele a Estados Unidos la función que le correponde. Europa tiene que desempeñar el papel de socio de Estados Unidos".

Cheminade, en una declaración que emitió el 8 de noviembre, se hizo eco del análisis de LaRouche:

"La Francia actual es un país que genera o tolera las condiciones de esta violencia. Ya no garantiza la igualdad de oportunidades para cada francés y extranjero que vive en su territorio nacional, ni ofrece una cultura de vida y de dignidad humana para todos. Empezando por ahí, toda provocación se torna posible: basta un puñado de provocadores para encender el barril de pólvora...

"[L]a única posibilidad de restablecer la justicia para los humillados y los ofendidos, para los franceses y los extranjeros que viven en los suburbios, ante los tribunales de justicia, en las cárceles y en las comunidades de inmigrantes, estriba en eliminar la austeridad social en todo el mundo", finalizó Cheminade, quien enfrentará a Sarkozy y a De Villepin en la elección presidencial. "Es la base misma de nuestra sociedad la que tenemos que cambiar a fin de retomar la lucha de nuestros predecesores donde ellos la dejaron"