Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 4-5

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Recuadro 12: El ataque veneciano de Zorzi contra la ciencia renacentista

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De estar vivo hoy Francesco Zorzi (alias Giorgi), podría describírsele (del modo que algunos republicanos describieron hace poco al vicepresidente de su partido en Estados Unidos) como un “bastardo nefario”. Zorzi, por desgracia, tuvo padres. Venía de una familia añeja que se contaba entre las diez principales que imperaban en Venecia. La función política de Zorzi y su método de pensamiento debieran verse desde la óptica del significado histórico de las instituciones que representó. Fue un alto espía veneciano (a veces reconocido como fraile franciscano) en una época en la que Venecia reaccionaba contra el potencial que desataron los Estados nacionales soberanos recién creados. Esta reacción iba dirigida, en gran medida, contra la conducción política y científica de Nicolás de Cusa (cuyas ideas encendieron el Renacimiento italiano a favor del Estado nacional). Se confiaba en Zorzi para los asuntos de Estado más serios, en base a su linaje. Venecia (que para entonces era el centro financiero más grande de la historia) amasó mucha de su riqueza oligárquica mediante la usura, en base a su papel como impulsora de la guerra religiosa durante las cruzadas. Establecieron el precedente de lo que algunos lunáticos desaforados promueven hoy como la “globalización”. El “modelo veneciano” fue el origen moderno de muchas de las actuales tendencias hostiles a Franklin Roosevelt, tales como el acaparamiento de materias primas, la especulación con divisas, la deslocalización de la producción y el trabajo esclavo, así como la guerra preventiva contra aquéllos que perturbarían el “mercado” veneciano.

Tal como las fuerzas enemigas del Estado nacional en Gran Bretaña y redes relacionadas en EU actuaron con éxito después de la Segunda Guerra Mundial para destruir el legado de fomento del bienestar general de Franklin Roosevelt antes de poder continuar con su política de saqueo genocida del planeta, así los intereses venecianos actuaron con pres teza contra la influencia y el legado de Cusa antes de poder continuar en su acostumbrada condición de la fuerza financiero–imperial dominante del mundo.

Así, irónicamente, Zorzi, en tanto personalidad, sólo puede definirse con veracidad de forma “negativa”, no simplemente desde la perspectiva de la perversidad que representó en y por sí mismo, sino desde su función como agente veneciano contra el Estado nacional moderno y el legado de Cusa. Nicolás de Cusa, la fuerza motriz que impulsó el famoso Concilio de Florencia (1438–40), abrió el camino hacia la reconciliación en una Iglesia dividida entre Oriente y Occidente. Cusa luego organizaría a favor de un diálogo entre religiones para detener la precipitación demente del mundo —a instancias de los venecianos— en un conflicto religioso. Él introdujo, como el fundamento del estadismo, la idea de que el hombre está hecho a imagen del Creador y, por tanto, es capaz de participar en el desarrollo continuo de la Creación.

Esta idea renacentista no sólo fue la base del espíritu que imperó en el propio concilio de Florencia, sino un compromiso expansivo de llevar con presteza este concepto elevado al campo de la política. Por primera vez la idea del Nuevo Testamento y la Grecia antigua del ágape devino en el fundamento del gobierno. Los dos ejemplos sucesivos de esto son, primero, la Francia de Luis XI, y segundo, la Inglaterra de Enrique VII. Esto produjo la transformación prácticamente inmediata del terreno físico de esas nuevas naciones y, más importante, desató el potencial creativo de los individuos en esos territorios. El crecimiento explosivo de estas naciones fue una revolución que desbarató lo que Venecia consideraba como su “tablero de ajedrez estratégico” personal.

Esta capacidad de producción de riqueza, nunca antes vista, no era algo que podía simplemente comprarse y venderse con monedas venecianas. Más y más genios empezaron a surgir del ambiente que Cusa fertilizó. Mentes tales como Leonardo da Vinci, Luca Pacioli, Kepler, Shakespeare, Marlowe, Leibniz y muchos más contribuyeron al ritmo aumentado de generación de riqueza nueva que se le incorporó al potencial de la sociedad. Quienquiera que esté familiarizado con el oligarquismo sabe que Venecia no toleraría este enfoque “agápico” del Estado nacional. Los venecianos consideraron este nuevo avance, y con razón, como algo que debilitaría y en última instancia rompería el sistema de guerra y usura con el que tuvieron en sus garras al mundo por tres o cuatro siglos. De modo que, para ellos, debía erradicarse la influencia de Cusa, en especial su revolución en la ciencia.

Nicolás de Cusa (1401–1464) fundó la ciencia experimental moderna reviviendo el método de los pitagóricos y Platón. Zorzi lo atacó directamente.

El fraile franciscano del infierno

Uno de los ataques directos contra Cusa vino del propio Zorzi (a quien podría llamarse el fraile franciscano del infierno). Este ataque contra Cusa, que (décadas después) provocaría una refutación devastadora de Kepler, apareció en un libro de Zorzi que cobró amplia influencia: De harmonía mundi (La armonía del mundo). Este libro se convirtió en la inspiración de los rosacruces (una secta mística), así como de los francmasones (llevados a Inglaterra por Zorzi) y orates parecidos. En él, Zorzi afirma que ciertos rituales místicos le darán acceso a sus iniciados a los símbolos necesarios para experimentar directamente a Dios por medio de los sentidos. En el marco de un ataque preventivo contra cualquiera que se atreva a disentir con su magia simbolista, lanza un ataque directo, por nombre, al método filosófico de Cusa, alegando que depende demasiado de la “mera razón”. Zorzi dice: “Aquéllos que se alejen del conocimiento directo del universo, se refugiarán en De docta ignorantia”. Esta De docta ignorantia es el nombre que Cusa le da a su obra más conocida, que escribe para liberar al método científico de las ideas muertas de Aristóteles y otras supersticiones.

Para tener un sentido más cabal de la intensidad dramática de esta lucha, considera la obra de Christopher Marlowe, La trágica historia del doctor Fausto. Marlowe usó esta obra como una plataforma para su ataque directo a la influencia política de Zorzi en Inglaterra, incluyendo las extrañas doctrinas supersticiosas que propagaron los influyentes escritos de Zorzi de ese período. Marlowe le confiere el bien conocido perfil de Zorzi a la imagen de Mefistófeles, quien, en cierto momento, aparece y está a punto de convencer a Fausto de entregar su alma a cambio de poderes mágicos. En cuanto aparece, de inmediato se denuncia a Mefistófeles como “feo” (como lo son los diablos por lo general), y se le dice que se retire y regrese con atributos más lisonjeros: “Ve y regresa como un viejo fraile franciscano, esa forma sagrada es la más halagadora para un diablo”. En la obra de Marlowe, una vez que el diablo regresa en esa imagen preferida de Zorzi, se sella el pacto, y a Fausto lo llevan por un camino engañoso (como a Enrique VIII) a su propia destrucción. Tanto Marlowe como su amigo William Shakespeare estaban activamente enfrascados en desenmascarar esta “nefaria” operación política dirigida contra Inglaterra por un largo período. Por decir lo menos, recibieron un mal trato por sus esfuerzos.

La Inglaterra de Enrique VIII (a donde desplegarían a Zorzi en 1529) la fundó su padre, Enrique VII, en 1485–86, como el segundo Estado nacional moderno. Los impulsos humanistas de Enrique VII estuvieron caracterizados por las reformas educativas que apoyó, así como por la idea del “bien común” que lo inspiró a ponerle fin a las guerras de las Rosas (85 años de guerra civil) y a la tiranía sangrienta de Ricardo III.

Inglaterra, con su nuevo potencial, comenzó a liberarse del poder de saqueo que ejercía Venecia. Para esto (unos 20 años antes de que enviaran a Zorzi allí), Inglaterra se unió a la Liga de Cambrai que encabezaba el Vaticano, junto con Francia, España y otros, la cual lograría lo que antes parecía imposible: poner de rodillas al Imperio Veneciano. A pesar de su condición como el imperio financiero más poderoso de la historia, los venecianos no pudieron superar el potencial tecnológica y culturalmente superior de los Estados nacionales enfilados contra su sobreextendido imperio global. De modo que fueron derrotados. Por desgracia, en la víspera de la invasión y desmantelamiento proyectados de Venecia, los venecianos se salvaron al sobornar al papa Julio II, un hombre que podemos concluir con seguridad no fue el mejor de los papas. Esta traición le permitió a Venecia conservar su imperio financiero y reagruparse tras este “contratiempo”.

Venecia aprendió por las malas que los imperios se vuelven vulnerables cuando las naciones, con un sentido de soberanía política y económica, colaboran en paz para fomentar la cooperación físico– económica impulsada por la ciencia. A la luz de esto, Venecia actuó de inmediato para romper ciertas alianzas, en especial la de Inglaterra y España; recurriendo, por supuesto, a su método preferido: la guerra religiosa. Así, lo que Venecia no pudo derrotar mediante el enfrentamiento militar directo, habría de minarse por medios más indirectos. Entonces, como Marlowe nos informa, el diablo volvió, muy poco después, como “un viejo fraile franciscano”.

Tal como Zorzi usó un ataque a Cusa como la punta de lanza de sus esfuerzos por emprender guerras religiosas, de igual manera Kepler lanzó un ataque decisivo contra Zorzi y una defensa de Cusa como la punta de lanza de su esfuerzo por poner fin a esas guerras religiosas encendidas por los venecianos.

El ataque de Kepler contra Zorzi

Kepler, como Cusa, estaba decidido a liberar a la ciencia del culto idolátrico de la percepción sensorial. Su método revolucionario para la astronomía no sólo determinó cuáles eran las verdaderas órbitas planetarias, sino que logró definir el principio de la gravitación universal. Kepler publicó un libro al que tituló Harmonice mundi, una elección inten cionalmente irónica, que puso en la mira a Zorzi cuyo libro comparte, en efecto, ese nombre.

El libro de Kepler, dedicado al rey Jacobo de Inglaterra, representó una intervención juguetona en un clima político que la influencia de Zorzi había afectado décadas antes. Con este fin, Kepler (un seguidor declarado de Cusa) no sólo atacó directamente a los “zorzianos” de su época, como Robert Fludd, sino que también promovió el método de Cusa. Con su rigurosa orientación hacia la ciencia, demostró un conocimiento desmistificado de la astronomía (a diferencia de la astrología de Zorzi). Al hacer esto, Kepler actuó de una manera que pretendía definir el desenlace de lo que en realidad era una pelea política. La cuestión más explícita para él era: ¿qué cosmovisión prevale cerá? ¿El concepto veneciano–aristotélico de Zorzi, que afirma que los humanos son “percibidores sensoriales” genética mente definidos (por su rechazo de la existencia de la mente humana individual soberana)? ¿O la cosmovisión de Cusa y Platón, que depende de la idea política de que todas las mentes tienen el potencial de descubrir los principios de nuestro universo razonablemente organizado?

El título de la obra magna de Kepler, “La armonía del mundo”, era una polémica irónica contra el bodrio sectario de Zorzi de nombre similar.

El viejo truco de Mefistófeles

Venecia le respondió a Kepler, no defendiendo las ideas del finado Zorzi, quien le sirvió bien mientras vivió (¡vaya lealtad!), sino promoviendo a Galileo, como una forma de eclipsar los logros monumentales de Kepler. El empirismo de Galileo, a pesar de su postura “científica”, se funda en el mismo rechazo veneciano desaforado de la mente humana que Zorzi. De nuevo, Mefistófeles regresa con nuevos rasgos, pero sin cambiarse los mismos viejos calzones sucios del pensamiento oligárquico: imponer los supuestos que harán que los incautos se aferren a sus propios grilletes.

Entender este ataque veneciano contra la ciencia y su método rela cionado, es la única manera verdadera de entender cómo funcionaba el sistema veneciano de la época de Zorzi. Tal como Venecia manipuló a ambos bandos en su esfuerzo por destruir el progreso científico, empleó la misma duplicidad para erradicar el ambiente político del Renacimiento en el que ese progreso científico ocurrió. El papel de los venecianos en manipular tanto la Reforma como la Contrarreforma es típico de esto. Cuando surgió la disputa sobre si se le permitiría o no a Enrique VIII divorciarse de Catalina de Aragón, había muchas alternativas diplomáticas al rompimiento violento con la Iglesia. Cualesquiera que hubieran sido los problemas, una cosa es absolutamente clara: una vez que Venecia se involucra en un “escándalo sexual”, ¡todos salen jodidos!

La influencia de Francesco Zorzi guió el orgullo y la líbido imperiales del necio de Enrique VIII a la tragedia política. En 1529 Zorzi decidió aumentar su amplio historial de vida como espía y diplomático veneciano, al convertirse en el “consejero matri monial” de un rey calenturiento y necio. El despliegue de Zorzi a Inglaterra no fue una aventura a ciegas en un territorio político “virgen” (Venecia tenía un sistema de inteligencia y diplomacia en extremo sofisticado). Enrique se comió el cuento de la estatura de Zorzi como un intérprete “experto” de textos en hebreo antiguo, en particular, porque estaba convencido de que Zorzi usaría esa “pericia” para dar un veredicto a favor del derecho divino del rey a que “le toque algo”. El trato salió como se planeó. Zorzi decretó (como un personaje del Mercader de Venecia de Shakespeare) que el Rey podía tener todas las libras de carne que quisiera. Zorzi dijo que el Papa nunca tuvo derecho a anular el primer matrimonio de Enrique antes de que se casara con Catalina. De modo que, legalmente, Enrique de entrada nunca se casó en realidad con Catalina, según nuestro consejero sexual.

Estos acontecimientos precipitados, entre ellos la orden del Rey de “córtenle la cabeza” contra Tomás Moro (otra eyaculación precoz urdida por Venecia), hicieron que Inglaterra perdiera el juicio. La recomendación del consejero sexual de Enrique tuvo éxito. Tuvo éxito en hacer de Enrique un hombre por el que se morían las mujeres, pero también tuvo éxito en preparar a Europa para que engendrara más de 100 años de guerras religiosas. (Algún consejero sexual más honesto, en medio de las ardientes llamas del infierno, quizás le preguntaría a ese necio rey: “¡Demonios, Enrique! ¿De veras crees que estaba tan buena?”).

Si Zorzi viviera, quizás hubiera cobrado alguna influencia política presentándose como el consejero sexual que el “viciopresidente” Cheney necesita en realidad. Quizás le aconse jaría a Cheney ganarse el apoyo popular para su política de tortura, globalización y “miniarmas nucleares”, diciendo en público que los hábitos extraños que Lynne Cheney impone en la alcoba son el origen de su deseo de torturar prisioneros y azotar a las naciones para que se sometan. Por supuesto, este tipo de viciopresidente serviría a los intereses venecianos.

—Alex Getachew.

—Traducción de Emiliano Andino, miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas en Argentina.